Epidemia (5 page)

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Authors: Jeff Carlson

Tags: #Ciencia Ficción

Denise cayó de lado y Ruth se abalanzó sobre ella.

—¡Quieta! —gritó enfurecida entre la maraña de luces.

Los demás habían llegado hasta allí mientras ambas yacían en el suelo, envueltas entre los destellos blancos de las linternas.

Cam apareció entre la multitud. Tenía el rostro oculto bajo las gafas y la máscara.

—¡Allison! —gritó.

—Pero ¿qué...? —dijo otro hombre.

—¡Son contagiosos! ¡Apartaos!

—Dios mío, Allison... —Su voz estaba teñida de dolor.

Ruth no pensaba que hubiera escuchado lo que acababa de decirles.

Debía de estar pensando en su bebé. Ruth también pensaba en él, pero luchó por mantener el control.

—¡Quietos! Se trata de algún tipo de nano. Cam, si el viento cambia de dirección...

Detrás de ella se produjo un sonido descarnado. Tony se había puesto en pie.

Ruth se giró.

Tony avanzaba hacia ella con un paso irregular. Tropezó con el brazo de Allison, pero siguió caminando. Le había ocurrido algo a sus ojos. Eran como dos orificios. Envueltas entre los haces de luz, las pupilas marrones parecían haberse vuelto negras. Era como si sus ojos sólo estuvieran formados por los globos oculares y por unas enormes pupilas dilatadas.

—¡Detenedlo! —gritó.

Cam le iluminó. Alguien le arrojó a Tony el cargador de un rifle, pero lo único que hizo fue golpearle en el brazo. Cam lanzó la linterna, que le impactó de lleno en la cabeza. De pronto todo el mundo comenzó a correr en busca de rocas y tierra seca, gritando hacia el chico como si eso fuera a hacer que se detuviera. Los haces de las linternas le iluminaban con una luz temblorosa. Tony se tambaleó ante la lluvia de objetos. Tras tropezar con Allison una vez más, perdió el equilibrio y cayó al suelo.

Michael también comenzó a avanzar hacia ellos. Tenía las pupilas de los ojos asimétricas. La pupila de uno estaba deformada, mientras que la otra se había convertido en un punto negro, y su cuerpo parecía doblarse hacia ese lado a modo de contrapeso.

«El cerebro —pensó Ruth—. Afectan al cerebro.»

—¡Por el amor de Dios! ¡Disparad! —gritó un hombre, pero entonces Denise desenfundó su propia pistola y apuntó con ella hacia la persona que tenía más cerca. Se trataba de una mujer con un rifle.

—¡No os atreváis a tocarle! —gritó Denise.

—¡No, espera! —dijo Ruth.

Había demasiadas voces, la gente lanzaba piedras y objetos contra Michael, un cuchillo, un cinturón... algunos incluso se habían quitado la chaqueta para tener algo que poder arrojar. En medio de aquella locura, dos personas salieron corriendo. Ruth vio que otro hombre comenzaba a tambalearse. No estaba tratando de escapar. Su cabeza simplemente se desplomó. ¿Estaría infectado? El hombre cayó al suelo justo cuando otra figura que había junto a él también comenzaba a temblar.

«Han conseguido saltar la zanja de seguridad», pensó Ruth. Trató de gritar para advertir a los demás, pero no podía respirar. Los reflejos fueron demasiado fuertes. «No respiréis.» Los nanos se estaban multiplicando, apoderándose invisiblemente de todo aquel al que tocaban. Ruth se preguntó si sería la siguiente.

Michael continuaba avanzando hacia ellos. Por desgracia, la lluvia de rocas y utensilios pareció amainar conforme los supervivientes limpiaron el terreno y vaciaron sus bolsillos. Ruth escuchó a una mujer que gritaba desesperada mientras hundía los dedos entre la tierra. Alguien se dio la vuelta y comenzó a correr. Entonces una linterna impactó directamente en el rostro de Michael, y el haz de luz cayó al suelo dando vueltas. Él se derrumbó. Pero los otros dos infectados se levantarían en cuestión de segundos.

—¡Dame tu pala! —dijo Cam, mirando hacia Greg. Ambos llevaban la coraza con la que pensaban incinerar a las hormigas. Las gafas, las capuchas y los guantes les ofrecían una protección relativa.

—¡Manteneos contra el viento! —gritó Ruth.

De lo contrario estarían perdidos. Todos los supervivientes sabían lo fácil que resultaba que aquellas máquinas microscópicas e invisibles penetraran en los pulmones. Una nueva plaga era la pesadilla más terrible que podían imaginar, tanto a nivel individual como de grupo, un miedo compartido por todo el mundo. Se habrían sentido menos inquietos si se hubiera producido un nuevo intercambio nuclear en algún lugar lejano. El pánico se extendió como la pólvora.

Alguien disparó en medio de la oscuridad, después otra persona repitió el gesto. Los destellos rojizos abrieron una brecha entre la multitud, dado que no todos los disparos se efectuaban hacia el exterior. Tony murió abatido por un rifle. Denise también disparó, y un hombre cayó de rodillas justo antes de que otro disparo impactara en la base del cráneo de la propia Denise, acallando sus gritos agudos.

Habían pasado menos de cinco minutos desde que la intrusa había infectado a Allison con sus nanos.

Cam y Greg asumieron el peso de la lucha, golpeando a tres infectados, mientras Ruth se daba la vuelta y comenzaba a correr. Pasó rápidamente entre una maraña de siluetas.

—¡Espera! —gritó alguien.

Sin importarle que la tildaran de cobarde, Ruth entró en su cabaña y cerró la puerta con llave.

Alguien aporreaba la puerta cuando Ruth la abrió de nuevo, con una recortada en una mano. En el exterior, la tormenta de luces y gritos continuaba. Ruth pensó que quizá Cam estuviera tratando de encontrarla, pero se trataba de Bobbi Goodrich.

El rostro de Bobbi estaba ensombrecido por el terror. Acababa de levantar el brazo para golpear la puerta de nuevo.

—Tú... —dijo Bobbi.

—Coge esto. —La voz de Ruth resonó dentro del casco. Le dio a Bobbi la recortada—. No dejes que nadie me coja.

—No puedo hacer eso, pero ten cuidado —respondió Bobbi.

Ambas mujeres se perdieron en la oscuridad. Ruth caminaba pesadamente bajo el mono amarillo, un traje de aislamiento microbiológico de nivel A, con las botellas de oxígeno del sistema de respiración autónomo a la espalda. Uno de los dos tanques estaba medio vacío, pero a pesar de eso, los cilindros de aluminio pesaban más de quince kilos. Tanto el mono de Nomex como el propio traje le quedaban demasiado grandes. El saco pectoral se hinchaba alrededor de sus senos como una enorme bolsa. Las mangas iban rozando el torso, llenando los oídos de Ruth con el sonido de fricción provocado por la goma.

A pesar del traje, supo inmediatamente que el ruido de la trifulca se había alejado de ellas. Ruth apenas era capaz de reconocer Jefferson. Excepto por el invernadero derruido, los edificios seguían siendo los mismos, pero nunca antes había escuchado tantos gritos en aquel lugar. La comunidad se había derrumbado.

El sonido de una voz ronca la hizo girarse.

—¡No podemos matar a todo el mundo! —dijo Cam, tratando de interceder entre un grupo de supervivientes. Todos se mantenían a una cierta distancia entre sí. También habían sido lo suficientemente inteligentes como para deshacerse de sus herramientas después de haber acabado con los infectados, pero eso implicaba que de producirse un nuevo brote, únicamente contarían con sus armas. Y lo que era aún peor, en aquel momento se estaban observando los unos a los otros armados con pistolas y rifles.

Greg se había puesto del lado del grupo más numeroso.

—No hay otra solución —dijo—. No podemos atarlos.

No podían porque tenían miedo de tocar a sus amigos infectados. Un contacto prolongado sería aún más peligroso que acabar con ellos a golpes.

—Yo puedo hacerlo —dijo Ruth desde el interior de su casco.

Sin embargo, nadie se percató de ello, absortos como estaban en su discusión.

—Tú podrías ser la siguiente —dijo Cam—. ¿Es que no lo entiendes? ¿Y si los nanos te infectan?

Ruth pudo ver que había más bajas. Seis hombres y mujeres yacían tirados en el suelo, entre las cabañas, además de Michael y de los cadáveres de Tony, Allison y la intrusa. No pudo ver al hombre al que Denise había disparado. Debían de habérselo llevado junto a otros infectados. ¿Habría más gente herida? Al menos un veinte por ciento de los habitantes del asentamiento habían quedado incapacitados o estaban muertos. Ruth avanzó más despacio de lo que le gustaría, abatida por aquella escena.

Algunas de las siluetas que veía más cerca probablemente también estarían muertas. Incluso a la luz esporádica de las linternas podía ver las heridas que habían sufrido. Una de aquellas siluetas era Denise, que tenía el cráneo destrozado debajo de la melena oscura. Había otra figura retorcida que parecía seguir con vida, luchando por coger aire a través de una garganta obstruida por la sangre o por la tierra. Respiraba dando unas bocanadas roncas.

¿Era posible que Allison siguiera con vida? Cam debía de haberse aferrado a la esperanza de poder salvarla; pero si seguía viva, tendría que soportar unas terribles heridas en la boca y en una de sus manos. A Ruth le sorprendería que Allison no hubiera sufrido, además, un infarto cerebral. De todos modos, sus habilidades médicas se limitaban a reparar huesos fracturados y a atender partos. Probablemente ni siquiera los médicos de Morristown podrían llevar a cabo las operaciones quirúrgicas que Allison requeriría.

«Por favor, que esté muerta —pensó, cerrando los ojos para contener el dolor. Pero al mismo tiempo no podía evitar albergar una duda—. ¿De veras quiero que esté muerta?»

—¡Tiene que haber algo que podamos hacer! —gritó Cam.

—No podemos permitir que se levanten de nuevo —dijo Greg, mientras otro hombre desenfundaba una pistola y un tercer superviviente se giraba hacia Cam.

—Ya basta —dijo este último—. Hagámoslo.

Cam le agarró el brazo.

—No.

Aquel debate resultaba mucho más duro por el hecho de que todos aquellos rostros estaban ocultos tras las máscaras y las gafas protectoras. Todos eran amigos, pero sus corazas se interponían entre ellos tanto como la oscuridad, el sentido de culpa y el miedo.

—¡Esperad! —exclamó Bobbi—. ¡Mirad!

Varios haces de luz se giraron e iluminaron el traje de Ruth.

—Yo puedo hacerlo —dijo a través del reflejo del casco—. Yo me ocuparé de ellos.

—Ruth —dijo Cam aliviado.

Ruth se alegró tímidamente, pero no podía olvidar el hecho de que ella fue la primera en disparar. ¿Y si hubiera habido otro modo? ¿Podrían haber reducido a Tony y a la mujer sin haber tenido que quitarles la vida? En ese caso, Denise seguiría con vida.

Ruth tenía miedo de adentrarse entre los cuerpos ella sola. ¿Y si se despertaban? Podría rasgarse los guantes o las mangas al arrastrar los cuerpos. Aquel traje no estaba diseñado para trabajos pesados, y mucho menos para un combate; pero no podía dejar morir a aquella gente.

—Podemos meterlos en mi cabaña —dijo—, pero necesitaré ayuda. También necesito sogas y agua—. Las ventanas y la puerta de su cabaña estaban selladas para evitar que los insectos entraran, pero eso no sería suficiente para retener a los nanos—. Y traedme todas las láminas de plástico que podáis encontrar.

—Desmontad el invernadero número cuatro —dijo Cam, señalando hacia el hombre que antes había desenfundado la pistola—. ¡Vamos!

Quizá aún podrían salvar a la mayoría de sus amigos.

Ruth se llevó a Allison primero, pasando junto a Linda y Doug. Antes de nada, debería de haber atado a los que estaban inconscientes (le había sobrado un poco de cinta aislante después de fijar el extremo de los guantes a las mangas del traje), pero se había sentido atraída hacia su vieja enemiga. Se repitió a sí misma que era porque Allison estaba embarazada, pero la chica había muerto. Sus ojos carmesí parecían haberse hinchado bajo la presión de alguna hemorragia intracraneal.

«Sea lo que sea lo que hacen estos nanos, parece que el proceso no siempre funciona», pensó, aprovechando la única lección que pudo extraer de la muerte de Allison.

En algún punto bajo tanta tristeza, Ruth también se sintió reconfortada. Era un sentimiento extraño, como si se hubiera deshecho de una carga que habría preferido mantener, pero no podía imaginarse la vida de una joven tan brillante como aquélla con la mandíbula destrozada, especialmente si había perdido la cabeza.

A Ruth le habría gustado tener entre los brazos al bebé de Cam mucho más de lo que pensaba, por eso posó la mano sobre el vientre de Allison. Pero no. No. «Debes quedarte con tu madre», pensó. Comenzó a llorar en la intimidad del casco. No tenían la tecnología necesaria para llevar a cabo un parto prematuro. Incluso antes de la plaga, salvar a un feto al poco de entrar en el segundo trimestre habría resultado muy difícil. Y en ese momento resultaba imposible; así que también habían perdido al bebé.

«No puedo dejar que Cam la vea en este estado», pensó mientras cubría con el guante el rostro hinchado de Allison. Giró la cabeza de la chica y le ocultó parte de la cara con la capucha. Sentía las lágrimas cálidas y gruesas; trató de limpiárselas, pero resultó inútil. De haber introducido las manos en el interior del casco se habría infectado. Lo único que consiguió fue manchar la parte exterior del visor con sangre y arena.

Su voz llegó hasta el grupo de supervivientes ocultos tras la maraña de luces.

—Allison está muerta. También Tony y la intrusa. Michael sigue vivo.

—Será mejor que te des prisa —gritó Greg—. Linda está empezando a mover los brazos.

Ruth comenzó a caminar hacia las luces. Greg, Cam y otro hombre más la iluminaban con las linternas. En el interior del asentamiento podían verse más destellos. Se arrodilló junto a Linda Greene, que parecía haber extendido los brazos como si estuviera soñando. Ruth la agarró por las muñecas y las ató con cinta aislante, como si la mujer fuera una delincuente.

«¿Qué te está pasando?», se preguntó.

4

Doug Tillman dejó de respirar antes de que Ruth llegara hasta él, y Martha Shemitz tenía el cuello roto. Los otros cuatro aún estaban vivos. Michael había perdido varios dientes, y Ruth trató de contener la masa ensangrentada de su barbilla utilizando la camisa de Doug como vendaje improvisado. Tampoco parecía que Andrew fuera a ser capaz de recuperarse, ya que los golpes le habían abierto una hendidura en el cráneo.

Mientras tanto, Linda y Patrick se despertaron. Linda parecía muy agitada, gruñía y se retorcía en el suelo tratando de romper la cinta aislante. Por el contrario, Patrick parecía casi lúcido; temblaba ligeramente, pero se mantenía en silencio, abriendo y cerrando sus ojos distorsionados. ¿Qué era lo que veía? ¿Acaso sentía estímulos como frío o calor? ¿Picores?

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