Espacio revelación (29 page)

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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #ciencia ficción

Volyova asintió, aunque había algo en su expresión que sugería que no estaba completamente de acuerdo con su compañero.

—Y en cualquier caso, todo esto ocurrió antes de los Ochenta, de modo que el nombre de Calvin estaba impoluto. Además, entre los extremos más evidentes de la vida Ultra, la transformación de Brannigan sólo excedió ligeramente la norma. —Volyova pronunció estas palabras con amargo desdén.

—Continúa.

—Transcurrió todo un siglo antes de su siguiente encuentro con el clan de los Sylveste —dijo Sajaki—. Para entonces, ya estaba al mando de esta nave.

—¿Qué ocurrió?

—Volvió a resultar herido; en esta ocasión, de gravedad —cautelosamente, como alguien que está experimentando su resistencia al calor con la llama de una vela, deslizó los dedos por los límites de la protuberancia plateada que formaba el Capitán. Su contorno parecía espumoso, como la salmuera que deja entre las rocas la marea al retirarse. Cuando Sajaki restregó suavemente sus dedos contra la parte delantera de su chaqueta, Khouri advirtió que hormigueaban y se arrastraban con subepidérmica malignidad.

—Por desgracia —añadió Volyova—, Calvin estaba muerto.

Por supuesto. Había muerto durante los Ochenta; de hecho, fue uno de los últimos en perder su corporeidad.

—Sí, pero murió mientras escaneaban su cerebro con un ordenador —comentó Khouri—. ¿No podríais haber robado la grabación y haberla convencido para que os ayudara?

—Lo habríamos hecho si hubiera sido posible. —La voz grave de Sajaki reverberó desde la curva garganta del pasillo—. Su grabación, su simulación de nivel alfa, desapareció. Y no había duplicados. Los alfas estaban protegidos contra las copias.

—De modo que, básicamente, os quedasteis sin vuestro Capitán —dijo Khouri, deseando destruir aquella atmósfera de morgue.

—No del todo —respondió Volvoya—. Verás, todo esto tuvo lugar durante un periodo bastante interesante de la historia de Yellowstone. Daniel Sylveste acababa de regresar de las Mortajas y no había muerto ni había perdido la cordura. Su compañera no había tenido tanta suerte, pero su muerte añadió dramatismo a su heroico regreso. —Tras una pequeña pausa, le preguntó con avidez—: ¿Has oído hablar de sus «treinta días en el desierto», Khouri?

—Es posible. Refréscame la memoria.

—Hace un siglo desapareció durante un mes —explicó Sajaki—. Un día estaba brindando con la sociedad Stoner y al día siguiente se había esfumado. Corrieron rumores de que había salido de la cúpula de la ciudad, de que se había embutido en un exotraje y se había ido a expiar los pecados de su padre. Es una lástima que no sea cierto, pues habría sido bastante conmovedor. La verdad es que ese mes estuvo aquí. —Sajaki señaló el suelo con la cabeza—. Nosotros lo capturamos.

—¿Secuestrasteis a Dan Sylveste? —Estuvo a punto de reír a carcajadas por su osadía, pero entonces recordó que estaban hablando del hombre al que se suponía que tenía que matar. Su impulso de reír se desvaneció al instante.

—Prefiero decir que lo invitamos a bordo —le corrigió Sajaki—. Aunque debo admitir que el pobre no tuvo demasiada capacidad de decisión en el asunto.

—Permitirme que vaya al grano —dijo Khouri—. ¿Secuestrasteis al hijo de Cal? ¿De qué podía serviros?

—Calvin tomó ciertas precauciones antes de someterse al escáner —dijo Sajaki—. La primera era bastante simple, aunque tuvo que iniciarse décadas antes de la culminación del proyecto. Realizó los arreglos necesarios para que todos los segundos de su vida fueran controlados por sistemas de grabación. Todos los segundos: caminar, dormir, lo que fuera. Con el paso de los años, las máquinas aprendieron a imitar sus patrones de conducta. Fuera cual fuera la situación, podían predecir sus respuestas con sorprendente precisión.

—Una simulación de nivel beta.

—Sí, pero una simulación de nivel beta de una magnitud mucho más compleja que cualquier otra creada con anterioridad.

—En ciertos aspectos, podría decirse que era una simulación consciente —continuó Volyova—. Calvin ya había transmigrado. Siguió perfeccionando la simulación, hasta que llegó un momento en que ésta podía proyectar una imagen de Calvin tan real, tan parecida al hombre real, que tenías la sensación de encontrarte ante su presencia. Entonces decidió dar un paso más. Tenía a su disposición otra garantía.

—¿Cuál?

—La clonación —Sajaki sonrió, asintiendo casi imperceptiblemente a Volyova.

—Se clonó recurriendo a técnicas genéticas ilegales y pidiendo favores a algunos de sus clientes más sombríos —continuó diciendo la mujer—. Algunos de ellos fueron Ultras pues, de otro modo, nosotros nunca habríamos sabido nada de esto. La clonación era una tecnología prohibida en Yellowstone: las colonias jóvenes solían prohibirla para garantizar un máximo de diversidad genética. Sin embargo, Calvin era más listo que las autoridades y más rico que aquellos a los que se vio obligado a sobornar y, de este modo, consiguió hacer creer que el clon era su hijo.

—Dan —dijo Khouri. La palabra monosilábica cinceló su rostro anguloso bajo el gélido aire—. ¿Me estáis diciendo que Dan es el clon de Calvin?

—La verdad es que Dan no sabe nada de esto —dijo Volyova—. Es la última persona que Calvin querría que lo supiera. Dan es tan partícipe de esta mentira como cualquier otro habitante del mundo: cree que es hijo de Calvin.

—¿Y nunca ha pensado que podría ser un clon?

—No. Además, a medida que pasa el tiempo, las posibilidades de que lo descubra se van reduciendo. Aparte de los aliados Ultra de Calvin, pocas personas estaban al tanto de esto… y éstas recibieron importantes incentivos para mantener la boca cerrada. Por supuesto, hubo ciertos eslabones débiles; por ejemplo, Calvin se vio obligado a reclutar a uno de los mejores genetistas de Yellowstone y Dan escogió a ese mismo hombre para que formara parte de la expedición de Resurgam, ignorando el estrecho vínculo que compartían. De todos modos, dudo que haya descubierto la verdad.

—Pero cada vez que se mira en un espejo…

—Se ve a sí mismo, no a Calvin —Volyova sonrió. Era obvio que estaba disfrutando del modo en que su revelación estaba trastocando parte de los conocimientos básicos de Khouri—. Es su clon, pero eso no significa que tenga que parecerse a Cal hasta el último poro de su piel. El genetista, Janequin, supo inducir diferencias cosméticas entre ambos para que la gente sólo viera los esperados rasgos familiares. Por supuesto, también incorporó rasgos de la mujer que se suponía que era su madre: Rosalyn Soutaine.

—El resto de la historia es muy simple —dijo Sajaki—. Cal crió a su clon en un entorno cuidadosamente estructurado que emulaba el ambiente que había conocido en su infancia, le proporcionó los mismos estímulos que él había recibido y le hizo experimentar ciertos periodos de desarrollo idénticos a los suyos, puesto que no estaba seguro de qué rasgos de su personalidad se debían a la naturaleza o a la educación.

—De acuerdo —dijo Khouri—. Asumiendo que todo esto sea cierto… ¿por qué lo hizo? Cal tendría que haber sabido que, por mucho que manipulara su vida para que fuera lo más parecida posible a la suya, el desarrollo de Dan no sería idéntico al suyo. ¿Y qué hay de todas esas decisiones que tienen lugar en el vientre materno? —Khouri movió la cabeza—. Es una locura. Como mucho, lo máximo que podría haber conseguido sería una tosca aproximación de sí mismo.

—Yo creo que eso era lo único que quería —comentó Sajaki—. Cal se clonó a sí mismo como precaución. Sabía que el proceso de escaneado al que tendrían que someterse él y los demás miembros de los Ochenta destruiría su cuerpo material y quería un cuerpo al que pudiera regresar si la vida en la máquina resultaba no ser de su agrado.

—¿Y lo hizo?

—Puede, pero no es ahí adonde queremos llegar. En la época de los Ochenta, la operación de retransferencia seguía estando fuera del alcance de la tecnología, pero Cal no tenía ninguna prisa: podía dejar el clon en sueño frigorífico hasta que lo necesitara, o simplemente volverlo a clonar a partir de sus células. Lo tenía todo previsto.

—Asumiendo que la retransferencia llegara a convertirse en una realidad.

—Calvin sabía que era una posibilidad remota. Sin embargo, había una segunda opción, distinta a la retransferencia.

—¿Cuál?

—La simulación de nivel beta. —La voz de Sajaki se había hecho tan lenta, fría y hostil como la brisa que soplaba en la cámara del Capitán—. Aunque careciera de conciencia, seguía siendo un facsímil increíblemente detallado de Calvin. Además, su relativa simplicidad hacía que fuera más sencillo codificar sus reglas en la mente de Dan. Mucho más sencillo que imprimir algo tan volátil como la simulación de nivel alfa.

—Sé que la grabación primaria, la alfa, desapareció —continuó Volyova—. No quedaba nada de Calvin para continuar con el espectáculo… y supongo que Dan empezó a actuar de un modo más independiente de lo que a Calvin le habría gustado.

—Por decirlo suavemente —añadió Sajaki, asintiendo—. Los Ochenta marcaron el inicio del declive del Instituto Sylveste. Dan no tardó en escapar de sus ataduras, pues estaba más interesado en el enigma de las Mortajas que en la inmortalidad cibernética. Mantuvo en su poder la simulación de nivel beta, aunque jamás descubrió su verdadero significado: siempre pensó que era una especie de reliquia familiar. —El Triunviro sonrió—. De hecho, creo que la habría destruido si hubiera sabido que realmente representaba su propia aniquilación.

Es comprensible
, pensó Khouri. Las simulaciones de nivel beta eran como demonios capturados esperando a ocupar un nuevo cuerpo. No eran propiamente conscientes, pero sí peligrosamente poderosas, debido al sutil ingenio con la que imitaban la verdadera inteligencia.

—La medida de precaución de Cal seguía siéndonos útil —explicó Sajaki—. En la simulación beta se habían codificado los conocimientos necesarios para curar al Capitán, de modo que lo único que teníamos que hacer era convencer a Dan para que permitiera que Calvin ocupara temporalmente su mente y su cuerpo.

—Dan debió de sospechar algo al descubrir lo sencillo que había sido.

—No fue sencillo —le corrigió Sajaki—. En absoluto. Los periodos en los que Cal ocupó su cuerpo fueron más parecidos a una posesión violenta. El control motriz era un problema, pues para suprimir la personalidad de Dan tuvimos que administrarle un cóctel de inhibidores neuronales y, cuando Calvin logró entrar en él, el cuerpo en el que se encontró estaba medio paralizado por los fármacos. Era como un cirujano brillante dando instrucciones a un borracho para llevar a cabo una operación. No me cabe duda de que fue la experiencia más desagradable que ha vivido Dan. Según dijo, fue bastante doloroso.

—Pero funcionó.

—Exacto. Pero ya ha pasado un siglo de eso. Ha llegado el momento de hacer una nueva visita al doctor.

* * *

—Sus frascos —dijo la Ordenadora.

Una de las ayudantes del grupo de Pascale se adelantó, sosteniendo en sus manos un frasco idéntico en tamaño y en forma al que Sylveste había extraído de su bolsillo. No eran del mismo color: el fluido del frasco de Pascale se había tintado en rojo, mientras que el de Sylveste tenía un tono amarillento; sin embargo, en el interior de ambos orbitaban oscuras frondas de material. La Ordenadora cogió ambos frascos y los sostuvo en alto durante unos instantes, antes de dejarlos uno junto al otro sobre la mesa, a la vista del público.

—Ya está todo preparado para empezar la boda —anunció. Entonces formuló la pregunta tradicional: si alguno de los presentes tenía alguna razón bioética por la que aquel matrimonio no debiera tener lugar.

Por supuesto, no hubo ninguna objeción.

Pero en aquel extraño momento cargado de posibilidades, Sylveste advirtió que una mujer del público, cubierta por un velo, se llevaba la mano al bolso y destapaba un exquisito bote de perfume ámbar coronado de joyas.

—Daniel Sylveste —dijo la Ordenadora—. ¿Aceptas a esta mujer como esposa, bajo la ley de Resurgam, hasta el momento en que este matrimonio sea anulado por éste u otro sistema legal dominante?

—Acepto —respondió Sylveste.

Formuló la misma pregunta a Pascale.

—Acepto —dijo ella.

—Entonces, que este vínculo se haga realidad.

La Ordenadora Massinger cogió la pistola nupcial de la caja de ébano, abrió el cargador e introdujo el frasco colorado (el que le había entregado la ayudante de Pascale) en la recámara. Los entópticos de posición se iluminaron brevemente. Girardieau sujetó a Sylveste por el brazo mientras la Ordenadora presionaba el extremo cónico del instrumento contra su sien, justo por encima del nivel del ojo. Sylveste no había mentido cuando dijo que la ceremonia no era dolorosa, pero tampoco era completamente placentera. Sintió un repentino e intenso frío, como si le hubieran disparado helio líquido en el córtex, pero la molestia fue breve y la herida, del tamaño del pulgar, desaparecería en unos días. Como el sistema inmunológico del cerebro era débil comparado con el del resto del cuerpo, las células de Pascale (flotando como lo hacían en un estofado de medicinas auxiliares) pronto se unirían a las suyas. Era una cantidad minúscula (apenas la décima parte del uno por ciento de la masa cerebral), pero las células transplantadas transportaban la imborrable impresión de su último anfitrión: hilos fantasmagóricos de memoria y personalidad distribuidos holográficamente.

La Ordenadora retiró el frasco rojo vacío y puso el amarillo en su lugar. Pascale era incapaz de contener su emoción, pues era la primera vez que se casaba por el rito Stoner. Girardieau la cogió de las manos mientras le disparaban el material neuronal.

Sylveste había permitido que Girardieau creyera que el implante era permanente, pero no era cierto. El tejido neuronal estaba moteado de oligoelementos y radioisótopos inocuos que podían ser expulsados y destruidos, si era necesario, por el virus del divorcio. Nunca había recurrido a esa opción… y suponía que nunca lo haría, por muchas veces que se casara. Llevaba encima las humeantes esencias de todas sus esposas (y ellas, las de él), del mismo modo que a partir de ahora cargaría con las de Pascale. De hecho, aunque de un modo prácticamente imperceptible, Pascale también cargaría con los vestigios de sus anteriores esposas.

Así era la tradición Stoner.

La Ordenadora depositó la pistola nupcial en su estuche.

—Según la ley de Resurgam, este matrimonio está formalizado —anunció—. Pueden…

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