Excesión (62 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

A pesar de todo, llegaría allí antes que ellos.

XII


¿Qué?

–He dicho que he tomado una decisión. No quiero hablar con él. No quiero verlo. Ni siquiera quiero estar en la misma nave que él. Sácame de aquí. Quiero marcharme. Ahora. –Dajeil Gelian se recogió la falda y se dejó caer pesadamente en el asiento de la sala circular, bajo la cúpula traslúcida.

–¡Dajeil! –exclamó Amorphia mientras se ponía de rodillas delante de ella, con los ojos muy abiertos y brillantes. Trató de cogerle las manos, pero ella las apartó–. ¡Por favor! ¡Tienes que verlo! ¡Ha accedido a verte!

–Oh, ¿de veras? –respondió con tono burlón–. ¡Qué magnánimo por su parte!

El avatar se sentó en cuclillas. Miró a la mujer, suspiró y dijo:

–Dajeil, nunca te he pedido nada. Por favor, ve a verlo. Por mí.


Yo
no te he pedido nada –replicó la mujer–. No te pedí nada de lo que me diste. Y parte de ello no lo quería –dijo con voz fría–. Todos esos animales, todas esas otras vidas, sus eternos nacimientos e infancias; burlándose de mí.

–¡Burlándose de ti! –exclamó el avatar–. ¡Pero...!

Dajeil se inclinó hacia delante, sacudiendo la cabeza.

–No, perdona, eso no ha estado bien. –Ahora fue ella la que tomó las manos de Amorphia–. Te estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mí, nave. De verdad. Pero no quiero verlo. Por favor, sácame de aquí.

El avatar siguió un rato tratando de convencerla, pero todo fue en vano

La nave consideró varias posibilidades. Podía pedirle a la
Zona gris
–que seguía en su Compartimiento Principal delantero– que se introdujera en la mente de la mujer del mismo modo que había hecho con Genar-Hofoen para averiguar la verdad de lo ocurrido en Telaturier (y para implantarle el sueño de la capitana muerta, Zreyn Enhoff Tramow. Aunque esto último, ni se lo había pedido, ni había tenido especial éxito). Podía pedirle a la UGC que utilizara sus efectores para conseguir que la mujer
quisiera
tener el niño. Podía Desplazar fármacos o compuestos biotecnológicos al interior de su cuerpo para obligarle a parir. O podía utilizar uno de sus efectores para conseguirlo. Podía Desplazarla a presencia de Genar-Hofoen, o viceversa.

Entonces se le ocurrió un nuevo plan.

–Muy bien –dijo al fin el avatar. Se puso en pie–. Él se quedará. Tú puedes irte. ¿Quieres llevarte al pájaro, Gravious?

La mujer puso cara de perplejidad, de confusión incluso.

–Sí. Sí, ¿por qué no? No puede hacer ningún daño, ¿verdad?

–No –dijo el avatar–. No, no puede. –Hizo una reverencia–. Adiós.

Dajeil abrió la boca para decir algo pero el avatar fue Desplazado en el mismo instante. El sonido que dejó tras de sí fue como una suave palmada. Dajeil cerró la boca y entonces se cubrió los ojos con las dos manos, bajó la cabeza y se inclinó todo cuanto le fue posible. Al momento siguiente oyó un ruido distante y desde la escalera de caracol le llegó una vocecilla parecida a un graznido.

–¡Uaaa! ¡Mierda! ¡Dios...! ¿Dónde? –Luego hubo un confuso batir de alas.

Cerró los ojos. Entonces sonó otro
pop
, más próximo. Sus ojos se abrieron de repente.

Había una mujer joven, esbelta y morena, sentada con aire de sorpresa en mitad del suelo, vestida con un pijama negro y leyendo un pequeño libro, de los de antes. Entre su trasero y la alfombra que cubría el suelo había un fino círculo de materia rosa, todavía en proceso de disolución, expeliendo aire por los bordes. A su alrededor flotaba una pequeña nevada de partículas blancas que caían con la lentitud de plumas. Se sacudió una vez, como si hubiera estado apoyándose en algo que acabaran de quitarle.

–¿Qué... coño...? –dijo en voz baja. Lentamente, miró a su alrededor, de lado a lado.

Su mirada se posó en Dajeil. Frunció el ceño un momento y entonces una especie de entendimiento pareció abrirse paso en su interior. Completó rápidamente su examen de los alrededores y a continuación señaló a la otra mujer.

–Dajeil –dijo–. Dajeil Gelian, ¿verdad?

Dajeil asintió.

XIII

[punto estrecho intermitente, M32, tra. ©4.28.885.3553]

º º Excéntrica
Liquídalos más tarde

ª ª VSL
Solo llamadas serias

ºº

Fue la Regulador de actitud. Ya está muerta (señal + DiaGlif adjuntos).

ªª

Mal modo de irse. Tu amiga la
Hora de matar
se merece una felicitación y posiblemente necesite terapia. No obstante, como sin duda te dispones a señalar, es una nave de guerra. En este asunto está metida la
Brillo acerado
. La
Regulador de actitud
era hija suya y fue desmilitarizada (supuestamente) por ella hace setenta años. Confío en que tu amiga trate las sugerencias operativas de la
Brillo acerado
con un cierto grado de precaución de ahora en adelante.

ºº

Y yo. Pero dado que parece entusiasmada con la idea de alcanzar una muerte gloriosa a la menor ocasión, no sé qué más puede hacer la
Brillo acerado
para ponerla en peligro. Lo mismo da. Debemos dejar esa máquina en manos de su propio destino. Lo que me preocupa ahora es que las pruebas de esta conspiración empiezan a acumularse, aunque sean circunstanciales. Sugiero que las hagamos públicas.

ªª

Implicar a la
Brillo acerado
mientras siga al mando de las operaciones militares en las proximidades de la Excesión solo servirá para qué
nosotros
parezcamos los culpables. Debemos preguntarnos qué podemos ganar con ello. La flota de guerra de Miseria está en camino y debemos llegar allí como sea. Exponer la conspiración a la luz no servirá para combatirla. Lo mejor que puede ocurrir sería lo peor para nuestras posibilidades de combatir los planes de la Afrenta: esto es, la pérdida de influencia y la caída en desgracia de la
Brillo acerado
y sus compañeras de conspiración. Me duele decirlo pero sigo pensando que debemos dejar que esta sub-secuencia de acontecimientos siga su curso antes de considerar la posibilidad de transmitir nuestras sospechas. Esperemos y reunamos todas las pruebas posibles para poder inclinar la balanza a nuestro favor cuando llegue el momento.

ºº

Francamente, esperaba que dijeras eso. Mi propio instinto (si se me permite contaminar mi intelecto con un término tan arcaico) me decía que lo mejor era guardar silencio, pero tenía miedo de que solo estuviera siendo timorato, de modo que decidí hacer la sugerencia de sacar el asunto a la luz para que no estuvieras infectado por ninguna reticencia indebida por mi parte.

¿Qué hay de la región de la E? ¿Has sabido algo más?

ªª

Tonta.

Lo último que he sabido sobre el objeto de Esperi es que no se ha vuelto a saber nada de los Observadores de las Estrellas del EZ y que la
DSDC
estaba todavía tratando de recuperarse de los efectos de su inesperado cambio. Los demás parecen haber captado la indirecta y se han detenido. Bueno, salvo la flota robada por la Afrenta y nuestra vieja colega, claro.

¿Cómo van las cosas por el reino de nuestros amigos de tres patas?

Hablando personalmente, el Orbital de Screce es muy agradable y tan devotamente antimilitarista como cabría esperar de un mundo de la facción Paz.

ºº

No hay más noticias, pues.

Me alegro de oír que Screce es tan bonito.

Los homomdanos son unos anfitriones de lo más complacientes y amables. Es posible que durante mi estancia aquí hayamos perdido un par de miembros iridíanos de la tripulación en los tugurios de placer, pero por lo demás no tengo queja.

Ve con cuidado. Y que la paz, como suele decirse, sea contigo.

XIV

Completada la más breve de las presentaciones, se quedaron mirando en la sala circular, bajo la cúpula traslúcida.

–Bien –dijo Dajeil mientras examinaba a la otra mujer de la cabeza a los pies–. Es usted su última conquista, ¿no?

Ulver frunció el ceño.

–Oh, no –dijo–. Él es la mía.

La expresión de Dajeil sugirió que no sabía muy bien cómo responder a esto.

–Señorita Seich, bienvenida a bordo de la
Perspectiva amarga
–dijo una voz incorpórea–. Siento que todo sea tan precipitado pero acabo de recibir instrucciones de la
Servicio durmiente
para evacuar la nave lo antes posible.

–Gracias –dijo Ulver mirando el cuarto–. ¿Qué hay de Churt Lyne?

–Ha expresado su deseo de permanecer a bordo de la
Zona gris
–le dijo la
Perspectiva amarga.

–Ya me parecía que esos dos se llevaban sospechosamente bien –murmuró la chica.

Dajeil pareció disponerse a decir algo pero al final no lo hizo. Al cabo de un momento, apoyándose una mano en la parte baja de la espalda y con una pequeña mueca, se puso en pie. Señaló la mesa que había a su lado.

–Por favor –dijo–. Estaba a punto de cenar. ¿Quiere acompañarme?

–Yo estaba a punto de desayunar –dijo Ulver, y asintió–. Por supuesto.

Se sentaron a la mesa. Ulver levantó el pequeño libro que había estado leyendo y que todavía sostenía en una mano.

–No quiero parecer maleducada pero, ¿le importa que termine este capítulo? –preguntó.

Dajeil sonrió.

–En absoluto –murmuró.

Ulver esbozó una sonrisa victoriosa y volvió a enterrar la nariz en el fino volumen.

–Disculpadme –dijo una vocecilla áspera desde la puerta–. ¿Qué coño está pasando aquí?

Dajeil volvió la mirada hacia el ave negra, Gravious.

–Nos evacúan –dijo–. Puedes vivir en la bodega. Y ahora, largo.

–Vaya, gracias por tu hospitalidad –balbuceó el pájaro mientras se volvía y empezaba a bajar a saltitos la escalera de caracol.

–¿Es suyo? –preguntó Ulver a Dajeil.

–Se supone que es una especie de compañero –dijo la mujer, encogiéndose de hombros–. En realidad no es más que una molestia.

Ulver asintió para expresar sus simpatías y siguió leyendo.

Dajeil pidió comida para dos. Al poco rato apareció una bandeja esclava con platos, cuencos, jarras y copas. Un par de criados cibernéticos empezaron a limpiar los restos dejados por el repentino Desplazamiento de Ulver desde la
Zona gris.
El ligero relleno de las almohadas les resultó especialmente problemático. La bandeja del servicio empezó a preparar la mesa y a distribuir los platos de comida; Ulver Seich, concentrada en la lectura, pasó una página. Entonces apareció un dron esclavo de la nave. Se detuvo flotando junto al hombro de Dajeil.

–¿Sí? –dijo esta.

–Vamos a salir del compartimiento –le dijo la
Perspectiva amarga
–. El viaje hasta la envoltura exterior del VGS durará dos minutos y medio.

–Oh. Bien. Gracias –dijo Dajeil.

Ulver levantó la mirada.

–¿Puede pedirle a la
Zona gris
que transfiera mis cosas aquí?

–Ya nos hemos encargado de eso –dijo el dron, que ya se había puesto en marcha hacia las escaleras.

Ulver volvió a asentir, colocó el marcapáginas del libro en su lugar, lo cerró y lo dejó junto a su plato.

–Bueno, señorita Gelian –dijo, juntando las manos sobre la mesa–. Parece que vamos a ser compañeras de viaje.

–Sí –dijo Dajeil. Empezó a servirse comida–. ¿Lleva mucho tiempo con Byr, señorita... Seich? Era así, ¿no? –preguntó.

Ulver asintió.

–Nos conocimos hace solo cuatro días. Me enviaron para tratar de impedir que llegara aquí. No lo conseguí. Acabé atrapada con él en un módulo diminuto. Los dos solos, con un dron. Durante días. Fue espantoso.

Dajeil le pasó un par de cuencos.

–Sin embargo –dijo, con una pequeña sonrisa–, seguro que floreció el romance.

–Y un cuerno –dijo Ulver mientras cogía unas rebanadas de pan blanco de un cuenco y se las ponía en el plato–. No podía aguantarlo. Solo he dormido con él las dos últimas noches. En parte por aburrimiento, supongo. Aunque la verdad es que es bastante guapo. Y encantador, por cierto. Entiendo lo que vio en él. ¿Qué fue lo que falló entre ustedes?

Dajeil se detuvo con una cuchara a medio camino de su boca. Ulver esbozó una sonrisa encantadora mientras masticaba un poco de fruta.

Dajeil comió, bebió un sorbo de vino y se limpió los labios con una servilleta antes de responder.

–Me sorprende que no conozca toda la historia.

–¿Quién conoce nunca toda la historia? –dijo Ulver frívolamente, moviendo los brazos. Apoyó los codos en la mesa–. Apuesto algo a que ustedes dos tampoco la conocen –dijo, en voz más baja.

De nuevo, Dajeil se tomó su tiempo para responder.

–Puede que no merezca la pena conocerla –dijo.

–La nave no piensa así –replicó Ulver. Probó el zumo de fruta fermentado, paladeándolo antes de tragarlo, y a continuación dijo:

»Parece haberse tomado muchísimas molestias para organizar un encuentro entre ustedes dos.

–Sí, bueno, es una Excéntrica, ¿no?

Ulver lo pensó un momento.

–Una Excéntrica muy inteligente –dijo–. Yo siempre he pensado que algo digno de tanto esfuerzo debía de ser... ya sabe, digno de conocerse. ¿No? –preguntó con expresión contrita.

Dajeil se encogió de hombros.

–También las naves se equivocan.

–Entonces, ¿no importa nada? –dijo Ulver con tono despreocupado mientras escogía un panecillo de una cesta.

–No –dijo Dajeil. Bajó la mirada y se alisó el vestido sobre el vientre–. Pero... –Se detuvo. Bajó la cabeza y permaneció en silencio durante un rato. Ulver, preocupada, se inclinó hacia ella.

Los hombros de Dajeil se estremecieron una vez. Ulver se limpió los labios, se quitó la servilleta, se le acercó, se arrodilló a su lado y, con aire inseguro, le rodeó los hombros con un brazo. Dajeil se movió poco a poco hacia ella y finalmente apoyó la cabeza en el hueco de su cuello.

El dron de la nave apareció en la escalera de caracol. Ulver lo echó con un gesto.

En la pared opuesta se encendieron un par de pantallas y empezaron a mostrar imágenes de lo que Ulver supuso era el casco de la
Servicio durmiente,
alejándose paulatinamente. Otras dos pantallas mostraban un muro gris cubierto por una rejilla que se les iba acercando. Imaginó que habrían pasado los dos minutos que el dron había mencionado antes.

Dajeil lloró un rato. Al cabo de unos minutos, preguntó:

–¿Cree que todavía me quiere? ¿Aunque sea un poco?

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