Excesión (66 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

La VGS nunca llegaría a saber por qué hizo lo que hizo a continuación. Quizá fuera una especie de desesperación nacida de su aprecio por la destrucción que se avecinaba, quizá pretendiera ser un acto de desafío, quizá incluso algo más parecido a una forma de arte. Da lo mismo; cogió la última actualización de su estado mental, la versión actual de la última señal que jamás enviaría, la comunicación que contenía su alma, y la transmitió directamente en dirección al remolino de destrucción.

Acto seguido, volvió a prestar atención a lo que su avatar estaba viendo a bordo de la
Perspectiva amarga.

En el mismo instante, los límites expansivos de la Excesión empezaron a cambiar. La nave dividió su atención entre lo macrocósmico y la escala humana.

–¿Cuánto tiempo nos queda? –preguntó Genar-Hofoen.

–Medio minuto –respondió Amorphia.

El hombre tenía las manos sobre la mesa. Giró los brazos y dejó que se abrieran. Miró a Dajeil.

–Lo siento –dijo.

Ella asintió y bajó la mirada.

Genar-Hofoen se volvió hacia Ulver y sonrió con tristeza.

La
Durmiente
estaba fascinada. El muro de energía que se le echaba encima se inclinó lentamente en el interior de ambos reinos hiperespaciales, formando dos inmensos conos tetradimensionales mientras la aniquiladora devastación vacilaba en su avance por el tejido del espacio real y su frente de ola, cada vez más lento, seguía desplazándose por la superficie de las redes. Los ángulos de inclinación se incrementaron mientras la presencia de su límite en el tejido empezaba a perder fuerza, se despegaba de las redes y se disipaba. Finalmente, los dos frentes que avanzaban por estas empezaron también a menguar, dejaron de ser un tsunami colosal, se convirtieron en meras olas gigantes, que a continuación frenaron por encima y por debajo del tejido hasta no ser más que sendas olas que se movían hacia los dos surcos que los motores de la
Servicio durmiente
estaban abriendo todavía en la superficie de las redes de energía.

Entonces aquellas olas gemelas hicieron lo imposible. Dieron marcha atrás y regresaron al punto de partida de la Excesión exactamente a la misma velocidad a la que frenaba la nave.

El VGS siguió aminorando, sin terminar de creerse que iba a vivir.

Ha reaccionado
–pensó. Envió en todas direcciones una señal con lo que acababa de ocurrir, por si se volvía amenazante de nuevo. También informó a Amorphia.

Estudió las ondulaciones de la superficie de las redes mientras retrocedían frente a ella e iban menguando. Su tasa de atenuación implicaba que llegarían a un estado de completa inmovilidad en el punto exacto en el que la
Servicio durmiente
se detendría con respecto a la Excesión.

¿He sido yo?

¿La ha persuadido mi estado mental de que merecía vivir?

Puede que sea un espejo
–pensó–.
Hace lo mismo que tú. Absorbió a los maestros de la absorción, esos promiscuos amantes de la experiencia, los elenquistas; deja tranquilos a aquellos que solo vienen a observarlo.

Yo aparecí como un misil furioso y se preparó para aniquilarme. Cuando he retrocedido, ha retirado la amenaza que había surgido en respuesta.

Solo es una teoría, claro, pero si es correcta...

Esto no presagia nada bueno para la Afrenta.

Ahora que lo pienso, tampoco presagia nada bueno para el asunto entero.

Cuestión de mala coordinación, supongo.

IX

Dajeil levantó la mirada. Había lágrimas en sus ojos.

–Yo...

–Espera –dijo el avatar.

Todos lo miraron.

Ulver le dio lo que le pareció un tiempo extraordinariamente prolongado para decir algo más.


¿Qué?
–preguntó al fin, exasperada.

El avatar estaba radiante.

–Creo que es posible que nos salvemos, después de todo –dijo, sonriendo.

Reinó el silencio durante un momento. Entonces Ulver se desplomó con dramatismo en su asiento, con los brazos inertes a ambos lados, las piernas estiradas debajo de la mesa y la mirada dirigida a lo alto de la cúpula traslúcida.


¡
Puta
mierda! –gritó. Trató de acceder a los sentidos de la
Perspectiva amarga
y después de un instante encontró una visión del hiperespacio que se extendía por delante de la
Servicio durmiente.
En efecto, todo parecía haber vuelto más o menos a la normalidad. Sacudió la cabeza–. Puta mierda –murmuró.

Dajeil se echó a llorar. Genar-Hofoen se inclinó hacia ella y la miró, con una mano en la boca, tirándose del labio inferior.

El ave negra, Gravious, que había estado observándolo todo desde una esquina de la habitación y temblando de miedo los últimos minutos, echó a volar de repente en una confusión oscura de movimiento furioso y empezó a dar vueltas por la habitación, chillando:

–¡Estamos vivos! ¡Vamos a vivir! ¡Todo va a salir bien! ¡Yee-ha! ¡Oh, vida, dulce vida!

Ni Dajeil ni Genar-Hofoen parecieron darse cuenta.

Ulver los miró un momento y entonces dio un salto y trató de atrapar al pájaro. Este graznó.

–¡Au! ¿Qué...?

–¡Largo, idiota! –siseó la chica, y se abalanzó sobre el pájaro mientras este volaba hacia la puerta. Fue tras él, se volvió un momento para decir:

–Disculpadme.

Y cerró la puerta.

X

La Unidad Rápida de Ofensiva de clase Torturador
Hora de matar
había estado lo bastante lejos de la
Servicio durmiente
y de su flota de guerra para no sentirse amenazada por la proyección de energía de la Excesión y al mismo tiempo lo bastante cerca para ver lo que había hecho el VGS.

Al contemplar la vasta arma que la Excesión había desencadenado, había sentido un asombro inmenso y un microscópico ataque de celos. –
¡Demonios, ojalá ella pudiera hacer eso!
– Pero entonces el arma había sido desactivada, enfundada. Ahora la
Hora de matar
tenía que enfrentarse a una serie de emociones diferentes.

Vio las naves que la
Servicio durmiente
había dispersado a su alrededor y sintió un momento de decepción; no habría batalla. Al menos una batalla de verdad.

Luego experimentó júbilo. ¡Habían vencido!

Luego sospechas. ¿Estaba la
Durmiente
en su mismo bando o no?

Esperaba que todos estuvieran en el mismo bando. Hasta el más glorioso de los sacrificios empezaba a parecer fútil y absurdo cuando tenía lugar frente a una superioridad tan inmensa; era como escupir en el interior de un volcán...

En ese mismo instante, la
Servicio durmiente
le envió un señal en la que le pedía un favor, y la
Hora de matar
volvió a sentirse muy bien. Honrada, de hecho. ¡Así era como debería ser la guerra!

La
Hora de matar
accedió a lo que el VGS le pedía. La URO parecía orgullosa. Su tono de voz no resultaba atractivo.

Qué deprimente
–pensó la
Servicio durmiente
–.
Que todo acabe por derivar en esto: el que tiene el palo más grande gana.

Por supuesto, esa era solo una de las batallas. Había otra cuestión pendiente: la Excesión, y hasta el momento había sido totalmente incapaz de encontrarle respuesta.

Además, no debería ser tan dura con la
Hora de matar
solo porque sea una nave de guerra. Ha habido un número sorprendentemente elevado de naves de guerra muy sabias. Aunque también sería justo decir

como hasta supongo que ellas admitirían

que pocas empezaron siguiendo ese rumbo.

Vivir para siempre y morir a menudo
–reflexionó–.
O al menos tener la certeza de que vas a morir. Puede que sea ese el modo de alcanzar la sabiduría.

No era una visión completamente original pero desde luego nunca, y quizá comprensiblemente, le había parecido tan evidente al VGS.

La
Durmiente
observó la reacción de los humanos de la
Perspectiva amarga
cuando el avatar les dijo que no iban a ser destruidos. Seguiría prestándoles atención, por supuesto, pero tenía otras cosas que hacer. Como pensar qué iba a hacer con lo que había descubierto.

Contempló la reaparición de sus naves de guerra en el tejido del espacio real. Aves de presa en un cielo infinito. Carne, ahora podía organizar una buena... Empezó a enviar unos cuantos cientos de ellas en dirección a la
No se inventó aquí
.

XI

La
Zona gris
contempló el retroceso y la desaparición de la ardiente marea de la Excesión. ¡Iban a vivir! Probablemente.

Las tres naves de guerra de la
Durmiente
seguían decelerando para alcanzar unas velocidades que sus motores pudieran resistir. Parecían haber estado completamente ajenas al aterrador suceso. Puede, pensó la
Zona gris,
que después de todo, ser un núcleo de IA relativamente estúpido tuviera algunas ventajas.

~ ¡Por poco! –les transmitió.

~ Sí –dijo una de ellas, simplemente. Las otras dos guardaron silencio.

~ ¿No estabas un poco
preocupada?
–preguntó a la más habladora.

~ No. ¿Qué sentido tendría preocuparse?

~ ¡Ja! Bien, tienes razón –envió la
Zona gris.

Cretina
–pensó.

Volvió la mirada hacia donde se encontraba la Excesión.

¿Y tú qué?
–pensó. Algo capaz de inspirar temor a un VGS. Eso era una cosa muy seria–.
¿Qué eres?
–se preguntó

Cómo le gustaría saberlo.

~ Disculpadme un momento mientras envío una señal –dijo a sus escoltas.

[haz estrecho, Mpública, tra. ©4.28.891.7352]

º º UGC
Zona gris

ª ª Excesión bautizada "I"

¿Por qué no hablamos?

XII

El capitán Alba Gris Postofinal X de la Tribu de la Visión Lejana estaba mirando la pantalla. El vasto pulso de energía que la cosa de las proximidades de Esperi había dirigido al Vehículo General de Sistemas de la Cultura había desaparecido. En su lugar, como si hubieran surgido por detrás de ella, había... No podía ser. Lo comprobó. Llamó a sus camaradas en las otras naves. Los que respondieron pensaban que debía de ser una avería en los sensores de su nave, un efecto de las energías dirigidas contra el vehículo de la Cultura. Consultó a su propia nave, la
Honda nostalgia.

~
¿Qué es eso?

~ Una nube de naves de guerra –le dijo.

~ ¿El qué?

~ Creo que la mejor forma de definirlo es como una nube de naves de guerra. No es un término generalmente aceptado, debo añadir, pero no se me ocurre una descripción mejor. He contado aproximadamente ochenta mil naves.

~ ¡Ochenta
mil!

~ El resto de la flota ha llegado a la misma conclusión, nave arriba o abajo. Las naves de la nube están, por supuesto, transmitiendo sus posiciones y configuraciones, porque de no ser así no podríamos verlas individualmente ni saber quiénes son. Podría haber otras que no están dejándose ver.

Un creciente sentimiento de horror y una completa, totalmente ignominiosa derrota, estaba creciendo en el interior de Alba Gris.

~ ¿Son reales? –preguntó.

~ Aparentemente sí.

Alba Gris observó cómo se expandía la nube. Era un muro de naves, una constelación, una galaxia de vehículos.

~ ¿Y ahora qué están haciendo? –preguntó.

~ Desplegándose para hacer frente a nuestra flota.

–¿Son... enemigas? –preguntó. Le faltaban las fuerzas.

–Ah –dijo la nave–. ¿Vamos a seguir hablando, entonces?

Solo entonces el Afrentador se dio cuenta de que había pronunciado la frase en lugar de subvocalizar el texto.

–Todas las naves –dijo la
Honda nostalgia
con voz tranquila, controlada y profunda en el interior del traje blindado de Alba Gris– informan de que pertenecen a la Cultura. Son vehículos no estándar, manufacturados por el VGS Excéntrico
Servicio durmiente
y quieren aceptar nuestra rendición.

–¿Es posible llegar a la entidad de Esperi antes de que nos intercepten?

–No.

–¿Podemos dejarlas atrás?

–A las más pequeñas y numerosas, puede.

–¿Cuántas quedarían?

–Unas treinta mil.

Alba Gris guardó silencio un momento. Entonces preguntó:

–¿Hay algo que podamos hacer?

–Yo creo que la rendición es la única alternativa sensata. Si luchamos, podríamos infligir cierto daño en una flota de ese tamaño, pero en términos absolutos sería poca cosa y como porcentaje de su número total, casi nada.

Piensa en tu clan
–dijo una voz en el interior de la mente de Alba Gris.

–¡No pienso rendirme! –dijo a la nave.

–Bien, pero yo voy a tener que hacerlo.

–¡Harás lo que yo diga!

–Oh, no, nada de eso.

–¡La
Regulador de actitud
os dijo que debíais obedecernos!

–Y lo hemos hecho dentro de lo razonable.

–¡No dijo nada sobre "dentro de lo razonable"!

–Creo que esa es una de esas cláusulas que se dan por sentadas, ¿no? Es decir, somos Mentes. No somos ordenadores. Ni soldados. No te ofendas. Además, lo he discutido con otras naves y hemos decidido rendirnos. La señal ya se ha enviado. Hemos empezado a decelerar...


¿Qué?
–bramó Alba Gris. Golpeó con su brazo blindado uno de los proyectores de pantalla montado en su espacio nidal.

–... en dirección a un punto estacionario relativo a la propia Excesión. –La voz de la nave continuaba calmada–. La URO
Hora de matar
ha sido designada para, tan pronto reciba nuestro consentimiento formal, hacerse con el control de los sistemas ofensivos y se encontrará con nosotros en el punto indicado para hacer efectiva la rendición. Si no deseas capitular con nosotras, me temo que tendré que sacarte del interior de mi casco, por supuesto con el traje de vacío puesto, aunque técnicamente, creo que debería hacerte prisionero... ¿Qué prefieres?

La nave lo dijo como si estuviera preguntándole que quería para cenar. Había una diplomática indiferencia en su voz que el Afrentador encontró infinitamente más espantosa que cualquier odio.

Alba Gris permaneció un rato más observando la nube de naves. Sacudió los apéndices oculares.

–Te pediría que no me hicieras prisionero –dijo al cabo de un rato–. Por favor, sácame de tu interior, al instante, y déjame solo.

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