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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Exploración (2 page)

—Un error, tan sólo uno —decía Godwin—, significa perjudicar a un cliente. Una, dos, quizá tres veces, y entonces ¡Zas! El cliente reduce sus pedidos o simplemente busca a otro.

Lo cierto era que había errores. Uno, dos, tres, e incluso más. Los pedidos mal tomados eran los más comunes. Algunas veces ocasionaban que se produjera en exceso, pero esos excesos servían para cubrir los otros casos en los que el cliente había pedido más de lo que figuraba en los documentos.

—Un error compensa a otro —decía filosóficamente Stanley Sullivan, el oficial jefe de pedidos—. Finalmente somos nosotros quienes controlamos la patente del medicamento.

Sasha se limitaba a observar y aprender. No había tenido ocasión de ver a Alex, ni había mencionado que lo conocía. Lo llamaba «el señor Andrew», como todos los empleados nuevos. Para los más antiguos, que lo habían conocido desde niño, era simplemente Alex.

4

Toda la diversión de la Costa Azul se había acabado en París. A dos días de su llegada, Tommy estaba tirado en el sofá de su
junior suite
en el hotel Ritz. Toda una
suite
para él solito… No era la
suite
Windsor que ocupaban sus padres, pero no le importaba. Estaba lejos de ellos y daba gracias a Dios cada maldito momento por ello. Iba a resultar difícil follar con alguien teniendo a sus padres como vecinos.

Hizo muy buenas migas con el mayordomo de planta y éste le contó mil y una anécdotas del hotel y lo llevó a ver las habitaciones con historia. Era increíble la cantidad de gente famosa que había pasado por allí, la de cosas que habían sucedido, la de romances clandestinos. Podía pasar horas escuchando a Marcel contarle anécdotas, aunque también podía pasar horas mirándole el trasero. El bueno de Marcel, tan en su sitio siempre… Tommy se estaba desesperando, llevaba dos días tirándole los tejos y el francés no se daba por aludido.

Estaba pensando en su nuevo amigo y en su delicioso trasero cuando unos suaves golpes en la puerta le hicieron dejar de toquetearse por encima de la ropa. Sin esperar invitación, su padre entró.

—Arréglate, tengo una cena muy importante esta noche y tienes que intentar parecer un caballero —dijo sin siquiera mirarlo, observando la habitación, juzgándola.

—¿Tengo que ir? ¿Es necesario? —preguntó Tommy desganado, aún tirado en el sofá.

—Por supuesto que tienes que venir. Vendrá el nieto de alguien muy importante. Es un muchacho de tu edad, tienes que ser agradable con él porque puede suponer un grandísimo negocio para mí. Y por Dios, haz algo con tu pelo, pareces un gitano.

—¡Señor, sí, señor! —respondió Tommy poniéndose de pie de un salto y saludándolo con aire marcial. Stephen abandonó la habitación con un gesto de cólera y Tommy se fue al baño para darse una ducha y qué narices… una pajilla en honor a Marcel.

5

Tommy llegó al restaurante acompañando a sus padres, con un esmoquin negro y el pelo repeinado con toneladas de gomina hacia atrás. Stephen lo había hecho peinarse así y Tommy lo odiaba. Con todo el pelo hacia atrás su cada vez más ganchuda nariz destacaba en medio de su rostro.

En la mesa los esperaban Maximilien Jaques Hellson y su nieto Martin. El anciano francés era un conocido estudioso de las ciencias ocultas y tenía fama de excéntrico; sin embargo, al ser poseedor de una vasta fortuna, sus excentricidades eran bastante bien toleradas por la sociedad parisina. Viudo desde hacía muchos años, había perdido a su única hija y a su yerno en un accidente, dos años atrás, quedándose con la custodia de Martin. El muchacho había heredado de sus padres una importante cantidad de acciones en una compañía escocesa, las cuales el abuelo deseaba negociar. La cena era un primer acercamiento para la venta y serviría para que ambos muchachos se conocieran.

Martin Hellson era un joven alto y bronceado, de mirada inteligente. Su parecido con el abuelo era notable; sin embargo sus ojos eran azul cielo, a diferencia de los grises de Maximilien. Llevaba el cabello muy corto y vestía un elegante traje azul oscuro. Apenas vio a Tommy, le sonrió. El abuelo Hellson hizo las presentaciones e hizo sentar a su invitado junto a su nieto.

—Mi padre me ha dicho que eres británico, pensaba que yo era el único británico con pelo negro y piel morena del mundo —dijo Tommy con una sonrisa—. Al menos es lo que mi padre me recuerda constantemente, creo que aún se preguntan de dónde saqué mi tono de piel.

—En mi caso son las consecuencias de pasar los veranos con el abuelo en Egipto y Sudamérica —respondió el muchacho, que hablaba un correcto inglés, con un ligerísimo acento—. Hemos vuelto hace dos días de un viaje. Aunque en realidad soy francés.

—Creí que eras británico por parte de padre, perdona —replicó Tommy un tanto avergonzado por la metedura de pata—. Yo ahora estoy negro, como puedes ver, también por el sol de la costa, pero normalmente suelo tener la piel un poco oscura. —Guiñó un ojo—. Y como también puedes ver, mis padres son más bien pálidos. Nadie en mi familia entiende cómo salí así. —Se acercó para susurrarle al oído—: Mi tío abuelo Joseph dice que su tatarabuela tuvo por amante a un carpintero criollo que trabajó en las reformas de la mansión familiar y que alguno de sus hijos fueron bastante oscuritos. Mi padre odia esa anécdota —terminó con una amplia sonrisa, era obvio que a él le encantaba contarla.

Stephen les dirigió una ceñuda mirada y Martin esbozó una sonrisa.

—¿Secretos oscuros de familia? Me encantan los antepasados misteriosos —cuchicheó—. ¿Vas a quedarte mucho tiempo en París? Podrías pasar algunos días en mi mansión.

—Bueno, secretos no tenemos muchos… historias de terror unas cuantas, al fin y al cabo somos descendientes de
Drácula
—dijo Tommy bromeando en referencia al tataratío abuelo Bram—. Me encantaría quedarme en tu casa, pero… —Sopesó durante un momento los pros y los contras. Martin no estaba nada mal, pero no parecía muy predispuesto, aunque Marcel tampoco. No sabía qué hacer—. No querría molestar y no sé si mis padres estarían de acuerdo. —Echó una mirada de soslayo a Stephen.

—Claro que estarán de acuerdo —intervino el abuelo—. ¿Verdad,
mon ami
? —Stephen esbozó una sonrisa forzada—. Estoy seguro de que habrá muchas anécdotas interesantes que compartir. París es para los jóvenes. Un muchacho como Thomas debe estar con gente de su edad. Estaremos encantados de tenerlo en casa por el tiempo que desee.

—Yo no querría molestar, en serio. Estoy bien en el hotel. —Tommy notó la mala mirada de su padre y aunque le apetecía mucho quedarse con Martin, no quería tener bronca con Stephen quedando aún mucho verano por delante.

—No molestas, hijo —repitió afablemente el abuelo—. Y así tus padres y yo podremos efectuar con toda comodidad las operaciones de transferencia, que son cosas muy aburridas para un muchacho. —Al oír esas palabras, Stephen sonrió, complacido, y el abuelo le guiñó un ojo a Tommy—. Martin puede recogerte mañana del hotel.

—Vale, de acuerdo. —Una sonrisa radiante iluminó su rostro. Una sonrisa que se volvió un tanto pícara al pensar que tendría toda la noche para intentar meter en su cama a Marcel.

6

Sasha entró a Sextasis y avanzó hacia el mostrador, pensando en los acontecimientos del día anterior.

Había ido de compras a un supermercado y allí encontró a Ted Wilson, asistente de producción de Thot Labs. Ted lo había estado mirando con insistencia y lo había seguido por todo el supermercado, sonriendo y acercándose a él cada vez que podía. El ruso, poco habituado a darle confianza a la gente que apenas conocía, lo había ignorado, pero había notado la lujuria en su mirada. Al salir, había sido abordado por el hombre, quien ofreció llevarlo. El mensaje era muy claro: la insistente mirada, el modo en el que Ted le tomaba el brazo.

Sasha había pensado un momento en Tommy, quien según sus cartas, lo estaba pasando en grande en sus vacaciones. «Se presentó la oportunidad y la aproveché», había dicho su amigo en una ocasión. Decidió aprovecharla también.

—Soy activo —había dicho, mirando intensamente a Ted, sabiendo el efecto que su mirada y su actitud podían causar.

Habían follado como locos en la habitación de Sasha, pero antes de irse, Ted se había quejado por la falta de lubricante, y era por eso que Sasha se encontraba ante el mostrador de Sextasis, pidiendo un tubo.

—¿Y tu amigo? —preguntó Richie, un tanto decepcionado al no ver a Tommy.

—En Francia, de vacaciones con sus padres —explicó escuetamente el ruso.

Richie lo miró, sopesando las palabras. Había creído que esos dos eran novios. Todo en la actitud de ambos lo proclamaba así. Y ahora estaba Sasha pidiendo lubricante. No se necesitaba mucha ciencia para adivinar que estaría follándose a alguien más y eso le supo muy mal. No solía meterse en los asuntos de otros, pero eran tiempos peligrosos, el SIDA cada vez cobraba más víctimas.

—Quizá debas llevar condones.

Sasha lo miró, alzando las cejas. Tommy le había escrito recordándole lo mismo y eso le hizo pensar que probablemente estaría follando con todo bicho viviente y pasándola en grande, mientras él tenía que permanecer en Londres, con lluvia y trabajando como esclavo. Usaba condones, pero ese vendedor no iba a decirle qué hacer.

—No los necesito —dijo en tono de autosuficiencia.

—Escucha, rubito —dijo el pelirrojo sin amilanarse cuando Sasha lo fulminó con la mirada—. Habrás oído sobre el SIDA, ¿verdad? Y no, no me pongas esa cara. —En pocos minutos, Richie le informó sobre ciertos procedimientos elementales que Sasha ya conocía—. Sé que tú y Tommy no los usáis, y eso está bien si sois pareja y no lo hacéis con nadie más. Pero si tú vas a estar con otros, debes usar condones y no exponer a tu novio al contagio.

La palabra «pareja» tuvo gratas implicaciones al oído de Sasha, quien, sin embargo, protestó al oír la palabra «novio».

—No somos novios, somos amigos —dijo inmediatamente.

—Mayor razón aún —replicó el pelirrojo—. Debes cuidar de Tommy.

Sasha se envaró.

—¿Por qué tanto interés en Tommy? Te gusta, ¿verdad? Te gustó desde el primer día. Quieres follártelo.

Richie le sostuvo la mirada y dijo lentamente:

—Me gustáis ambos, Tommy en especial. Y ya que lo preguntas, me gustaría follaros a los dos.

Sasha no se esperaba eso. Se quedó de una pieza pero al instante siguiente, miró a Richie como tigre a punto de saltar sobre su presa.

—Soy activo.

El pelirrojo se echó a reír.

—Lo suponía. Yo soy flexible.

Una pareja entró a la tienda y Richie despachó el lubricante, añadiendo una docena de condones.

—Esta noche a las ocho, aquí. Iremos a mi apartamento.

—Hecho.

7

—Aquí es donde vivo —dijo Martin, una vez que el Mercedes de su abuelo se detuvo y la puerta de la cochera se abrió.

Estaban en la zona de Neuilly-Sur-Seine, lugar residencial para personas acomodadas. La mansión era una mezcla de estilo clásico y moderno, llena de extraños objetos que los ojos de Tommy miraron asombrados.

—¡Es genial! ¿Qué son todas esas máscaras y estatuas?

—Son cosas del viejo —explicó Martin—, le gusta coleccionar objetos raros. Ven, te mostraré tu habitación.

Subieron la escalera hasta llegar a una soleada habitación, alfombrada y pintada de celeste. El mobiliario era de estilo clásico y una enorme cama con dosel lo dominaba todo.

—Es otra de las exquisiteces de mi abuelo, le gustan las antigüedades. Dice que en esa cama durmió el mismísimo Richelieu, pero tengo mis dudas —dijo Martin al notar la mirada de asombro de su nuevo amigo—. ¿Siempre llevas esas gafas? —quiso saber. Durante la cena había preferido no preguntar para no parecer impertinente.

—Casi siempre. —Tommy se acercó y corrió las cortinas oscureciendo la habitación—. Tengo fotofobia, la luz normal me duele. Una luz fuerte podría dejarme ciego —explicó quitándose las gafas y sonriéndole—. Uno más de mis terribles defectos, como le gusta a mi padre recordarme.

—Yo lo veo muy interesante —repuso Martin, sentándose sobre la cama—. Seguramente que las chicas te encuentran sexy.

—Bueno, llama la atención, pero creo que si vieran mis ojos sería mejor. —Tommy se acercó e hizo un guiño con sus increíbles ojos azules, la única cosa que en su opinión tenía bonita y la tenía que llevar tapada todo el tiempo—. A las chicas les parezco un chico malo, a los chicos les da igual que lleve gafas…

—No te ves como un chico malo —observó Martin—. Pero de todas formas, lo confirmaremos esta noche. He invitado a varios amigos y amigas. —Sonrió—. No hablan inglés, así que tendrás que arreglártelas por señas. Te dejo para que te pongas cómodo. —Y con un guiño, abandonó la habitación.

Tommy sonrió. Parecía que no iba a echar tanto de menos a Marcel como había pensado. Con un poco de suerte esta noche se iría a la cama acompañado. Con mucha suerte, iría a la cama del anfitrión. Se relamió los labios pensando en su encantador anfitrión, y no era precisamente el abuelo Hellson.

8

Mientras subían en el ascensor, Sasha y Richie se evaluaban con la mirada, el rubio recostado en la pared y el pelirrojo con una insinuante sonrisa. Sasha no había hablado mucho en el camino y su acompañante sentía que estaba siendo estudiado. No se llevaban muchos años, pero la experiencia de Richie en esas lides era considerablemente superior a la del ruso.

—Ponte cómodo. ¿Deseas algo de beber? —preguntó Richie apenas entraron.

—Vodka.

—Lo siento, la próxima vez traeré vodka. Ahora puedo ofrecerte cerveza inglesa o whisky.

Sasha se decidió por la cerveza y recorrió el pequeño apartamento con la mirada. Se veía cómodo y confortable, con muchos muebles dispares, probablemente heredados. Sobre la mesita del centro del salón había un enorme elefante de bronce.

—Es para la suerte —explicó Richie—. Vamos, siéntate mientras traigo las bebidas.

El ruso se acomodó en un gastado sofá. Le parecía extraño que Richie no quisiera entrar inmediatamente en materia. Eso iba un poco en contra de su deseo de no involucrarse, pero lo aceptó porque le simpatizaba.

El pelirrojo volvió con las bebidas. Se había despojado de la chaqueta y la camisa y lucía una camiseta sin mangas que destacaba sus músculos marcados, no en exceso como los de Grant, pero sí lo suficiente como para hacer su cuerpo deseable.

—¿Cómo fue que viniste a Londres? —preguntó Richie, alargándole una lata de cerveza.

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