—Sólo si quieres ir. Quiero ser tu amigo, del mismo modo en que lo soy de Sasha. —La mirada de Richie dio a entender muchas cosas.
En ese momento, Sasha volvió comentando algo acerca de un tanga comestible y se detuvo en seco al mirar a los dos. Entonces comprendió que Richie hablaba en serio cuando le pidió permiso para acostarse con Tommy y abrazándolo por la cintura, le dijo muy bajo:
—Decidas lo que decidas, nada cambiará.
Tommy se giró para mirar a Sasha. Se sentía muy desorientado y no sabía cómo actuar. No quería hacerle daño, y aunque había pasado todo un verano, aún tenía fresca la discusión que tuvieron cuando le dijo que se había acostado con Grant y Katty. Claro que Sasha sabía que había habido otros en Francia, pero saberlo era una cosa; verlo, otra.
Se giró para mirar a Richie.
Tenía curiosidad. Ese hombre había logrado que Sasha se abriera más, tenían tanta intimidad… Quería formar parte de eso. Y además, estaba su estúpida manía de querer estar donde hubiera estado Sasha. Indeciso, se mordió el labio, mirando fijamente el mostrador.
—Piensa en lo que te dije —pidió Richie—. Toma el tiempo que desees, aquí estaré. —Intercambió una breve mirada con Sasha que, sin dejar de abrazar a Tommy, asintió.
Septiembre pasó y también octubre, trayendo cartas de Luc y ocasionales llamadas. Por ellas, Tommy se enteró de que Martin iba a una nueva escuela y que sus amigos no tenían noticias suyas. Respondía las cartas en un tono cariñoso que a la vez no lo comprometía, pero le preocupaba la insistencia de Luc de verlo en Navidad.
Sabía que lo decepcionaría. Había estado pensando en muchas cosas y su amante de París no se hallaba entre ellas.
Con la llegada del invierno y las exigencias del curso, Tommy no había aceptado aún la propuesta de Richie, no por falta de ganas sino de oportunidades. Había visitado Sextasis con Sasha un par de veces, durante las cuales el pelirrojo había dejado muy claras cuáles eran sus intenciones, pero aún no se presentaba la ocasión propicia: Tommy se cortaba totalmente en presencia del ruso.
Había interrogado a Sasha sobre Richie hasta el cansancio, y aunque éste no se había mostrado demasiado entusiasmado, lo que le dijo fue suficiente para excitar su curiosidad, sobre todo porque Sasha parecía llevarse muy bien con él.
Armándose de valor, se presentó en el
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un sábado, a última hora de la tarde. Nunca había ido solo, ni tan tarde, pero tampoco había ido antes con la intención de acostarse con el dependiente. Estuvo largo rato cerca de la tienda sin animarse a entrar, hasta que finalmente, tras respirar hondo, entró tímidamente y miró hacia Richie sin saber qué decir.
—¡Hola, Tommy! —exclamó él al instante—. Me alegro de que vinieras. —Sonrió—. Estaba por cerrar. ¿Necesitabas algo?
La mirada de Richie lo recorrió de arriba hacia abajo, evaluando nuevamente lo mucho que se había desarrollado durante el verano.
—H-hola —saludó Tommy en pleno ataque de timidez. No entendía por qué se comportaba así en presencia de algunas personas, si con otras era un auténtico sinvergüenza—. Yo… yo… yo quería… —Calló, ya que no se le ocurría ninguna excusa lo suficientemente inteligente.
Richie sonrió al notar su sonrojo.
—¿Me acompañas a tomar un café? Así podríamos conversar más tranquilamente.
—Bu-bueno —respondió Tommy con gran elocuencia. Esperó a que cerrara la tienda y salió con él a la calle sin saber qué hacer, decir y sobre todo, dónde poner las manos.
Richie lo observó, intrigado. Le sorprendía la timidez que ese muchachito mostraba con él, aunque sabía por experiencia que también podía ser muy osado. Después de un corto titubeo, decidió arriesgarse.
—Mi apartamento está a cinco calles de aquí. Tengo café hecho en casa y así nos sentiremos más cómodos.
—De… acuerdo… —Tommy titubeó ligeramente. Eso era lo que quería, aunque seguía nervioso y tímido. Avanzó al lado de Richie, incapaz de mirar a ningún otro sitio que al suelo. Cuando llegaron a la casa, coincidieron con un vecino que no dejó de mirarlo de arriba abajo tan insistentemente que tuvo que reprimir las ganas de salir corriendo y no parar hasta estar encerrado en su habitación en Saint Michael.
—Tranquilo, Eddie no va a comerte. —Richie le sonrió, cerrando la puerta—. Siéntate, voy a traer el café.
Tommy miró con curiosidad el apartamento y le gustó lo que vio. No era elegante pero estaba muy limpio y los muebles dispares le conferían una especie de personalidad.
«Se siente como un hogar. Más que el mío, en todo caso. Me gusta», y con ese pensamiento comenzó a sentirse menos tenso.
Cuando Richie volvió con una bandeja, encontró a Tommy mucho más relajado y se sentó junto a él.
—¿Cómo te gusta? ¿Fuerte o suave? —dijo refiriéndose al café, pero con evidente doble sentido.
—Me gusta fuerte pero muy dulce —respondió Tommy totalmente despistado de la indirecta. Nunca había sido muy espabilado con los dobles sentidos.
—A mí también me gusta así. —Richie le acarició la mejilla antes de darle su taza de café. Sonrió y se quedó contemplándolo dar sorbitos, a la vez avergonzado y sensual—. Desde que te vi, deseé conocerte. Me preguntaba quién sería ese muchachito tan atrevido.
—¿Yo? ¿Atrevido? —Tommy se volvió a sonrojar intensamente. No se sentía muy atrevido ahora… aferrándose a su tacita de café y brillando como una bombilla.
—No todos los días un muchachito de trece años entra a un
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para comprar películas porno y queda hechizado ante la vista de un consolador —dijo suavemente Richie—. Ya lo creo que eres atrevido… Lo compraste, ¿verdad? Y a tu edad has probado cosas que muchos no conocen. Eso es lo que me gusta de ti.
—Bueno, tampoco creo que sea para tanto… Iba con Sasha… Solo no lo habría hecho nunca.
—Ahora no estás con Sasha y sin embargo estás aquí. Y no has estado con Sasha en todo el verano… Un verano en París. Debes haberlo pasado grandioso, ¿eh, pequeño?
—No soy pequeño —protestó de repente Tommy, mirándolo mal. Le sacaba más de diez centímetros. Era casi tan alto como Sasha. Podía ser más joven, pero no era pequeño—. Y… bueno… lo he pasado bien —continuó, desinflándose un poco de su ira momentánea.
Richie comenzó a reírse y le dio un suave beso en la boca.
—Para mí siempre serás el pequeño que fue al
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buscando nuevas emociones —susurró.
—Yo… ¡A la porra! —Tommy dejó las tazas encima de la mesa y se sentó a horcajadas encima de Richie para un segundo después comenzar a comerle la boca con todas las ganas que tenía.
El pelirrojo se sintió atrapado en el huracán que acababa de desatarse, con Tommy encima de él besándolo con pasión, con una intensidad que no era de un niño, demostrándole que había recorrido un largo camino desde la primera vez que se vieron en el
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. Disfrutó del beso. El muchacho besaba como nadie. Perdió la noción del tiempo, tocándolo y acariciándolo por encima de la ropa, palpando sus caderas y su firme trasero. Despacio, invirtió las posiciones, recostando a Tommy sobre el sofá.
—Mi pequeño. —Sonrió nuevamente, desabrochando el pantalón y acariciándolo por encima, palpando sus dimensiones, sintiendo que por fin haría realidad un sueño largamente acariciado.
—No me digas pequeño… No soy pequeño. Éste —añadió tomando la mano de Richie y apretándola contra su propio paquete— no es pequeño… Nada en mí es pequeño.
—Eso veo —susurró Richie, liberando la semierección de Tommy—. Es increíble lo que tienes allí. —Y sin más, comenzó a hacerle una felación, saboreándola, impresionado de que el muchachito hubiera desarrollado de ese modo.
—¡Aaaah! —jadeó Tommy sin poder evitarlo, para inmediatamente después morderse el labio tratando de contener sus gritos: no quería que los vecinos lo oyeran.
Se sentía sobrepasado. Richie sabía muy bien lo que hacía. Tommy no se había acostado con alguien tan mayor, siempre ligaba con gente de su edad o como mucho como Sasha. El hombre le hacía tales cosas con la boca que enviaba descargas de placer por todo su cuerpo.
—Grita, mi amor… Adoro escucharte gemir así —pidió, comenzando a desvestirlo, maravillándose del tono bronceado de su piel que el clima de Londres no había conseguido cambiar, besando su cuello y su pecho, mientras sus manos se aventuraban más al sur.
—Yo... ¡Aaaah! —Tommy gimió largamente cuando la experimentada mano de Richie masajeó sus testículos. Nunca nadie le había hecho eso y la sensación era novedosa e increíble. Pronto estuvo desnudo y como también quería ver el cuerpo de su compañero, llevó las manos hacia su camisa, tratando de quitársela.
Richie esbozó una sonrisa y se la desabotonó lentamente, para recostarse otra vez sobre Tommy, que sintió su piel desnuda y ardiente y entonces se dio cuenta de que Richie le transmitía calidez. Sí, bajo toda esa pasión había un sentimiento de confianza y pudo entender por qué Sasha había caído bajo su embrujo.
—¿Me he perdido de algo? —preguntó Richie al ver su pícara expresión. Volvió a levantarse y se desnudó lentamente. Su erección asomó sobre una mata de vello rojizo.
—¡Eres pelirrojo natural! —Tommy rió—. Perdón… apuesto a que siempre te dicen lo de «¿tienes el pelo igual de rojo en todas partes?»
Richie rió a su vez.
—Nunca me pintaría el pelo. Ven. —Lo tomó de las manos, para conducirlo al dormitorio.
Tommy sonrió encantado al ver una enorme cama. Se había acostumbrado a ellas en los hoteles y había descubierto que una cama enorme daba mucho juego.
—¡Tu cama es genial! Me gustan las camas grandes
—¿Te gusta? la heredé de mi abuela… Aunque la pobre jamás hubiera imaginado el uso que yo le daría —dijo Richie, recostándolo suavemente allí—. Tu piel es deliciosa… Bendita sea la Costa Azul por haberte dado ese tono tan excitante. —Lo recostó boca abajo y comenzó nuevamente con besos ligeros por toda su espalda.
—Mi padre dice que parezco un gitano —replicó Tommy, estirándose como un gato mientras se dejaba mimar.
—Pareces un gitano —susurró Richie, comenzando a besar la cara interior de sus muslos, separando ligeramente sus piernas—. A mí también me gustan las cosas… grandes —susurró, deslizando la lengua por la zona que deseaba preparar.
—¿Crees que parezco un gitano? —Tommy se giró un poco y lo miró por encima del hombro. Su padre usaba esa comparación de forma despectiva, como uno de los tantos defectos que le recordaba constantemente.
La lengua de Richie se detuvo, y él miró el rostro un tanto confundido de Tommy.
—Por supuesto. Un gitano de los Balcanes, alto, misterioso y sumamente atractivo. Muy atractivo —afirmó, volviendo a dedicarse a su tarea.
Tommy lo miró, sorprendido. Lo había descrito como alguien maravilloso… A él.
—¿Atractivo? ¿Te parezco atractivo? —preguntó alucinado—. Pero si yo no soy guapo. Soy alto, desgarbado, tengo una nariz horrible… lo único bonito que tengo son los ojos y casi nadie me los ve…
Richie volvió a mirar por encima del trasero de Tommy.
—Claro que me pareces atractivo, desde el primer día que te vi. Y debo reconocer que el tiempo no ha hecho más que favorecerte, ¿quién iba a decir que el pequeño que vino a mi tienda iba a convertirse en un hombre tan excitante? Lo tienes todo para ser atractivo, incluso esas gafas te hacen ver más misterioso, incitan a acercarse a ti para quitártelas y descubrir tus ojos. —Le retiró suavemente las gafas. La tenue luz del dormitorio hizo que Tommy parpadease un poco. Lo besó suavemente—. Tus ojos no son para que cualquiera los mire, Tommy. Son especiales, como lo eres tú.
Una radiante sonrisa iluminó el rostro de Tommy, que devolvió el beso. No solían decirle cosas tan bonitas… Luc se las decía, y también Sasha, pero las críticas de sus padres siempre lo hacían sentirse menos. Era genial que alguien más lo considerara atractivo y no un asco como siempre le estaban diciendo.
—Y cuando sonríes, eres más atractivo todavía —dijo Richie, bajando con pequeños besos nuevamente por su espalda, hasta llegar al punto que había estado atendiendo, acariciándolo con dulzura—. ¿Eres activo o pasivo? —preguntó, jugueteando con la lengua.
—Las dos cosas. Y si pueden ser a la vez mejor. —Rió—. Para eso compramos el consolador, me gusta dar y recibir a la vez.
—Hum… eso puede arreglarse. —Richie se estiró para alcanzar un cajón, de donde sacó un consolador negro—. No es como Jenis, pero servirá igualmente.
—¿Estará limpio, no? No es que me haga mucha ilusión meterme eso que vete a saber dónde ha estado antes. —Miró suspicaz el consolador. Era igual de grande que Jenis, pero mientras el verde era totalmente liso, éste tenía bultitos a los largo de toda su extensión. Tenía que ser una sensación muy extraña ser penetrado con eso—. A ver, que yo no soy muy rarito… pero hay que tener cuidado…
—Por supuesto que está limpio —replicó ofendido Richie—, y con algo más efectivo que sólo agua —puntualizó—. Pero si no lo quieres… —Deslizó el consolador bajo la almohada.
—¡No! —exclamó con fuerza Tommy, tomando el consolador de la mano de Richie—. Lo siento, no quería ofenderte… Sólo que… Lo siento, de verdad —murmuró. Avergonzado por haber ofendido a su anfitrión, se puso a jugar con el consolador evitando mirar a los ojos de Richie y verlo enfadado.
—Está bien, no me has ofendido, pero debes saber que siempre cuido mucho el aspecto sexual. Jamás te expondría a una enfermedad —replicó Richie tomándole la mano y quitándole suavemente en consolador—. ¿Te gusta?
—Sí —respondió Tommy con timidez y sonriendo levemente—. ¿Qué vamos a hacer?
—Muchas cosas. —Richie puso las manos de Tommy sobre sus caderas y le dio un condón—. Prepárame con cuidado, quiero que tú me penetres primero.
—¿Yo primero? Vale, de acuerdo —dijo Tommy un tanto asustado por la responsabilidad. Ese hombre tenía mucha experiencia, se sintió muy inseguro… muy torpe.
Tomó el lubricante y comenzó a prepararlo, primero con un dedo, luego dos, complacido del efecto que causaba en Richie, que ondulaba buscando más contacto.
—Así… sigue así.
Haciendo movimientos de tijera metió tres dedos y luego cuatro. Richie gemía suavemente y se dejaba hacer.
—¿Listo? —preguntó aún dudando, se puso el condón y le pidió que se tumbara frente a él para tomar sus piernas sobre los hombros—. Ahí voy… —añadió, tímido. Sin penetrarlo todavía, se quedó mirándole al rostro, le hizo una suave caricia en la mejilla y lo besó con infinita ternura.