Exploración (11 page)

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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

No había tenido mucho tiempo libre y estaba planeando ir de compras la mañana siguiente, en busca algo especial para sus dos amantes.

«Dos amantes… quién lo diría.»

Pensó en Sasha y en Richie y suspiró. Se sentía completamente feliz con ellos y quería darles, más que algo costoso, un regalo tan especial como la cajita lacada que Sasha le había obsequiado y que adornaba su mesita de noche. Pero él no sabía hacer manualidades… Sabía cocinar, aunque eso ya no era especial porque se había hecho costumbre.

«Sé tocar el chelo.»

La idea apareció en su mente de improviso, pero no se sentía preparado para eso. Tocar el chelo significaba pensar en Sebastian y pensar en él le hacía recordar el accidente. No era capaz de compartir eso con nadie: la pena y la culpa seguían allí, ocultas pero vivas.

No tenía que hacerlo, pero nada le impedía fantasear con ello.

Podría tocar para Sasha y Richie. No las composiciones de Chopin que prefería Sebastian. Tommy se inclinaba por la intensidad de Bach, más acorde con su temperamento.

Sí. Tocaría para ellos. La música llenaría sus sentidos transportándolos a ese lugar que sólo Tommy conocía. Serían parte de eso, los tres juntos, siempre los tres. Y cuando la música cesase, se mirarían a los ojos y harían el amor.

La sonrisa se hizo más amplia y traviesa. Entonces, su fantasía fue interrumpida por alguien que tocaba su puerta. Por un momento pensó hacerse el dormido, pero los golpes volvieron a oírse y se levantó, desganado, para encontrar a Sasha en el umbral, con un traje muy elegante.

—Hola. ¿Puedo pasar?

—Claro. ¿No ibas a la cena de Thot Labs? ¿Ha pasado algo?

—Voy a la cena, pero arruiné con la plancha mi única corbata decente. ¿No tienes alguna que me puedas prestar?

—Pues busca por ahí a ver si hay algo que te guste y te quede bien. Mi guardarropa es tuyo. —Hizo una florida reverencia y se volvió a tumbar en la cama.

Sasha sonrió y comenzó a buscar en el armario. Encontró un par de corbatas que podrían servirle y las separó. Entonces pensó en buscar un pañuelo y abrió un cajón donde encontró la ropa interior de Tommy. Curioseó un poco, frunciendo el ceño: había prendas que jamás le había visto puestas. Algunas eran bastante coloridas y otras eran de encaje.

—¡Hey! —Levantó un boxer negro que había echado de menos ese verano—. ¿Qué hace esto aquí?

—¿Qué? —preguntó Tommy, sorprendido—. No sé… —añadió, sonrojándose levemente.

—¿No sabes? —Sasha sacó unas bragas de encaje rosa y las agitó en el aire—. ¿De dónde salió esto?

—Ah… Eh… Hum… —Tommy abrió la boca como un pez fuera del agua pero no pudo articular nada.

—Cielos, Tommy… —Sasha pensó que ese viaje a París había tenido sus consecuencias—. ¿Acaso eres travesti?

—¡No! —exclamó con vehemencia. Frunció el ceño y miró mal a Sasha durante unos instantes. Finalmente habló—: Son recuerdos.

El ruso respiró aliviado. No podía imaginar a Tommy vestido con ropa interior de mujer.

Se acercó a la cama blandiendo la braguita.

—¿Recuerdos de París? —cuestionó con curiosidad.

—Ése es de Mónaco. —Sacó la lengua, travieso—. De una finlandesa que podía competir contigo en palidez y pelo rubio.

Sasha entrecerró los ojos y volvió al cajón, tomando un tanga verde.

—¿Y éste?

—Ése también es de Mónaco, de un italiano. Era pelín hortera, pero cantaba ópera como los ángeles. Y gemía igual. —Rió.

Sasha pasó revista a las prendas. Había por lo menos veinte, incluidos sus boxers. Volvió a mirar a Tommy que se había acercado al cajón y doblaba las prendas, poniéndolas en montoncitos.

—¿Estás coleccionando recuerdos?

—Bueno, no quiero olvidar a la gente que he conocido.

—¿Y te acuerdas de todos?

—Sí, claro… Cada uno es especial en cierto modo y tampoco son tantos.

Sasha consideró la cuestión.

—¿Y el próximo verano? ¿Qué pasará cuando sean cincuenta?

—Bueno, tampoco es que esté pensando en acostarme con toda esa gente…

—Ya. ¿Y cómo era ese italiano en la cama? ¿Fue un bue polvo? —quiso saber Sasha.

—Hum… No era lo que se dice un gran polvazo, pero oírlo gritar lo hacía ganar puntos.

Sasha analizó el asunto con su modo metódico, apartando de su mente la certeza de que Tommy necesitaba dar y recibir afecto, y que no le bastaba con una sola persona.

—Deberías hacer una colección formal. Etiquetarlos, guardarlos en un sitio apropiado… y separados. No me gusta que mis boxers estén junto a esas bragas. ¿No vas a devolvérmelos?

—¿Tengo que devolvértelos? —Tommy se apoderó de los boxers, apretándolos contra su pecho.

Sasha se echó a reír.

—Sólo si quieres.

—No quiero. —Miró los calzoncillos—. Estos son de la última vez que lo hicimos, antes de las vacaciones de verano.

El ruso meneó la cabeza.

—Nunca dejas de sorprenderme. Ahora ayúdame a elegir la corbata, que sólo me permitieron entrar por quince minutos. —Se colocó las corbatas en el pecho, para que Tommy pudiera escoger—. ¿Cuál te gusta?

—La azul. Tus ojos resaltan mejor con esa. —Tommy le puso la corbata y la anudó, sonriendo.

Sasha atrapó una de sus manos y la besó.

—Gracias. ¿No vas a despedirte?

—Claro. —Rodeó el cuello de Sasha con los brazos, se colgó de él y lo besó con apasionada dejadez.

Por un momento permanecieron abrazados, besándose, hasta que Sasha, un tanto reluctante, se apartó con suavidad.

—Por mí, me quedaría, pero tengo que asistir a la cena. Dicen que cuando «el Toro» se emborracha, es todo un espectáculo.

—McAllister es odioso —dijo simplemente Tommy—. Cuéntame todo lo que haga y cuida a Alex.

Sasha pensó en lo que había dicho Tommy. Algunos llamaban a Alex «el Chico», no en forma despectiva, pero el apodo resaltaba su inexperiencia y hacía tiempo se había dado cuenta que había un importante grupo que habría deseado a McAllister en la presidencia.

—Trataré de cuidarlo —prometió. Se lo debía a Alex—. Y tú guarda esa colección y separa mis boxers. —Con un guiño, cerró la puerta.

Tommy se quedó sonriendo, con los boxers en la mano. Los besó brevemente y los guardó bajo su almohada, para después ponerse a fabricar cartelitos con los que etiquetaría las prendas.

«Quién sabe… quizá cuando sea famoso, alguien subastará mi colección en Sotheby’s y se hará millonario.»

2

Tommy estaba preocupado. La mañana que siguió a la cena recibió una llamada de Alex, reiterándole la siempre presente (y rechazada) invitación a pasar la Navidad en Averbury. También le comentó que la cena de la empresa no había salido como esperaba, especialmente respecto a Sasha, aunque no entró en detalles, e insistió mucho en la invitación, pidiéndole como favor especial que llevara al ruso. «Tú sabrás cómo convencerlo», dijo antes de colgar y Tommy salió hacia la residencia universitaria para saber de primera mano qué había pasado.

Llegó sin resuello y tocó a la puerta de la habitación de Sasha, pero no había nadie, así que miró el reloj y como era hora de desayunar, corrió hacia la cafetería.

Al entrar, se detuvo en seco. Allí estaba Sasha, mirando concentrado a su nuevo amigo, el tal Randy. Ambos se miraban como si el otro fuera el ser más interesante del mundo. Tommy torció el gesto. Sasha no parecía sentise mal después del supuesto desastre de la cena. Dudó si acercarse.

Entonces Sasha alzó el rostro en un gesto tan típicamente suyo, con el mentón en alto, como si desafiara al mundo. Y lo vio.

—¡Tommy!

—¡Ah! Hola, ¿qué tal? —dijo sintiéndose un poco estúpido. Quería hablar con Sasha, pero a solas.

—Siéntate. Ya conoces a Randy. —Sasha le indicó una silla—. ¿Quieres un café?

—No, gracias. Un vaso de agua será bastante. —Miró a Randy para ver si los dejaba solos, pero por lo visto no tenía pensado irse a ningún lado—. Llamó Alex. Nos ha vuelto a invitar a pasar las navidades con ellos —decidió ir al grano.

Sasha intercambió una mirada de entendimiento con Randy y preguntó con cautela:

—¿Quiénes son «ellos»?

—¿Tú qué crees? ¿La Familia Real? —preguntó Tommy. El tal Randy lo miraba con indiferencia y eso le repateaba el hígado—. Con Angel, con Alex y con sus padres. Ebenezer no estará presente, nos privará de ese placer.

—No sé, Tommy. Estaba hablando de ello con Randy. No creo que sea una buena idea.

—¿Por qué no es buena idea? A Alex y a Angel les hace mucha ilusión y a mí también. —Tommy frunció el ceño preguntándose qué pintaría Randy en todo eso.

—¿Entonces por qué no llamó él? —replicó Sasha—. Te diré por qué. Porque hasta hace un par de días sabía que nos quedaríamos aquí, e insistirte para pasar con él las fiestas se le ocurrió hoy, después de lo de la cena. Es su manera de consolarme.

—No lo sé. Te habrá llamado, pero estás aquí, no en tu habitación. Aun así, ¿de qué tendría que consolarte? —Tommy se estaba cabreando. Randy no se daba cuenta cuando sobraba.

—Stoker, es obvio que no sabes lo que pasó en la cena —respondió Randy antes de que Sasha tuviera tiempo de hablar—. El socio de tu amigo ordenó que sólo entrasen los funcionarios… y eso no incluía al conserje.

—Fue cosa de Sullivan, estoy seguro de ello. No me ha perdonado por haber hablado con Alex sobre su forma de trabajar —explicó Sasha—. Me había llegado la invitación incluyéndome por error en el Departamento de Facturación y cuando llegué, me dijeron que no podía entrar porque era el conserje. «El señor McAllister ha dado instrucciones de que sólo ingresen los funcionarios y usted no está en nuestra lista». Nunca me había sentido tan humillado.

—Pero al final entraste, ¿verdad? —preguntó Tommy.

—Sí, claro. Alguien le avisó a Alex y me hizo sentar en su mesa. Pero todo el mundo se enteró —añadió en voz baja.

—Y yo pregunto: ¿Que tiene de malo que sea el conserje? ¿Ves lo clasistas que son, Stoker? Ellos tienen el dinero y las cenas lujosas, y son los obreros los que hacen todo el trabajo.

—Ellos son gilipollas y gilipollas hay en todas partes, entre empresarios y entre obreros. Satanizar a todas las personas que componen una clase social sólo por lo que son de esa clase social es una estupidez —respondió Tommy, convencido de lo que decía—. Y tú, míralo por el lado bueno. —Se dirigió a Sasha—: Quisieron humillarte, pero los humillados fueron ellos, porque estuviste en la mesa de Alex y se tuvieron que aguantar. Y todo el mundo se enteró de que no eres tan fácil de pisotear.

Sasha volvió a intercambiar una mirada con Randy, que se puso de pie.

—Os dejo, tengo clase. Y Stoker, cuando veas un poco del mundo real volveremos a hablar. Hasta luego.

—Tal vez debería ser él quien tratara de ver el mundo de una manera más objetiva —observó Tommy cuando Randy se perdió de vista—. ¿Me vas a contar qué te traes con todas esas miraditas que os dais?

—Randy conoce el tema, Tommy. Su padre es industrial, y aunque en el laboratorio no hay tantos obreros como científicos, entiendo el punto. Antes de que llegaras le estaba contando lo ocurrido y me había dicho que no me sorprendiera si de pronto Alex hiciera algo para compensarme. También me dijo que quizá debiera hacer algo que realmente avergonzara a McAllister.

—¿Algo como qué?

—No sé… Me has contado que Ebenezer se presenta con modelos llamativas en todas las reuniones de los Andrew. Quizá debería hacer algo así.

Tommy torció el gesto y optó por cambiar de tema.

—Entonces, ¿irás?

—No sé. No lo entiendas mal, por favor, pero me pregunto si Alex habría reiterado la invitación de no haber ocurrido lo que ocurrió en la cena.

—¡Por supuesto que sí! Siempre se enfada conmigo por quedarme aquí.

—Anoche no me dijo nada...

—¡Se habrá olvidado! ¿No te ha invitado otras veces a su casa sin que hubiera pasado algo? ¿Acaso dudas de su estima por ti? —replicó con vehemencia.

—No, no lo dudo. —Sasha suspiró—. Es que no conozco a sus padres, Tommy. Ni sé lo que debe hacerse en esa clase de reuniones. Nunca he celebrado la Navidad de ese modo… De hecho, temo que soy ateo. Estaba hablando de eso con Randy.

—No es algo religioso realmente, Sasha. Es estar con la gente que quieres y celebrar estar vivos y juntos más bien. —«Randy, Randy, Randy… siempre Randy», pensó Tommy cabreado. No entendía qué le veía al dichoso Randy, que era un idiota con ínfulas de progre. No se había dado cuenta en qué momento se había hecho tan amigo de Sasha—. Yo sí conozco a los padres de Alex y son muy majos, te caerán bien y tú a ellos. Y algún día tenías que conocerlos… digo yo.

—Supongo. —Sasha bebió su café e hizo una mueca porque se le había enfriado—. Pero Tommy, comprenderás que no estoy en condiciones de hacer obsequios…

—Lo sé, pero en realidad no es necesario hacer obsequios. Somos los invitados, cenaremos con ellos y pasaremos un par de días allí. Los padres de Alex son gente amable y educada y estoy seguro de que te sentirás cómodo. Además, te he oído decir alguna vez que te gustaría conocer una de esas casonas de campo.

—No sé...

—Alex siempre celebra a Navidad en Averbury, su padre no está para muchos trotes desde el infarto. He estado allí muchas veces, te gustará. Saldremos esta tarde.

—De acuerdo… Creo que sobreviviré. Y además estarás tú.

3

Averbury era un imponente edificio victoriano construido al estilo gótico, que contaba con una enorme extensión de terreno colindante en el que se alzaban las casas de algunos sirvientes. Sasha recordó que sería allí donde el viejo Perkins pasaría su vejez y sonrió, aprobándolo.

Estaba impresionado. Sus ojos lo recorrían todo mientras el auto de Alex atravesaba la entrada principal y avanzaba por la enorme avenida hasta llegar a la gigantesca puerta de la casona.

—¿Os gusta? —preguntó Alex—. De pequeño me encantaba pasar aquí las navidades.

—Es imponente —dijo Sasha y bajó del auto un poco cohibido.

—Tendrías que ver la mansión Stoker. Ésa es más gótica, pero da más miedo por la gente que hay dentro que por la decoración —añadió Tommy con una risita mientras bajaba del coche.

Sasha alzó una ceja. Tommy no solía hablar de su casa y trató de imaginarlo en una mansión semejante, pero lo descartó porque alguien salió a la puerta para recibirlos. Era un hombre mayor y por un momento lo tomó por Alistair Andrew y adoptó una estudiada pose, esperando causar una buena impresión a su anfitrión, pero cuando Alex se dirigió al hombre, notó su error.

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