Exploración (7 page)

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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Sasha sonrió con pesar. No dijo nada, pero sentía muy lejano el día en que pudiera tomar vacaciones. De momento todo el tiempo contaba para hacer dinero y mandárselo a su madre.

—Me alegro de que lo pasaras bien —dijo despacio, jugueteando con los atributos de su amigo—. No vas a creer lo que pasó… —Hizo una pausa para darle un beso ligero—. ¿Recuerdas a Richie, de Sextasis? Estuve con él durante este verano.

—¿Sí? —Tommy se sorprendió. Siempre le había parecido que Sasha andaba a la defensiva con el pelirrojo—. ¿Cómo pasó? —Se mordió el labio un segundo y preguntó con una sonrisita—: ¿Qué tal es en la cama?

—Pues pasó… sólo pasó. —Sasha no dejó de mover la mano, sintiendo que Tommy se endurecía ante su toque—. Y es bueno… Muy bueno. Por algo atiende en un
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.

—Ah… Hummmm… —gimió con suavidad—. ¿Es muy bueno? ¿Qué te ha hecho? —A su pesar, se sentía un poco decepcionado. No era ciego y había visto las atenciones que Richie le hacía cada vez que iban al
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, pero se había acostado con Sasha en vez de con él.

—¿Quieres saberlo? —ronroneó Sasha—, pues… —Una de sus manos abrió el cajón, buscando la anilla—. Cierra los ojos —invitó, insinuante, y le fijó la anilla en la base del pene, cerrándola—. Es lo que Richie me hizo.

—¿Qué es esto? —Tommy miró la anilla y la tocó con los dedos. Le apretaba pero no le hacía daño—. ¿Para qué es? —preguntó con sospecha.

Sasha no respondió, pero cerró la puerta con llave y se quitó la ropa, para luego comenzar a desnudarlo.

—Paciencia… Ya lo verás. —Su boca se apoderó de la semierección de Tommy, estimulándolo con suaves lamidas y besos. Había extrañado ese sabor único, ese miembro que sus labios volvían a reconocer—. No nos apresuremos, tenemos mucho tiempo.

No pasó mucho rato para que Tommy comprendiera el significado de la anilla. Sasha se dedicó a torturarlo con la boca y con los dedos, hasta hacerlo llegar casi al límite, pero cuando gemía, desesperado por terminar, la apretada anilla se lo impedía.

—Quítamela, por favor —gimió tristemente. Había estado a punto de correrse tres veces y no había podido llegar por culpa de la dichosa anilla. Estaba tan ansioso que era capaz de cualquier cosa con tal de quitársela.

—Un poquito más —pidió Sasha, besándolo con ternura, para luego penetrarlo en la dilatada zona de un certero empujón—. No sabes cómo ansiaba tenerte así —susurró, comenzando a moverse con rapidez.

—¡Ah, por favor! —pidió Tommy entre gemidos y jadeos—. No puedo más, por favor… quítamela… quítamela… por favor… Necesito correrme…

—Tus deseos son órdenes —jadeó Sasha, quitándole de golpe la anilla mientras lo llenaba de besos, y sujetándolo de la cadera, se clavó profundamente en el cuerpo que tanto había añorado todo ese verano.

Tommy lanzó un grito cuando Sasha le arrancó la anilla y se corrió como no se había corrido en la vida: su cuerpo se contrajo en profundos espasmos dentro de un tremendo orgasmo, para después quedar completamente agotado en la cama con la respiración errática.

—Eres tan bello —susurró el ruso, atrapándolo entre sus brazos—. Eres lo más bello del mundo. —Comenzó a besarle el rostro despacito, a acariciarle el cabello, a mimarlo—. Este será un gran año —prometió, sin saber lo proféticas que serían sus palabras.

—No dudo que será un gran año, pero… —protestó Tommy cuando por fin pudo respirar bien—. Si de verdad me encuentras bello, creo que estás empezando a necesitar gafas.

Sasha rió.

2

Grant se había ido a Oxford y Sasha se sorprendió echándolo un poco de menos, pero ahora nadie hacía ronda por los dormitorios. Estar en la universidad tenía sus ventajas.

Dedicó los primeros días a revisar la bibliografía y a ajustar sus horarios de modo que tuviera las tardes libres para ir a Thot Labs. También se inscribió en el club de ajedrez, tres veces por semana, y en el gimnasio.

Volvía de éste, en traje deportivo y con el cabello húmedo, cuando divisó una figura familiar en el pasillo del pabellón de dormitorios.

—¡Eh, Ivanov!

Era Patrick Arden, que conversaba con un joven delgado y de cabello negro vestido con unos
jeans
gastadísimos y una camiseta que decía: «El futuro es del pueblo».

—¿Qué tal, Arden? No sabía que estudiaras aquí.

—Sí, me decidí por Ingeniería Industrial, ya sabes. Te presento a Randy O’Branningham. Estudia Derecho. O’Branningham, él es Sasha Ivanov y estudia Administración de Empresas.

Se estrecharon las manos y Sasha notó que Randy lo miraba de un modo que había llegado a reconocer: era pura y primaria atracción.

—Eres soviético, ¿verdad? —preguntó Randy y antes de que Sasha pudiera responder, añadió—. Admiro mucho a tu pueblo. Es algo extraordinario lo que habéis hecho.

Sasha no supo qué decir. Era la primera vez que oía a alguien expresarse bien de los soviéticos y sólo pudo pensar en su madre. Ella sí era extraordinaria.

—Gracias. No escucho eso muy a menudo.

—No soy una persona convencional —dijo Randy mirándolo intensamente—. Creo que ninguno de nosotros lo es. —Su mirada se hizo más intensa, incluso impertinente.

Patrick se echó a reír.

—¿Qué quieres decir?

—O’Branningham es… tú sabes —explicó Patrick.

—Soy gay y no me avergüenza decirlo. Es algo que no debería avergonzar a nadie, como le estaba diciendo a Arden.

—Desde luego. —Sasha no dejó traslucir su asombro, pero lo cierto era que estaba muy sorprendido. En ese momento admiró a Randy por atreverse a decirlo y entendió muchas cosas respecto a Patrick. Pero lo que más le sorprendió fue que al parecer esos dos estaban enterados de sus preferencias.

—Vamos, no pongas esa cara. Supongo que será el radar que todos dicen que tenemos.

—O’Branningham quiere sacudir los cimientos —informó Patrick.

—Algo así. Ya tendremos ocasión de hablar con calma, Ivanov. Mi habitación está contigua a la tuya. —Les estrechó la mano a ambos y avanzó por el pasillo—. Hasta pronto.

Sasha lo siguió con la mirada hasta que lo vio entrar a su habitación. Luego se volvió hacia Patrick que lucía avergonzado.

—Lo siento, Ivanov. Él te había visto en el comedor y preguntó por ti. Yo sólo…

—Ya. Tampoco es un secreto. Es que no me gusta ventilar mi vida en público. —«Ni la de Tommy. Espero que esto no trascienda.»

—Lo sé. Pero O’Branningham es de confianza. Sólo quiere que estemos unidos. Es hijo de un industrial irlandés, su familia posee varias fábricas y mi padre trabaja en una de ellas, por eso nos conocemos. Siempre ha sido un rebelde.

La voz de Patrick mostraba admiración y Sasha sonrió. Un rebelde… Sí, ese O’Branningham parecía interesante.

3

Tommy se había instalado en Saint Michael dispuesto a pasar su último año con las matemáticas del mejor modo posible, aunque no se lo estaban poniendo difícil.

Sólo había algo que no le gustaba: la separación entre el colegio y el
college
que al principio no había parecido gran cosa, había demostrado ser mayor de lo que pensó.

Se veía con Sasha, pero no tanto. Resultaba difícil justificar la presencia tanto de uno como del otro en sus nuevos «hogares», así que tenían que espaciar sus visitas. Y además, Sasha trabajaba en las tardes.

Todo ese tiempo libre había descentrado a Tommy, que no sabía dónde emplearlo, hasta que decidió recuperar las clases de violonchelo. Lo había abandonado bastante en esos años y al principio le costó volver a coger práctica. Pero tras unas semanas de mucho esfuerzo, había logrado volver a tocarlo con la misma soltura que antes, incluso con más ímpetu, porque la razón porque lo hacía ahora era porque quería, no porque sus padres lo obligaran.

En el fondo siempre le había gustado tocar el chelo, sentía que lo unía a su hermano y le parecía algo especial. Así que haciendo caso al consejo del abuelo Hellson decidió hacer lo que le gustaba y no avergonzarse por ello.

Una tarde tocaba completamente concentrado, cuando una voz lo sorprendió.

—Nada mal, Stoker. ¿Cuándo aprendiste a tocar? —preguntó el profesor Halliday.

—¡Oh! Profesor, me asustó. No lo oí entrar —respondió sobresaltado y luego añadió—: Empecé a practicar a los cuatro años.

—Notable —observó Halliday—. Pero no te he visto a menudo por aquí.

—Lo tenía un poco abandonado. Ya sabe, los estudios y obligaciones. Pero ahora tengo un poco más de tiempo libre y he pensado retomar las prácticas, aunque como pasatiempo, no como obligación.

—Ya veo. Las cosas que nos gustan se disfrutan más cuando no se trata de una obligación. Tocas con sentimiento, Stoker. Le pones pasión a lo que haces.

—Gracias, profesor. Aunque al tutor que tenía de pequeño lo ponía un poco de los nervios que tocara así. Decía que no me lo tomaba con seriedad.

El profesor esbozó una sonrisa.

—Si piensas dedicarte a ello profesionalmente, el consejo es válido. Pero si es un pasatiempo, puedes dejarlo fluir.

—No sé profesor, yo creo que ya sea como profesional, como aficionado hay que poner pasión en todo lo que haces. —Sonrió.

—Eso depende de lo que hagas, Stoker. Te dejo ahora, tengo clase en cinco minutos.

Tommy lo miró salir y cerrar la puerta, y volvió a tomar el chelo, acariciando con suavidad la suave madera. Pensó por unos momentos en que las manos de Sebastian habían sostenido ese mismo arco y habían hecho cantar a las cuerdas una música tan bella que, según le habían dicho, lograba hacer asomar lágrimas a los ojos de Christine. ¿Su hermano habría tocado con pasión? No lo recordaba, era demasiado pequeño para saberlo. En cambio, sí recordaba que su profesor y sus padres no se cansaban de alabar a Sebastian y de criticar la técnica de Tommy.

—Al diablo con la técnica —murmuró para sí—. Sigo pensando que si no haces las cosas con pasión, no merecen la pena.

Evocó el rostro de Sasha cuando hacían el amor y tomó el arco, para comenzar a tocar una sonata de Beethoven. La música fluyó de sus manos e inundó la sala, haciéndole sentir una magia hasta entonces desconocida. En algún momento pensó que quizá era la magia de Sebastian, que su hermano estaba con él a través de la música.

4

A fines de septiembre, Alex fue incorporado a la Junta Directiva de Saint Michael, ocupando el lugar de su padre, y eso hizo que Yeats fuese más obsequioso de lo normal con Tommy. Eso le facilitaba notablemente las cosas para escabullirse por el bosque en dirección al Steiner College, y decidieron celebrarlo con una visita a Sextasis después del cumpleaños de Sasha.

—Quiero mostrarte algo especial —dijo enigmáticamente el ruso, empujando a su amigo dentro de la tienda—. Lo vi hace semanas y estaba esperando enseñártelo.

Saludó a Richie y le señaló a Tommy, sonriendo.

—¿Recuerdas a Tommy? Te dije que había crecido.

—Es un placer, Tommy. En todos los sentidos —dijo Richie, guiñándole un ojo.

—Hola —saludó, un tanto sonrojado ante la mirada apreciativa que le había dirigido el pelirrojo. ¿Acaso no estaba con Sasha? ¿Por qué parecía que le estaba tirando los tejos?

—Sasha me dijo que lo pasaste fabuloso en París —observó Richie—. Nosotros te echamos de menos. —Atrajo al rubio a su lado y le dio un beso ligerísimo—. ¿Verdad, Tigre?

Sasha sonrió y le dijo algo en el oído.

—Ah, cierto. Espérame un momento. —Y desapareció en la trastienda.

Tommy observó la intimidad que había entre los dos, algo que sólo había visto en Sasha estando con él mismo. ¿Desde cuando se llevaban tan bien? ¿Cuándo se habían hecho tan amigos?

Sasha lo abrazó mientras esperaban.

—Richie dice que yo le recuerdo a un tigre siberiano y que tú le haces pensar en un dragón.

—¿Un dragón? ¿Por qué? —preguntó curioso, sin dejar de notar lo suelto que estaba Sasha. Antes del verano no lo tocaba en lugares públicos y ahora estaba ahí en medio de la tienda, abrazándolo.

—Pregúntaselo a él. —Sasha sonrió cuando volvió Richie y le arrebató una cajita—. Mira, ¿no son preciosos? Y hacen juego con Jenis. —Destapó la cajita, mostrando un par de estimuladores para pezones verde fosforescente.

—Tienen acción succionadora y poseen pinceles interiores que te acarician. Son la última novedad que me ha llegado —dijo Richie con una sonrisa pícara—. Sasha me dijo que le encantaría usarlos contigo y le hice un descuento.

—¿Qué dices? ¿Los llevamos? —preguntó el ruso.

—Sí, claro… Vale… —respondió Tommy un tanto sobrepasado por el entusiasmo de Sasha.

—También hay algunos trajes de cuero. Los he puesto allí atrás —dijo Richie y Sasha fue a curiosear. Al quedarse solos, miró a Tommy y le preguntó, muy sonriente—: ¿Disfrutásteis el vibrador? Sasha me dijo que lo habíais bautizado…

—Sí, Sasha no quería que soltara «consolador» en medio del comedor del colegio. —Tommy se sonrojó otra vez. Se sentía un tanto incómodo viendo la intimidad que había entre ellos. Intimidad de la que él no formaba parte. Se quedó mirando al pelirrojo un momento—. ¿Por qué dices que te parezco un dragón?

Richie se apoyó en el mostrador sin dejar de mirarlo.

—¿Por qué crees? —preguntó a su vez.

—No lo sé, por eso pregunto —dijo Tommy un poco a la defensiva.

Richie rió bajito.

—Vestido con esa chaqueta me pareces un hermoso dragón negro. Sé que hay fuego en ti y que es peligroso porque quema y lastima. Y aun así, me gustaría probarlo.

—¿Crees que soy peligroso? —Tommy lo miró de soslayo. ¡Le estaba tirando los tejos! Pero estaba con Sasha… ¿también querría estar con él?

—Creo que es peligroso estar contigo, porque quien pruebe tu fuego no podrá dejarlo jamás —susurró tan bajo que Tommy tuvo que acercarse para oírlo, cosa que Richie aprovechó para robarle un ligero beso.

Tommy se apartó de él mirándolo sorprendido y sonrojado. Definitivamente le estaba tirando los tejos. Se giró para buscar a Sasha, deseando que viniera pero a la vez que no los hubiera visto: no quería que se molestara con él.

—Tranquilo, Sasha sabe —repuso Richie al notar su nerviosa actitud—. No tienes que hacer nada si no quieres, pero puedes preguntárselo tú mismo… Estoy seguro de que no se arrepintió de ir a mi apartamento.

—¿Me estás invitando a tu apartamento? —Tommy empezaba a sentirse estúpido, todo el rato haciendo preguntas como un niño de cinco años. Pero se sentía un tanto perdido. En Francia se había defendido solo, había sido totalmente autosuficiente, audaz y muy lanzado; y ahora, al volver a casa, se sentía otra vez un crío.

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