Fragmentos de una enseñanza desconocida (28 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"Podemos ver el primer ejemplo completo de la ley de octava en la gran octava cósmica que nos llega en la forma, del
rayo de creación.
El rayo de creación parte del Absoluto. El Absoluto es el
Todo.
El
Todo,
que posee unidad plena, voluntad plena y conciencia plena, crea mundos dentro de si mismo," y comienza así la octava cósmica descendente. El Absoluto es el
do
de esta octava. Los mundos que el Absoluto crea en sí mismo son el
si.
El «intervalo» entre
do
y
si
se llena en este caso por la
voluntad del Absoluto.

"El proceso de creación continúa desarrollándose por la fuerza de su impulso original, y bajo el efecto de un choque adicional. Si pasa a
la,
que para nosotros es nuestro mundo estelar, la Vía Láctea. La pasa a
sol,
nuestro Sol —el sistema solar.
Sol
pasa a
fa,
el mundo planetario. Y aquí, entre el mundo planetario tomado como un todo y nuestra Tierra, ocurre un «intervalo». Esto significa que las radiaciones planetarias que llevan varias influencias a la Tierra no pueden alcanzarla o, para hablar más correctamente, ellas no son recibidas; la Tierra las refleja. Con el fin de llenar el «intervalo» que hay en este punto del rayo de creación, se ha creado un dispositivo especial para recibir y transmitir influencias que vienen de los planetas. Este dispositivo es la
vida orgánica sobre la Tierra.
La vida orgánica transmite a la Tierra todas las influencias destinadas a ella y hace posible el crecimiento y el desarrollo ulterior de la Tierra, que es el
mi
de la octava cósmica, y luego el de la luna o
re,
después de lo cual viene otro
do: la Nada.
Entre el
Todo
y la
Nada
pasa el rayo de creación.

"Ustedes conocen la oración que comienza con estas palabras: «Dios Santo, Dios Fuerte, Dios Inmortal». Esta oración es un vestigio del antiguo conocimiento.
Dios Santo
significa el Absoluto o Todo.
Dios Fuerte
significa también el Absoluto o Nada.
Dios Inmortal
significa lo que está entre los dos, esto es las seis notas del rayo de creación, con «la vida orgánica». Los tres juntos hacen uno. Esto es la coexistente e indivisible Trinidad.

"Debemos ahora detenernos en la idea de los «choques adicionales» que permiten a las líneas de fuerza alcanzar la meta proyectada. Como ya lo dije, pueden ocurrir choques accidentales. Por supuesto el accidente es una cosa muy incierta. Pero aquellas líneas de desarrollo de fuerzas que son enderezadas por accidente, y que el hombre puede a veces ver, o suponer, o esperar, mantienen en él más que cualquier otra cosa la ilusión de
líneas rectas.
Es decir, creemos que las líneas rectas son la regla y las quebradas e interrumpidas la excepción. Esto suscita en nosotros la ilusión de que es posible
hacer;
de que es posible alcanzar una meta proyectada. En realidad un hombre no puede hacer nada. Si por accidente su actividad produce algún resultado, que sólo se asemeja en apariencia o en nombre a la meta original, un hombre se afirma a sí mismo y afirma a los otros que ha conseguido la meta que se había propuesto y llega a pretender que cualquiera es capaz de alcanzar su meta —y los demás le creen. En realidad esto es una ilusión. Un hombre
puede
ganar en la ruleta. Pero esto sería un accidente.

"El alcanzar la meta que uno se había propuesto en la vida o en cualquier campo de actividad, es un accidente del mismo orden. La única diferencia es que en la ruleta, al menos el hombre sabe sin equivocarse si ha ganado o perdido en cada apuesta. Pero en las actividades de su vida, sobre todo en las que tengan una resonancia social, cuando han pasado varios años entre el comienzo y el resultado de una acción, un hombre puede engañarse a sí mismo muy fácilmente y tomar el resultado «obtenido» por el resultado deseado, es decir, creer que ha ganado cuando al final de cuentas ha perdido.

"Para un «hombre-máquina» el mayor insulto es decirle que no puede hacer nada, que no puede llegar a nada, que nunca podrá acercarse a ninguna meta y que al esforzarse hacia una meta, inevitablemente hace aparecer otra. Y en realidad esto no puede ser de otra manera. El «hombre-máquina» está a merced del accidente, del azar. Sus actividades pueden caer por azar en un canal trazado por fuerzas cósmicas o mecánicas y pueden continuar en él, por azar, por algún tiempo, dando la ilusión de que se ha alcanzado cierta meta. Tal correspondencia accidental de resultados y de metas que nos habíamos asignado, en otras palabras, el éxito en ciertas pequeñas cosas,
que no pueden tener consecuencia alguna,
produce en el hombre mecánico la convicción de que es capaz de alcanzar cualquier meta, que es «capaz de conquistar la naturaleza» como lo pretende, que es capaz de «hacer» algo con su vida, etc.

"De hecho, por supuesto es incapaz de hacer nada, porque no tiene ningún control, no sólo sobre las cosas que están fuera de él, sino sobre las que están en él mismo. Esta última idea debe ser claramente comprendida y bien asimilada; al mismo tiempo hay que comprender que el control de las cosas exteriores comienza por el control de lo que está en nosotros, por el control de nosotros mismos. Un hombre que no puede controlarse, es decir que no puede controlar lo que pasa en él, no puede controlar nada.

"¿Cuál es el método para obtener un control?

"La parte técnica de este método puede ser explicada por la ley de octava. Las octavas pueden desarrollarse de manera consecuente y continua en la dirección deseada si los «choques adicionales» intervienen en el momento necesario, es decir cuando se produce una retardación de vibraciones. Si los «choques adicionales» no intervienen en el momento necesario, las octavas cambian de dirección. Naturalmente, no se trata de esperar que los «choques adicionales» vengan por sí mismos del exterior, en el momento preciso. Le queda entonces al hombre la siguiente elección: o encontrarle a sus actividades una dirección que corresponda a la línea mecánica de los acontecimientos del momento, en otras palabras, «ir por donde sopla el viento», «seguir la corriente», aun si esto contradice sus propias inclinaciones, sus convicciones, sus simpatías; o bien, resignarse a la idea del fracaso de todo lo que emprenda. Pero hay otra solución: un hombre puede aprender a reconocer los momentos de los intervalos en todas las líneas de su actividad, y a
crear
los «choques adicionales»; en otras palabras, puede aprender a aplicar a sus propias actividades el método que usan las fuerzas cósmicas cuando
crean los «choques adicionales»
cada vez que son necesarios.

"La posibilidad de los choques adicionales artificiales, es decir especialmente creados, da un sentido práctico al estudio de la ley de octava, y hace este estudio obligatorio y necesario para el hombre que quiere salir del papel de espectador pasivo de lo que le sucede y de lo que pasa alrededor de él.

"El «hombre máquina» no puede hacer nada. Para él, como alrededor de él, todo
sucede.
Para
hacer
es necesario conocer la ley de octava, conocer los momentos de los intervalos, y ser capaz de crear los «choques adicionales» necesarios.

"Esto no se puede aprender sino en una escuela, es decir en una escuela organizada sobre bases justas, según todas las tradiciones esotéricas. Sin la ayuda de una escuela, un hombre nunca puede comprender por sí mismo la ley de octava, el lugar de los intervalos y el orden en que los choques deben ser creados. No puede comprenderlo porque para alcanzar esta comprensión son indispensables ciertas condiciones, y estas condiciones no pueden ser creadas sino en una escuela
creada ella misma sobre estos principios.

"Más adelante se explicará debidamente cómo se puede crear una «escuela» sobre los principios de la ley de octava. Esto les explicará uno de los aspectos de la interrelación entre la ley de siete y
la ley de tres.
Mientras tanto, se puede decir que en la enseñanza de escuela, se le da al hombre, de un lado ejemplos de octavas cósmicas descendentes (creatrices), y del otro, ejemplos de octavas ascendentes (evolutivas). El pensamiento occidental, que no sabe nada ni de las octavas, ni de la ley de tres, confunde las líneas ascendentes y descendentes, y no comprende que la línea de evolución se opone a la línea de creación, es decir que va contra ella, en contra de la corriente.

"Al estudiar la ley de octava, se debe recordar que para definir las relaciones entre las octavas, se las divide en
fundamentales
y
subordinadas.
La octava fundamental puede compararse al tronco de un árbol cuyas ramas serían las octavas subordinadas. Las siete notas fundamentales de la octava y los dos «intervalos»,
portadores de nuevas direcciones,
dan los nueve eslabones de una cadena, tres grupos de tres eslabones cada uno.

"Las octavas fundamentales están ligadas de una manera determinada a las octavas secundarias o subordinadas. De las octavas secundarias de primer orden salen las octavas secundarias de segundo orden, etc. Se puede comparar la estructura de las octavas con la estructura de un árbol. De todos los lados del tronco fundamental salen ramas que a su vez se dividen en pequeñas ramas, las cuales se hacen más y más pequeñas y finalmente se cubren de hojas. El mismo proceso ocurre en las hojas para la formación de las venas, los bordes dentados, etc.

"Como cualquier cosa en la naturaleza, el cuerpo humano, que representa una cierta totalidad, comporta las mismas correlaciones tanto en el interior como en el exterior. Según el número de notas de la octava y sus intervalos, el cuerpo humano tiene nueve medidas básicas expresadas por números definidos. Por supuesto que estos números difieren grandemente en los individuos, pero dentro de ciertos límites. Estas nueve medidas básicas que dan una octava completa de primer orden al combinarse de una manera especial, pasan a un orden de octavas subordinadas, que a su vez originan otras octavas subordinadas, etc. De esta manera es posible obtener la medida de cualquier parte, o de cualquier miembro del cuerpo humano puesto que todos están en una relación definida entre sí."

Naturalmente, la ley de octava dio lugar a numerosas conversaciones en nuestro grupo, dejándonos perplejos. G. no cesaba de ponernos en guardia contra un exceso de teoría.

"Tienen que comprender y sentir esta ley en ustedes mismos, dijo, y sólo después la verán fuera de ustedes."

Esto era evidente. Pero la dificultad no estaba sólo aquí. Tan sólo una simple comprensión "técnica" de la ley de octava requiere mucho tiempo. Y volvíamos siempre a ella, ora como consecuencia de descubrimientos inesperados, ora porque acabábamos de perder, una vez más, lo que nos había parecido ya bien establecido.

Ahora me es difícil volver a encontrar cuáles ideas fueron el eje de nuestro trabajo en tal o cual período, aquellas que más atrajeron nuestra atención, que originaron el mayor número de conversaciones. Pero de alguna manera la ley de octava llegó a ser su centro permanente de gravedad. Discutíamos sus diversos aspectos en cada reunión; gradualmente llegamos a considerar todas las cosas desde este punto de vista.

En el curso de la primera exposición que hizo G. de esta idea, no había dado sino sus líneas generales. Siempre volvía a ella para subrayar sus diversos aspectos.

En una de las reuniones siguientes, hizo resaltar de una manera muy interesante otra significación de la ley de octava, que tenía un profundo alcance.

—Para comprender mejor el sentido de la ley de octava, hay que tener una idea clara de otra propiedad de las vibraciones: la de dividirse en «vibraciones interiores». En efecto, en todas las vibraciones se producen otras vibraciones, y cada octava puede ser resuelta en gran número de octavas interiores.

"Cada nota de cualquier octava puede considerarse como una octava entera sobre otro plano.

"Cada nota de estas octavas interiores contienen a su vez una octava entera, y así sucesivamente por muchísimas veces,
pero no hasta el infinito,
porque hay un límite en el desarrollo de las octavas interiores.

Fig. 17

"Estas vibraciones interiores, que ocurren simultáneamente en «medios» de densidades diferentes, se interpenetran, se reflejan, y se engendran recíprocamente, arrastrándose, deteniéndose o modificándose unas a otras.

"Representémonos las vibraciones en una substancia o un medio de densidad definida. Supongamos que esta substancia o este medio esté formado por átomos relativamente groseros del mundo 48 y que cada uno de ellos sea, por así decirlo, una aglomeración de 48 átomos primordiales. Las vibraciones que se producen en este medio son divisibles en octavas y las octavas son divisibles en notas. Supongamos que hayamos escogido una octava de estas vibraciones con el fin de hacer ciertas investigaciones. Debemos darnos cuenta que dentro de los límites de esta octava se efectúan vibraciones de una substancia aún más fina. La substancia del mundo 48 está saturada de la substancia del mundo 24; las vibraciones de la substancia del mundo 24 están en una relación definida con las vibraciones de la substancia del mundo 48. Para ser más preciso, en las vibraciones de la substancia del mundo 48, cada nota contiene una octava entera de la substancia del mundo 24.

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