Read Fragmentos de una enseñanza desconocida Online
Authors: P. D. Ouspensky
Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología
"El tercer estado de conciencia es el
recuerdo de sí, o
conciencia de sí, o conciencia de su propio ser. Es habitualmente admitido que tenemos este estado de conciencia o que podemos tenerlo a voluntad. Nuestra ciencia y nuestra filosofía han pasado por alto el hecho de que
no
poseemos este estado de conciencia y que por sí solo, nuestro deseo es incapaz de crearlo en nosotros mismos, sin importar cuan clara sea nuestra decisión.
"El cuarto estado de conciencia es la
conciencia objetiva.
En este estado un hombre puede ver las cosas
tal como son.
Algunas veces en sus estados inferiores de conciencia puede tener chispazos de esta conciencia superior. Las religiones de todos los pueblos contienen testimonios de la posibilidad de un tal estado de conciencia que califican como «iluminación» o por otros varios nombres, y lo definen como indescriptible. Pero el único camino justo hacia la conciencia objetiva es a través del desarrollo de la conciencia de sí. Si a un hombre ordinario se le lleva artificialmente a un estado de conciencia objetiva y se le vuelve luego a su estado habitual, no recordará nada y pensará simplemente que por un lapso de tiempo había perdido el conocimiento. Pero en el estado de conciencia de sí un hombre puede tener chispazos de conciencia objetiva y recordarlos.
"El cuarto estado de conciencia representa un estado totalmente diferente del anterior; es el resultado de un crecimiento interior y de un largo y difícil trabajo sobre sí.
"Sin embargo, el tercer estado de conciencia constituye el derecho natural del hombre
tal cual
es, y si el hombre no lo posee, es únicamente porque sus condiciones de vida son anormales. Puede decirse, sin exagerar nada, que en la época actual, el tercer estado de conciencia no aparece en el hombre sino sólo por chispazos muy breves y muy raros, y que este estado no puede convertirse en algo más o menos permanente sino por medio de un entrenamiento especial.
"Para la gran mayoría de las personas, aun las cultas e intelectuales, el principal obstáculo en el camino para adquirir conciencia de sí es que creen
que ya la poseen;
en otras palabras, están totalmente convencidas de tener ya conciencia de sí mismas y de poseer todo lo que acompaña a este estado: individualidad en el sentido de un «Yo» permanente e inmutable, voluntad, capacidad para
hacer,
y así sucesivamente. Por tanto, es evidente que un hombre no se interesará por adquirir, a través de un trabajo largo y difícil, algo que en su opinión ya posee. Por el contrario, si se lo dice, pensará que usted está loco o que intenta explotar su credulidad para un provecho personal.
"Los dos estados superiores de conciencia —«la conciencia de sí» y «la conciencia objetiva»— están ligados al funcionamiento de los
centros superiores
del hombre.
"Además de aquellos centros de los cuales hemos hablado, hay en el hombre otros dos centros, el «centro emocional superior» y el «centro intelectual superior». Estos centros están en nosotros; están plenamente desarrollados y trabajan todo el tiempo, pero su trabajo nunca llega a nuestra conciencia ordinaria. La razón debe buscarse en las propiedades especiales de nuestra pretendida «conciencia lúcida».
"Para comprender la diferencia entre estados de conciencia, tenemos que regresar al primero, que es el sueño. Este es un estado de conciencia completamente subjetivo. Un hombre está sumergido en sus sueños, no importa si los recuerda o no. Aun si al dormido le llegan algunas impresiones reales, tales como sonidos, voces, calor, frío, sensaciones de su propio cuerpo, no suscitan en él sino fantásticas imágenes subjetivas. Luego el hombre se despierta. A primera vista éste es un estado de conciencia completamente diferente. Puede moverse, hablar con otras personas, hacer proyectos, ver peligros, evitarlos y así sucesivamente. Parece lógico pensar que se encuentra en una situación mejor que cuando estaba dormido. Pero, si profundizamos un poco más las cosas, si echamos una mirada dentro de su mundo interior, dentro de sus pensamientos, dentro de las causas de sus acciones, comprenderemos que está casi en el mismo estado que cuando estaba dormido. Y es peor aún, porque en el sueño él es pasivo, esto es, no puede hacer nada. Por el contrario, en el estado de vigilia, puede hacer algo todo el tiempo y los resultados de sus acciones repercutirán sobre él y sobre lo que lo rodea.
Y, sin embargo, no se recuerda a sí mismo
. Es una máquina, todo le
sucede.
No puede detener el flujo de sus pensamientos, no puede controlar su imaginación, sus emociones, su atención. Vive en un mundo subjetivo de «quiero», «no quiero», «me gusta», «no me gusta», «tengo ganas», «no tengo ganas», esto es, un mundo hecho de lo que él cree que le gusta o no le gusta, de lo que él cree que desea o no desea. No ve el mundo real. El mundo real le está oculto por el muro de su imaginación.
Vive en el sueño.
Duerme. Y lo que él llama su «conciencia lúcida» no es sino sueño —y un sueño mucho más peligroso que su sueño de la noche, en su cama.
"Tomemos algún acontecimiento en la vida de la humanidad. Por ejemplo, la guerra. Hay una guerra en este momento. ¿Qué significa? Significa que varios millones de dormidos están tratando de destruir a otros millones de dormidos. Por supuesto, rehusarían hacerlo si llegasen a despertar. Todo lo que sucede actualmente se debe a este sueño.
"Ambos estados de conciencia, sueño y vigilia, son igualmente subjetivos. No es sino al comenzar a
recordarse a sí mismo
cuando un hombre puede realmente despertar. Y entonces toda la vida circundante adquiere para él un aspecto diferente y un sentido diferente. La ve como una
vida de gente dormida,
una vida de sueño. Todo lo que dicen los hombres, todo lo que hacen, lo dicen y lo hacen en el sueño. Nada de esto puede tener el menor valor. Sólo el despertar y lo que lleva al despertar tiene un valor real.
"¿Cuántas veces me han preguntado ustedes si no sería posible detener las guerras? Por supuesto, sería posible. Bastaría que la gente se despertase. Parece una cosa pequeña. Sin embargo, es lo más difícil que puede haber porque este sueño es inducido y mantenido por la totalidad de la vida circundante, por todas las condiciones del ambiente.
"¿Cómo despertar? ¿Cómo escapar de este sueño? Estas preguntas son las más importantes, las más vitales que un hombre tiene que hacerse. Pero antes de hacérselas deberá convencerse del hecho mismo de su sueño. Mas sólo es posible convencerse de esto tratando de despertar. Cuando un hombre haya comprendido que no se recuerda a sí mismo y que el recuerdo de sí significa un despertar hasta cierto punto, y cuando haya visto por experiencia lo difícil que es recordarse a sí mismo, entonces comprenderá que para despertar no basta desearlo. Diremos, aún con más precisión, que un hombre no puede despertarse
por sí mismo.
Pero si veinte hombres convienen en que el primero que se despierte despertará a los demás, ya tienen alguna posibilidad. Aun esto, sin embargo, es insuficiente, porque los veinte hombres pueden dormirse al mismo tiempo y soñar que se están despertando. Por consiguiente esto no basta; hace falta más. Estos veinte hombres deben ser vigilados por un hombre que no está dormido o que no se duerme tan fácilmente como ellos, o que se duerme conscientemente cuando es posible, cuando de ello no resulte daño alguno ni para él ni para los demás. Deben encontrar a un hombre de este género y contratarlo para que los despierte y no les permita volverse a dormir. Sin esto es imposible despertar. Esto es lo que hay que comprender.
"Es posible pensar durante mil años; es posible escribir bibliotecas enteras, inventar millones de teorías y todo esto en sueño, sin ninguna posibilidad de despertar. Por el contrario, estas teorías y estos libros escritos o inventados por dormidos simplemente tendrán como efecto arrastrar a otros hombres al sueño.
"No hay nada nuevo en la idea del sueño. Casi desde la creación del mundo se ha dicho a los hombres que están dormidos y que deben despertar. Por ejemplo, ¿cuántas veces se dice esto en los Evangelios? «Despertad», «vigilad», «no durmáis». Los discípulos de Cristo, aun en el Jardín de Gethsemani, dormían mientras su Maestro oraba por última vez. Esto lo dice todo. ¿Pero lo comprenden los hombres? Lo toman como una figura retórica, una metáfora. No ven en absoluto que debe ser tomado al pie de la letra. También aquí es fácil comprender por qué. Tendrían que despertar un poco o por lo menos tratar de despertar. En serio, a menudo se me ha preguntado por qué en los Evangelios no se dice nada acerca del sueño... En cada página se trata de esto. Esto muestra simplemente que la gente lee los Evangelios en sueño. En tanto que un hombre duerma profundamente y esté totalmente sumido en sus sueños, no puede ni siquiera pensar que está dormido. Si fuera capaz de pensar que está dormido, se despertaría. Y así todo sigue, sin que los hombres tengan la menor idea de todo lo que pierden a causa de su sueño. Como ya lo he dicho, el hombre, tal como es, tal como la naturaleza lo ha creado, puede devenir un ser consciente de sí. Creado con este fin, nace para este fin. Pero nace entre dormidos, y naturalmente cae a su vez en su sueño profundo justo en el momento en que debería comenzar a tomar conciencia de sí mismo. Todo colabora con esto: la imitación involuntaria que hace el niño de los adultos, las sugerencias voluntarias o involuntarias de estos, y su así llamada «educación». Todo intento de despertar de parte del niño es frustrado al instante. Fatalmente. Y cuántos esfuerzos son necesarios más tarde para despertar; y cuánta ayuda se necesitará cuando se hayan acumulado millares de hábitos que compelen al sueño. Uno se libra de esto muy raras veces. En la mayoría de los casos cuando un hombre es todavía un niño ya ha perdido la posibilidad de despertar; vive toda su vida en el sueño y muere en el sueño. Además, muchas personas mueren mucho antes de su muerte física. Pero aún no ha llegado el momento de hablar de esto.
"Recuerden ahora lo que ya les he dicho. Un hombre plenamente desarrollado, a quien yo llamo «un hombre en el pleno sentido de la palabra», debería poseer cuatro estados de conciencia. Los hombres ordinarios, es decir los hombres 1, 2, y 3, no viven sino en dos estados de conciencia. Conocen o al menos pueden conocer la existencia del cuarto estado. Todos estos «estados místicos» y otros por el estilo son mal definidos; sin embargo, cuando no se trata de fraudes ni de simulaciones éstos son relámpagos de lo que llamamos un estado de conciencia objetiva.
"Pero el hombre nada sabe acerca del tercer estado de conciencia, y ni siquiera lo sospecha. Hasta es imposible que pueda sospecharlo porque si usted se lo explica, si le dice en que consiste, le dirá que este es su estado habitual. ¿No se considera a sí mismo como un ser consciente que gobierna su propia vida? Los hechos lo contradicen pero él los considera accidentales o momentáneos, destinados a arreglarse de por sí. Al imaginarse que posee la conciencia de sí de algún modo por derecho de nacimiento, no se le ocurrirá tratar de aproximarse a ella o de obtenerla. No obstante, en ausencia de la conciencia de sí, o del tercer estado de conciencia, el cuarto es imposible, salvo en raros destellos. Mas el conocimiento, el verdadero conocimiento
objetivo
—que los hombres se esfuerzan por conquistar, según afirman— no es posible sino en el cuarto estado de conciencia. El conocimiento que se adquiere en el estado ordinario de conciencia se entremezcla constantemente con sueños. Y con esto tienen ustedes un cuadro completo del ser de los hombres 1, 2 y 3."
En la reunión siguiente, G. continuó:
—Las posibilidades del hombre son inmensas. Ustedes no pueden ni siquiera tener una idea de lo que un hombre es capaz de alcanzar. Pero nada se puede alcanzar en el sueño. En la conciencia de un hombre dormido sus ilusiones, sus «sueños», se mezclan con la realidad. El hombre vive en un mundo subjetivo del cual le es imposible escapar. Esta es la razón por la cual nunca puede hacer uso de todos los poderes que posee y, por la que siempre vive solamente en una pequeña parte de sí mismo.
"Ya se ha dicho que el estudio y la observación de sí, bien dirigidos, llevan al hombre a darse cuenta que hay «algo falseado» en su máquina y en sus funciones, en su estado ordinario. Comprende que es precisamente porque está dormido que no vive y no trabaja sino en una pequeña parte de si mismo. Comprende que por la misma razón, la mayoría de sus posibilidades quedan sin realizarse, y la mayoría de sus poderes sin utilizarse. Siente que no tiene de la vida todo lo que ésta puede darle, y que su incapacidad se debe a los defectos funcionales de su máquina, de su aparato receptor. La idea del estudio, de sí adquiere un nuevo significado a sus ojos. Siente que posiblemente ni siquiera valga la pena estudiarse, tal cual es ahora. Ve cada función en su estado actual y lo que podría y debería llegar a ser. La observación de sí lleva al hombre a reconocer la necesidad de cambiar. Y al practicarla se da cuenta de que esta observación de sí aporta por sí misma ciertos cambios en sus procesos interiores. Comienza a comprender que es un medio para cambiar, un instrumento para despertar. Al observarse, de alguna manera proyecta un rayo de luz sobre sus procesos interiores que hasta ahora se habían efectuado en total oscuridad. Bajo la influencia de esta luz, éstos comienzan a cambiar. Hay un gran número de procesos químicos que sólo pueden ocurrir en la ausencia de luz. Del mismo modo, un gran número de procesos psíquicos sólo pueden ocurrir en la oscuridad. Aun una tenue vislumbre de conciencia basta para cambiar completamente el carácter de los procesos habituales, y hacer totalmente imposibles gran número de ellos. Nuestros procesos psíquicos (nuestra alquimia interior), tienen muchos puntos en común con aquellos procesos químicos cuyo carácter cambia por causa de la luz, y están sometidos a leyes análogas.
"Cuando un hombre llega a darse cuenta de la necesidad no sólo del estudio y de la observación de sí, sino también de la necesidad de trabajar sobre sí con el objeto de cambiar, entonces debe también cambiar el carácter de su observación de sí. Hasta ahora, no ha estudiado sino los detalles del trabajo de los centros, tratando solamente de constatar tal o cual fenómeno, esforzándose por ser un testigo imparcial. Ha estudiado el trabajo de la máquina. De ahora en adelante debe comenzar a verse a sí mismo, es decir, empezar ya a ver no sólo los detalles aislados, no sólo el trabajo de pequeñas palancas y pequeñas ruedas, sino todas las cosas tomadas en conjunto —este conjunto que él representa para los demás.