Fragmentos de una enseñanza desconocida (57 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Conversaba a menudo sobre este tema con los otros alumnos de G., hablaba de lo que había pasado en Finlandia y de los "dormidos" que había visto en las calles de San Petersburgo. Lo que experimentaba aquí en el apartamiento de G., en contacto con los que mentían mecánicamente, me recordaba mucho la impresión que sentía al ver a los "dormidos".

Tenía grandes deseos de presentar a G. a varios de mis amigos de Moscú, pero entre todos los que encontré durante mi estada, sólo uno, mi viejo amigo el periodista V. A. A., me dio la impresión de estar lo suficientemente vivo. Aunque como de costumbre estaba sobrecargado de trabajo y siempre tenía prisa, se mostró muy interesado cuando le hablé de G., y en su nombre lo convidé a su casa. G. convocó a unos quince de su grupo y preparó una comida, suntuosa para esa época de guerra, con zakuski, pasteles, shasklik, vino de Kaghetia y otras delicias; en una palabra, uno de esos festines a la moda caucasiana, que comienzan al mediodía y duran hasta la noche. G. hizo que A. se sentase a su lado; fue muy amable, lo atendía todo el tiempo, sirviéndole él mismo el vino. De repente me dio un vuelco el corazón. Comprendí a qué prueba había expuesto a mi viejo amigo. El hecho es que todos guardamos silencio. Durante unos cinco minutos, se portó como un héroe. Después comenzó a hablar. Habló de la guerra, habló de todos nuestros aliados, habló de nuestros enemigos; nos participó la opinión que tenían todos los hombres públicos de Moscú y de San Petersburgo. sobre todos los temas posibles; luego habló de la deshidratación de legumbres para el ejército (en lo cual se estaba ocupando actualmente, además de su trabajo como periodista), particularmente de la deshidratación de cebollas; luego de abonos artificiales, de la química aplicada a la agricultura y de la química en general, de las "enmiendas" para enriquecer la tierra; del espiritismo, de la "materialización de manos" y de no sé qué cosas más. Ni G. ni nadie dijo una sola palabra. Estuve a punto de intervenir, por temor de que A. se ofendiera, pero G. me lanzó una mirada tan feroz que me paré en seco. Además, mis temores eran vanos. El pobre A. no se dio cuenta de nada, estaba en la gloria hablando y tan poseído por lo que decía, por su propia elocuencia, que no se dio tregua un solo instante hasta las cuatro. Entonces estrechó calurosamente la mano de G. y le agradeció por su "muy interesante conversación". G., mirándome, rió con malicia.

Me sentí muy avergonzado. Habían puesto en ridículo al pobre A., quien seguramente no podía esperar nada semejante, y por eso había sido atrapado. Comprendí que G. había querido dar una demostración a los suyos.

—¿Se dieron cuenta? dijo después que salió A. Éste es lo que se llama un hombre inteligente, pero no habría notado nada, aunque le hubiera quitado los pantalones. Por lo tanto déjenlo hablar, no desea sino eso, y todo el mundo es igual. Él es bastante mejor que muchos otros: no dijo mentiras. Sabía realmente de lo que hablaba —a su manera, por cierto. Yo les pregunto: ¿de qué le sirve? Ya no es joven. Y tal vez ésta fue la única vez en su vida que tuvo oportunidad de oír la verdad; pero habló todo el tiempo."

Entre las conversaciones en Moscú todavía recuerdo la siguiente. Esta vez fue G. quien me dirigió la palabra.

—Según usted ¿qué es lo más importante que ha aprendido hasta el momento?

—Por supuesto, las experiencias que he tenido en el mes de agosto. Si fuera capaz de producirlas voluntariamente y hacer uso de ellas, nunca pediría nada más, pues creo que entonces podría encontrar todo el resto por mí mismo. Pero al mismo tiempo sé que estas «experiencias» —escojo esta palabra porque no hay otra, pero usted sabe muy bien de qué estoy hablando (con un movimiento de cabeza, asintió)— dependen del estado emocional en que me encontraba entonces. Si pudiera crear en mí mismo ese estado emocional, muy rápidamente volvería a encontrar esas «experiencias». Pero me siento infinitamente lejos de ello, como si estuviese dormido. Hoy «duermo»; ayer, estaba «despierto». ¿Cómo se puede crear ese estado emocional? Dígame.

—De tres maneras, respondió G. Primero, ese estado puede llegar por sí solo, por casualidad. Segundo, otra persona puede crearlo en usted, y tercero, puede crearlo usted mismo. Elija." Confieso que por un instante sentí muchos deseos de decir que prefería que fuese otro, es decir él, quien creara en mí el estado emocional de que hablo. Pero me di cuenta de inmediato que me contestaría que ya lo había hecho una vez, y que ahora yo debería o bien esperar que eso llegara de por sí, o que yo mismo hiciera algo para adquirirlo.

—Quiero crearlo yo mismo, naturalmente, dije. Pero, ¿cómo hacerlo?

—Ya se lo he dicho antes: el sacrificio es necesario, respondió G. Nada se puede conseguir sin sacrificio. Pero si hay una cosa en el mundo que la gente no comprende, es justamente la idea de sacrificio. Cree que debe sacrificar algo que tiene. Por ejemplo, dije un día que debían ellos sacrificar la «fe», la «tranquilidad» y la «salud», y lo tomaron al pie de la letra; como si tuviesen fe, tranquilidad o salud. Todas estas palabras deben ser puestas entre comillas. De hecho, no tienen que sacrificar sino lo que imaginan tener, y que en realidad no poseen en lo más mínimo. Deben hacer el sacrificio de sus fantasías.

Pero esto es difícil para ellos, muy difícil. Es mucho más fácil sacrificar cosas reales.

"No, lo que la gente debe sacrificar
es su sufrimiento:
nada es más difícil de sacrificar. Un hombre renunciaría a cualquier placer antes que a su propio sufrimiento. El hombre está hecho así, se apega a esto más que a cualquier otra cosa. Y sin embargo, es indispensable librarse del sufrimiento. Quienquiera no esté libre de él, quienquiera no haya sacrificado su sufrimiento, no puede trabajar. Más tarde, tendré todavía mucho que decir sobre este asunto. Nada se puede lograr sin el sufrimiento, pero al mismo tiempo hay que comenzar por sacrificarlo. Ahora, descifre usted lo que esto quiere decir."

Permanecí una semana en Moscú, luego regresé a San Petersburgo con una nueva provisión de ideas y de impresiones. Y fue allá donde se produjo un pequeño acontecimiento que me dio la clave de muchos aspectos de la enseñanza y de los métodos de G.

Durante mi estada en Moscú, los alumnos de G. me habían explicado varias leyes relativas al hombre y al mundo. Entre otras, me habían mostrado nuevamente la "tabla de hidrógenos", como la llamábamos en San Petersburgo, pero bajo una forma considerablemente ampliada; a saber: al lado de las tres gradaciones de hidrógenos que G. había establecido anteriormente para nosotros, habían tomado la siguiente reducción y construido en total doce gradaciones (ver tabla 4).

Bajo tal forma, la tabla era apenas comprensible y no llegaba a convencerme de la necesidad de las gradaciones reducidas.

—Tomemos, por ejemplo, la séptima gradación, dijo P. El Absoluto aquí es hidrógeno 96. Se puede tomar el
fuego
como ejemplo de hidrógeno 96. El fuego entonces es el Absoluto para un pedazo de madera. Tomemos la novena gradación. Aquí el Absoluto es hidrógeno 384, o sea el
agua.
El agua será el Absoluto para el terrón de azúcar."

Pero no llegué a captar el principio sobre cuya base sería posible determinar con exactitud cuándo sería necesario utilizar esa tabla. P. me mostró una tabla que iba hasta la quinta gradación y se relacionaba a los niveles paralelos en los diferentes mundos. No pude sacar nada de ello. Comencé a preguntarme si no sería posible conectar estas diversas gradaciones a los diversos cosmos. Sin embargo, al haberme detenido demasiado en este pensamiento, partí en una dirección absolutamente equivocada, porque los cosmos, naturalmente, no tienen la menor relación con las divisiones de la gradación. Al mismo tiempo, me parecía que ya no comprendía nada de las "tres octavas de radiaciones" de las cuales G. había deducido la primera gradación de hidrógenos. Aquí el primer obstáculo era la relación de las tres fuerzas 1, 2, 3 y 1, 3, 2 y las relaciones entre "carbono", "oxígeno" y "nitrógeno".

H6
H1
H12
H6
H1
H24
H12
H6
H1
H48
H24
H12
H6
H1
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H192
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H384
H192
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H768
H384
H192
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H1536
H768
H384
H192
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H3072
H1536
H768
H384
H192
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H6144
H3072
H1536
H768
H384
H192
H96
H48
H24
H12
H6
H1
H12288
H6144
H3072
H1536
H768
H384
H192
H96
H48
H24
H12
H6

TABLA 4

Comprendí entonces que había allí algo importante. Salí de Moscú con el sentimiento de que no solamente no había aprendido nada nuevo, sino que aparentemente había perdido lo adquirido, es decir, lo que creía haber comprendido antes.

En nuestro grupo habíamos convenido que quienquiera que fuese a Moscú y recibiera nuevas explicaciones o nuevas ideas, a su regreso debía participarlo íntegramente a los demás. Pero en el vagón que me llevaba a San Petersburgo, mientras revisaba mentalmente con atención todo lo que había oído en Moscú, sentí que no sería capaz de comunicar lo más importante a mis amigos por la simple razón de que no lo comprendía yo mismo. Esto me irritaba y no sabía qué hacer. En ese estado mental llegué a San Petersburgo, y al día siguiente me dirigí a nuestra reunión.

Al tratar de reconstruir en la medida de lo posible los diferentes puntos de partida en los "diagramas" —llamábamos así a esta parte de la enseñanza de G. que se relaciona a las cuestiones generales y a las leyes— me puse a evocar las impresiones generales de mi viaje. Y mientras hablaba, otra pregunta totalmente diferente acaparaba mi pensamiento: "¿Por dónde comenzaré? ¿Qué significa la transición de 1, 2, 3 a 1, 3, 2? ¿Se puede encontrar un ejemplo de tal transición entre los fenómenos que conocemos?"

Sentía que debía encontrar una respuesta ahora, inmediatamente. Mientras yo mismo no pudiera hallarla, no podría decir nada a los demás.

Comencé por trazar el diagrama sobre la pizarra. Era el diagrama de las tres octavas de radiaciones:
Absoluto - Sol - Tierra -Luna.
Ya estábamos acostumbrados a esta terminología y a la forma de exposición de G. Pero yo no sabía en absoluto qué diría luego que ellos ya no conociesen.

De repente me vino a la mente una simple palabra,
que nadie había pronunciado en Moscú,
pero que conectó y explicó todo: "Un diagrama moviente", Comprendí que era indispensable representárselo como
un diagrama moviente
, en el cual todos los eslabones cambiarían sus lugares como en alguna danza mística.

Sentí que había en esa simple palabra un contenido de riqueza tan grande que durante cierto tiempo, yo mismo no oía lo que estaba diciendo. Pero después de haber reunido mis pensamientos, vi que mis compañeros me escuchaban y que les había explicado todo lo que yo mismo no comprendía cuando me dirigía a la reunión. Esto me dio una sensación extraordinariamente fuerte y clara, como si hubiera descubierto nuevas posibilidades, un nuevo método de percepción y de comprensión
conectado al hecho de dar explicaciones a los demás
. Y bajo el golpe de esta sensación, tan pronto hube dicho que se pueden encontrar en el mundo real ejemplos o analogías de la transición de las fuerzas 1, 2, 3 y 1, 3, 2, súbitamente vi tales ejemplos simultáneamente en el organismo humano, en el mundo astronómico y, en la mecánica, en los movimientos ondulatorios.

Tuve luego una conversación con G. sobre las diversas gradaciones a las cuales no encontraba razón de ser.

—Desperdiciamos nuestro tiempo descifrando enigmas, dije. ¿No sería más sencillo que usted nos ayudara a resolverlos más rápidamente? Usted sabe cuántas dificultades nos esperan, pero al paso que vamos, no llegaremos ni siquiera a ellas. ¿Usted mismo no nos ha dicho muchas veces que tenemos muy poco tiempo?

—Es precisamente porque falta tiempo y porque nos esperan muchas dificultades, por lo que es indispensable hacerlo como lo hago, respondió G. Si ahora les asustan estas dificultades, cómo será mañana? ¿Creen que jamás se haya dado algo en las escuelas en forma completa? Ustedes miran esto muy ingenuamente. Hay que ser ladino, hay que aparentar; al hablar con las personas, deben llevarlas al fondo de las cosas, A veces se aprenden algunas de ellas partiendo de una anécdota o de un chiste. Y ustedes querrían que todo fuera sencillo. El caso nunca es así. Ustedes deben saber cómo tomar cuando nada es dado, cómo
robar
si es necesario, y no esperar siempre que se les venga a ofrecer todo."

Capítulo
catorce

Dificultad de transmitir "verdades objetivas" a través del lenguaje ordinario. Ciencia objetiva y ciencia subjetiva. La unidad en la diversidad. Transmisión de la ciencia objetiva. Los centros superiores. Mitos y símbolos. Fórmulas verbales. "Como arriba, así abajo". "Conócete a ti mismo". Dualidad. Transformación del binario en ternario. La línea de voluntad. El cuaternario. La construcción del pentagrama. Los cinco centros. El Sello de Salomón. El simbolismo de números, de figuras geométricas, de letras y de palabras. Otras simbologías. Comprensión justa y comprensión equivocada de los símbolos, según el nivel de desarrollo. La unión del saber y del ser: el Gran Hacer. "Nadie puede dar a un hombre lo que ya no posee". No se puede llegar sino por los propios esfuerzos. Diferentes "caminos" conocidos, que emplean símbolos. El lugar de esta enseñanza. Uno de sus principales símbolos. El Eneagrama. La Ley de Siete en su relación a la Ley de Tres. Examen del eneagrama. "Lo que un hombre no puede colocar en el eneagrama, no lo comprende". Un símbolo moviente. Experimentar el eneagrama por medio del movimiento. Ejercicios. El lenguaje universal. Arte objetivo y arte subjetivo. Música. La música objetiva está basada en las octavas interiores. La humanidad mecánica no puede tener sino arte subjetivo. Los diferentes niveles de ser del hombre.

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