Fragmentos de una enseñanza desconocida (58 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Cuando G. estaba solo con nosotros, después de las conferencias públicas en las que había admitido gente de afuera, siempre volvía a ciertos puntos. El primero era el "recuerdo de sí"; subrayaba la necesidad de trabajar constantemente sobre sí para lograr esto; y el segundo era la imperfección de nuestro lenguaje, la dificultad de comunicar en palabras "la verdad objetiva". Como ya lo he dicho, G. daba a las expresiones "objetiva" y "subjetiva" un sentido especial, tomando como base la división de estados de conciencia en "subjetivos" y "objetivos". Así, toda nuestra ciencia ordinaria, que se basa en métodos ordinarios de observación y de verificación de observaciones, era, a sus ojos, una ciencia
subjetiva;
asimismo, llamaba
subjetivas
a todas las teorías científicas deducidas de la observación de hechos accesibles en los estados subjetivos de conciencia. Por el contrario, la ciencia fundada sobre los antiguos métodos y principios de observación, la ciencia de las cosas en sí mismas, la
ciencia del Todo,
era para él
la ciencia objetiva.

Escribiré ahora sirviéndome a la vez de anotaciones tomadas por algunos alumnos de G. en Moscú y por mí en San Petersburgo.

—Una de las ideas centrales de la ciencia objetiva, decía G., es la idea de la unidad de todas las cosas, de la unidad en la diversidad. Desde los tiempos más antiguos, los hombres que captaron el contenido de esta idea, y que al comprender el sentido vieron en ella la base de la ciencia objetiva, se han esforzado por encontrar el medio de transmitirla bajo una forma comprensible. Una transmisión justa de las ideas de la ciencia objetiva ha sido siempre parte de la tarea de aquellos que la poseían. En tales casos, la idea de la unidad de todas las cosas, como idea central y fundamental, debía transmitirse primero, y debía serlo íntegra y exactamente. Se buscaba entonces el ponerla en formas apropiadas para asegurar su transmisión adecuada, sin riesgos de deformarla o corromperla. Con este fin, las personas a las cuales estaba destinada debían recibir la preparación conveniente; en cuanto a la idea misma, era presentada o bajo una forma lógica —como en los sistemas filosóficos que tratan de dar una definición del «principio fundamental» o «arque»,
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desde donde todo nace— o bajo una forma de enseñanza religiosa que tiende a crear un elemento de fe y a provocar una ola de emoción, que eleva a la gente al nivel de la «conciencia objetiva». Las tentativas, más o menos coronadas de éxito, que se han hecho sobre uno u otro de estos dos caminos, pasan a través de toda la historia de la humanidad, desde los orígenes hasta nuestros días, y bajo el aspecto de creencias religiosas o de doctrinas filosóficas, quedan como monumentos que atestiguan los esfuerzos realizados para unir el pensamiento de la humanidad al pensamiento esotérico.

"Pero la ciencia objetiva, incluyendo la idea de la unidad, no pertenece sino a la conciencia objetiva. Cuando las formas que expresan esta ciencia son percibidas por la conciencia subjetiva, son inevitablemente desnaturalizadas, y en lugar de la verdad, engendran más y más errores. Con la conciencia objetiva, es posible ver y sentir «la unidad de todas las cosas». Pero para la conciencia subjetiva, el mundo está fragmentado en millones de fenómenos separados y sin conexión. Los esfuerzos hechos para religarlos, para reunirlos en algún sistema científico o filosófico, no llevan a nada, porque los hombres no pueden reedificar la idea del Todo partiendo de hechos aislados, y no pueden adivinar los principios de la división del Todo sin conocer las leyes sobre las cuales se basa esta división.

"Por cierto, la idea de la unidad de todas las cosas existe también en el pensamiento racional, pero su relación exacta a la diversidad no puede jamás ser claramente expresada por palabras o bajo una forma lógica. Siempre queda la dificultad insuperable del lenguaje. Un lenguaje que se ha formado al expresar impresiones de pluralidad y diversidad en estados de conciencia subjetivos, no puede jamás transmitir con claridad y plenitud suficientes, la idea de la unidad, que es inteligible y evidente solamente en el estado objetivo de conciencia.

"Al darse cuenta de la imperfección y de la debilidad del lenguaje ordinario, los hombres que poseían la ciencia objetiva han tratado de expresar la idea de la unidad bajo la forma de «mitos», de «símbolos», y de «aforismos» particulares, que habiendo sido transmitidos sin alteración, han llevado esta idea de una escuela a otra, y a menudo de una época a otra.

"Ya se ha dicho que, en los estados superiores de conciencia, funcionan en el hombre dos centros psíquicos superiores: el centro «emocional superior», y el centro «intelectual superior». El propósito de los mitos y de los símbolos era el alcanzar los centros superiores, el transmitir al hombre ideas inaccesibles a su razón, y el transmitírselas bajo formas tales que no pudieran ser interpretadas equivocadamente. Los mitos estaban destinados al centro «emocional superior»; los símbolos, al centro «intelectual superior». Por este hecho, todos los esfuerzos emprendidos para comprender o explicar, con la razón solamente, los mitos, los símbolos, así como también los aforismos que dan un resumen de su contenido, están predestinados al fracaso. Siempre es posible comprender todo; pero en cada caso es necesario el centro apropiado. La preparación, sin la cual no es posible recibir las ideas de la ciencia objetiva, debe hacerse por medio del pensamiento, pues solamente un pensamiento bien preparado puede transmitir estas ideas a los centros superiores, sin introducir en ellas elementos ajenos.

"Los símbolos empleados para transmitir las ideas de la ciencia objetiva, incluían los diagramas de las leyes fundamentales del universo, y transmitían no sólo la ciencia misma, sino que mostraban igualmente el camino para alcanzarla. El estudio de los símbolos, de su estructura y de su significación, formaba una parte muy importante de la preparación sin la cual no es posible recibir la ciencia objetiva, y era en sí una prueba, porque una comprensión literal o formal de los símbolos se opone a la adquisición de todo conocimiento ulterior.

"Los símbolos estaban divididos en fundamentales y secundarios: los primeros comprendían los principios de diferentes ramas de la ciencia; los segundos expresaban la naturaleza esencial de los fenómenos en su relación a la unidad.

"Entre los aforismos que daban un resumen del contenido de numerosos símbolos, el siguiente tenía una importancia particular:
como arriba así abajo
—primeras palabras de la
Tabla Esmeralda
de Hermes Trismegisto. Esta fórmula significaba que todas las leyes del cosmos podían ser encontradas en el átomo o en cualquier otro fenómeno que existe como algo realizado conforme a ciertas leyes. El mismo sentido se encontraba en la analogía establecida entre el
microcosmos
—el hombre, y el
macrocosmos
—el universo. Las leyes fundamentales de las tríadas y de las octavas penetran todas las cosas, y deben ser estudiadas simultáneamente en el hombre y en el universo. Pero el hombre es para sí mismo un objeto de estudio y de ciencia más cercano y más accesible que el mundo de los fenómenos que le son exteriores. Por consiguiente, si se esfuerza por alcanzar el conocimiento del universo, el hombre debe comenzar por estudiar en sí mismo las leyes fundamentales del universo.

"Desde este punto de vista, otro aforismo:
Conócete a ti mismo,
toma un sentido particularmente profundo; es uno de los símbolos que llevan al conocimiento de la verdad. Así el estudio del mundo y el estudio del hombre se sostendrán el uno al otro. Al estudiar el universo y sus leyes, el hombre se estudiará a Sí mismo, y al estudiarse a sí mismo, estudiará el universo. En este sentido, cada símbolo nos enseña algo sobre nosotros mismos.

"El estudio de los símbolos puede ser abordado de la manera siguiente: ante todo, al estudiar el mundo de los fenómenos, el hombre debe ver en todas las cosas la manifestación de dos principios opuestos que, según sus conjunciones o sus oposiciones, dan tal o cual resultado, reflejando la naturaleza esencial de los principios que los han creado. Esta manifestación de las grandes leyes de
dualidad
y de
trinidad,
la ve el hombre simultáneamente en el cosmos y en sí mismo. Pero con relación al cosmos, él es un simple espectador, que no ve sino la superficie de los fenómenos, que le parecen moverse en una sola dirección, cuando en realidad se mueven en múltiples direcciones. Pero con relación a sí mismo, su comprensión de las leyes de dualidad y de trinidad puede expresarse bajo una forma práctica; cuando comprende realmente estas leyes, puede limitar la manifestación de ellas a la línea permanente de lucha contra sí mismo en el camino del conocimiento de sí. Y de esta manera, introduce la
línea de la voluntad,
primeramente en el círculo del tiempo, luego en el ciclo de la eternidad, cuya realización creará en él el gran símbolo conocido bajo el nombre de
Sello de Salomón.

"La transmisión del sentido de los símbolos a un hombre que no ha adquirido ya una comprensión en sí mismo, es imposible. Esto parece una paradoja. Pero sólo aquel que ya posee el contenido de un símbolo, puede descubrir su esencia. El símbolo entonces se torna para él una síntesis de su conocimiento, y le sirve para expresarlo y transmitirlo, como le ha servido al hombre que lo ha instruido.

"Los símbolos más simples:

o los números 2, 3, 4, 5, 6, que los expresan, tienen un sentido definido, en relación al desarrollo interior del hombre; muestran grados diferentes en la vía del perfeccionamiento de sí y del crecimiento del ser.

"El hombre, en su estado ordinario, es considerado como una dualidad. Está enteramente constituido de dualidades, o de «parejas de contrarios». Todas las sensaciones del hombre, sus impresiones, sus emociones, sus pensamientos, están divididos en positivos y negativos, útiles y dañinos, necesarios y superfluos, buenos y malos, agradables y desagradables. El trabajo de los centros se hace bajo el signo de esta división. Los pensamientos se oponen a los sentimientos. Los impulsos motrices se oponen a la sed instintiva de tranquilidad. Es en esta dualidad donde se efectúan todas las percepciones, todas las reacciones, toda la vida del hombre. Y quienquiera sea capaz de observarse, aunque sea un poco, podrá reconocer esta dualidad en sí mismo.

"Pero esta dualidad aparece como una alternación; el vencedor de hoy es el vencido de mañana; lo que nos domina actualmente, pronto será secundario, subordinado. Y todo es igualmente mecánico, igualmente desprovisto de voluntad, igualmente despojado de meta. La comprensión de la dualidad en nosotros mismos comienza desde que nos damos cuenta de nuestra mecanicidad, y desde que llegamos a captar la diferencia entre lo que es automático y lo que es consciente. Esta comprensión debe estar precedida por la destrucción de este mentirse a sí mismo, que para un hombre consiste en tomar sus acciones, aun las más mecánicas, por actos voluntarios y conscientes, y en considerarse a sí mismo un ser
uno
y entero.

"Cuando esta mentira es destruida, y el hombre comienza a ver en sí la diferencia entre lo mecánico y lo consciente, entonces comienza una lucha para la realización de la conciencia en la vida, y para la subordinación de lo automático a lo consciente. Con este fin, el hombre se pone a hacer esfuerzos para tomar una
decisión
definida, basada en motivos conscientes, de luchar contra los procesos automáticos que se efectúan en él, según las leyes de dualidad. La creación de este tercer principio, principio permanente, será para el hombre la
transformación de la dualidad en trinidad.

"Que él afirme esta decisión y la introduzca constantemente, sin desfallecer, en todos los acontecimientos donde antes no intervenían sino choques neutralizantes accidentales (dando sólo resultados accidentales), esto creará una línea permanente de resultados en el tiempo, y ésta será la
transformación del ternario al cuaternario.
El grado siguiente, la
transformación del cuatro al cinco
y la construcción del pentagrama, no tiene un sentido único, sino muchos sentidos diferentes con relación al hombre. Ahora bien, entre ellos hay uno que se debe enseñar ante todo, y es de éste del que menos se puede dudar: concierne al trabajo de los centros.

"El desarrollo de la máquina humana y el enriquecimiento del ser, comienza por un funcionamiento nuevo y desacostumbrado de esta máquina. Sabemos que el hombre tiene cinco centros: intelectual, emocional, motor, instintivo y sexual. El desarrollo predominante de uno u otro de estos centros a expensas de los demás, produce un tipo de hombre muy unilateral, incapaz de todo desarrollo ulterior. Pero si el hombre lleva el trabajo de sus cinco centros a un desarrollo armonioso, «el pentagrama se cierra en él», y llega a ser un tipo de hombre físicamente perfecto.

"El funcionamiento integral de los cinco centros los conduce a unirse a los centros superiores, los cuales introducen el principio hasta entonces ausente, y ponen al hombre en conexión directa y permanente con la conciencia objetiva, y la ciencia objetiva.

"El hombre deviene entonces
«la estrella de seis puntas»
, es decir, que al encerrarse en un círculo de vida independiente y completo por sí mismo, se aísla de influencias ajenas o de choques accidentales; encarna en sí mismo el
Sello de Salomón.

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