Fragmentos de una enseñanza desconocida (62 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"Entre el arte objetivo y el arte subjetivo, la diferencia estriba en esto: que en el primer caso el artista «crea» realmente —hace lo que tiene intención de hacer, introduce en su obra las ideas y los sentimientos que él quiere. Y la acción de su obra sobre la gente es absolutamente precisa; ellos recibirán, cada uno según su nivel naturalmente, las mismas ideas y sentimientos que el artista ha querido transmitirles. Cuando se trata del arte objetivo, no puede haber nada accidental, ni en la creación de la obra misma, ni en las impresiones que ella produce.

"Cuando se trata del arte subjetivo, todo es accidental. El artista, ya lo he dicho, no crea; en él, «ello se crea por sí solo». Lo que significa que tal artista está en poder de ideas, pensamientos y humores que él mismo no comprende y sobre los cuales no tiene el menor control. Ellos lo gobiernan, y se expresan por sí solos bajo una u otra forma. Y cuando accidentalmente han tomado tal o cual forma, esta forma, igualmente accidental, produce tal o cual acción sobre el espectador según sus humores, sus gustos, sus costumbres, según la naturaleza de la hipnosis en la cual vive. No hay aquí nada invariable, nada preciso. En el arte objetivo, por el contrario, no hay nada impreciso.

—¿No hay riesgo de que el arte desaparezca al precisarse así? preguntó uno de nosotros. Y ¿no hay justamente una cierta imprecisión, un no sé que, que distingue el arte de —digamos, la ciencia? Si esta imprecisión desaparece, si el artista mismo cesa de ignorar lo que quiere obtener, si él sabe de antemano la impresión que su obra producirá en el público, entonces eso será un «libro».. Eso ya no será arte.

—Yo no sé de qué habla usted, dijo G. Tenemos medidas diferentes: yo aprecio el arte según la
conciencia
que tenga. —usted lo aprecia tanto más cuanto más
inconsciente
sea. No podemos comprendernos. Una obra de arte objetivo debe ser un «libro», como usted dice; la única diferencia es que el artista no transmite sus ideas directamente a través de palabras, de signos o de jeroglíficos, sino a través de ciertos sentimientos que despierta conscientemente y de una manera metódica, sabiendo lo que hace y por qué lo hace.

—Ciertas leyendas, dijo entonces uno de los oyentes, hablan de estatuas de dioses, en los antiguos templos de Grecia —por ejemplo la estatua de Zeus en el Olimpo— que producían en todo el mundo una impresión bien definida, siempre la misma.

—Completamente exacto, dijo G. Y el hecho de que tales leyendas existan muestra que los Antiguos habían comprendido la diferencia entre el arte verdadero y el arte falso; el efecto producido por el primero es siempre el mismo, el efecto producido por el segundo es siempre accidental.

—¿No podría indicarnos otras obras de arte objetivo? ¿Hay acaso algo que se pueda llamar objetivo en el arte contemporáneo? ¿Cuándo ha sido creada la última obra de arte objetivo? Casi todo el mundo había comenzado a hablar y a hacer preguntas de este orden a G.

—Antes de hablar de todo esto, respondió él, deberían comprender los principios. Si los comprenden, ustedes mismos serán capaces de responder a todas estas preguntas. Pero si no comprenden los principios, nada de lo que les diga les podrá explicar algo. Es en referencia a esto que se ha dicho: mirarán con sus ojos y no verán, escucharán con sus oídos y no oirán.

"No les daré más que un ejemplo —la música. La música objetiva se basa enteramente en las octavas interiores. Y puede dar resultados precisos no solamente de orden psicológico, sino de orden físico. Existe una música tal que congela las aguas. Existe una música capaz de matar instantáneamente a un hombre. La historia de la destrucción de las murallas de Jericó por la música es una leyenda de la música objetiva. La música ordinaria, cualquiera que sea, jamás hará derrumbar murallas, pero la música objetiva verdaderamente puede hacerlo. Y no solamente puede destruir, sino que también puede edificar. La leyenda de Orfeo está tejida sobre tales recuerdos de música objetiva, porque Orfeo se servía de la música para enseñar. La música de los encantadores de serpientes en el Oriente tiende hacia la música objetiva, pero de una manera muy primitiva. A menudo, no se trata sino de una sola nota, apenas modulada, y prolongada indefinidamente; en esta simple nota se desarrollan sin cesar las «octavas interiores», y en estas octavas se desarrollan melodías que no se pueden oír, pero que pueden ser experimentadas por el centro emocional. Y la serpiente oye esta música o, más exactamente, la siente, y la obedece. Una música de esta clase, sólo que un poco más compleja, haría obedecer a los hombres.

"Así, ustedes ven que el arte no es solamente un lenguaje sino algo mucho más grande. Y si recuerdan lo que he dicho sobre los diferentes niveles del hombre, comprenderán lo que acabo de decir sobre el arte. La humanidad mecánica está compuesta de hombres números 1, 2 y 3, y naturalmente no pueden tener más que un arte subjetivo. El arte objetivo requiere por lo menos relámpagos de conciencia objetiva; para estar en condiciones de recibir algo de ello, se necesita una gran unidad interior y un gran dominio de sí."

Capítulo
quince

La religión es un concepto relativo. Las religiones corresponden al nivel de ser del hombre. "¿Puede ayudar la oración!" Aprender a orar. Nuestra ignorancia general del Cristianismo. La Iglesia Cristiana es una escuela. El Egipto y sus "escuelas de repetición". Significación de los ritos. Las "técnicas" de la religión. ¿Dónde resuena la palabra "Yo"? Toda religión verdadera contiene dos partes: lo que enseña cada una de ellas. Kant y la idea de escala. La vida orgánica sobre la tierra. Crecimiento del rayo de creación. La luna. La parte de la vida orgánica que evoluciona es la humanidad. El actual estancamiento de la humanidad. Un cambio no es posible sino en las "encrucijadas". El proceso de evolución siempre comienza por la formación de un núcleo consciente. ¿Hay una fuerza consciente en lucha contra la evolución? ¿Evoluciona la humanidad? "Doscientos hombres conscientes podrían cambiar toda la vida de la humanidad". Los tres círculos interiores de la humanidad. El "círculo exterior". Los cuatro "caminos" como cuatro puertas que se abren al "círculo exotérico". Escuelas del cuarto camino. Escuelas y sistemas seudoesotéricos. "La verdad bajo forma de mentira". Las escuelas esotéricas del Oriente. La Iniciación y los Misterios. Cada uno se debe iniciar a si mismo.

Durante las conversaciones del período que describo —al final del año 1916— G. abordó en diferentes ocasiones la cuestión religiosa. Siempre que había sido interrogado sobre un tema que tuviera cualquier relación con la religión, él comenzaba invariablemente por subrayar que en la base de nuestra actitud habitual hacia los problemas de la religión, hay algo muy falso.

—La religión, decía, siempre es un concepto relativo; la religión de un hombre puede muy bien no convenir a otro. Pues la religión corresponde al nivel del ser. Quiero decir que la religión de un hombre que tiene cierto nivel de ser puede muy bien no convenir a otro hombre, a otro nivel de ser.

"Hay que comprender que la religión del hombre Nº 1 no es la religión del hombre Nº 2, y que la del hombre Nº 3 es todavía otra religión. Asimismo, las religiones de los hombres Nº 4, Nº 5, Nº 6 y Nº 7 son enteramente diferentes de las religiones de los hombres números 1, 2 y 3.

"En segundo lugar, la religión es: hacer. Un hombre no solamente
piensa o siente
su religión, él la «vive» tanto como puede; de otro modo no es religión sino fantasía o filosofía. Quiéralo o no, muestra su actitud hacia su religión por sus actos, y no puede mostrarla sino
por sus actos
. Por lo tanto, si sus actos son contradictorios a lo que su religión le pide, él no puede afirmar que pertenece a esta religión. La gran mayoría de las personas que se llaman cristianas no tienen derecho a este título, pues no solamente no siguen los mandamientos de su religión, sino que ni siquiera parecen sospechar que estos mandamientos deben ser acatados.

"La religión cristiana prohíbe el asesinato. Y todos los progresos que hemos hecho son progresos en la técnica del asesinato, en el arte de la guerra. ¿Cómo podemos llamarnos Cristianos?

"Nadie tiene derecho a llamarse Cristiano, si no cumple en su vida con los preceptos de Cristo. Un hombre puede decir que el
desea
ser Cristiano, si se esfuerza por cumplir estos preceptos. Si él ni siquiera piensa en ellos, o si se ríe de ellos, o si los reemplaza por cualquier cosa de su invención, o simplemente si los olvida, no tiene ningún derecho de llamarse Cristiano.

"He tomado el ejemplo de la guerra, porque es el más impresionante. Pero sin hablar de la guerra, todo en nuestra vida es exactamente del mismo orden. La gente se llama Cristiana, pero sin comprender que no lo quiere ser, que no lo puede ser, porque para ser Cristiano no es suficiente desearlo, hay que
ser capaz
de serlo.

"El hombre, en sí mismo, no es uno, no es «yo», es «nosotros» o para hablar más rigurosamente, es «ellos». Todo resulta de esto. Supongamos que un hombre quiera, según el Evangelio, ofrecer la mejilla izquierda, después de haber sido golpeado en la mejilla derecha. Pero es uno solo de estos «yoes» el que toma esta decisión, ya sea en el centro intelectual, o en el centro emocional. Un «yo» lo quiere, un «yo» se acuerda; los otros no saben nada. Imaginemos que la cosa se produce realmente: un hombre ha sido abofeteado. ¿Piensan ustedes que ofrecerá la mejilla izquierda? Jamás. No tendrá tiempo aún para pensarlo. O bien abofeteará a su vez al hombre que le ha pegado, o bien llamará a un policía, o bien huirá; mucho antes de que el hombre se dé cuenta de lo que hace, su centro motor reaccionará como tiene por costumbre, o como se le ha enseñado a hacer.

"Para poder ofrecer la mejilla izquierda, hay que haber sido instruido durante mucho tiempo, hay que haberse entrenado con perseverancia. Pues si la mejilla es ofrecida mecánicamente, eso no tiene ningún valor; el hombre ofrece su mejilla porque no puede hacer otra cosa.

—¿La oración puede ayudar a un hombre a vivir como Cristiano? preguntó alguien.

—¿La oración de quién? replicó G. La oración de los hombres subjetivos, es decir los hombres números 1, 2 y 3, no puede dar sino resultados subjetivos. Con sus oraciones, tales hombres se consuelan, se sugestionan, se adormecen a ellos mismos. Esta oración no puede dar resultados objetivos porque proviene de la
autohipnosis.

—Pero la oración, en general, ¿no puede dar resultados objetivos? preguntó otro.

—Ya lo he dicho: eso depende del que ora, respondió G. Debemos aprender a orar, exactamente como debemos aprender todas las otras cosas. Para aquel que sabe orar y es capaz de concentrarse en forma adecuada, la oración puede dar resultados. Pero comprendamos que hay diferentes oraciones, y que sus resultados son diferentes. Esto es muy conocido, aun por la liturgia ordinaria. Pero cuando hablamos de la oración, o de sus posibles resultados, no consideramos más que una clase de oración: la de petición; o bien pensamos que la petición puede asociarse a todas las otras clases de oraciones. Evidentemente, esto no es verdad. La mayoría de las oraciones no tiene nada en común con las peticiones. Hablo de antiguas oraciones, de las cuales algunas se remontan más allá del Cristianismo. Estas oraciones son por así decirlo
recapitulaciones;
al repetirlas en voz alta o mentalmente, el hombre se esfuerza por experimentar todo su contenido, con su pensamiento y su sentimiento. Por otra parte, un hombre siempre puede componer oraciones nuevas para su propio uso. Dirá, por ejemplo: «Quiero ser serio». Todo depende de la manera en que lo diga. Podrá repetirla diez mil veces al día, pero si se pregunta cuándo terminará, y qué es lo que tendrá luego para comer, esto no será orar, sino mentirse a sí mismo. Sin embargo, estas mismas palabras pueden convertirse en oración, si el hombre las recita así: «Yo» —y al mismo tiempo piensa en todo lo que sabe sobre «Yo». Este «Yo» no existe, no hay un solo «Yo», sino una multitud de pequeños «yoes» clamantes y pendencieros. Por lo tanto, él quiere ser un verdadero «Yo»; quiere ser el amo. Y se acuerda del carruaje, del caballo, del cochero, y del amo. «Yo» es el Amo. «QUIERO» —y el piensa en el significado de «Yo quiero». ¿Es capaz de querer? En él constantemente «ello quiere», y «ello no quiere»; pero él hará el esfuerzo de oponer a «ello quiere» y «ello no quiere» su propio «Yo quiero», que está ligado a la meta del trabajo sobre sí. En otros términos, tratará de introducir la tercera fuerza en la combinación habitual de las dos fuerzas: «ello quiere» y «ello no quiere». «SER» —él pensará lo que significa, el «ser». El ser de un hombre automático, para el cual todo sucede. Y el ser de un hombre que puede hacer. Es posible «ser» de muchas maneras. Él quiere «ser» no solamente en el sentido de existir, sino en el sentido de grandeza, de poder con grandeza. Entonces la palabra «ser» toma un peso, un sentido nuevo para él. «SERIO» —se interroga sobre el significado de estas palabras: «ser serio». La manera en la cual se responde es muy importante. Si comprende lo que dice, si es capaz de definirse correctamente lo que quiere decir «ser serio», y si siente que lo desea verdaderamente, entonces su oración puede tener resultados: primeramente puede recibir una fuerza. luego podrá más a menudo darse cuenta en qué momentos no es serio, y por último tendrá menos trabajo en vencerse a sí mismo. Por consiguiente, su oración lo habrá ayudado a volverse serio.

"De la misma manera, un hombre puede rezar: «Quiero recordarme a mí mismo.» «RECORDARME» —¿que significa «recordarse»? El hombre debe pensar en la memoria— ¡cuan poco se recuerda! ¡Cuan a menudo olvida lo que ha decidido, lo que ha visto, lo que sabe! Toda su vida cambiaría, si él pudiera recordarse. Todo el mal proviene de sus olvidos. «YO MISMO» —de nuevo vuelve sobre sí. ¿De cuál «yo» desea él recordarse? ¿Vale la pena recordarse de sí mismo por entero? ¿Cómo puede discernir qué es lo que quiere recordar? La idea del trabajo; ¿cómo llegará a ligarse más estrechamente al trabajo? Y así sucesivamente.

"En el culto cristiano, hay innumerables oraciones exactamente parecidas a éstas, en las que es necesario reflexionar sobre cada palabra. Pero pierden todo su alcance, toda su significación, cuando son recitadas o cantadas mecánicamente.

"Consideremos la muy conocida oración:
«Señor, ten piedad de mí.»
¿Qué es lo que quiere decir? Un hombre lanza un llamado a Dios. ¿No debería pensar un poco, no debería hacer una comparación, preguntarse lo que Dios es, y lo que es él mismo? Le pide a Dios tener
piedad
de él. Pero Dios tendría que
pensar en él, tomarlo en consideración.
Pero, ¿vale la pena que se lo tome en consideración? ¿Qué hay en él que lo haga digno de que se piense en el? ¿Y quién debe pensar en él? Dios mismo. Ustedes ven, todos estos pensamientos, y todavía muchos otros, deberían cruzar su mente cuando él pronuncia esta simple oración.
Y son precisamente estos pensamientos los que podrían hacer para él aquello que pide que Dios haga
. Pero ¡en qué piensa! y qué resultados puede dar su oración, cuando él repite como un loro: ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, ten piedad! Señor, ten piedad! Ustedes saben bien que esto no puede dar ningún resultado.

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