Read Fragmentos de una enseñanza desconocida Online
Authors: P. D. Ouspensky
Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología
—¿Se puede considerar al sexo como un centro independiente? preguntó uno de los oyentes.
—Sí, respondió G. Pero al mismo tiempo, si consideramos el piso inferior como una totalidad, entonces el sexo se puede considerar como la parte neutralizante del centro motor.
—¿Con qué hidrógeno trabaja el centro sexual? preguntó otro.
Esta pregunta nos había interesado a todos durante largo tiempo, pero no le habíamos podido encontrar solución. Y G. siempre eludía una respuesta directa cuando le planteábamos la pregunta.
—El centro sexual trabaja con hidrógeno 12. dijo esta vez.
Es decir, que debería trabajar con éste. El hidrógeno 12 es
si
12. Pero el hecho es que trabaja muy rara vez con su hidrógeno propio. Las anomalías en el trabajo del centro sexual exigen un estudio especial.
"En primer lugar, se debe notar que
normalmente
en el centro sexual, así como en el centro emocional superior y en el centro intelectual superior, no hay lado negativo. En todos los otros centros, con excepción de los centros superiores, es decir en los centros intelectual, emocional, motor e instintivo, hay, por así decirlo, dos mitades —una positiva y otra negativa; afirmación y negación, «sí» y «no» en el centro intelectual; sensaciones agradables y desagradables en los centros instintivo y motor. Pero tal división no existe en el centro sexual. No hay lados positivos y negativos en él. No hay sensaciones desagradables ni sentimientos desagradables en él: o bien hay sensación agradable, sentimiento agradable, o no hay nada —ausencia de toda sensación, una indiferencia completa. Pero como consecuencia del trabajo equivocado de los centros, a menudo sucede que el centro sexual entra en contacto con la parte negativa del centro emocional o del centro instintivo. De ahí que ciertos estímulos particulares, o aun cualquier estímulo del centro sexual, pueden evocar sentimientos desagradables, sensaciones desagradables. Las personas que experimentan tales sensaciones o tales sentimientos, suscitados en ellas por las ideas o imaginaciones ligadas al sexo, llegan a considerarlos como pruebas de virtud o como algo original; de hecho, estas personas simplemente son enfermas. Todo lo que está relacionado con el sexo debería ser o agradable o indiferente. Las sensaciones y los sentimientos desagradables vienen todos del centro emocional o del centro instintivo.
"Tal es el abuso del sexo. Pero una vez más hay que recordar que el centro sexual trabaja con hidrógeno 12. Esto significa que es más fuerte y más rápido que todos los otros centros. De hecho, el sexo gobierna a todos los otros centros. La única cosa que lo mantiene preso en las circunstancias ordinarias, es decir cuando un hombre no tiene ni conciencia ni voluntad, es lo que hemos llamado «topes». Éstos pueden reducirlo literalmente a nada, es decir, pueden impedir sus manifestaciones normales, pero no pueden destruir su energía. La energía subsiste y pasa a los otros centros a través de los cuales se expresa; dicho de otra manera, los otros centros le roban al centro sexual la energía que él mismo no emplea. La energía del centro sexual en el trabajo de los centros intelectual, emocional y motor, se reconoce por un «sabor» particular, por un cierto ardor, una vehemencia que de ninguna manera es necesaria. El centro intelectual escribe libros, pero cuando explota la energía del centro sexual, no se ocupa simplemente de filosofía, de ciencia o de política —siempre está combatiendo algo, discutiendo, criticando, creando nuevas teorías subjetivas. El centro emocional predica el Cristianismo, la abstinencia, el ascetismo, el terror, el horror al pecado, el infierno, el tormento de los pecadores, el fuego eterno, y todo esto con la energía del sexo. O bien fomenta revoluciones, roba, incendia, asesina, con esta misma energía robada al sexo. Y siempre con esta energía, el centro motor se apasiona por el deporte, bate récords, salta vallas, escala montañas, lucha, combate, etc. En todos los casos en que los centros intelectual, emocional o motor utilizan la energía del sexo, se encuentra esta vehemencia característica, al mismo tiempo que aparece la
inutilidad
del trabajo emprendido. Ni el centro intelectual, ni el centro emocional, ni el centro motor, pueden jamás crear algo
útil
con la energía del centro sexual. Este es un ejemplo del abuso del sexo.
"Pero aquí no se trata sino de un solo aspecto. Un segundo aspecto está representado por el hecho de que cuando la energía del sexo es hurtada por los otros centros y desperdiciada en un trabajo inútil, no le queda nada para él mismo y entonces tiene que robar la energía de los otros centros, que es de una calidad muy inferior a la suya y mucho más grosera. Sin embargo, el centro sexual es muy importante para la actividad general, particularmente para el crecimiento interior del organismo, porque al trabajar con el hidrógeno 12, este centro puede aprovechar de un
alimento de impresiones
muy fino, que ninguno de los otros centros ordinarios puede recibir. Este alimento fino de impresiones es muy importante para la producción de los hidrógenos superiores. Pero cuando el centro sexual trabaja con una energía que no es la suya, es decir, con los hidrógenos relativamente inferiores 48 y 24, sus impresiones se tornan mucho más groseras, y deja de mantener el papel que podría desempeñar en el organismo. Al mismo tiempo, su unión con el centro intelectual y la utilización de su energía por el centro intelectual provocan un exceso de imaginación de orden sexual, y lo que es más, una
tendencia a satisfacerse con esta imaginación.
Su unión con el centro emocional crea el sentimentalismo, o por el contrario, celos y crueldad. Estos son algunos otros aspectos del abuso del sexo.
—¿Qué debe hacer uno para luchar contra el abuso del sexo? preguntó alguien.
G. se echó a reír.
—Estaba esperando esta pregunta, dijo. Pero deberían haber comprendido que, para un hombre que todavía no ha comenzado a trabajar sobre sí mismo y que no conoce la estructura de la máquina humana es tan imposible explicarle la significación del abuso del sexo como explicarle la manera de evitarlo. El trabajo sobre sí, correctamente dirigido, comienza con la creación de un
centro de gravedad permanente.
Cuando un centro de gravedad permanente ha sido creado, todo el resto, al subordinarse a éste, se organiza poco a poco. La pregunta se resume entonces de esta manera: ¿a partir de qué, y cómo se puede crear un centro de gravedad? Esta es la respuesta que podemos dar: solamente la justa actitud de un hombre con respecto al trabajo, con respecto a la escuela, su apreciación justa del valor del trabajo y su comprensión de la mecanicidad o de lo absurdo de todo el resto, pueden crear en él un centro de gravedad permanente.
"El papel del centro sexual en la creación de un equilibrio general y de un centro de gravedad permanente puede ser muy grande. En virtud de su energía, es decir si emplea su propia energía, el centro sexual se sitúa al nivel del centro emocional superior. Y todos los otros centros le están subordinados. Por consiguiente, sería una gran cosa si trabajara con su propia energía. Esto solo bastaría para indicar un grado de ser relativamente elevado. Y en este caso, es decir, si el centro sexual trabajara con su propia energía y en su propio lugar, todos los otros centros podrían trabajar correctamente, en su lugar y con su propia energía."
Trabajo interior intenso. Preparación para "hechos". Breve estada en Finlandia. Comienza el "milagro". "Conversaciones mentales" con G. "Usted no duerme". Veo a los "dormidos". El estudio de los fenómenos de orden sobrenatural es imposible por medios ordinarios. De aquí en adelante, yo sé lo que es "eficaz". El "rasgo principal". G. define el "rasgo principal" de algunos de nosotros. Reorganización del grupo. Los que abandonan el trabajo. Sentado entre dos sillas. Es difícil regresar. El apartamiento de G. Reacciones al silencio. "Ver las mentiras". Una demostración. ¿Cómo despertar? ¿Cómo crear el estado emocional necesario? Tres métodos. La necesidad del sacrificio. "Sacrificar su sufrimiento". Ampliación de la Tabla de Hidrógenos. Un "diagrama moviente". Un nuevo descubrimiento. "Tenemos muy poco tiempo".
El mes de agosto de 1916 dejó en todos los miembros de nuestros grupos el recuerdo de una intensidad muy grande en nuestro trabajo interior. Todos sentimos que teníamos que darnos prisa, que realmente hacíamos demasiado poco con respecto a la tarea inmensa que nos habíamos fijado. Comprendimos que nuestra oportunidad de aprender más de ella, podía desaparecer tan súbitamente como había aparecido, y nos esforzamos en aumentar la presión del trabajo en nosotros mismos, y en hacer todo lo que nos era posible, mientras nos favoreciesen las condiciones.
Apoyándome en cierta experiencia en esta dirección, que había tenido antes, comencé a ejercitarme muy seriamente. Llevé a cabo una serie de ayunos de corta duración pero muy intensos. Los llamo "intensos" porque de ninguna manera ayunaba por razones de salud; por el contrario, trataba de dar a mi organismo los choques más fuertes posibles. Además, me puse a "respirar" según un sistema preciso que, aplicado al mismo tiempo que el ayuno, me había dado antes interesantes resultados psicológicos; también me ejercitaba en la "repetición" según los métodos de la
"oración mental",
que antes me había ayudado mucho a concentrarme y a observarme. En fin, me entregué a una serie de ejercicios mentales, bastante difíciles, para disciplinar mi atención. No voy a describir estos ejercicios; no los emprendí, después de todo, sino para tantear el terreno, sin saber exactamente adonde me podrían conducir.
Mas en conjunto, todos estos esfuerzos, así como nuestras conversaciones y nuestras reuniones, me mantenían en un estado de tensión desacostumbrada, y de esta manera me prepararon, en gran parte, para la serie de experiencias extraordinarias por las cuales iba a pasar. En efecto, G. cumplió su palabra: vi "hechos", y comprendí simultáneamente lo que él tenía en mente cuando dijo que antes de los hechos
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eran necesarios muchos otros elementos.
Los otros elementos eran una mejor preparación, una comprensión más profunda de ciertas ideas, y la necesidad de encontrarse en cierto estado. La necesidad de este estado, que es emocional, es seguramente la menos reconocida, quiero decir que no comprendemos que tal estado es indispensable, y que sin él los "hechos" son imposibles.
Llego ahora al problema más difícil: la absoluta imposibilidad de describir los "hechos" mismos.
¿Por qué?
A menudo me he planteado esta pregunta. Y sólo puedo contestar que tales hechos son de naturaleza tan personal que en ningún caso se pueden comunicar a los demás. Ahora he comprendido que esto no era así solamente en mi caso:
siempre es así.
Recuerdo que siempre me habían indignado afirmaciones de esta clase cuando las había leído en las memorias o los relatos de personas que habían pasado por extraordinarias experiencias y luego rehusaban describirlas. Habían buscado lo milagroso y bajo una forma u otra, creían haberlo encontrado. Entonces invariablemente decían: "Lo he encontrado... pero no puedo describir lo que he encontrado." Esto siempre me había parecido artificial y falso.
Y he aquí que me encontraba exactamente en la misma situación. Había encontrado lo que buscaba. Había visto y observado hechos que transcendían completamente la esfera de lo que consideramos posible, o admisible, y no podía decir nada de ello.
Lo esencial en estas experiencias era su contenido interior y el nuevo conocimiento que comunicaban. Pero no se podía describir su aspecto exterior mismo sino muy aproximadamente. Como ya he dicho, después de todos mis ayunos y mis otros experimentos, me encontraba en cierto estado de excitación y de nerviosidad bastante vivo, y físicamente menos firme que de costumbre. En este estado llegué a la casa de campo que tenía en Finlandia uno de nuestros amigos, E. N. M., en cuya casa de San Petersburgo solíamos reunirnos. G. estaba presente con ocho de los miembros de nuestros grupos. Esa noche, llegamos a hablar de las tentativas que habíamos hecho para contar la historia de nuestras vidas. G. se manifestó muy duro, sarcástico; nos atacaba uno tras otro, como si quisiera provocarnos, y subrayaba con insistencia nuestra cobardía y la pereza de nuestro pensamiento.
Me fue particularmente penoso cuando se puso a repetir, ante todo el mundo, algo que yo pensaba sobre el doctor S. dicho a él en forma confidencial. Lo que dijo me resultó muy desagradable, sobre todo porque yo, por mi parte, siempre había condenado tales chismes en los demás.
Creo que eran alrededor de las diez cuando nos llamó, a Z., al doctor S. y a mí, a un pequeño cuarto apartado. Nos sentamos "al estilo turco" en el suelo, y G. empezó a explicarnos y a mostrarnos cierto número de posturas y de movimientos. No podía dejar de notar la seguridad y la precisión asombrosas con que realizaba estos movimientos. Por otra parte, no presentaba nada excepcional: un buen gimnasta podría haberlos hecho con facilidad, y yo, que nunca he pretendido pasar por atleta, podía imitarlos exteriormente. No obstante, G. nos explicaba que ningún gimnasta ejecutaría esos movimientos como él, pues él tenía una manera especial de hacerlos con los músculos relajados.
Después de esto, G. volvió una vez más a las razones de nuestra incapacidad para contar la historia de nuestra vida.
Y fue entonces cuando comenzó el milagro.
Puedo decir con absoluta certeza que G. no se valió de ningún procedimiento exterior, es decir que no me dio ningún narcótico y no me hipnotizó por ninguno de los métodos conocidos.
Todo se desencadenó desde el momento en que comencé a
oír sus pensamientos.
Estábamos sentados en ese cuartito, con piso sin alfombra como los hay en ciertas casas de campo. Yo estaba sentado frente a G. con el doctor S. y Z. a mis costados.
G. hablaba de nuestros "rasgos" y de nuestra incapacidad de ver o de decir la verdad. Lo que decía me inquietaba mucho. Y de repente, noté que entre las palabras que pronunciaba para nosotros tres, había ciertos "pensamientos" dirigidos a mí. Capté uno de estos pensamientos y respondí en voz alta. G. me hizo una señal con la cabeza y se calló. Hubo un rato bastante largo de silencio. G. continuaba callado. En el silencio, súbitamente oí su voz dentro de mí, como si estuviera dentro de mi pecho, cerca del corazón. Me hacía una pregunta precisa. Mis ojos se posaron sobre él; se mantenía inmóvil y sonreía. Su pregunta me había conmovido fuertemente. Sin embargo, le contesté con una afirmación.