Fragmentos de una enseñanza desconocida (49 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"Además, deben recordar que yo no puedo ayudarlos sino en la medida en que ustedes me ayuden. Y su ayuda, sobre todo al comienzo, será computada no según sus resultados efectivos, los que casi ciertamente serán nulos, sino según el número y la importancia de sus esfuerzos."

Después de esto G. pasó a las tareas individuales y a la definición de nuestros "defectos principales". Entonces nos dió varias tareas bien definidas con las que el trabajo de nuestro grupo comenzó.

Más tarde, en 1917, cuando estábamos en el Cáucaso, G. agregó varias observaciones interesantes sobre los principios generales de la formación de los grupos. Pienso que debo anotarlas aquí.

—Ustedes toman todo de una manera demasiado teórica, dijo. Ahora ya deberían saber más. La existencia de grupos en sí mismos no confiere ventajas particulares, y no hay ningún mérito especial en formar parte de un grupo. La ventaja o la utilidad de los grupos depende de sus resultados.

"El trabajo de cada uno puede realizarse en tres direcciones. Un hombre puede serle útil al trabajo. Puede serme útil a
mi.
Y puede ser útil a
sí mismo.
Naturalmente, lo ideal sería que el trabajo de un hombre produjera resultados en esas tres direcciones a la vez. Pero si falta una de ellas, las otras dos pueden subsistir. Por ejemplo, si un hombre me es útil, por este simple hecho le es igualmente útil al trabajo. O bien si le es útil al trabajo, por este simple hecho me es igualmente útil. Pero en el caso en que este hombre fuese útil al trabajo y me fuese útil, sin ser capaz de ser útil a sí mismo, esta situación sería la peor, porque no podría durar. En efecto, si un hombre no toma nada para sí mismo y no cambia, se queda tal cual era antes, el hecho de que por casualidad haya sido útil durante cierto tiempo no le es acreditado, y lo que es más importante, pronto deja de ser útil. El trabajo crece y cambia. Si un hombre, el mismo, no crece o no cambia, no puede mantener contacto con el trabajo. El trabajo lo deja atrás y el mismo hecho de que haya podido ser útil, puede entonces comenzar a serle dañino."

Regresé a San Petersburgo durante el verano de 1916. Poco después de que nuestro grupo, o "grupo preparatorio", se había formado, G. nos habló de esfuerzos correspondientes a las tareas que nos había asignado.

—Tienen que comprender, dijo, que los esfuerzos ordinarios no cuentan.
Solo cuentan los superesfuerzos
. Y siempre y en todas las cosas es así. Para aquellos que no quieren hacer superesfuerzos, sería mejor que abandonaran todo y cuidaran de su salud.

—¿No pueden ser peligrosos los superesfuerzos? preguntó uno de los oyentes, que era particularmente cuidadoso con su salud.

—Por supuesto que pueden serlo, dijo G., pero es preferible morir haciendo esfuerzos para despertar que vivir en el sueño. Esta es una razón; por otra parte, no es tan fácil morir de esfuerzos. Ustedes tienen mucha más fuerza de lo que piensan, pero nunca la usan. Con respecto a esto, tienen que comprender un aspecto de la constitución de la máquina humana.

"En la máquina humana, desempeña un papel muy importante cierta clase de acumulador. Hay dos pequeños acumuladores al lado de cada centro, y cada uno de ellos contiene la substancia particular necesaria para el trabajo del centro dado."

"Además, hay en el organismo un gran acumulador que alimenta a los pequeños. Los acumuladores pequeños están conectados entre sí y cada uno de ellos está conectado con el centro más próximo, lo mismo que con el gran acumulador."

G. dibujó un diagrama general de la máquina humana y señaló la posición del gran acumulador y de los pequeños, así como de sus conexiones.
(Ver Fig. 42)

—Los acumuladores trabajan de la siguiente manera, dijo. Supongamos que un hombre está trabajando: por ejemplo, lee un libro difícil y se esfuerza por comprenderlo; en este caso, varios rollos giran en el aparato intelectual localizado en su cabeza. O bien supongamos que está subiendo una montaña, y poco a poco es vencido por la fatiga; en este caso, los rollos que giran son los del centro motor.

"El centro intelectual, en nuestro primer ejemplo, y el centro motor en el segundo, extraen de los pequeños acumuladores la energía necesaria para su trabajo. Cuando un acumulador está casi vacío, el hombre se siente cansado. Quisiera detenerse, sentarse si está caminando, o pensar en otra cosa si es que está resolviendo un problema difícil. Pero de una manera completamente inesperada siente una afluencia de nuevas fuerzas y nuevamente es capaz de caminar o de trabajar. Esto significa que el centro fatigado se ha conectado con el segundo acumulador, del cual extrae su nueva energía. Entretanto, el primer acumulador se está recargando de energía sacada del gran acumulador. El trabajo del centro recomienza. El hombre sigue caminando o trabajando. Algunas veces se requiere un corto descanso para asegurar esta conexión; otras veces un choque o un esfuerzo. En ambos casos el trabajo continúa. Pero después de cierto tiempo la reserva de energía del segundo acumulador también se agota. Entonces el hombre se siente nuevamente cansado.

"Una vez más, un choque exterior, o un instante de reposo, o un cigarrillo, o un esfuerzo, y el contacto se restablece con el primer acumulador. Pero puede suceder fácilmente que el centro haya agotado tan rápidamente la energía del segundo acumulador que el primero no ha tenido tiempo de recargarse a expensas del gran acumulador, y que sólo haya tomado la mitad de la energía que es capaz de contener; sólo se ha llenado hasta la mitad.

"Al haberse reconectado con el primer acumulador, el centro comienza a extraer energía de él, mientras el segundo se conecta con el gran acumulador para extraer a su vez energía de este. Pero esta vez, al no estar lleno el primer acumulador sino a medias, el centro le agota su energía muy rápidamente, y durante este tiempo el segundo acumulador no ha logrado llenarse sino en una cuarta parte. El centro se conecta con él, le vacía rápidamente toda su energía y una vez más se pone en contacto con el primer acumulador, y así sucesivamente. Después de cierto tiempo el organismo llega a un estado tal que no le queda a ninguno de los pequeños acumuladores ni una sola gota de energía en reserva. Esta vez el hombre se siente realmente cansado; no se puede tener más sobre sus pies, se cae de sueño, o bien su organismo está afectado, con dolores de cabeza, palpitaciones, etc..., En una palabra, se siente enfermo.

"Entonces, súbitamente, después de haber descansado un poco, o bien después de un choque o de un esfuerzo, le viene una nueva afluencia de energía y el hombre es una vez más capaz de pensar, caminar o trabajar.

"Esto significa que ahora el centro se ha conectado directamente con el gran acumulador, que contiene una cantidad enorme de energía. Puesto en contacto con el gran acumulador, el hombre es capaz de realizar verdaderos milagros. Pero por supuesto, si los rollos continúan girando y si la energía extraída de los alimentos, del aire y de las impresiones continúa gastándose más rápidamente de lo que se reconstituye, entonces llega un momento en que el gran acumulador mismo ha sido vaciado de toda su energía, y el organismo muere. Pero esto sucede muy raras veces. Usualmente el organismo reacciona de antemano, y cesa automáticamente de funcionar. Para que un organismo muera de agotamiento, se necesitan condiciones especiales. En condiciones normales, un hombre caerá en sueño o se desmayará, o bien se desarrollará en él alguna complicación interna que impedirá al organismo continuar agotándose, mucho antes de un peligro real.

"Por consiguiente, no hay razón para asustarse de los esfuerzos; el peligro de morir de esfuerzos prácticamente no existe. Es mucho más fácil morir de inacción, de pereza o de miedo de hacer esfuerzos.

"Nuestra meta tendrá que ser entonces el aprender a establecer conexiones entre tal o cual centro y el gran acumulador. Mientras no seamos capaces de hacer esto, fracasaremos en todas nuestras empresas, puesto que caeremos dormidos antes de que nuestros esfuerzos puedan dar el menor resultado.

"Los pequeños acumuladores bastan para el trabajo ordinario, cotidiano, de la vida. Pero para el trabajo sobre sí, para el crecimiento interior, y para los esfuerzos que son exigidos de cada hombre que emprende el camino, la energía de estos pequeños acumuladores no es suficiente.

"Debemos aprender a extraer la energía directamente del gran acumulador.

"Esto no es posible, sin embargo, sino con la ayuda del centro emocional. Es esencial comprender esto. El contacto con el gran acumulador no puede hacerse sino a través del centro emocional. Los centros instintivos, motor e intelectual, por si mismos, no pueden alimentarse sino de los pequeños acumuladores.

"Esto es precisamente lo que la gente no comprende. Por lo tanto, su meta debería ser el desarrollo de la actividad del centro emocional. El centro emocional es un aparato mucho más sutil que el centro intelectual, especialmente si tomamos en consideración que de todas las partes del centro intelectual, la única que trabaja es el aparato formatorio, al cual muchas cosas le son completamente inaccesibles. Si un hombre quiere saber y comprender más de lo que sabe y comprende hoy día, debe recordar que este nuevo saber y esta nueva comprensión le vendrán a través del centro emocional y no a través del centro intelectual."

En todo lo que había dicho sobre los acumuladores, G. dijo algo muy interesante respecto al
bostezo
y la
risa.

—En nuestro organismo, dijo, hay dos funciones que siguen siendo incomprensibles e inexplicables desde el punto de vista científico, aunque naturalmente la ciencia no admite su incapacidad de explicarlas: éstas son el bostezo y la risa. Ni el uno ni la otra pueden ser comprendidos o explicadas correctamente si se ignora todo lo de los acumuladores y de su papel en el organismo.

"Ustedes habrán notado que bostezan cuando están cansados. Esto es especialmente notorio en alpinismo cuando un hombre no acostumbrado escala una montaña: bosteza casi continuamente. El bostezo tiene por efecto el bombear energía a los pequeños acumuladores. Cuando se vacían demasiado rápidamente, en otros términos cuando uno de ellos no tiene tiempo de llenarse mientras el otro se está vaciando, el bostezo se hace casi continuo. En ciertos casos de enfermedad, se puede producir un paro cardíaco, por ejemplo cuando un hombre quiere bostezar pero no puede; en otros casos al estar desarreglado el funcionamiento del bostezo, un hombre puede bostezar sin interrupción, sin provecho alguno, es decir sin poder sacar ninguna energía.

"El estudio y la observación del bostezo, hechos desde este punto de vista, pueden revelar muchas cosas nuevas e interesantes.

"La risa también está en relación directa con los acumuladores. Pero la risa es la función opuesta al bostezo. La risa no nos carga de energía, por el contrario la expulsa, nos extrae la energía superfina que se encuentra almacenada en los acumuladores. La risa no existe para todos los centros, solamente para los centros divididos en dos mitades —positiva y negativa. Todavía no he expuesto este tema en detalle; lo haré cuando lleguemos a un estudio más detallado de los centros. Por el momento consideremos sólo al centro intelectual. Ciertas impresiones pueden caer sobre las dos mitades del centro a un mismo tiempo, y suscitar de golpe un «sí» y un «no» bien marcados. Tal simultaneidad del «sí» y del «no» provoca en el centro intelectual una especie de convulsión y, puesto que es incapaz de armonizar y de digerir estas dos impresiones opuestas que un solo hecho determina en él, el centro comienza a derramar hacia afuera, bajo la forma de risa, la energía que le afluye del acumulador con el cual se encuentra conectado. En otros casos, sucede que el acumulador contiene mucho más energía que la que puede gastar el centro. Entonces toda impresión, aun la más ordinaria, puede ser percibida como doble; puede caer simultáneamente sobre las dos mitades del centro y producir la risa, es decir una descarga de energía.

"No les doy aquí, compréndanlo, sino un esbozo. Recuerden solamente que el bostezo y la risa son ambos muy contagiosos. Esto muestra que son esencialmente funciones de los centros instintivo y motor.

—¿Por qué la risa es tan agradable? preguntó alguien.

—Porque la risa, respondió G., nos libera de una energía superflua que si se queda sin uso podría volverse negativa, es decir, tóxica. Tenemos siempre una fuerte dosis de esta substancia tóxica. La risa es el antídoto. Pero este antídoto es necesario sólo mientras seamos incapaces de emplear toda nuestra energía para un trabajo útil. Se ha dicho que Cristo no rió jamás. Y en efecto, no encontrarán en los Evangelios la menor alusión al hecho de que Cristo haya reído una sola vez. Pero hay diferentes formas de
no reír.
Algunos nunca ríen porque están completamente sumergidos en sus emociones negativas, su mezquindad, su miedo, su odio, sus sospechas. Mientras que otros no ríen porque no pueden tener emociones negativas. Comprendan bien esto: en los centros superiores, la risa no puede existir, ya que, en los centros superiores, no hay división, no hay ni «si» ni «no»."

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