Fragmentos de una enseñanza desconocida (69 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Pasando a los cosmos inferiores, situados en mi cuadro
a la izquierda
del hombre, encontré en el primero de ellos la explicación de lo que siempre, me había parecido tan inexplicable, tan enigmático en el trabajo de nuestro organismo, o sea la asombrosa velocidad de numerosos procesos interiores, casi instantáneos. Siempre me había parecido que había una especie de charlatanería de parte de los fisiólogos al no atribuir importancia a este hecho. No cabe duda de que la ciencia explica sólo lo que puede explicar. Pero en este caso, según mi parecer ella no debería esconder el hecho y tratarlo como si no existiera; al contrario, debería llamar la atención hacia él, y mencionarlo en cada ocasión. Un hombre que no se interesa en cuestiones de fisiología puede no asombrarse del hecho de que una taza de café, un vaso de cognac, el humo de un cigarrillo sean inmediatamente experimentados en el cuerpo entero, cambiando todas las correlaciones interiores de las fuerzas, la forma y el carácter de las reacciones; pero para un fisiólogo, debería ser claro que en ese lapso imperceptible de tiempo, más o menos igual a una respiración, se ha llevado a cabo una larga serie de procesos complicados, químicos y otros. La substancia que ha penetrado en el organismo ha tenido que ser cuidadosamente analizada; las más pequeñas peculiaridades han sido notadas; durante el proceso de análisis, esta substancia atraviesa numerosos laboratorios; ha sido disuelta en sus partes constitutivas y mezclada con otras substancias; luego esta mezcla ha sido incorporada al alimento que nutre los diversos centros nerviosos. Y todo esto debe tomar mucho tiempo. Pero lo que hace la cosa absolutamente fantástica y milagrosa, es la brevedad en segundos de nuestro tiempo, durante los cuales estos procesos se llevan a cabo. Pero el lado fantástico desaparece cuando nos damos cuenta de que para las grandes células que evidentemente dirigen la vida del organismo, una sola de nuestras respiraciones prosigue durante
veinticuatro horas
. Ahora bien, en veinticuatro horas, y hasta en dos o tres veces menos tiempo, es decir en ocho horas (lo que equivale a un segundo), todos los procesos que han sido indicados pueden ser efectuados con cuidado, exactamente como lo serían en una gran fábrica química bien organizada y que posee numerosos laboratorios.

Al pasar al cosmos de las pequeñas células, que está en el límite o más allá del límite de la visión microscópica, vi la explicación de lo inexplicable. Por ejemplo, casos de infección casi instantánea en enfermedades epidémicas, sobre todo aquellas en las cuales no se puede encontrar la causa de la infección. Si tres segundos es el límite de vida de una pequeña célula de esta clase, y éstas son tomadas como equivalentes a la larga vida de un hombre, se puede concebir entonces la velocidad a la que estas células se pueden multiplicar, puesto que para ellas ¡quince segundos corresponden a cuatro siglos!

Luego, al pasar al mundo de las moléculas, me encontré frente al hecho de que la brevedad de la existencia de una molécula es una idea casi inesperada. Generalmente se supone que una molécula, aunque de estructura muy complicada, existe
como interior viviente
de los elementos de los cuales está constituida la materia, mientras exista la materia. Nos vemos obligados a abandonar esta agradable y apaciguadora idea. La molécula, que está
viva en el interior
, no puede estar
muerta en el exterior,
y como toda cosa viviente, debe entonces nacer, vivir y morir. La duración de su vida, igual a la de una chispa eléctrica o a la diez-milésima parte de un segundo, es demasiado breve para actuar directamente sobre nuestra imaginación. Nos es necesaria una analogía, alguna comparación, para comprender lo que esto significa. El hecho de que las células de nuestro organismo mueren y son reemplazadas por otras, nos ayudará en esto. La materia inerte —el hierro, el cobre, el granito— tiene que ser renovada desde adentro más rápidamente que nuestro organismo. En realidad, ella cambia bajo nuestros ojos.

Miren una piedra, luego cierren los ojos; cuando vuelvan a abrirlos, ya no será la misma piedra; ni una sola de sus moléculas subsistirá. En efecto, aún al verlas no se trataba siquiera de esas mismas moléculas, sino solamente de sus huellas. Una vez más, esto me traía al
Nuevo Modelo del Universo
. Y eso explicaba también "por qué no podemos ver las moléculas", tema que traté en el capítulo II de aquella obra.

Además, veía en el último cosmos, es decir en el mundo del electrón, un mundo de seis dimensiones. Surgió para mí el problema de elaborar mejor la relación de las dimensiones. Tomar el electrón como cuerpo tridimensional era muy poco satisfactorio. Primeramente, la duración de su existencia es del orden de un trescientos millonésimo de segundo. Está mucho más allá de los límites de nuestra imaginación. Se considera que la velocidad de revolución del electrón en el interior del átomo se expresa por medio de un número inverso de quince cifras (uno dividido por un número de quince cifras). Y puesto que la vida entera de un electrón, calculada en segundos, es igual a uno dividido por un número de nueve cifras, se desprende que durante la duración de su vida un electrón realiza un número de revoluciones alrededor de su "sol" igual a un número de seis cifras, o si se toma en cuenta el coeficiente, a un número de siete cifras.

Si examinamos la tierra en su movimiento de revolución alrededor del sol, según mi tabla ella realiza en el curso de su vida un número de revoluciones alrededor del sol igual a un número de once cifras. Parece que hay una enorme diferencia entre un número de siete cifras y un número de once, pero si comparamos el electrón ya no con la tierra sino con Neptuno, entonces la diferencia será mucho menor, sólo será la diferencia entre un número de siete cifras y uno de nueve —una diferencia de dos en vez de cuatro. Y por otra parte, la velocidad de revolución de un electrón en el interior del átomo es una cantidad muy aproximada. Hay que recordar que la diferencia en los períodos de revolución de los planetas alrededor del sol se expresa por un número de tres cifras, puesto que Mercurio gira 460 veces, más rápido que Neptuno.

Podemos discernir la relación entre la vida de un electrón y nuestra percepción de la siguiente manera. Nuestra más rápida percepción visual es igual a 1/10.000 de segundo. La existencia de un electrón equivale a 1 /30.000 de 1/10.000 de segundo, o sea un 1/300.000.000 de segundo, y durante este tiempo realiza siete millones de revoluciones alrededor del protón. En consecuencia, si tuviéramos que ver un electrón como un relámpago de 1/10.000 de segundo, no veríamos el electrón en el sentido estricto de la palabra, sino la
huella
del electrón, la cual consiste en siete millones de revoluciones multiplicadas por 30.000, es decir una espiral, cuyo número de anillos sería de doce cifras, o en el lenguaje del
Nuevo Modelo del Universo,
treinta mil recurrencias del electrón en la eternidad.

Según la tabla que yo había obtenido, el tiempo iba indudablemente más allá de cuatro dimensiones. Y me preguntaba si no sería posible aplicar a esta tabla la fórmula de Minkovski, √-1ct considerando al tiempo como la cuarta coordenada del "mundo". A mi parecer, el "mundo" de Minkovski correspondía precisamente a cada cosmos aislado. Decidí comenzar por el "mundo de los electrones" y tomar como
t
la duración de la existencia de un electrón.

Esto coincidía con una de las proposiciones de mi libro, a saber, que el
tiempo es vida.
El resultado mostraría la distancia (en kilómetros) recorrida por la luz durante la vida de un electrón.

En el cosmos siguiente ésta sería la distancia recorrida por la luz durante la vida de una molécula; en el siguiente —durante la vida de una pequeña célula; después, durante la vida de una célula grande; luego, durante la vida de un hombre, etc. Para todos los cosmos, los resultados debían obtenerse en medidas lineales, es decir, expresados en fracciones de kilómetros o en kilómetros. La multiplicación de un número de kilómetros por la raíz cuadrada de menos uno (√-1) debía mostrar que ya no necesitábamos hacer medidas lineales y que la cifra obtenida era una
medida de tiempo.
La introducción de √-1 en la fórmula, si bien no la cambia cuantitativamente, indica que se relaciona enteramente a otra dimensión.

De esta manera, en lo que concierne al cosmos de los electrones, la fórmula de Minkovski toma la forma siguiente:

(√-1) 300.000 3 X 10
-7

o sea, la raíz cuadrada de menos uno multiplicada por 300.000 (que es
c
, o la velocidad de la luz, 300.000 kilómetros por 1/300.000.000 de segundo, es decir la duración de la vida de un electrón. Al multiplicar 300.000 por 1/300.000.000 se obtendrá 1/1.000 de kilómetro, o sea un metro.

Un "metro" muestra la distancia recorrida por la luz, a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, durante la vida de un electrón. La raíz cuadrada de menos uno, que hace de "un metro" una cantidad imaginaria, indica que la medida lineal de un metro, en este caso, es la "medida del tiempo", es decir de la cuarta Coordenada.

Al pasar al "mundo de las moléculas", la fórmula de Minkovski se convierte en:

(√-1) 300.000 X 1/10.000

Según la tabla, la diez-milésima parte de un segundo es la duración de la existencia de una molécula. Si multiplicamos 300.000 kilómetros por 1/10.000, nos dará 30 kilómetros. El "tiempo" en el mundo de las moléculas se obtiene por la fórmula (√-1)30. Treinta kilómetros representan la distancia que atraviesa la luz durante la vida de una molécula o sea en 1/10.000 de segundo.

Luego, en el "mundo de las pequeñas células", la fórmula de Minkovski se enuncia así:

(√-1) 300.000 X 3

o,

(√-1) 900.000

es decir, 900.000 kilómetros multiplicados por la raíz cuadrada de menos uno. 900.000 kilómetros representan la distancia recorrida por la luz durante la vida de una pequeña célula, o sea en tres segundos.

Al continuar los mismos cálculos para los cosmos siguientes, obtuve para las células grandes un número de once cifras, que designa la distancia que recorre la luz en 24 horas; para el Microcosmos", un número de quince cifras, que expresa en kilómetros la distancia que recorre la luz en 80 años; para el "Tritocosmos", un número de veinte cifras; para el "Mesocosmos", un número de veinticuatro cifras; para el "Deuterocosmos", un número de veintinueve cifras; para el "Macrocosmos", un número de treinta y tres cifras; para el "Ayocosmos", un número de treinta y ocho cifras; para el "Protocosmos", un número de cuarenta y dos cifras o (√-1) 9 X 10
41
; en otros términos, esto significa que durante la vida del "Protocosmos" un rayo de luz recorre:

900.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 kilómetros.
[16]

La aplicación de la fórmula de Minkovski a la tabla del tiempo, tal como yo la había obtenido, muestra muy claramente para mí que la "cuarta coordenada" no se puede establecer sino para un solo cosmos a la vez, el cual aparece entonces como el "mundo de cuatro dimensiones" de Minkovski.

Dos, tres cosmos o más no pueden ser considerados como un mundo de "cuatro dimensiones", y exigen para su descripción cinco o seis coordenadas. Al mismo tiempo, la fórmula de Minkovski muestra, para todos los cosmos, la relación de la cuarta coordenada de uno de los cosmos a la cuarta coordenada de otro. Y esta relación —o dicho de otra manera, la relación entre los cuatro períodos principales de cada cosmos, lo mismo que entre uno de los períodos de un cosmos y el período correspondiente, es decir de nombre similar, de otro cosmos —es igual a treinta mil.

Lo que me interesó luego en lo que yo llamaba la "tabla del tiempo en los diferentes cosmos", fue la relación de los cosmos y del tiempo de los diferentes cosmos a los centros del cuerpo humano.

G. me había hablado a menudo de la enorme diferencia de velocidades en los diferentes centros. El razonamiento arriba mencionado me llevó a la idea de que, en lo que concierne a la velocidad del trabajo interior del organismo, esta velocidad pertenecía al
centro instintivo.
Partiendo de esta base, traté de comenzar por el centro intelectual, tomando como unidad de su trabajo, por ejemplo, el tiempo necesario para la plena percepción de una impresión, es decir para su recepción, su clasificación, su definición y para la reacción correspondiente. Por lo tanto, si es verdad que los centros están entre sí en una relación análoga a la de los cosmos, durante el mismo tiempo se podrían efectuar 30.000 percepciones en el centro instintivo; 30.000
2
en el centro emocional superior y el sexo; y, 30.000
3
en el centro intelectual superior.

Al mismo tiempo, siguiendo la ley indicada por G. respecto a la correlación de los cosmos, el centro instintivo, con relación a la cabeza o al centro intelectual, comprendería
dos cosmos,
es decir, el segundo Microcosmos y el Tritocosmos. Luego, el centro emocional superior y el sexo, tomados aisladamente, comprenderían el tercer Microcosmos y el Mesocosmos. Y finalmente, el centro intelectual superior comprendería el cuarto Microcosmos y el Deuterocosmos.

Pero este último centro corresponde a un desarrollo superior, a un desarrollo del hombre que no se puede obtener accidentalmente ni de una manera natural. En el estado normal del hombre, el centro sexual, que trabaja 30.000 veces más rápido que los centros instintivo y motor y 30.000
2
veces más rápido que el centro intelectual, poseería bajo esta relación una enorme ventaja sobre todos los otros centros.

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