Fragmentos de una enseñanza desconocida (72 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"Les hablaré ahora de cierto defecto del funcionamiento del cuerpo que es indispensable corregir en cualquier caso. Mientras persiste no puede hacerse ninguna clase de trabajo, moral o espiritual, de manera correcta.

"Recordarán que cuando hablamos del trabajo de la «fábrica de tres pisos», les expliqué que la mayor parte de la energía elaborada por la fábrica se desperdicia totalmente, sobre todo en tensión muscular inútil. Esta tensión muscular inútil absorbe una enorme cantidad de energía. Y en el trabajo sobre sí, primeramente se debe poner atención en esto.

"A propósito del trabajo de la fábrica en general, es indispensable establecer que el aumento de la producción no puede tener ningún sentido, mientras no se haya detenido el desperdicio. Si la producción se acrecienta, sin que se frene o se haga algo para poner fin al desperdicio, la nueva energía producida aumentará únicamente este desperdicio inútil y hasta podrá hacer surgir fenómenos malsanos. Previamente a todo trabajo físico sobre sí mismo, el hombre debe entonces aprender a observar y a sentir su tensión muscular; debe ser capaz de soltar los músculos cuando sea necesario, es decir, antes que nada relajar la tensión inútil de los músculos."

G. nos enseñó una cantidad de ejercicios relacionados con el control de la tensión muscular, así como ciertas posturas adoptadas en las escuelas para la oración y la contemplación, y que un hombre no puede tomar si no sabe cómo reducir la tensión inútil de los músculos. Entre ellas se encontraba la llamada postura de Buda, en que los pies reposan sobre las rodillas, y otra más difícil aún, que él demostraba a la perfección y que no éramos capaces de imitar sino muy aproximadamente.

Para tomar esta última postura, G. se arrodillaba, después se sentaba sobre los talones (sin zapatos), con los pies estrechamente pegados uno a otro —sentarse así sobre los talones ya era muy difícil por más de un minuto o dos. Después levantaba los brazos y, tendiéndolos al nivel de los hombros, se inclinaba lentamente hacia atrás hasta tocar el suelo y allí se extendía manteniendo sus piernas pegadas debajo de él. Luego de haberse quedado echado en esta posición durante cierto tiempo, se volvía a levantar lentamente con los brazos extendidos, luego se volvía a echar y así sucesivamente.

Nos enseñó el relajamiento gradual de los músculos,
comenzando siempre por los músculos de la cara
, y nos dio diversos ejercicios para "sentir" a voluntad las manos, los pies, los dedos y así sucesivamente. La idea de la necesidad de un relajamiento muscular no era de ninguna manera una idea nueva, pero la explicación de G., según la cual el relajamiento de los músculos del cuerpo debía comenzar por los de la cara, era para mí totalmente nueva; nunca había visto algo parecido en los manuales de "yoga" ni en ninguna otra obra de fisiología.

Uno de los ejercicios más interesantes era el de la "sensación circular", como lo llamaba G. Un hombre se echa de espaldas. Después de haber soltado todos los músculos, concentrando su atención, trata de tener la sensación de su nariz. Cuando lo logra, lleva la atención a la oreja derecha; una vez que la ha "sentido" lleva la atención al pie derecho, luego del pie derecho al pie izquierdo, luego a la mano izquierda, luego a la oreja izquierda, nuevamente a la nariz y así sucesivamente.

Todo esto me interesaba particularmente, porque ciertos experimentos me habían llevado antes a la conclusión de que los estados físicos que están ligados a nuevas impresiones psíquicas comienzan con
la sensación del pulso en todo el cuerpo,
lo que nunca sentimos en las condiciones ordinarias. En este caso, el pulso se siente de inmediato como un solo latido en todas las partes del cuerpo. En mis experimentos personales, obtenía esta "sensación" de una pulsación en todo el cuerpo, por ejemplo después de ciertos ejercicios de respiración combinados con varios días de ayuno. Estos experimentos no me llevaban a ningún otro resultado definido, pero guardaba la profunda convicción de que el control sobre el cuerpo comienza por el control sobre el pulso. Al adquirir por poco tiempo la posibilidad de regular, acelerar o disminuir el pulso, era capaz de acelerar o disminuir los latidos del corazón, lo que a su vez, me dio interesantes resultados psicológicos. En general, constaté que el control sobre el corazón no podía provenir de los mismos músculos del corazón, sino que dependía del control del pulso correspondiente a la "gran circulación", y G. me lo había hecho comprender bien al precisar que el control sobre el "corazón izquierdo" depende del control de la tensión de los músculos; pues si no poseemos ese control, es ante todo por la mala e irregular tensión de los diversos grupos de músculos.

Habíamos comenzado a practicar los ejercicios de relajamiento muscular y nos llevaron a resultados muy interesantes. Así, uno de nosotros se encontró capacitado de repente para hacer desaparecer un dolor neurálgico en su brazo. Por otra parte, el relajamiento muscular tenía una inmensa repercusión en el sueño verdadero, y cualquiera que hiciera seriamente estos ejercicios no tardaba en darse cuenta de que dormía mucho mejor, necesitando menos horas de sueño.

G. nos mostró igualmente un ejercicio totalmente nuevo para nosotros, sin el cual, según él, era imposible dominar la naturaleza motriz. Era lo que él llamaba el ejercicio del "stop".

—Cada raza, dijo él, cada época, cada nación, cada país, cada clase, cada profesión posee un número definido de posturas y de movimientos que le son propios. Los movimientos y las posturas, o actitudes, siendo lo más permanente e inmutable que hay en el hombre, controlan su forma de pensamiento, así como su forma de sentimiento. Pero el hombre ni siquiera hace uso de todas las posturas y de todos los movimientos que le son posibles. Cada uno adopta cierto número de ellos, conforme a su individualidad. De modo que el repertorio de posturas y de movimientos de cada individuo es muy limitado.

"El carácter de los movimientos y actitudes de cada época, de cada raza y de cada clase, está indisolublemente ligado a formas definidas de pensar y de sentir. El hombre es incapaz de cambiar la forma de su pensamiento y de su sentimiento, mientras no haya cambiado su repertorio de posturas y de movimientos. Las formas de
pensamiento y de sentimiento
se pueden llamar las posturas y los movimientos del pensamiento y del sentimiento, y cada uno tiene un número determinado de ellos. Todas las posturas motrices, intelectuales y emocionales están ligadas entre si.

"El análisis y el estudio coordinados de nuestros pensamientos y sentimientos por un lado, y de nuestras funciones motrices por el otro, muestran que cada uno de nuestros movimientos, voluntarios o involuntarios, es un pasar inconsciente de una postura a otra, ambas igualmente mecánicas.

"Es una ilusión creer que nuestros movimientos son voluntarios; todos nuestros movimientos son automáticos. Y nuestros pensamientos, nuestros sentimientos también lo son. El automatismo de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos corresponde de manera precisa al automatismo de nuestros movimientos. El uno no se puede cambiar sin el otro. De manera que si la atención del hombre se concentra, digamos, en la transformación de sus pensamientos automáticos, los movimientos y actitudes habituales intervendrán en seguida en el nuevo curso del pensamiento, al imponerle las antiguas asociaciones rutinarias.

"En las circunstancias ordinarias, no podemos imaginar cuánto dependen unas de otras nuestras funciones intelectuales, emocionales y motrices, a pesar de que no ignoramos cuánto pueden depender nuestros humores y nuestros estados emocionales de nuestros movimientos y de nuestras posturas. Si un hombre toma una postura que en él corresponde a un sentimiento de tristeza o de descorazonamiento, puede estar seguro entonces de sentirse rápidamente triste o descorazonado. El cambio deliberado de postura puede provocar en él, miedo, asco, nerviosismo. o por el contrario, calma. Pero, como todas las funciones humanas —intelectuales, emocionales y motrices— tienen su propio repertorio bien definido, y reaccionan constantemente las unas sobre las otras, el hombre nunca puede salir del círculo mágico de sus posturas.

"Aun si un hombre reconoce estos vínculos y emprende la lucha para liberarse, su voluntad no es suficiente. Deben comprender que este hombre tiene la voluntad justa para gobernar un solo centro por un
breve
instante. Pero los otros dos centros se oponen. Y la voluntad del hombre nunca es suficiente para gobernar tres centros a la vez.

"Existe un ejercicio especial para oponerse a este automatismo y para adquirir control sobre las posturas y los movimientos de los diferentes centros. Este ejercicio consiste en lo siguiente: a una palabra o a una señal del maestro, convenida de antemano, todos los alumnos que la oyen o que la ven, en el mismo instante deben suspender sus gestos, cualesquiera que éstos sean —inmovilizarse donde estén en la misma posición en que los ha sorprendido la señal. Más aun, no solamente deben dejar de moverse. sino mantener los ojos fijos sobre el mismo punto que miraban en el momento de la señal, mantener la boca abierta si estaban hablando, conservar la expresión de su fisonomía, y si sonreían, conservar esta sonrisa en la cara. En este estado de «stop», cada uno debe suspender también el flujo de sus pensamientos y concentrar toda su atención en mantener la tensión de los músculos en las diferentes partes del cuerpo, en el mismo nivel en que se encontraban y controlarla todo el tiempo, llevando su atención, por así decirlo, de una parte del cuerpo a otra. Y debe permanecer en este estado y en esta posición hasta que otra señal convenida le permita volver a tomar una actitud normal, o hasta que se caiga de cansancio por haber llegado al punto de ser incapaz de conservar por más tiempo la primera actitud. Pero no tiene ningún derecho a cambiar nada, ni su mirada, ni sus puntos de apoyo; nada. Si no puede sostenerse, que se caiga —y más aún, tiene que caer como un saco, sin tratar de protegerse del golpe. Asimismo, si tuviera algún objeto en sus manos, debe mantenerlo tanto tiempo como pueda; y si las manos rehusan obedecerle y el objeto se le cae, esto no se considera como una falta.

"Le corresponde al maestro vigilar que no ocurra ningún accidente debido a caídas o posiciones desacostumbradas, y con respecto a esto, los alumnos deben tener plena confianza en su maestro y no temer ningún peligro.

"Este ejercicio y sus resultados se pueden considerar de diferentes maneras. Tomémoslo primero desde el punto de vista del estudio de los movimientos y de las posturas. Este ejercicio le da al hombre la posibilidad de salir del círculo de su automatismo, y sobre todo al comienzo del trabajo no se puede prescindir de él.

"Sólo es posible un estudio no mecánico de sí mismo con la ayuda del «stop», bajo la dirección de un hombre que lo comprenda.

"Tratemos de ver lo que ocurre. Un hombre se está sentando, o está caminando, o está trabajando. De repente, oye la señal. Inmediatamente, el movimiento que comienza se interrumpe por este «stop». Su cuerpo se inmoviliza, se fija
en pleno pasaje de una postura a otra, en una posición en la cual nunca se detiene en la vida ordinaria
. Al sentirse en este estado, en esta postura insólita, el hombre involuntariamente se mira a sí mismo bajo nuevos ángulos, se observa de una manera nueva, es capaz de pensar, de sentir, de conocerse a sí mismo de una manera nueva. De este modo, se rompe el círculo del antiguo automatismo. El cuerpo se esfuerza en vano por retomar una posición cómoda a la cual está acostumbrado; la voluntad del hombre, puesta en acción por la voluntad del maestro, se opone. La lucha prosigue —hasta la muerte. Pero
en este caso,
la voluntad puede vencer. Si se tiene en cuenta todo lo que se ha dicho anteriormente, este ejercicio es un ejercicio de recuerdo de sí. Para no perder la señal, el alumno debe recordarse a sí mismo, debe recordarse para no tomar desde el primer instante la posición más cómoda, debe recordarse para poder vigilar la tensión de los músculos en las diferentes partes de su cuerpo, la dirección de su mirada, la expresión de su cara, y así sucesivamente; debe recordarse a sí mismo para poder vencer el dolor, a veces muy fuerte, que es el resultado de la posición desacostumbrada de sus piernas, de sus brazos, de su espalda, o bien para no tener miedo de caer, o dejar caer algo pesado sobre sus pies. Basta olvidarse de sí mismo por un instante para que el cuerpo tome solo y casi imperceptiblemente una posición más cómoda, pasando su peso de un pie al otro, relajando ciertos músculos y así sucesivamente. Este es un ejercicio simultáneo para la voluntad, para la atención, para el pensamiento, para el sentimiento y para el centro motor.

"Pero hay que comprender que para movilizar una fuerza de voluntad suficiente para mantener a un hombre en una postura desacostumbrada, la orden o el mandato desde afuera: stop, es indispensable. El hombre no puede darse a sí mismo la orden de
stop.
Su voluntad no obedecerá esta orden. Como ya lo he dicho, la razón es que la combinación de sus posturas habituales —intelectuales, emocionales y motrices— es más fuerte que la voluntad del hombre. La orden de «stop», dirigida sobre las actitudes motrices y viniendo de afuera, ocupa el lugar de las posturas del pensamiento y del sentimiento. Estas posturas y sus efectos son abolidos por asi decirlo por la orden de
stop

y en este caso,
las actitudes motrices obedecen a la voluntad."

Poco después, G. comenzó a poner en práctica el "stop" —como llamábamos este ejercicio —en las circunstancias más diversas.

Antes que nada, G. nos enseñó cómo "mantenerse inmóvil en el sitio" instantáneamente al mandato del "stop", y cómo tratar de no moverse, de no mirar al lado pase lo que pase, de no responder a quienquiera que le dirija la palabra, aunque fuera para preguntarle algo o aun para acusarlo injustamente de algo.

—El ejercicio del «stop» se considera como sagrado en las escuelas, dijo. Fuera del maestro o del encargado, nadie tiene derecho de dar la orden del «stop». El «stop» no puede servir de juego ni de ejercicio entre alumnos. Nunca se conoce la posición en que un hombre se encuentra. Si uno no puede
sentir por él,
no puede saber cuáles músculos tiene tensos, ni hasta qué punto. Si a veces se tiene que mantener una tensión difícil, esto puede causar la ruptura de un vaso sanguíneo, y en ciertos casos, aun llevar a la muerte instantánea. Por consiguiente, sólo el que está totalmente seguro de lo que hace puede permitirse ordenar un «stop».

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