Fragmentos de una enseñanza desconocida (68 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Alrededor de una semana después de la revolución, reuní a los principales miembros de nuestro grupo en casa del doctor Sh., a fin de exponerles mis ideas sobre la situación. Dije que en mi opinión, no tenía el menor sentido querer quedarse en Rusia, y que deberíamos partir al extranjero; que según toda probabilidad, sólo podría haber un breve período de calma relativa antes del hundimiento final; que no podríamos ser de ninguna utilidad y que nuestro propio trabajo se volvería imposible.

No puedo decir que mi idea fue acogida con entusiasmo. La mayoría de los miembros de nuestros grupos no advertía la gravedad de la situación y todavía aceptaba la idea de que todo podía volver a ser tranquilo y normal. Otros seguían presos de la ilusión habitual de que todo sucede para nuestro bien.

Para ellos, mis palabras eran exageradas; en todo caso no veían razón alguna para apresurarse. Para otros lo más fastidioso era que desde hacía tiempo, no habíamos recibido ninguna noticia de G. y que ya no sabíamos dónde estaba. Después de la revolución, una carta suya nos hizo pensar que ya no estaba en Moscú, pero nadie sabía adonde se había ido. Finalmente, decidimos esperar.

En ese entonces había dos grupos principales, que sumaban en total cuarenta personas; además, grupos secundarios se reunían a intervalos irregulares.

Poco después de nuestra reunión en la casa del doctor Sh., recibí una postal de G. escrita un mes antes en el tren que lo llevaba de Moscú al Cáucaso. Debido a los desórdenes, se había demorado en el correo hasta ese día. Esta carta confirmaba que G. había salido de Moscú antes de la revolución, y que todavía no sabía nada de los acontecimientos cuando la había escrito. Decía que estaba en camino a Alexandropol, me pedía continuar el trabajo de los grupos hasta su regreso, y prometía estar entre nosotros para la Pascua.

Esto me planteaba un problema muy difícil. Me parecía estúpido e insensato permanecer en Rusia. Sin embargo, no quería partir sin el consentimiento de G., o para ser más sincero, no quería partir sin él. Ahora bien, él había ido al Cáucaso, y su postal escrita en febrero, es decir antes de la revolución, podía no tener relación alguna con la situación actual. Al fin, decidí seguir esperando, aunque me daba cuenta de que lo que era posible hoy corría el riesgo de no serlo mañana.

¡Pascua! Ninguna noticia de G. Una semana más tarde, un telegrama que decía que llegaría en mayo. Llegó a su fin el primer "gobierno provisional". Ya era más difícil salir al extranjero. Nuestros grupos seguían reuniéndose, en espera de G. A menudo volvíamos en nuestras conversaciones a los "diagramas", sobre todo cuando teníamos que hablar con personas nuevas. Siempre me parecía que en ellos había una cantidad de cosas que G. no nos había dicho, y que todo su sentido se nos revelaría si los estudiásemos más.

Un día me puse a mirar ciertas notas sobre los cosmos, tomadas el año anterior. Como ya lo he dicho, los cosmos me interesaban particularmente porque coincidían con el "período de dimensiones" de mi
Nuevo Modelo del Universo.
He mencionado también las dificultades que habíamos encontrado en la comprensión del "Microcosmos" y del "Tritocosmos". Habíamos decidido entonces tomar al hombre como el "Microcosmos" y a la
vida orgánica sobre la tierra
como el "Tritocosmos". En nuestra última conversación G. lo había aprobado silenciosamente. Pero sus palabras sobre las diferencias de tiempos en los diferentes cosmos continuaban intrigándome mucho. Trataba de recordar lo que P. me había dicho sobre nuestro "sueño y vigilia" y sobre la "respiración de la vida orgánica". Durante mucho tiempo esto fue en vano. Luego recordé las palabras de G.:

"El tiempo es respiración".

—¿Qué es la respiración? me pregunté.

"Tres segundos: normalmente, el hombre respira (espira e inspira) una veintena de veces por minuto. Una sola respiración dura más o menos tres segundos.

"¿Por qué «sueño y vigilia» es la «respiración de la vida orgánica»? ¿Qué cosa es «sueño y vigilia»?

"Para el hombre y todos los organismos que le son conmensurables, que viven en condiciones análogas a las suyas, aun para las plantas, es
veinticuatro horas.
Por otro lado, el sueño y la vigilia
son respiración:
las plantas, por ejemplo, cuando duermen en la noche, espiran, y en el día, cuando se despiertan, inspiran. De la misma manera, para todos los mamíferos como para el hombre hay una diferencia en la absorción del oxígeno y el desecho de gas carbónico entre el día y la noche, entre el sueño y la vigilia."

Razonando en esta forma, establecí los períodos de respiración, o de sueño y vigilia, de esta manera:

Microcosmos

Respiración Sueño y vigilia

3 segundos 24 horas

Tritocosmos

Respiración Sueño y vigilia

24 horas ?

TABLA 5

Hice una simple regla de tres. Al dividir 24 horas por tres segundos, obtuve 28.800. Al dividir 28.800 (los días y las noches) por 365, obtuve, salvo una pequeña fracción, 79 años. Esto me interesó. Setenta y nueve años. me dije, constituyen el sueño y la vigilia de la "vida orgánica". Ese número no correspondía a nada de lo que yo podía pensar sobre la vida orgánica, pero representaba la vida del hombre.

Al tratar de seguir el paralelismo, dispuse las tablas de la manera siguiente:

Microcosmos Hombre

Tritocosmos Vida orgánica

Mesocosmos Tierra

Respiración: 3 segundos

Respiración: 24 horas

Respiración: 79 años

Día y noche: 24 horas Vida: 79 años

Día y noche: 79 años

TABLA 6

Una vez más 79 años no querían decir nada en la vida de la tierra. Multipliqué 79 años por 28.800 y obtuve un poco menos de dos millones y medio de años. Al multiplicar 2.500.000 por 30.000 para abreviar, obtuve un número de once cifras, 75.000.000.000 de años. Este número debía significar la duración de la vida de la tierra. Hasta allí, todos estos números parecían lógicamente plausibles: dos millones y medio de años para la vida orgánica y 75 mil millones para la tierra.

—Pero hay cosmos inferiores al hombre, me dije. Tratemos de ver la relación que tienen con este cuadro."

Decidí tomar sobre este diagrama dos cosmos
a la izquierda
del Microcosmos, tomándolos primero como células microscópicas relativamente grandes, luego como las células más pequeñas posibles, casi invisibles.

Tal división de células en dos categorías no ha sido aceptada hasta ahora por la ciencia. Pero si pensamos en las dimensiones en el interior del "micro-mundo", es imposible no admitir que este mundo está constituido por dos mundos tan distintos uno de otro como lo son el mundo de los hombres y el mundo de los micro-organismos y de las células relativamente grandes. Obtuve entonces el siguiente cuadro:

TABLA 7

Esto tomaba forma de una manera muy interesante. Veinticuatro horas daban la duración de la existencia de la vida de la célula. Y aunque la duración de la existencia de la vida de las células individuales de ninguna manera se puede considerar como establecida, numerosos investigadores han llegado a la conclusión de que una célula especializada como las del organismo humano, parece tener una duración
precisamente de 24 horas.
El periodo "día y noche" de la gran célula es de 3 segundos. Esto no me sugería nada. Pero los tres segundos de vida de la pequeña célula eran muy elocuentes para mí; me mostraban ante todo por qué es tan difícil ver estas células, aunque sus dimensiones deberían permitir el verlas con un buen microscopio.

Traté luego de ver lo que se obtendría si la "respiración", es decir
3
segundos, se dividiese por 30.000. Se obtenía
la diez-milésima parte de un segundo,
o sea la duración de una chispa eléctrica, o la de
la más breve impresión visual.
Para calcular más fácilmente, y para mayor claridad, tomé 30.000 en vez de 28.800. De esta manera cuatro períodos se encontraban ligados o separados uno de otro por un solo y mismo coeficiente de 30.000 —la más breve impresión visual, la respiración o el período de aspiración y de espiración, el período de sueño y de vigilia, y la duración media máxima de la vida. Al mismo tiempo, a cada uno de estos períodos le correspondían dos más, uno mucho menor en un cosmos superior, otro mucho mayor en un cosmos interior. Sin sacar todavía conclusiones, traté de hacer un cuadro más completo, es decir de introducir en él todos los cosmos y de agregarle dos de los cosmos inferiores, el primero que llamé la "molécula" y el segundo el "electrón". Y, siempre para mayor claridad al multiplicar por 30.000, tomé cifras redondas y solamente dos coeficientes: 3 y 9, que me dio 3.000.000 en lugar de 2.500.000, 90.000.000.000 en lugar de 75.000.000.000 y 80 en lugar de 79, y así sucesivamente.

Obtuve la siguiente tabla (ver tabla 8):

TABLA 8

De inmediato esta tabla hizo surgir en mí una cantidad de pensamientos. Habría sido incapaz de decir si era correcta, o si definía exactamente la relación de un cosmos a otro. El coeficiente 30.000 parecía demasiado elevado. Pero me acordaba que la relación de un cosmos a otro expresa una relación "de cero a infinito". Y en presencia de tal relación ningún coeficiente podía ser demasiado grande. La relación de "cero a infinito" era la relación entre magnitudes de diferentes dimensiones.

G. decía que cada cosmos es tridimensional para sí mismo. Por consiguiente, el cosmos que le es superior es de cuatro dimensiones, y el que le es inferior es de dos dimensiones. El siguiente cosmos superior es de cinco dimensiones, como el siguiente cosmos inferior es de una dimensión. Cada cosmos, con relación a otro, es de una magnitud que comprende un número de dimensiones superior e inferior. Pero no podía haber más de seis dimensiones, o siete con el cero; pero con esta tabla se obtenían once cosmos. A primera vista esto parecía extraño, pero solamente a primera vista, porque cuando se tomaba en consideración la duración de la existencia de un cosmos cualquiera en relación a la de los cosmos mas elevados, los cosmos inferiores desaparecían mucho antes de haber alcanzado la séptima dimensión.

Tomemos por ejemplo al
hombre
en su relación al
sol.
Si se toma al hombre como el primer cosmos, se encuentra que el sol es para él el cuarto cosmos; pero para el sol, una larga vida humana de 80 años sólo tiene la duración de una chispa eléctrica, la más breve impresión visual.

Traté de recordar todo lo que G. había dicho sobre los cosmos.

"Cada cosmos es un ser animado e inteligente, que nace, vive y muere. Un solo cosmos no puede contener todas las leyes del universo, pero
tres cosmos
tomados en conjunto las abarcan; o bien diremos que dos cosmos, uno superior, el otro inferior, determinarán el cosmos intermedio." "El hombre que en su conciencia pasa al nivel de un cosmos superior, por ese mismo hecho pasa al nivel de un cosmos inferior."

Sentía que en cada una de estas palabras se encontraba el hilo de una comprensión de la estructura del mundo. Pero había demasiados hilos y no sabía por dónde comenzar.

¿Cómo aparece el movimiento de un cosmos en función de otro? ¿Cuándo y cómo desaparece? ¿Cuáles son las relaciones de las cifras que yo había encontrado con las cifras más o menos establecidas de los movimientos cósmicos, como la velocidad de desplazamiento de los cuerpos celestes, la velocidad de desplazamiento de los electrones de un átomo, la velocidad de la luz, etc.?

Cuando llegué a comparar los movimientos de los diferentes cosmos, obtuve algunas correlaciones sorprendentes. Al tomar la tierra, por ejemplo, vi que el periodo de rotación sobre su eje equivaldría para ella a un diez-milésimo de segundo, o sea la duración de una chispa eléctrica. Es poco probable que a esta velocidad la tierra pueda notar su rotación sobre su eje. Me imaginaba al hombre gravitando a esta misma velocidad alrededor del sol, y calculaba que su rotación duraría para él la vigésima-quinta parte de un segundo, o sea la velocidad de una fotografía instantánea. Dada la enorme distancia que la tierra debía recorrer durante este tiempo, se imponía entonces la deducción de que la tierra no puede ser consciente de sí misma tal como la conocemos, es decir bajo forma de esfera, sino que debe tener conciencia de sí misma como un
anillo
o una
larga espiral
de anillos. Esta última idea era la más verosímil si se define el
presente
como el tiempo de la respiración. Ésta fue la primera idea que me vino a la mente, un año antes, después de la conferencia sobre los cosmos, cuando G. introdujo la idea de que el tiempo
es respiración.
Pensaba entonces que la respiración era tal vez la unidad de tiempo, es decir que para la sensación directa, el tiempo de la respiración era sentido como el
presente.
Partiendo de allí, y suponiendo que la sensación de sí, es decir de su cuerpo, estaba ligada a la sensación del presente, llegué a la conclusión de que la tierra, cuyo tiempo de respiración es de 80 años, tendría una sensación de sí equivalente a 80 anillos de una espiral. Había obtenido una confirmación inesperada de todas las deducciones de mi
Nuevo Modelo del Universo.

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