Fragmentos de una enseñanza desconocida (74 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Pero justo en ese momento alguien entró en el cuarto y me detuve.

Mi corazón latió muy fuertemente durante mucho tiempo, pero esto no me era desagradable. Había marcado el paso y respirado durante más o menos media hora. No aconsejaría este ejercicio a las personas de corazón débil.

En todo caso, este experimento me enseñó con precisión que un ejercicio dado podía ser transferido al centro motor, o dicho de otra manera que era posible hacer trabajar al centro motor de una manera nueva. Al mismo tiempo, me había convencido de que la condición de esta transferencia era una fatiga extrema. Se comienza un ejercicio con la cabeza; y es sólo cuando se llega al último estado de fatiga, que el control puede pasar al centro motor. Eso explicaba las palabras de G. sobre los "super-esfuerzos", y hacía inteligibles sus últimas recomendaciones.

Pero después, a pesar de los esfuerzos que hice, no llegué a repetir más este experimento, es decir a provocar las mismas sensaciones. Es verdad que el ayuno había terminado y que el éxito de mi experimento se debía en gran parte a éste.

Cuando le conté a G. lo que había experimentado, me dijo que sin un trabajo general, sin un trabajo del organismo entero, tales hechos sólo podían suceder por accidente.

Más tarde, les oí, a los que estudiaban con G. las danzas y los movimientos de derviche, describir varias veces experiencias muy parecidas a la mía.

Cuanto más veíamos y más nos dábamos cuenta de la complejidad y de la diversidad de los métodos de trabajo sobre sí, tanto más evidentes nos parecían las dificultades del camino. Comprendíamos que además de un saber vasto y de esfuerzos inmensos, había la necesidad imperiosa de una ayuda que ninguno de nosotros podía ni tenía derecho de esperar. Nos dábamos cuenta de que el solo hecho de tomar en serio el trabajo sobre sí era un fenómeno excepcional que exigía millares de condiciones favorables, interiores y exteriores. El hecho de comenzar el trabajo no daba ninguna garantía para el porvenir. Cada paso demandaba un esfuerzo, cada paso reclamaba una ayuda. La posibilidad de alcanzar cualquier cosa parecía tan ínfima en comparación con las dificultades, que muchos de los nuestros perdían todo deseo de hacer esfuerzos.

Cada uno debe pasar por eso, obligatoriamente, antes de poder comprender cuán inútil es pensar en la posibilidad o imposibilidad de grandes y lejanos logros; el hombre debe aprender a apreciar lo que adquiere hoy, sin pensar en lo que puede adquirir mañana.

Pero sin ninguna duda, la idea de un camino difícil y exclusivo era justa. Y ésta nos llevó más de una vez a plantearle a G. preguntas de este género:

—¿Es posible que haya alguna diferencia entre nosotros y aquellos que no tienen ninguna idea de esta enseñanza?

—¿Debemos comprender que fuera de los caminos, la gente está condenada a dar vueltas eternamente en un solo y mismo círculo, que no son otra cosa sino «alimento para la luna», que no hay para ellos ningún escape, ninguna posibilidad?

—¿Acaso es justo pensar que no hay ningún camino
fuera de los caminos?
y, ¿cómo es posible que algunos hombres, tal vez entre los mejores, no encuentren ningún camino, mientras que la posibilidad de encontrar uno se ofrece a otros hombres, débiles e insignificantes?

Volvíamos sin cesar a este problema. Anteriormente G. siempre había insistido sobre la imposibilidad de encontrar cualquier cosa
fuera de los caminos.
Sin embargo, un día empezó a hablarnos de manera bastante diferente:

—No hay nada, y no puede haber nada que distinga particularmente a los que toman contacto con «los caminos». En otros términos, nadie los escoge, ellos mismos se escogen, en parte por accidente, en parte porque tienen hambre. El que no está hambriento no puede ser ayudado por accidente. Pero quienquiera que sienta muy fuertemente este hambre puede ser llevado por accidente al punto de partida del camino, a pesar de las circunstancias desfavorables.

—Pero ¿qué decir de aquellos que han sido matados en esta guerra por ejemplo, o han muerto por enfermedad? preguntó alguien. ¿No hay entre ellos muchos que han podido tener este hambre? ¿Y de qué les ha servido entonces?

—Es totalmente diferente, dijo G. Esos hombres han caído bajo una ley general. No hablamos de ellos ni podemos hacerlo. Sólo podemos hablar de aquellos que, gracias a la suerte, al destino, o a su propia habilidad, escapan a la ley general, es decir, de aquellos que se mantienen fuera de la acción de toda ley general de destrucción. Por ejemplo, las estadísticas nos señalan que cada año en Moscú, cierto número de personas cae bajo los tranvías. Por grande que sea el hambre de un hombre, si se cae bajo un tranvía y si el tranvía lo aplasta, ya no podemos hablar de él desde el punto de vista del trabajo, desde el punto de vista de los «caminos». No podemos hablar sino de aquellos que están vivos y sólo mientras estén vivos. Los tranvías o la guerra es exactamente la misma cosa. Una simple cuestión de escala. Hablamos aquí de aquellos que no caen bajo los tranvías.

"Si un hombre tiene hambre, tiene la posibilidad de encontrar el comienzo del camino. Pero fuera del hambre, se necesitan otros «rollos». De otra manera no verán jamás el camino. Imagínense que un europeo culto, es decir un hombre que no sabe nada sobre la religión, encuentra la posibilidad de un camino religioso. No verá nada ni comprenderá nada. Para él eso será estupidez y superstición. Y sin embargo, puede que esté bien hambriento, aunque su hambre no se exprese sino por una búsqueda intelectual. Lo mismo es para un hombre que nunca ha oído hablar de los métodos de yoga, del desarrollo de la conciencia, etc.: si se encuentra en presencia de un camino yoga, todo lo que oirá estará muerto para él. Y el cuarto camino es aún más difícil. Para que un hombre pueda apreciarlo en su justo valor, tiene que haber pensado y sentido, tiene que haber estado decepcionado anteriormente por muchas cosas. Tiene que haber experimentado previamente los caminos del faquir, del monje, y del yogui, y si no, al menos haber tenido conocimiento de ellos, haber meditado sobre ellos y haberse convencido de que no son buenos para él. No tomen al pie de la letra lo que acabo de decir; este proceso mental puede ser ignorado por el hombre mismo, pero sus resultados deben estar en él y sólo ellos pueden ayudarlo a reconocer el cuarto camino. De otro modo puede estar muy cerca y no verlo.

"Pero es ciertamente falso decir que un hombre no tiene ninguna posibilidad si no entra en uno de estos caminos. Los «caminos» no son sino una ayuda; una ayuda dada a cada uno según su tipo.

"Claro está, que los «caminos», los caminos acelerados, los caminos de evolución personal e individual, al ser distintos de la evolución general, pueden precederla, pueden conducir a ella; pero en ningún caso se confunden con esta evolución.

"Que tenga lugar o no, la evolución general es otro asunto. Nos basta comprender que es posible, y que por consiguiente es posible la evolución para los hombres fuera de los «caminos». Para mayor precisión, diremos que hay dos «caminos». El primero lo llamaremos el «camino subjetivo». Engloba los cuatro caminos de los cuales hemos hablado. El otro, lo llamaremos «camino objetivo». Es el camino de los hombres en la vida. No deben tomar demasiado literalmente los términos «subjetivo» y «objetivo». Sólo expresan un aspecto. Me sirvo de ellos porque no hay otras palabras.

—¿Sería posible decir: camino «individual» y camino «general»? preguntó uno de nosotros.

—No, dijo G. Seria más impropio que «subjetivo» y «objetivo». El camino subjetivo no es individual en el sentido habitual de la palabra, pues este camino es un «camino de escuela». Desde este punto de vista, el «camino objetivo» es más individual, porque permite muchas más particularidades individuales. No, es preferible conservar estos términos: «subjetivo» y «objetivo». No son del todo satisfactorios, pero los emplearemos con reserva.

"Los que siguen el camino objetivo viven simplemente en la vida. Son aquellos a quienes llamamos buena gente. Para ellos no son necesarios los métodos o los sistemas particulares, se apoyan en las enseñanzas intelectuales y religiosas ordinarias, en la moral ordinaria, y viven según su conciencia. No hacen necesariamente mucho bien, pero tampoco hacen daño. Se trata a veces de personas totalmente simples y sin educación, pero que comprenden muy bien la vida, que tienen una evaluación justa de las cosas y un punto de vista justo. Y, claro está, se perfeccionan y evolucionan. Pero su camino puede ser muy largo y acarrear muchas repeticiones inútiles."

Desde hacía mucho tiempo deseaba que G. me precisara algo sobre la repetición, pero él siempre lo eludía. Esta vez, también hizo lo mismo. En lugar de responder a mi pregunta sobre este tema, continuó:

—Los que siguen el camino subjetivo, y sobre todo los que acaban de comenzar, a menudo se imaginan que los otros, es decir los que siguen el camino objetivo, no avanzan. Pero esto es un grave error. Un simple
obyvatel
a veces puede hacer en sí mismo tal trabajo que alcanzará a los otros aunque estos sean monjes o hasta yoguis.

"Obyvatel es una extraña palabra de la lengua rusa. Tiene el sentido corriente de «habitante» a secas. Se le utiliza también desdeñosa o irrisoriamente:
¡Obyvatel!
como si no pudiera haber nada peor. Pero los que hablan así no comprenden que el
obyvatel
es la médula sana y vigorosa de la vida. Y desde el punto de vista de la posibilidad de una evolución, un buen obyvatel tiene muchas más oportunidades que un «lunático» o que un «vagabundo». Luego explicaré tal vez lo que entiendo por estas dos palabras. Mientras tanto hablaremos del obyvatel.

"No quiero decir que todos los
obyvatels
siguen el camino objetivo. De ningún modo. Entre ellos, se pueden encontrar ladrones, bribones y locos. Pero son de otro tipo. Simplemente, quiero decir que el solo hecho de ser un buen
obyvatel
no es impedimento para el «camino». Además, existen diferentes tipos. Imagínense, por ejemplo, al
obyvatel
que vive como todo el mundo, que no sobresale en nada; es tal vez un buen patrón, que gana mucho dinero, tal vez hasta tacaño... Al mismo tiempo, sueña con una vida religiosa, sueña con dejar todo, un día u otro, y entrar en un monasterio. De veras, tales casos se presentan en Oriente, y hasta en la misma Rusia. Un hombre vive su vida de familia y trabaja, luego cuando sus hijos y sus nietos han crecido, lo deja todo y entra en un monasterio. Tal es el
obyvatel
del cual hablo. Tal vez ni siquiera entra en un monasterio, quizás no lo necesita. Su propia vida como
obyvatel
le puede servir de camino.

"Aquellos que piensan en los caminos, de un modo determinado, sobre todo aquellos que siguen los caminos intelectuales, a menudo miran desde lo alto al
obyvatel,
y en general desprecian sus virtudes. Pero así no hacen más que demostrar su propia falta de calificación para cualquier camino. Pues ningún camino puede comenzar en un nivel inferior al del
obyvatel
. A menudo se pierde de vista que muchas personas, incapaces de organizar sus propias vidas, y demasiado débiles para luchar por dominarlas, sueñan con caminos o con lo que ellos consideran caminos, porque se imaginan que eso será más cómodo que la vida, y que eso justifica, por así decirlo, su debilidad y su perpetua falta de adaptación. Desde el punto de vista del camino, el que es capaz de ser un buen
obyvatel
es ciertamente más útil que un «vagabundo» que se imagina ser superior. Llamó «vagabundos» a todos los miembros de la así llamada
«inteligentzia»
—artistas, poetas y todos los «bohemios» en general, que desprecian al
obyvatel
y que, al mismo tiempo, no serían capaces de existir sin él. Desde el punto de vista del trabajo, la capacidad de orientarse en la vida es una de las cualidades más útiles. Un buen
obyvatel
tiene la talla suficiente para mantener por lo menos a una veintena de personas con su propio trabajo. ¿Qué vale un hombre que no es capaz de hacer otro tanto?

—¿Qué significa exactamente
obyvatel?
preguntó alguien. ¿Se puede decir que un
obyvatel
es un buen ciudadano?

—¿Debe ser patriota un
obyvatel?
preguntó otro. En caso de guerra ¿qué actitud debe adoptar?

—Puede haber diferentes clases de guerras y diferentes clases de patriotas, dijo G. Ustedes siguen creyendo en las palabras. Un
obyvatel,
si es que es un buen
obyvatel,
no cree en las palabras. Se da cuenta cuántas quimeras se esconden detrás de ellas. Para él, los que ostentan a gritos su patriotismo son psicópatas y los trata como a tales.

—Y, ¿cómo considera un
obyvatel
a los pacifistas o a los que rehusan ir a la guerra?

—¡Exactamente como a lunáticos! Son quizás aun peores."

En otra ocasión, con referencia a la misma pregunta G. dijo:

—Muchas cosas permanecen incomprensibles porque ustedes no toman en cuenta el significado de algunas de las palabras más simples; por ejemplo, nunca han pensado en lo que quiere decir:
ser serio.
Traten ustedes mismos de responder a esta pregunta. ¿Qué significa: ser serio?

—Tener una actitud seria hacia las cosas, dijo alguien.

—Eso, justamente, es lo que todo el mundo piensa, dijo G.; en realidad, es exactamente a la inversa. Tener una actitud seria hacia las cosas no significa de ninguna manera ser serio, ya que toda la cuestión estriba en saber
hacia qué cosas.
Un gran número de personas tiene una actitud seria hacia cosas insignificantes. ¿Se puede decir que son personas serias? ¡Por supuesto que no!

"El error proviene de que el concepto «serio» es tomado en un sentido muy relativo. Lo que es serio para uno no lo es para otro, y viceversa. En realidad, lo serio es uno de esos conceptos que nunca se pueden tomar relativamente, bajo ninguna circunstancia. Hay una sola cosa que es seria para todo el mundo, todo el tiempo. El hombre puede más o menos darse cuenta de ello, pero eso no alterará en lo más mínimo la seriedad de las cosas.

"Si el hombre pudiera comprender todo el horror de la vida de las personas ordinarias que giran en un círculo de intereses y de metas insignificantes, si pudiera comprender lo que pierden, comprendería que no puede haber sino una sola cosa seria para él: escapar a la ley general, ser libre. ¿Qué puede ser serio para un hombre en prisión, condenado a muerte? Una sola cosa: cómo salvarse, cómo escapar. Nada más es serio.

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