Fragmentos de una enseñanza desconocida (77 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

No fue sino después de una gran lucha interior que tomé la decisión de dejar el trabajo con G. y de dejarlo a él mismo. Había basado demasiadas cosas en este trabajo para poder recomenzar fácilmente todo desde el principio. Pero no había nada más que hacer. Sin duda, no abandonaba nada de lo que había adquirido durante esos tres años. Sin embargo, tuvo que pasar todo un año antes de que pudiera ahondar en todo eso y descubrir cómo podría seguir trabajando en la misma dirección que G., conservando mi independencia.

Me fui a vivir a otra casa y volví a trabajar en el libro que había comenzado a escribir en San Petersburgo y que más tarde se publicaría bajo el título:
Un Nuevo Modelo del Universo.

En el "Hogar" las conferencias y las demostraciones continuaron todavía durante cierto tiempo, y luego se detuvieron.

Algunas veces me encontraba con G. en el parque o en la calle, otras, venía a mi casa. Pero yo evitaba ir al "Hogar".

En esta época, la situación al norte del Cáucaso comenzaba a empeorar. Estábamos aislados de la Rusia Central; ya no sabíamos nada de lo que pasaba allí.

Después de la primera incursión de los Cosacos en Essentuki, la situación se agravó aún más, y G. decidió salir de Mineralni Vodi. No dijo a dónde pensaba ir, y, en realidad, ¿qué cosa habría podido decir en tales circunstancias?

Los que ya habían salido de Mineralni Vodi habían tratado de llegar a Novorossiysk y yo suponía que G. también trataría de ir en esa dirección. Por mi parte también decidí salir de Essentuki. Pero no quería partir antes que él, ya que sobre esto tenía un extraño sentimiento. Quería esperar hasta el fin, hacer todo lo que dependiera de mí para luego no tener que reprocharme el haber dejado escapar una sola posibilidad. Me era muy difícil desechar la idea de trabajar con G.

A comienzos de agosto, G. partió de Essentuki. La mayoría de los que vivían en el "Hogar" lo acompañaron. Algunos habían partido antes. Alrededor de diez personas se quedaron en Essentuki.

Decidí irme a Novorossiysk. Pero las circunstancias se modificaron rápidamente. Una semana después de la partida de G., todas las comunicaciones quedaron cortadas, aun con las localidades más próximas. Los Cosacos multiplicaron sus incursiones sobre la línea del ferrocarril que conducía a Mineralni Vodi y donde estábamos comenzaron los pillajes de los bolcheviques, sus "requisiciones" y todo lo demás. En aquel entonces fueron masacrados los "rehenes" de Pyatigorsk, el general Russki, el general Radko-Dimitriev, el príncipe Urussov y muchos otros.

Debo confesar que me sentí bien tonto. A fin de continuar el trabajo con G. no había partido al extranjero cuando todavía era posible hacerlo, y ahora me encontraba separado de G. y cortado de todo por los bolcheviques.

Aquellos de nosotros que permanecimos en Essentuki tuvimos que vivir una época muy difícil. Para mí y para mi familia las cosas resultaron relativamente bien. Solamente dos de nosotros cuatro, contrajeron tifoidea. Ninguno murió. No fuimos víctimas de ningún robo. Nunca dejé de tener trabajo ni de ganar dinero, lo que no fue el caso para todo el mundo. En enero de 1919, fuimos liberados por los Cosacos del ejército Denikine. Pero no pude salir de Essentuki sino en el verano.

Las noticias que teníamos de G. se reducían a poca cosa. Había llegado por tren a Maikop, después de lo cual todos los que se le habían reunido, comenzaron a atravesar las montañas con él, con un itinerario muy interesante pero muy difícil, para llegar a pie al puerto de Sochi, que acababa de ser tomado por los Georgianos. Cargando todo su equipaje, en regiones sin caminos ni senderos, afrontando todos los peligros posibles, habían franqueado cuellos elevados donde aun los mismos cazadores no se aventuraban sino raras veces. Y necesitaron todo un mes para llegar al mar.

Pero el estado de ánimo ya no era el mismo. En Sochi la mayoría se separó de G., como yo lo había previsto. P. y Z. entre otros. Sólo cuatro personas se quedaron con él, entre los cuales el doctor Sh., que había pertenecido al primer grupo de San Petersburgo. Los otros sólo habían formado parte de los "grupos jóvenes".

En febrero, P., que se había establecido en Maikop luego de su ruptura con G., vino a Essentuki para reunirse con su madre y por él nos enteramos de todos los detalles de la caminata hacia Sochi. Los de Moscú habían partido hacia Kiev. G. con sus cuatro compañeros llegó a Tiflis. En la primavera, nos enteramos que él continuaba el trabajo con un nuevo equipo y una nueva orientación, basándolo principalmente en la música, las danzas y los ejercicios rítmicos.

Al final del invierno, habiendo mejorado un poco las condiciones de vida, empecé a revisar las notas y los diagramas que con permiso de G. había conservado desde San Petersburgo. El eneagrama me llamó particularmente la atención. Evidentemente la explicación del eneagrama había quedado incompleta, pero sentí por ciertos indicios que se podría continuar. Pronto vi que ante todo era necesario comprender el significado del "choque", aparentemente mal ubicado en el eneagrama, entre las notas
sol
y
la.
Recordando entonces comentarios que se habían hecho, presté atención a lo que decían las notas de Moscú sobre la influencia que tenían una sobre otra las tres octavas en el "diagrama de nutrición". Dibujé el eneagrama como se nos había mostrado y vi que representaba hasta un punto dado el "diagrama de nutrición" (fig. 59).

El punto 3, o el intervalo
mi-fa,
era el sitio donde intervenía el "choque" dado por el
do
192 de la segunda octava. Al agregar el comienzo de esta octava al eneagrama, vi que el intervalo
mi-fa
de la segunda octava coincidía con el punto 6, y el "choque" de este intervalo aparecía bajo la forma de
do
48 de la tercera octava, que comenzaba en este punto. El dibujo completo de las octavas resultó como sigue:

Esto significaba que el lugar del "choque" no estaba mal situado en absoluto. El punto 6 designaba la entrada del "choque" en la segunda octava y el "choque" era el
do
que comenzaba la tercera octava. Las tres octavas llegaban todas a H 12. En una, era
si
12, en la segunda
sol
12, y en la tercera
mi
12. La segunda octava que terminaba en
sol
12 en el eneagrama, hubiera debido continuar. Pero
si
12 y
mi
12 exigían un "choque adicional". En esa época reflexioné mucho sobre la naturaleza de estos "choques", pero hablaré de ellos más tarde.

Sentía toda la riqueza del contenido del eneagrama. Los puntos 1, 2, 4, 5, 7, 8 representaban, según el "diagrama de nutrición", diferentes "sistemas" del organismo. 1 = el sistema digestivo; 2 = el sistema respiratorio; 4 = la circulación de la sangre; 5 = el cerebro; 7 = la médula espinal; 8 = el sistema simpático y los órganos sexuales. De esto deducía que la dirección de las líneas interiores 1 4 2 8 5 7 1, o sea el resultado de la división del 1 entre 7, indicaba la dirección de la corriente sanguínea o la distribución de la sangre arterial en el organismo, luego su regreso bajo la forma de sangre venosa. Era particularmente interesante notar que el
punto de regreso
no era el corazón, sino el sistema digestivo, lo que en realidad es así, ya que la sangre venosa se mezcla primeramente con los productos de la digestión; luego va hacia la aurícula derecha, a través del ventrículo derecho, luego hacia el pulmón con el fin de absorber el oxígeno, y de allí pasa a la aurícula izquierda; después de lo cual, por la aorta, pasa al sistema arterial.

El examen ulterior del eneagrama me mostró que los
siete puntos
podían representar los
siete planetas
del antiguo mundo; en otros términos, el eneagrama podía ser un símbolo astronómico. Y tomando los planetas en el orden de los días de la semana, obtuve la figura 61.

No traté de continuar, pues no tenía a manos los libros necesarios, y me faltaba tiempo.

Los "acontecimientos" no permitían las especulaciones filosóficas. Había que vivir, es decir buscar simplemente donde podía uno alojarse y trabajar. La revolución, con todo lo que la acompañaba, suscitaba en mí una profunda repugnancia física. Pero a pesar de mi simpatía por los "blancos", no podía creer en su éxito. Los bolcheviques multiplicaban promesas que ni ellos mismos, ni nadie, hubieran podido cumplir. Allí radicaba su fuerza. En este plan, eran invencibles. Agréguese que Alemania los apoyaba, viendo en ellos una posibilidad de desquite para el porvenir. El "ejército voluntario" que nos había liberado de los bolcheviques podía combatirlos y vencerlos. Pero no sabía administrar los territorios que liberaba. En este dominio sus jefes no tenían ni programa, ni conocimiento, ni experiencia. Naturalmente, no se les podía pedir tal cosa. Pero los hechos son los hechos. La situación era muy inestable, y la ola que continuaba reventando sobre Moscú podía también retirarse un día cercano.

Había que salir al extranjero. Yo me había fijado Londres como objetivo final. Primero, porque allí conocía más gente, luego porque pensaba que mis ideas tendrían mas eco entre los ingleses que en cualquier otra parte. Además, cuando estuve en Londres, antes de ir a la India y luego a mi regreso al principio de la guerra, había decidido que allí sería donde escribiría y publicaría el libro comenzado en 1911 bajo el título
La Sabiduría de los Dioses
y que luego debía aparecer bajo el de
Un Nuevo Modelo del Universo.
De manera general, este libro, en el cual yo tocaba cuestiones de religión, y en particular los métodos de estudio del Nuevo Testamento, no se hubiera podido publicar en Rusia.

Así, decidí partir hacia Londres, y tratar de organizar conferencias y grupos análogos a los de San Petersburgo. Pero no debía lograr mi objetivo sino tres años y medio más tarde.

Fue en junio de 1919 cuando llegué finalmente a salir de Essentuki. En esa época, la calma había vuelto y la vida había retomado un curso relativamente normal. Pero esta calma no me inspiraba ninguna confianza. Había que partir para el extranjero. Primero llegué a Rostov, luego a Ekaterinodar y Novorossiysk, y por fin volví a Ekaterinodar. En esa época esta ciudad era la capital de Rusia. Encontré allí varios miembros de nuestros grupos que habían salido de Essentuki antes que yo, y algunos de mis amigos de San Petersburgo. Recuerdo una conversación con uno de ellos.

Cuando hablamos de la enseñanza de G. y del trabajo sobre sí, me preguntó si le podía decir qué resultados prácticos había obtenido yo.

Recordando todo lo que había vivido el año precedente, particularmente después de la partida de G., le dije que había adquirido una
extraña confianza,
que no podía definir con una palabra, pero que se la iba a describir.

—No es una confianza en sí mismo en el sentido corriente de la palabra, le dije. Todo lo contrario. Es más bien una confianza, o una certidumbre, de la perfecta insignificancia de mi
yo
ordinario; hablo de ese «yo» que conocemos habitualmente. Sí, si me debiera pasar algo terrible, como a tantos de mis amigos el año pasado, entonces
no sería ese yo ordinario, sino otro
, el que estaría a la altura de la situación. G. me preguntaba hace dos años si no había sentido dentro de mí mismo la presencia de un nuevo «yo», y tuve que responderle que no había sentido ningún cambio. Ahora, hablaría de otra manera. Y puedo explicarle a usted cómo se produjo este cambio. No fue de golpe, y no es un cambio que abarca todos los momentos de mi vida. Mi vida sigue su curso ordinario, con todos los pequeños «yoes» ordinarios y estúpidos, excepto tal vez algunos que ya se me han vuelto insoportables. Pero si algún grave acontecimiento exigiese la tensión de todo mi ser, entonces, lo sé, podía enfrentarlo no ya con ese pequeño «yo» ordinario que le habla ahora, y que puede ser intimidado —sino con otro, un gran Yo, al que nada puede asustar, y que estaría a la altura de todo lo que viniera. No puedo darle una mejor descripción. Pero para mí, es un hecho. Y este hecho está nítidamente conectado con mi trabajo. Usted conoce mi vida, y sabe que yo no era hombre que se dejase preocupar por lo que atemoriza a la gente interior y exteriormente. Pero ahora se trata de un estado diferente que tiene un gusto totalmente distinto. Por eso sé que esta nueva confianza no es el fruto de mi experiencia de la vida. Es el resultado de este trabajo sobre mí, que comencé hace cuatro años."

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