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Authors: Pamela Sargent

Tags: #Histórico

Gengis Kan, el soberano del cielo (23 page)

Chilagun lo ayudó a sentarse en un cojín.

—Mis brazos —dijo Temujin moviendo los hombros—. Es como si los atravesasen mil agujas.

Khadagan le acercó la bandeja con cuajada y Temujin comió con avidez.

—Siempre recordaré lo que habéis hecho por mí.

—Tus próximos guardianes no serán tan compasivos como mis hijos —dijo Sorkhan-shira—, así que este pequeño sorbo de libertad sólo hará que luego lamentes aún más tu cautiverio. —Hizo una pausa—. Targhutai Kiriltugh te trataría mejor si depusieras tus reclamos.

—No puedo hacerlo.

Sorkhan-shira se frotó el mentón; Khadagan vio una chispa de admiración en los ojos de su padre. Terminaron de comer en silencio.

—Lamento que no haya más —dijo Khadagan.

—Mañana comeremos mucho —dijo Chilagun—, en el banquete.

Khadagan meneó la cabeza, deseando que su hermano no lo hubiera mencionado. No era probable que los Taychiut compartieran con su cautivo el banquete de celebración de la primera luna llena del verano. Tal vez dejaran a Temujin al cuidado de su padre; si era así, ella encontraría la manera de traerle un poco de comida.

Sorkhan-shira salió. Khagar recogió las fuentes y los jarros vacíos y fue hacia el fogón. Temujin se puso de pie, se estiró y después dijo:

—Gracias, Khadagan.

—No tienes por qué agradecerme.

—Tus palabras instaron a tu padre a liberarme.

Tal vez Temujin pudiese escapar, pensó la muchacha. No mientras sus hermanos lo vigilaran, sino en otra ocasión. Si sobrevivía, sin duda ganaría seguidores y volvería algún día para desafiar a Targhutai. Posiblemente entonces recordara su amabilidad, y tal vez la cortejara.

—Dormiré sin el "kang" —dijo Temujin. Luego murmuró algo que ella no entendió, y después dirigiéndose a Chimbai, dijo—: Ya eres casi un hombre, ¿no?

El muchacho gruñó.

—Cumpliré dieciséis esta primavera. Padre dice que me buscará una esposa después de la fiesta del verano. Conoce a un Noyan Khong-khotat con hijas en edad de casarse. Yo las conocí cuando eran niñas, y no las recuerdo bien, pero mi padre dice que ahora son muy bellas.

—Debería buscarse una esposa para él —dijo Chilagun.

—Tal vez lo haga —respondió Chimbai—. El hombre tiene tres hijas, y últimamente padre ha empezado a sonreírles a las jóvenes. Los dos volveríamos con esposas, y tú podrías cortejar a la hermana menor. Entonces padre podría ocuparse de prometer a Khadagan.

—Khadagan tendrá pretendientes —dijo Temujin—. Ya realiza las tareas propias de una mujer, y su rostro es muy bello.

—Nuestra hermana es una buena muchacha —dijo Chimbai—. Es lista y hace todas las tareas sin quejarse, pero ni siquiera yo diría que es bella. Tendrá que conseguir un hombre que pueda pasar eso por alto y valorarla por otras cosas.

Ella sintió dolor. Su hermano siempre había sido sincero, lo cual era mejor que ser un mentiroso y adulador, pero deseó que al menos esta vez hubiera atemperado un poco su honestidad.

—Es probable que no hayas visto bien a tu hermana —dijo Temujin—. Cuando unos niños me atormentaban, ella me defendió, y yo vi belleza en su rostro.

El perro aulló; los muchachos sabían que eso significaba que alguien se acercaba. Khadagan entró y encontró a sus hermanos riéndose.

—Tienes un admirador, Khadagan —dijo Chimbai—. El cautiverio ha hecho que Temujin perdiera el seso. Estaba diciendo que eres bella.

—No quiero escucharlo. —Se alejó furiosa hacia el fogón, donde Khagar estaba alimentando el fuego. Temujin sabía que la muchacha había estado escuchando, por eso había dicho esas cosas de ella. Estaba bastante desesperado como para intentar cualquier cosa con la esperanza de escapar; sólo quería encontrar la manera de utilizarla para sus fines.

—Chimbai, debes custodiar la entrada —dijo Khadagan. Luego, dirigiéndose a Chilagun, agregó—: Y tú deberías estar durmiendo.

—Por fin tienes un pretendiente —dijo Chilagun.

—Tal vez no debería haber hablado —dijo Temujin—. Jamás imaginé que quienes me han tratado tan bien pudieran usar mis palabras para herir a su hermana.

Los muchachos agacharon la cabeza; al menos demostraban estar avergonzados.

—Le contaba —dijo Chimbai—, que mañana, después de la fiesta, partiré con nuestro padre a buscar una esposa para mí.

—Aunque él lo olvide, espero que seas capaz de conseguirte una. Las cosas serían más sencillas para Khagar y para mí si tuvieras tu propia tienda y una esposa que te atendiese.

Chimbai la miró y esbozó una sonrisa.

—Me regañas como una abuela.

—Recuerdo que mi padre me acompañó a buscar una esposa para mí —dijo Temujin—. Eso fue antes de que él muriera. Mi prometida es una Onggirat, y supe que sería mi esposa en el momento mismo en que la vi. Pasé unos pocos días con su familia, hasta que uno de los hombres de mi padre vino a decirme que él agonizaba. Tuve que marcharme. Ella prometió que me esperaría.

Khadagan se alejó, conmovida por la añoranza que percibía en su voz y también por sus propios celos. Empezó a estirar las mantas sobre las camas. Todos sabían que las Onggirat eran muy bellas, y probablemente la prometida de él también lo fuera.

—¿Cuántos años tendrá ahora? —preguntó Chilagun.

—Catorce.

—Entonces tal vez ya esté calentando la cama de algún otro —dijo Chimbai.

Khadagan los miró. Vio el dolor en los ojos de Temujin antes de que el muchacho bajara la cabeza, y de repente se enfadó con Chimbai. Temujin tenía pocas esperanzas; su hermano podría haberle dejado el consuelo de soñar con esa muchacha.

—Estoy segura de que cumplirá su promesa —dijo Khadagan, y se alisó la túnica—. Ahora deja descansar a Temujin.

Chimbai se puso de pie.

—Usa mi cama, Temujin. Montaré guardia en la entrada, así que no intentes escapar. Chilagun, te despertaré cuando me sienta cansado.

Temujin se tambaleó hasta la cama de Chimbai y se desplomó sobre ella. Cuando los demás se acostaron, el cautivo ya respiraba profunda y regularmente.

Khadagan no se compadecería demasiado del joven prisionero ni se dejaría llevar por la imaginación. No significaba nada para ella, que sólo le había ofrecido la misma actitud compasiva que merecía un perro o un caballo maltratado.

33.

Dos hombres vinieron en busca de Temujin antes del amanecer. Sorkhan-shira los recibió fuera mientras Chimbai y Chilagun volvían a uncirlo al yugo a toda prisa. Antes de que los hombres se lo llevaran, Temujin miró a Khadagan y le sonrió.

La fiesta de celebración del decimosexto día de la primera luna del verano comenzaría esa mañana. Sorkhan-shira y sus hijos fueron con los otros hombres a realizar el sacrificio. Khadagan siguió a Khagar al espacio libre junto a la ribera para ayudar a las mujeres y las jóvenes a preparar la comida. Cerca del mediodía, los gordos corderos estaban asándose en espetones y los hombres ya habían regresado para el banquete.

Se levantó un pabellón de fieltro sostenido sobre postes para Targhutai; el jefe se sentó bajo él con sus tres esposas, sus hijos, su hermano Todogen Girte y varios de sus hombres. Khadagan buscó entre la multitud pero no vio a Temujin. Su padre se arrodilló ante Targhutai, extendió un pañuelo para que el jefe lo tocara y después llevó a sus hermanos y a unos pocos camaradas hacia los asadores.

Sorkhan-shira y sus hombres muy pronto empezaron a relatarse historias de hechos pasados. Las mujeres y las jóvenes chismorreaban, comían y bebían. Sorkhan-shira abrió los brazos mientras contaba una batalla pasada; Chilagun cortejaba a una muchacha Taychiut.

Dos muchachos Taychiut se acercaron a presentar sus respetos a los Suldu, y se sentaron enfrente de Khadagan y Chagan. Los hombres cantaron canciones y bailaron, girando y golpeando con los pies antes de caer pesadamente a tierra. Varios niños corrían por la ribera; tres muchachos fueron empujados al Onon y emergieron empapados y maldiciendo. Las mujeres mayores murmuraron que nunca habían disfrutado de una fiesta tan hermosa.

—El prisionero debe de sentirse infeliz —dijo un muchacho Taychiut—, por no poder unirse a la fiesta.—Se rio.

Chadagan parpadeó.

—Khagan siente pena por él —dijo.

—No —dijo Khadagan—. Los soldados de Targhutai deberían haberlo matado. No sé por qué no lo hicieron. —"Es mejor que todos vosotros", pensó, después miró con furia a los muchachos y dijo—: Deberíais estar comiendo con vuestras familias.

—Qué descortés eres —le reprochó Chagan en un murmullo—. Tu padre les dijo que podían quedarse.

Khadagan se puso de pie y subió hacia el bosquecillo; el "airagh" le provocaba ardor en la vejiga. Targhutai aplaudía y cantaba mientras uno de sus hombres tañía un violín de una cuerda; algunos de los jóvenes estaban luchando. La joven encontró un lugar fresco y oscuro bajo los árboles y se bajó los pantalones. A los otros nada les importaba el muchacho que estaría oyendo el bullicio y la alegría que él no podía compartir. Se le ocurrió escabullirse y llevarle un poco de comida, pero el guardián de Temujin se quedaría con todo lo que le llevara.

Khadagan salió del bosquecillo, saltó por encima de un hombre que se había desmayado y volvió adonde estaba sentado su padre. Su preocupación por Temujin le había arruinado la fiesta. Se sentó cerca de su tía, prometiéndose no pensar más en el muchacho.

Cuando el sol empezó a caer hacia el oeste, Khadagan supo que la fiesta terminaría pronto. Muchos hombres, y algunas mujeres, estaban vomitando junto a los árboles; otros eran trasladados a los "yurt". Los que tenían sus tiendas en los extremos del campamento se tambaleaban hasta la soga a la que estaban atados los caballos. Finalmente, Sorkhan-shira se limpió las manos en su abrigo, se puso de pie y llamó a sus hijos con un gesto. Todos lo siguieron hasta el "yurt". Sorkhan-shira entró, se tambaleó hasta su cama, se sentó soltando un gruñido y después miró a Chimbai .

—Hijo —le dijo—, es tiempo de que visitemos a mi amigo Khongkhotat para cortejar a sus hijas. Partiremos en unos días y conseguirás tu prometida antes del festival "obo". En realidad, es tiempo de que los dos busquemos esposa, y tal vez algún joven vuelva con nosotros para cortejar a tu hermana.

Khadagan se acercó a la cama de Khagar. La anciana yacía boca abajo, aparentemente muerta para el mundo; Khadagan le quitó suavemente las botas.

—Ven aquí, muchacha. —Sorkhan-shira la llamó con un gesto; ella se acercó a su cama—. Tú deberías estar prometida, y yo me he descuidado.

—Todavia hay tiempo —dijo ella—. Soy joven. Tal vez un Taychiut me pida… entonces podría quedarme cerca de ti.

Su padre inclinó la cabeza

—Confieso que no lo esperaba, pero me parece que serás bonita.

Chilagun se rio mientras le quitaba las botas a su padre.

—Padre —dijo Khadagan—, estás borracho.

Sorkhan-shira se acostó. Khadagan alimentó el fuego y puso un jarro cerca de la cama de su padre, pues sabía que despertaría con dolor de cabeza y la garganta seca; entonces necesitaría más "kumiss".

—Khadagan Ghoa —le susurró Chilagun cuando ella pasó junto a su cama—. Khadagan la Bella.

—Duerme la borrachera, Chilagun —dijo Chimbai mientras se desplomaba sobre su cama—. Deja descansar a nuestra bella hermana.

Khadagan se acostó. El cielo era claro a través de la salida de humo; la primera luna llena del verano iluminaba los cielos. Su padre la había elogiado otras veces, pero sólo por lo bien que cocinaba o tejía, nunca por su apariencia física. Temujin había dicho que era bella. Palabras necias, pronunciadas por un borracho y un muchacho desesperado.

Se durmió. "¡Sorkhan-shira!", gritaba un hombre. Khadagan se puso tensa en su cama, después se sentó.

—¡Sorkhan-shira! —gritó una voz.

Otras voces gritaban a lo lejos. Se levantó y corrió hacia la entrada; otros hombres se reunían junto a la ribera.

—¿Qué ocurre? —preguntó la joven.

—Despierta a tu padre. El hijo de Yesugei ha escapado.

Su corazón dio un salto.

—¿Cómo fue?

—Golpeó a su guardián con el "kang" y lo desmayó. El muchacho ha desaparecido. No te quedes ahí parada, muchacha… despierta a tu padre.

Khadagan esperaba junto al fogón. Sorkhan-shira, devuelto a la sobriedad por la noticia, había salido para unirse a la búsqueda. Antes de volver a sus casas sus hermanos habían murmurado algo acerca de la audacia de Temujin. Ella no podía dormir, tenía miedo de mirar lo que ocurría fuera, donde los hombres estarían desplegándose para explorar el terreno boscoso que rodeaba el campamento. La luna llena hacía que fuese muy fácil hallar al muchacho en terreno abierto, así que todos esperaban que se hubiera ocultado entre los árboles.

Permaneció sentada hasta que escuchó pasos fuera. Su padre apareció repentinamente en la entrada.

—Deberías estar durmiendo —masculló cuando pasó junto a ella.

—¿Lo encontrasteis?

—No.

Su corazón dio un salto. Siguió a su padre a la cama.

—Pero todavía no está a salvo —continuó Sorkhan-shira—. Volveremos a buscarlo a la luz del día. —Exhaló un suspiro mientras se sentaba, con expresión preocupada—. Ojalá haya encontrado el camino que lo conduzca hasta su familia.

—¿Uncido al yugo, y sin un caballo?

—No está en nuestra mano…

—Pero cuando lo encuentren…

—Calla —le dijo él suavemente—, despertarás a los demás.

—¿Qué le harán? —Tenía un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar—. No pueden…

—Cálmate, Khadagan. —La abrazó y la atrajo hacia él—. Yo también sufro la maldición de compadecerme de él. —Hablaba en voz muy baja—. Fue lo bastante listo para esconderse en el río y no entre los árboles… debe de haber sabido que los hombres lo buscarían primero en el bosque. Lo vi oculto en el Onon.

Khadagan ahogó su alegría.

—Un rostro, apenas sobresaliendo del agua —susurró Sorkhan-shira—, y usaba el "kang" como flotador. Le dije que esperara allí. Nadie más lo vio. Me uní a los otros, después volví y le dije que se quedara sumergido hasta que todos regresáramos a nuestras tiendas. Finalmente convencí a Targhutai de que el muchacho no podría ir muy lejos y que tendríamos mejor suerte buscándolo durante el día. —Sus dedos la apretaron con fuerza—. Y sólo te digo esto para consolarte. Sabes lo que me ocurrirá si alguien más se enterase de lo que he hecho. —Cogió el jarro que estaba cerca de su cama, susurró una plegaria y bebió—. Soy un tonto al arriesgarme tanto por él. Le dije que si lo atrapaban no contase nada. Espero que sea suficientemente valiente para contener su lengua. Hice lo que pude, pero tal vez todos lo lamentemos.

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