—¡Socorro! ¿Hay alguien ahí?
—Estoy aquí.
Maria abrió, y Signe, que se encontraba apoyada sobre la puerta, salió disparada contra ella empuñando en su mano un cuchillo de trinchar. Fue tan inesperado… Debería haberse dado por vencida. Su mirada parecía furiosa y salvaje. Maria la esquivó, pero el cuchillo le rozó la mejilla, muy cerca del ojo. Signe alzó la mano en un nuevo intento. Maria agarró entonces su mano en el aire y la sujetó. El brazo de la anciana poseía una fuerza insospechada. Maria la miró a los ojos y en ese momento cada una supo lo que pensaba la otra.
—Todo ha terminado, Signe —dijo Maria, obligándola a soltar el cuchillo.
Cuando la anciana comprendió que no serviría de nada oponer resistencia, se derrumbó en una silla de la cocina y hundió la cabeza entre los brazos, apoyados encima de la mesa. Su cuerpo temblaba. Su grito lastimero retumbaba todavía en los oídos de Maria.
—¿Por qué lo hizo? —preguntó Maria, aunque ya sabía la respuesta.
Signe levantó la cabeza. Sus ojos rebosaban odio.
—¿Sabe lo terrible que es estar vieja y enferma?
El interrogatorio continuó al día siguiente en la comisaría. Signe pasó suavemente las yemas de sus dedos sobre el rubio y largo pelo de Maria.
—Tan hermosa, joven y amada. Tan adorable… ¿Ha pensado alguna vez lo que significa ser vieja y odiada… incluso repugnante?
—¿Así se siente? —preguntó Maria a la espera de que continuase.
—Después de todo lo que hice por Ingrid… Nunca pensé que me traicionaría de esa manera. Creí que cuidaría de mí como yo cuidé de ella.
—Era una mujer adulta. Tenía derecho a una vida propia, pero usted no opinaba lo mismo.
La imagen de los niños sacrificados en el
Thing
apareció en la mente de Maria, niños utilizados para aplacar a los dioses. De igual modo, Signe había sacrificado a Ingrid para aplacar el tiempo y disfrutar de una mejor vejez.
—No tenía intención de que muriera. Simplemente, me decepcionó tanto… Me enfureció que se burlara de mí. Nunca le había oído decir cosas tan terribles. Puso en duda mi amor por ella. Afirmaba que había destruido su vida. Le dije que siempre me había portado bien con ella, mejor de lo que merecía. Entonces sacó su puto móvil… —dijo Signe, sorprendida por su propio exabrupto. No era habitual oírle expresarse en esos términos—. Sacó su puto móvil y reprodujo cosas que yo había dicho. Se lo arrebaté y salí al jardín para arrojarlo al estanque. Ella me siguió y trató de quitármelo. Entonces le golpeé con la barra de hierro, como cuando era pequeña.
—¿En la Casa de los Monjes?
—Fuera. La cargué en la bicicleta y la llevé hasta la casa de piedra. Para que nadie viera… Yo no quería que muriera. Me enfadó y me decepcionó tanto… No podía tratarme de esa manera. Pretendía abandonarme cuando más la necesitaba.
—Más tarde, ese mismo día, Mirja le hizo una propuesta, ¿no es cierto? Firmó un contrato con su casa como garantía a cambio de poder vivir el resto de sus días una vida de lujo en la residencia para mayores de Björkóbrunn. —Signe se disponía a protestar pero Maria la cortó—. He confirmado ese dato. Entonces Frida comenzó a excavar y puso en peligro todo el proyecto. Bastaba con callar a Frida Norrby para poder asegurarse una plácida vejez. ¿No fue así?
—No quiero pasar las horas como un bulto en un centro geriátrico donde el personal se halle sometido a la máxima presión. Estoy segura de que hacen lo que pueden, pero tan pocas personas no alcanzan para tanto. ¿Le gustaría que le dieran de comer deprisa y corriendo, que la lavaran la número catorce de quince, pasarse todo el día sentada y que luego la acostaran rapidito? Quiero que alguien dedique tiempo a hablar conmigo, quiero poder salir y ver el mar todos los días. Quiero sentarme a una mesa elegantemente dispuesta y beber vino en una copa de cristal, aunque sea con una pajita. Quiero vivir hasta que mi vida se acabe. Bastaba con silenciar lo de la búsqueda de ese obispo para que las cosas se arreglaran. Mirja no tuvo nada que ver, no sabía nada. Fui yo la que me encargué de callar a Camilla.
—¿En qué pensó cuándo la encerró en la sauna? ¿Acaso la vida de ella valía menos que la suya?
—Iba por ahí propagando peligrosos rumores. Cada uno arrima el ascua a su sardina. Yo no la conocía. Una muchachita impertinente e ignorante… Tenía asma; se le oía de lejos. Recorté las cuñas metálicas y me las llevé a los baños junto con un martillo. Fue de lo más sencillo. Probablemente se quedó dormida. No creo que sufriera demasiado. Todo fue bastante rápido; comparada con todos esos que se pasan años en los centros geriátricos públicos, fue una muerte de ensueño.
—Ahí se equivoca completamente —dijo Maria, sentía que la ira emergía de debajo de su piel y le pinchaba los dedos—. Se asfixió lentamente envuelta en ese calor. ¿Me ha oído bien, Signe?
Signe hizo un gesto con la mano, como si apartara un olor desagradable.
—Lo de Frida, aunque la odiara por lo que me había arrebatado, fue peor. Prender fuego a su casa me resultó más penoso. Nos conocíamos tan bien… Nos detestábamos pero nos respetábamos mutuamente, no sé si me comprende… —añadió Signe con una risa seca—. Pensaba que ella estaba dentro cuando lo del incendio. Debía haber estado —prosiguió con una risa áspera y hueca, a oídos de Maria aún más estremecedora que sus lamentos—. ¿Qué va a ser de mí ahora? —preguntó Signe.
Maria apretó las mandíbulas antes de responder.
—Eso no depende de mí —dijo. «Y tienes suerte de ello, Signe Nilsson», agregó para sus adentros.
Maria apagó la grabadora y abandonó la habitación. Necesitaba aire.
Los días siguientes estuvieron repletos de labores administrativas y de un intenso acoso mediático. Maria se entregó a su trabajo, pero en cuanto perdía un poco la concentración, su mente estaba con Per. Una inquietud constante que se acrecentaba cuando no la dejaban verlo. A través de la prensa y la televisión pudo seguir el debate sobre Birka. Algunos trataban de restar importancia al hallazgo del obispo Unni, consideraban que nada había cambiado realmente. Birka fue una ciudad muy antigua con un millar de habitantes, y el papel de Gocia nunca se había puesto en tela de juicio; simplemente había pasado a un segundo plano. Una isla poderosa en la que vivían veinte mil vikingos acaudalados, aunque sin clase alta, que desarrollaron una forma temprana de democracia. Aquí se halló el mayor tesoro de plata de la época vikinga, y constantemente aparecían nuevas pruebas de la actividad comercial que mantenían con todo el mundo entonces conocido, así como de la superioridad de la isla en tanto que metrópoli comercial. ¿No era eso suficiente?
Sin embargo, los arqueólogos consideraban que el descubrimiento de la tumba del obispo obligaba a reinterpretar la historia de Suecia, evidencia de que el poder reescribe su historia a posteriori en función de sus fines políticos. Gocia no era sueca cuando se escribió la historia, por lo que resultaba más conveniente situar el puesto comercial dentro de los límites del país, concretamente en Björkó, que en Gocia.
En lo que a Mirja Fredlund respectaba, el hallazgo supuso una catástrofe económica. La Dirección del Patrimonio Nacional revisó sus planes y dictaminó que no se habían elaborado correctamente, por lo que retiró su derecho de contrata. Financiadores y patrocinadores abandonaron el proyecto. El personal asistencial fue liberado de sus contratos, y Maria leyó en el diario de la mañana que el médico experto en depresiones graves tomaría inmediatamente posesión de una cátedra en el Instituto Universitario Karolinska. Se lanzó entonces al teléfono para llamar a Rebecka, que no tardó en contestar.
—Lo sé. Me enteré ayer y ya he hablado con mi colega de psiquiatría. Murman va a atender a pacientes y voy a hacer todo lo posible para meter a Per en esa lista de espera. Acabo de contarle la buena noticia y él ha preguntado por ti. Me ha dicho que quería que vinieras. ¿Tienes tiempo? —¡Todo el tiempo de mi vida!
Visby, junio de 2009
Querido Joakim:
Hoy he estado en la tele y también han venido un montón de periodistas. ¿Quién iba a decir que ese obispo era tan importante? Hablan de nuestro hallazgo como de un fenómeno mundial. Los expertos han descifrado la inscripción en latín y decía lo siguiente: «Aquí descansa el obispo Unni, en el templo de Ansgar en Birka, que el pueblo dejó en pie. Una eminencia de la Iglesia humildemente sepultada en una sencilla capilla. Que Dios lo acoja en su seno». Con ayuda del método del carbono 14 se ha podido confirmar que el cuerpo que encontramos realmente era el suyo, aunque parece que no va a haber recompensa por ello. El único premio que me han concedido es dejarme salir del departamento psicogeriátrico donde iban a hacerme unas pruebas. Ahora ya tengo documentos que confirman que estoy cuerda. No son muchos los que pueden presumir de eso… Signe sigue aquí, y todo apunta a que no la van a soltar. He oído por ahí que estaban debatiendo acerca de si sufría daños cerebrales y una alteración de la personalidad debidos a una intoxicación por plata. ¡Tonterías! En mi opinión, se está haciendo la lela para librarse de la cárcel. El egoísmo es una enfermedad difícil de curar. Tenerla en ese centro geriátrico va a resultar una pesadilla. Pobres muchachas, lo que las va a torturar y a amenazar con denuncias ante las autoridades sociales si no acceden a sus peticiones…
Por cierto, la comida no era nada del otro mundo. Cuando me cuentes todas las cosas ricas que puedes comer en la cárcel me va a dar una envidia que no veas. En el hospital nos servían puré de patatas de sobre y salchichas. Una birria cuando una está acostumbrada a arenque frito y puré de patatas casero con mantequilla y nata fresca. Además, eran cicateros con los postres. Cuando vengas a casa te invitaré a peras al jengibre.
Ahora estoy remendando los feos agujeros que hiciste en las toallas cuando se les cayeron las presillas. Joakim, ¡eso no se hace! También tengo intención de ponerte unas cortinas decentes.
¡Cuídate, muchacho!
Tu Frida
PD, Tu padre pasa por aquí de vez en cuando y pregunta por ti.
Centro Penitenciario de Svartsjo, junio de 2009
¿Qué tal, Frida?
Qué detallazo cuidar mi apartamento mientras estoy de vacaciones. Si me porto bien, estaré fuera dentro de seis meses. De lo contrario, nueve. Me he propuesto ser un muchachito aplicado y sacarme el título de primaria, pero solo para que dejes de darme la tabarra. ¿Contenta? Aquí puedes elegir entre empollar o estar en el establo… Como sabes, ya he tenido más que suficiente de vacas y establos. Aparte de eso, voy a hacer un curso mariquita para aprender a manejar mi rabia. Lo llaman «charlas de prevención de la delincuencia». No se te ocurra decir ni pío a nadie sobre eso. Necesito que me respeten. Cuando vuelva a casa te invitaré a cenar en el McDonald's y podrás elegir el menú que te dé la gana. Te lo mereces. Oye, que es broma. Será en Hamnplan 5.
Un abrazo, Joakim
PD. ¡Ah! Odio las cortinas de ganchillo. ¿No hay otra cosa útil a la que te puedas dedicar? Por ejemplo, venir a visitarme en enero. Los fines de semana el horario de visita es de 13.00 a 16.30. Y si no hay más remedio que traerse a mi padre, que venga, pero solo para evitar que viajes sola en el transporte público.
En primer lugar, a mi padre, el gran contador de historias.
También quisiera dar las gracias a las personas siguientes:
A Bengt y Marie Persson, Anneli Nilsson, Elinor Bogges e ínger Klintlof por sus valiosas opiniones en lo concerniente al ámbito policial, la lógica narrativa y la corrección.
Al arqueólogo Peter Fagerlund, por sus interesantes teorías sobre la Roma del siglo X.
A Rolf K. Nilsson, por sus estupendos consejos.
A los arqueólogos Kennet Jonsson y Majvor Ostergren, por los tesoros de plata de Gocia y los hallazgos en el Kungsgard de Roma.
A Anne-Marie Brattstróm, por haber sido mi caja de resonancia durante nuestros numerosos y largos paseos, así como una crítica implacable.
A Helena Wahlstedt, por haber leído el libro y aportado sugerencias de las que no he querido prescindir.
A Per Strom. Gracias por tus detalladas descripciones sobre los anillos episcopales. Qué gran coincidencia que te tuviera precisamente a ti de compañero de mesa en aquella celebración universitaria.
A Leif Karlsson, del grupo de percusión Kroumata, por sus sabios coasejos y constantes ánimos durante el proceso de escritura.
A Annika Bladh, mi editora, en cuyo juicio siempre confío.
A Annika Lindgren, mi amiga y ex redactora.
A Birgitta Winback, mi ex redactora, quien todavía me ayuda amablemente a matar a mis queridas criaturas.
A Elin Senneró, mi nueva redactora, que ha hecho un excelente trabajo con este libro.
A Susanna, Góran, Viveca, Malin y todas las demás personas de la editorial Norstedts.
A mis agentes de Grand Agency: Maria, Lena y Peter, por su fantástica labor.
A la Asociación Comarcal de Roma, a través de Kalle Palmquist, que generosamente ha compartido conmigo sus conocimientos sobre tiempos pasados.
A Kjell Norman y su pareja, que cedieron su casa en Móllebos como escenario criminal (por supuesto, Signe Nilsson nunca existió en la realidad).
A Maud y Odd Norman de la granja de Ejmund.
Y por último, pero no menos efusivamente, a mi familia. Gracias, Jonas, por aguantar a una madre con medio pie en el mundo de la imaginación; muchas gracias, Josefin y Johanna, por haber compartido mis fantasías con un lápiz afilado en la mano; gracias, Erik, mi compañero, por haber corregido mis fallos y haberme apoyado a las duras y las maduras.
¡Os quiero!
Anna