Harry Potter. La colección completa (315 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

S.P.T. a A.P.W.B.D.
Señor Tenebroso
y (?) Harry Potter

Harry se quedó mirando la etiqueta.

—¿Qué es? —preguntó Ron con inquietud—. ¿Por qué está escrito ahí tu nombre? —Echó un vistazo a las otras etiquetas de aquel estante—. Mi nombre no está —observó con perplejidad—. Ni los vuestros.

—Creo que no deberías tocarla, Harry —opinó Hermione al ver que Harry estiraba un brazo.

—¿Por qué no? —repuso él—. Tiene algo que ver conmigo, ¿no?

—No lo hagas, Harry —dijo de pronto Neville. Harry lo miró. El redondo rostro de su compañero estaba cubierto de sudor. Daba la impresión de que ya no podía aguantar más misterio.

—Lleva mi nombre —insistió Harry.

Y con la vaga sensación de que estaba cometiendo una imprudencia, puso las manos alrededor de la polvorienta bola de cristal. Esperaba encontrarla fría, pero no fue así. Al contrario, era como si hubiera estado expuesta al sol durante horas, o como si el resplandor interior la calentara. Intuyendo que estaba a punto de suceder algo extraordinario, casi deseando que pasara algo emocionante que al menos justificara el largo y peligroso viaje, Harry levantó la bola de cristal y la miró fijamente.

Pero no pasó nada. Los demás se colocaron alrededor de Harry y contemplaron la esfera mientras él le quitaba el polvo.

Y entonces, a sus espaldas, una voz que arrastraba las palabras dijo:

—Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, muy despacio, y dame eso.

35
Detrás del velo

Los rodearon unas siluetas negras salidas de la nada, que les cerraron el paso a derecha e izquierda; varios pares de ojos brillaban detrás de las rendijas de unas máscaras, y una docena de varitas encendidas les apuntaban directamente al corazón; Ginny soltó un grito de horror.

—Dame eso, Potter —repitió la voz de Lucius Malfoy, que había estirado un brazo con la palma de la mano hacia arriba. Harry notó un espantoso vacío en el estómago. Estaban atrapados, y los doblaban en número—. Dame eso —dijo Malfoy una vez más.

—¿Dónde está Sirius? —preguntó Harry.

Varios
mortífagos
rieron; una áspera voz de mujer surgió de entre las oscuras figuras, hacia la izquierda de Harry, y sentenció con tono triunfante:

—¡El Señor Tenebroso nunca se equivoca!

—No, nunca —apostilló Malfoy con voz queda—. Y ahora, entrégame la profecía, Potter.

—¡Quiero saber dónde está Sirius!

—«¡Quiero saber dónde está Sirius!» —se burló la mujer que estaba a su izquierda. Ella y el resto de los
mortífagos
se habían acercado más a Harry y a sus amigos, de los que ahora sólo los separaban unos palmos, y la luz de sus varitas deslumbraba a Harry.

—Sé que lo han capturado —afirmó él tratando de no hacer caso de la creciente sensación de pánico que notaba en el pecho, el terror que había estado combatiendo desde que habían puesto un pie en el pasillo de la estantería número noventa y siete—. Está aquí. Sé que está aquí.

—El bebé se ha despertado asustado y ha confundido el sueño con la realidad —dijo la mujer imitando la voz de un niño pequeño. Harry notó que Ron, que estaba a su lado, se movía.

—No hagas nada —murmuró Harry—. Todavía no…

La mujer que lo había imitado soltó una ruidosa carcajada.

—¿Lo habéis oído? ¿Lo habéis oído? ¡Está dando instrucciones a los otros niños, como si pensara atacarnos!

—¡Ah, tú no conoces a Potter tan bien como yo, Bellatrix! —exclamó Malfoy quedamente—. Tiene complejo de héroe; el Señor Tenebroso ya lo sabe. Y ahora dame la profecía, Potter.

—Sé que Sirius está aquí —insistió Harry pese a que el pánico le oprimía el pecho y le costaba respirar—. ¡Sé que lo han cogido!

Unos cuantos
mortífagos
volvieron a reír, aunque la mujer fue la que rió más fuerte.

—Ya va siendo hora de que aprendas a distinguir la vida de los sueños, Potter —dijo Malfoy—. Dame la profecía inmediatamente, o empezaremos a usar las varitas.

—Adelante —lo retó Harry, y levantó su varita mágica hasta la altura del pecho.

En cuanto lo hizo, las cinco varitas de Ron, Hermione, Neville, Ginny y Luna se alzaron a su alrededor. El nudo que Harry notaba en el estómago se apretó aún más. Si de verdad Sirius no estaba allí, habría conducido a sus amigos a la muerte para nada…

Pero los
mortífagos
no atacaron.

—Entrégame la profecía y nadie sufrirá ningún daño —aseguró Malfoy fríamente.

Ahora le tocaba reír a Harry.

—¡Sí, claro! —exclamó—. Yo le doy esta… profecía, ¿no? Y ustedes nos dejan irnos a casa, ¿verdad?

Tan pronto como Harry terminó la frase, la mortífaga chilló:


¡Accio prof…!
—Pero Harry estaba preparado, y gritó:
«¡Protego!»
antes de que ella hubiera terminado de pronunciar su hechizo; la esfera de cristal le resbaló hasta las yemas de los dedos, aunque consiguió sujetarla—. ¡Vaya, el pequeño Potter sabe jugar! —dijo la mortífaga fulminando a Harry con la mirada tras las rendijas de su máscara—. Muy bien, pues entonces…


¡TE HE DICHO QUE NO!
—le gritó Lucius Malfoy a la mujer—. ¡Si la rompes…!

Harry se exprimía el cerebro. Los
mortífagos
querían aquella polvorienta esfera de cristal. A él, sin embargo, no le interesaba. Lo único que le interesaba era sacar a sus amigos de allí con vida y asegurarse de que ninguno de ellos pagara cara su estupidez…

La mujer dio un paso hacia delante, separándose de sus compañeros, y se quitó la máscara. Azkaban había dejado su huella en el rostro de Bellatrix Lestrange, demacrado y marchito como una calavera, aunque lo avivaba un resplandor fanático y febril.

—¿Vamos a tener que aplicarte nuestros métodos de persuasión? —preguntó mientras su tórax ascendía y descendía rápidamente—. Como quieras. Coged a la más pequeña —ordenó a los
mortífagos
que tenía detrás—. Que vea cómo torturamos a su amiguita. Ya me encargo yo.

Harry notó que los demás se apiñaban alrededor de Ginny; él dio un paso hacia un lado y se colocó justo delante de ella, abrazado a la esfera.

—Si quiere atacar a alguno de nosotros tendrá que romper esto —le advirtió— No creo que su amo se ponga muy contento si la ve regresar sin ella, ¿no? —La mujer no se movió; se limitó a mirar fijamente a Harry mientras se pasaba la punta de la lengua por los delgados labios—. Por cierto —continuó Harry—, ¿qué profecía es ésa?

No se le ocurría otra cosa que hacer que seguir hablando. El brazo de Neville se apretaba contra el suyo, y Harry lo notaba temblar; también percibía la acelerada respiración de otro de sus amigos en la nuca. Confiaba en que todos estuvieran esforzándose por encontrar una manera de salir de aquel apuro, porque él tenía la mente en blanco.

—¿Que qué profecía es ésa? —repitió Bellatrix, y la sonrisa burlona se borró de sus labios—. ¿Bromeas, Potter?

—No, no bromeo —respondió Harry, que pasó la mirada de un
mortífago
a otro buscando un punto débil, un hueco que les permitiera escapar—. ¿Para qué la quiere Voldemort?

Varios
mortífagos
soltaron débiles bufidos.

—¿Te atreves a pronunciar su nombre? —susurró Bellatrix.

—Sí —contestó Harry, y sujetó con fuerza la bola de cristal por si Bellatrix volvía a intentar arrebatársela—. Sí, no tengo ningún problema en decir Vol…

—¡Cierra el pico! —le ordenó Bellatrix—. Cómo te atreves a pronunciar su nombre con tus indignos labios, cómo te atreves a mancillarlo con tu lengua de sangre mestiza, cómo te atreves…

—¿Sabía usted que él también es un sangre mestiza? —preguntó Harry con temeridad. Hermione soltó un débil gemido—. Me refiero a Voldemort. Sí, su madre era bruja, pero su padre era
muggle
. ¿Acaso les ha contado que es un sangre limpia?


¡DESMA..!


¡NO!

Un haz de luz roja había salido del extremo de la varita mágica de Bellatrix Lestrange, pero Malfoy lo había desviado; el hechizo de Malfoy hizo que el de Bellatrix diera contra un estante, a un palmo hacia la izquierda de donde estaba Harry, y varias esferas de cristal se rompieron.

Dos figuras, nacaradas como fantasmas y fluidas como el humo, se desplegaron entre los trozos de cristal roto que habían caído al suelo, y ambas empezaron a hablar; sus voces se sobreponían una a otra, de modo que entre los gritos de Malfoy y Bellatrix sólo se oían fragmentos de la profecía.

—… el día del solsticio llegará un nuevo… —decía la figura de un anciano con barba.


¡NO LO ATAQUES! ¡NECESITAMOS LA PROFECÍA!

—Se ha atrevido…, se atreve —chilló Bellatrix con incoherencia—. Este repugnante sangre mestiza… Míralo, ahí plantado…


¡ESPERA HASTA QUE TENGAMOS LA PROFECÍA!
—bramó Malfoy.

—… y después no habrá ninguno más… —dijo la figura de una mujer joven.

Las dos figuras que habían salido de las esferas rotas se disolvieron en el aire. Lo único que quedaba de ellas y de sus antiguos receptáculos eran unos trozos de cristal en el suelo. Sin embargo, aquellas figuras le habían dado una idea a Harry. El problema era cómo transmitírsela a los demás.

—No me han explicado ustedes todavía qué tiene de especial esta profecía que pretenden que les entregue —dijo para ganar tiempo mientras desplazaba lentamente un pie hacia un lado, buscando el de alguno de sus compañeros.

—No te hagas el listo con nosotros, Potter —le previno Malfoy.

—No me hago el listo —replicó él mientras concentraba la mente tanto en la conversación como en el tanteo del suelo. Y entonces encontró un pie y lo pisó. Una brusca inhalación a sus espaldas le indicó que se trataba del de Hermione.

—¿Qué? —susurró ella.

—¿Dumbledore nunca te ha contado que el motivo por el que tienes esa cicatriz estaba escondido en las entrañas del Departamento de Misterios? —inquirió Malfoy con sorna.

—¿Cómo? —se extrañó Harry, y por un momento se olvidó de su plan—. ¿Qué dice de mi cicatriz?

—¡¿Qué?! —susurró Hermione con impaciencia.

—¿Cómo puede ser? —continuó Malfoy regodeándose maliciosamente; los
mortífagos
volvieron a reír, y Harry aprovechó la ocasión para susurrarle a Hermione, sin apenas mover los labios:

—Destrozad… las estanterías…

—¿Dumbledore nunca te lo ha contado? —repitió Malfoy—. Claro, eso explica por qué no viniste antes, Potter, el Señor Tenebroso se preguntaba por qué…

—… cuando diga «ya»…

—… no viniste corriendo cuando él te mostró en tus sueños el lugar donde estaba escondida. Creyó que te vencería la curiosidad y que querrías escuchar las palabras exactas…

—¿Ah, sí? —dijo Harry. Entonces oyó, o más bien notó, cómo detrás de él Hermione pasaba el mensaje a los demás, y siguió hablando para distraer a los
mortífagos
—.Y quería que viniera a buscarla, ¿verdad? ¿Por qué?

—¿Por qué? —repitió Malfoy, incrédulo y admirado—. Porque las únicas personas a las que se les permite retirar una profecía del Departamento de Misterios, Potter, son aquellas a las que se refiere la profecía, como descubrió el Señor Tenebroso cuando envió a otros a robarla.

—¿Y por qué quería robar una profecía que hablaba de mí?

—De los dos, Potter, hablaba de los dos… ¿Nunca te has preguntado por qué el Señor Tenebroso intentó matarte cuando eras un crío?

Harry miró fijamente las rendijas detrás de las que brillaban los grises ojos de Malfoy. ¿Era esa profecía la causa de que hubieran muerto sus padres, la causa de que él tuviera la cicatriz con forma de rayo en la frente? ¿Tenía la respuesta a esas preguntas en las manos?

—¿Que alguien hizo una profecía sobre Voldemort y sobre mí? —preguntó con un hilo de voz mirando a Lucius Malfoy, y sus dedos se apretaron contra la caliente esfera de cristal que tenía en las manos. No era mucho más grande que una
snitch
, y todavía estaba cubierta de polvo—. ¿Y me ha hecho venir a buscarla para él? ¿Por qué no venía y la cogía él mismo?

—¿Cogerla él mismo? —chilló Bellatrix mezclando las palabras con una sonora carcajada—. ¿Cómo iba a entrar el Señor Tenebroso en el Ministerio de Magia, precisamente ahora que no quieren admitir que ha regresado? ¿Cómo iba a mostrarse el Señor Tenebroso ante los
aurores
, ahora que pierden tan generosamente el tiempo buscando a mi querido primo?

—Ya, y les obliga a hacer a ustedes el trabajo sucio, ¿no? —se burló Harry—. Del mismo modo que envió a Sturgis a robarla, y a Bode, ¿verdad?

—Muy bien, Potter, muy bien… —dijo Malfoy lentamente—. Pero el Señor Tenebroso sabe que no eres ton…


¡YA!
—gritó entonces Harry.


¡REDUCTO!
—gritaron cinco voces distintas detrás de Harry.

Cinco maldiciones salieron volando en cinco direcciones distintas, y las estanterías que tenían enfrente recibieron los impactos; la enorme estructura se tambaleó al tiempo que estallaban cientos de esferas de cristal y las figuras de blanco nacarado se desplegaban en el aire y se quedaban flotando; sus voces resonaban, procedentes de un misterioso y remoto pasado, entre el torrente de cristales rotos y madera astillada que caía al suelo.


¡CORRED!
—gritó Harry mientras las estanterías oscilaban peligrosamente y seguían cayendo esferas de cristal.

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