Harry Potter. La colección completa (316 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Agarró a Hermione por la túnica y tiró de ella hacia delante, a la vez que se cubría la cabeza con un brazo para protegerse de los trozos de madera y cristal que se les echaban encima. Un
mortífago
arremetió contra ellos en medio de la nube de polvo, y Harry le dio un fuerte codazo en la enmascarada cara; todos chillaban, se oían gritos de dolor y un fuerte estruendo, y las estanterías se derrumbaron en medio del eco de los fragmentos de profecías liberadas de las esferas.

Harry se dio cuenta de que tenía espacio libre para salir y vio que Ron, Ginny y Luna pasaban corriendo a su lado con los brazos sobre la cabeza; una cosa dura le golpeó en la mejilla, pero Harry agachó la cabeza y echó a correr. Una mano lo agarró por el hombro; entonces Harry oyó a Hermione gritar:
«¡Desmaius!»,
y la mano lo soltó inmediatamente.

Estaban al final del pasillo número noventa y siete; Harry torció a la derecha y salió corriendo a toda velocidad mientras oía pasos a su espalda y la voz de Hermione, que apremiaba a Neville. Delante de Harry, la puerta por la que habían entrado estaba entreabierta, y él veía la centelleante luz de la campana de cristal. Agarrando con fuerza la profecía, pasó disparado por el umbral y esperó a que sus compañeros también lo cruzaran antes de cerrar.


¡Fermaportus!
—gritó Hermione casi sin aliento, y la puerta se selló y produjo un extraño ruido de succión.

—¿Dónde… dónde están los demás? —preguntó Harry jadeando.

Creía que Ron, Luna y Ginny iban delante de ellos, y que estarían esperándolos en aquella habitación, pero allí no había nadie.

—¡Deben de haberse equivocado de camino! —susurró Hermione con el terror reflejado en la cara.

—¡Escuchad! —exclamó Neville.

Detrás de la puerta que acababan de sellar se oían gritos y pasos; Harry pegó una oreja para escuchar, y oyó que Lucius Malfoy gritaba:

—Dejad a Nott, ¡he dicho que lo dejéis! Sus heridas no serán nada para el Señor Tenebroso comparadas con perder esa profecía. ¡Jugson, ven aquí, tenemos que organizamos! Iremos por parejas y haremos un registro, y no lo olvidéis: no hagáis daño a Potter hasta que tengamos la profecía, pero a los demás podéis matarlos si es necesario. ¡Bellatrix, Rodolphus, id por la izquierda! ¡Crabbe, Rabastan, por la derecha! ¡Jugson, Dolohov, por esa puerta de ahí enfrente! ¡Macnair y Avery, por aquí! ¡Rookwood, por allí! ¡Mulciber, ven conmigo!

—¿Qué hacemos? —le preguntó Hermione a Harry temblando de pies a cabeza.

—Bueno, lo que no vamos a hacer es quedarnos aquí plantados esperando a que nos encuentren —contestó Harry—. Alejémonos de esta puerta.

Corrieron procurando no hacer ruido, pasaron junto a la brillante campana de cristal que contenía el pequeño huevo que se abría y se volvía a cerrar, y se dirigieron hacia la puerta del fondo que conducía a la sala circular. Cuando casi habían llegado, Harry oyó que algo grande y pesado chocaba contra la puerta que Hermione había sellado mediante un encantamiento.

—¡Aparta! —dijo una áspera voz—.
¡Alohomora!

La puerta se abrió y Harry, Hermione y Neville se escondieron debajo de unas mesas. Enseguida vieron acercarse el dobladillo de las túnicas de dos
mortífagos
que caminaban deprisa.

—Quizá hayan salido al vestíbulo —dijo la voz áspera.

—Mira debajo de las mesas —sugirió otra voz.

Harry observó que los
mortífagos
doblaban las rodillas, así que sacó la varita de debajo de la mesa y gritó:


¡DESMAIUS!

Un haz de luz roja dio contra el
mortífago
que tenía más cerca; éste cayó hacia atrás, chocó contra un reloj de pie y lo derribó. El segundo
mortífago
, sin embargo, se había apartado de un salto para esquivar el hechizo de Harry y apuntaba con su varita a Hermione, que salía arrastrándose de debajo de la mesa para poder apuntar mejor.


¡Avada…!

Entonces Harry se lanzó por el suelo y agarró por las rodillas al
mortífago
, que perdió el equilibrio y no pudo apuntar a Hermione. Neville volcó una mesa con las prisas por ayudar, y apuntando con furia al
mortífago
que forcejeaba con Harry, gritó:


¡EXPELLIARMUS!

La varita de Harry y la del
mortífago
saltaron de sus manos y fueron volando hacia la entrada de la Sala de las Profecías; Harry y su oponente se pusieron en pie y corrieron tras ellas; el
mortífago
iba delante, pero Harry le pisaba los talones, y Neville iba detrás, horrorizado por lo que acababa de hacer.

—¡Apártate, Harry! —gritó Neville, dispuesto a reparar el daño causado.

Harry se lanzó hacia un lado y su compañero volvió a apuntar y gritó:


¡DESMAIUS!

El haz de luz roja pasó justo por encima del hombro del
mortífago
y fue a parar contra una vitrina que había en la pared, llena de relojes de arena de diferentes formas; la vitrina cayó al suelo y se reventó, y trozos de cristal saltaron por los aires; luego se levantó, como accionada por un resorte, y se pegó de nuevo a la pared, perfectamente reparada; pero a continuación cayó de nuevo y se hizo añicos.

El
mortífago
, mientras tanto, había cogido su varita, que estaba en el suelo junto a la brillante campana de cristal. Cuando el individuo se dio la vuelta, Harry se escondió detrás de otra mesa, y como al
mortífago
se le había movido la máscara y no veía nada, se la quitó con la mano que tenía libre y gritó:


¡DES…!


¡DESMAIUS!
—bramó entonces Hermione, que los había alcanzado.

Esa vez el haz de luz roja golpeó en medio del pecho al
mortífago
, que se quedó paralizado con los brazos en alto; entonces la varita se le cayó al suelo y él se derrumbó hacia atrás sobre la campana de cristal. Harry creyó que oiría un fuerte
¡CLONC!
cuando el
mortífago
chocara contra el sólido cristal de la campana y resbalara por ella hasta desplomarse en el suelo, pero, en lugar de eso, la cabeza del hombre atravesó la superficie de la campana como si ésta fuera una pompa de jabón, y quedó tirado boca arriba sobre la mesa con la cabeza dentro de la campana llena de aquella relumbrante corriente de aire.


¡Accio varita!
—gritó Hermione, y la varita de Harry salió volando de un oscuro rincón y fue a parar a la mano de la chica, que se la lanzó a su amigo.

—Gracias —dijo él—. Bueno, hemos de salir de…

—¡Cuidado! —exclamó Neville, horrorizado. Miraba la cabeza del
mortífago
, que seguía en el interior de la campana de cristal.

Los tres volvieron a levantar sus varitas, pero ninguno atacó: se quedaron contemplando, boquiabiertos y aterrados, lo que le ocurría a la cabeza de aquel hombre: se encogía muy deprisa y se estaba quedando calva; el negro cabello y la barba rala se replegaban hacia el interior del cráneo; las mejillas se volvían lisas, y el cráneo, redondeado, y se cubría de una pelusilla como de piel de melocotón…

En aquel momento, el grueso y musculoso cuello del
mortífago
sostenía una cabeza de recién nacido, y el hombre intentaba levantarse; pero mientras los chicos lo observaban, estupefactos, la cabeza volvió a aumentar de tamaño y empezó a crecerle pelo en el cuero cabelludo y en la barbilla…

—Es el Tiempo —dijo Hermione, atemorizada—. El Tiempo…

El
mortífago
volvió a mover la fea cabeza intentando despejarse, pero antes de que pudiera levantarse, se le empezó a encoger otra vez hasta adoptar de nuevo la forma de la de un recién nacido…

Entonces oyeron gritar a alguien en una habitación cercana; luego, un estrépito y un chillido.


¿RON?
—gritó Harry, y apartó rápidamente la vista de la monstruosa transformación que tenía lugar ante ellos—.
¿GINNY? ¿LUNA?

—¡Harry! —gritó Hermione.

El
mortífago
había sacado la cabeza de la campana de cristal. Ofrecía un aspecto grotesco, pues su diminuta cabeza de bebé berreaba escandalosamente mientras agitaba los gruesos brazos en todas direcciones, y estuvo a punto de darle un golpe a Harry, que se agachó justo a tiempo. Harry levantó su varita mágica, pero para su sorpresa Hermione le sujetó el brazo.

—¡No puedes hacer daño a un bebé!

No había tiempo para discutir; Harry volvía a oír pasos, cada vez más fuertes, provenientes de la Sala de las Profecías, y comprendió, aunque demasiado tarde, que había cometido un error al gritar, porque había delatado su posición.

—¡Vamos! —dijo.

Dejaron al
mortífago
con cabeza de bebé tambaleándose detrás de ellos, y salieron por la puerta que estaba abierta en el otro extremo de la habitación, y que conducía a la sala circular negra.

Cuando habían recorrido la mitad de la habitación, a través de la puerta abierta Harry vio a otros dos
mortífagos
que entraban corriendo por la puerta negra e iban hacia ellos; entonces giró hacia la izquierda, entró precipitadamente en un despacho pequeño, oscuro y abarrotado, y en cuanto hubieron entrado Hermione y Neville, cerró.


¡Ferma…!
—empezó a decir Hermione, pero antes de que pudiera terminar el hechizo, la puerta se abrió de par en par y los dos
mortífagos
irrumpieron en el despacho.

Ambos gritaron triunfantes:


¡IMPEDIMENTA!

Harry, Hermione y Neville cayeron hacia atrás; Neville se derrumbó sobre una mesa y desapareció de la vista; Hermione cayó sobre una estantería y recibió una cascada de gruesos libros encima; Harry se golpeó la parte posterior de la cabeza contra la pared de piedra que tenía detrás: unas luces diminutas aparecieron ante sus ojos y por un momento se quedó demasiado aturdido y mareado para reaccionar.


¡YA LOS TENEMOS!
—gritó el
mortífago
que estaba más cerca de él—.
¡ESTÁN EN UN DESPACHO QUE HAY EN…!


¡Silencius!
—gritó Hermione, y el hombre se quedó sin voz. Siguió moviendo los labios detrás del agujero de la máscara que tenía sobre la boca, pero no emitió ningún sonido. El otro
mortífago
lo apartó bruscamente.


¡Petrificus totalus!
—gritó Harry cuando el segundo
mortífago
levantaba su varita. Los brazos y las piernas del hombre se pegaron y cayó de bruces sobre la alfombra que Harry tenía a sus pies, rígido como una tabla e incapaz de moverse.

—Bien hecho, Ha…

Pero el
mortífago
al que Hermione acababa de dejar mudo dio un repentino latigazo con la varita y un haz de llamas de color morado atravesó el pecho de Hermione. La chica soltó un débil: «¡Oh!» de sorpresa, se le doblaron las rodillas y se derrumbó.


¡HERMIONE!

Harry se arrodilló a su lado mientras Neville salía de debajo de la mesa y se arrastraba rápidamente hacia ella, con la varita en ristre. El
mortífago
lanzó una patada hacia la cabeza de Neville en cuanto éste se asomó, rompiendo por la mitad la varita del chico y acertándole en la cara. Neville soltó un aullido de dolor y retrocedió tapándose la boca y la nariz con ambas manos. Harry se volvió con la varita en alto y vio que el
mortífago
se había quitado la máscara y lo apuntaba; Harry reconoció la larga, pálida y contrahecha cara que había visto en
El Profeta:
era Antonin Dolohov, el mago que había matado a los Prewett.

Dolohov sonrió burlonamente. Con la mano que tenía libre, apuntó a la profecía que Harry seguía apretando en la mano; luego lo apuntó a él y seguidamente a Hermione. Aunque ya no podía hablar, el significado de aquellos gestos no podía estar más claro: «Dame la profecía, o correrás la misma suerte que ella…»

—¡Como si no nos fueran a matar de todos modos en cuanto les entregue esto! —exclamó Harry.

Harry percibía un silbido de pánico en el cerebro que le impedía pensar; tenía una mano sobre el hombro de Hermione, que todavía estaba caliente, aunque no se atrevía a mirarla a la cara. «Que no esté muerta, que no esté muerta, si se muere será culpa mía…»

—¡Haz lo que sea, Harry —urgió Neville con fiereza desde debajo de la mesa, y se quitó las manos del rostro, dejando al descubierto la nariz rota y la sangre que le chorreaba por la boca y la barbilla—, pero no se la des!

Entonces se oyó un estrépito detrás de la puerta y Dolohov giró la cabeza: el
mortífago
con cara de bebé había aparecido berreando en el umbral y seguía agitando desesperadamente los enormes puños mientras golpeaba todo lo que encontraba a su paso. Harry no desperdició aquella oportunidad.


¡PETRIFICUS TOTALUS!
—gritó. El hechizo golpeó a Dolohov antes de que éste pudiera neutralizarlo, y cayó hacia delante sobre su compañero, ambos rígidos como tablas e incapaces de moverse ni un milímetro.

—Hermione —dijo Harry entonces, zarandeándola, mientras el
mortífago
con cabeza de recién nacido se alejaba de nuevo dando tumbos—. Despierta, Hermione…

—¿Qué le ha hecho? —preguntó Neville; salió arrastrándose de debajo de la mesa y se arrodilló al otro lado de Hermione. Al chico le chorreaba sangre por la nariz, que se hinchaba por momentos.

—No lo sé…

Neville cogió una de las muñecas de Hermione.

—Todavía tiene pulso, Harry, estoy seguro.

Harry sintió una oleada de alivio, tan intensa que al principio se mareó.

—¿Está viva?

—Sí, creo que sí.

Se callaron un momento; Harry aguzó el oído por si se oían más pasos, pero sólo percibió los gemidos y los topetazos del
mortífago
con cabeza de bebé en la habitación de al lado.

—Neville, no estamos muy lejos de la salida —dijo Harry en un susurro—, estamos justo al lado de la sala circular… Si consiguieras llegar hasta allí y encontrar la puerta de salida antes de que lleguen más
mortífagos
, podrías llevar a Hermione por el pasillo hasta el ascensor… Y entonces podrías buscar a alguien…, dar la alarma…

—¿Y qué vas a hacer tú? —preguntó Neville secándose la sangrante nariz con la manga y mirando ceñudo a su compañero.

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