Hermana luz, hermana sombra (7 page)

—Entonces, ¿en qué debo creer? —preguntó Jenna—. ¿Y a quién debo creer?

—Cree en mí. Cree en el Libro de Luz. Muy pronto lo sabrás. Y cree en que Gran Alta lo oye todo. —Para enfatizar sus palabras, señaló el cielo raso con una uña brillante.

—¿Ella ha oído decir que tuve una madre muerta por un puma? —preguntó Jenna sorprendida de que su lengua dijese lo que se había formado en su mente, sin aguardar a que ella lo juzgase.

—Vete, niña, me fatigas. —La sacerdotisa agitó una mano.

Aliviada, Jenna partió.

En cuanto la niña hubo salido por la puerta, Madre Alta se levantó apartando el pesado telar. Entonces fue hasta el gran espejo que se alzaba en su marco de madera labrada. Con frecuencia, cuando necesitaba algún consejo, le hablaba como si fuese su propia hermana sombra, ya que las dos imágenes eran prácticamente iguales. La única diferencia radicaba en el color y en el hecho de que el espejo no le respondía. “Algunas veces”, pensó Madre Alta con fatiga, “prefiero el silencio del espejo a las respuestas que recibo de mi gemela sombra.”

—¿Recuerdas al hombre del pueblo? —susurró—. ¿El granjero de Slipskin? Tenía manos rudas y una lengua aún más ruda. Entonces teníamos siete años menos, pero éramos mucho mayores que él. Sin embargo, él no lo sabía. ¿Cómo podía saberlo, acostumbrado como estaba a las mujeres ordinarias de su pueblo ordinario?

Madre Alta sonrió irónicamente ante el recuerdo, y la imagen le devolvió la sonrisa.

—Le sorprendimos, hermana, cuando nos quitamos nuestras capas. Y le sorprendimos con nuestra piel de seda. Y también por sorpresa le sonsacamos la historia de su única hija, la cual, sin saberlo, había matado a su madre y a la comadrona que la llevó a las montañas para nunca regresar. Recordará nuestra pasión como un sueño, ya que llegamos a él secretamente en la medianoche. Y todas las demás personas que interrogamos sólo vieron a una de nosotras, a plena luz del día, siendo ésta una mujer vieja y fea.

Esta vez Madre Alta no sonrió, y la imagen le devolvió la mirada en silencio.

—Su historia... debía ser cierta. Ningún hombre llora en brazos de una mujer si la historia que cuenta no es cierta. Fuimos las primeras que habían llegado a calentar su cama desde la muerte de su esposa. Después de nueve meses, las heridas aún estaban abiertas. Y por lo tanto han sido tres: madre, comadrona y madre adoptiva. Tres en una. Y muertas, todas muertas.

Se mordió el labio inferior. Los ojos en el espejo, verdes al igual que los de ella, la miraron fijamente.

—Oh, Gran Alta, háblame. Es una de tus sacerdotisas quien te ruega. —Alzó las manos y la marca de Alta, grabada en azul, resaltó vívidamente sobre sus palmas—. Aquí estoy, la madre de tus hijas, quien en tu nombre las guía en esta pequeña Congregación. No tengo hijas ni ayudantes con excepción de mi hermana sombra... nadie con quien hablar salvo contigo. Oh, Gran Alta, quien es sembradora y segadora, quien se encuentra en el comienzo y en el fin, escúchame. —Se tocó la cabeza, el seno izquierdo, el ombligo y la ingle—. ¿He hecho bien, Gran Madre? ¿He hecho mal? Esta niña ha quedado huérfana tras veces, tal como dice la profecía. Pero ha habido rumores acerca de otras antes de ella. Una provenía de la Congregación cercana a Calla’s Ford, y otra muy anterior fue adoptada en la que se encuentra cerca de Nill. Pero después de todo demostraron no ser más que niñas.

“Entonces, ¿qué es esta niña, esta Annuanna? Está marcada con un cabello del color de la nieve, y la profecía habla de algo semejante. Pero ríe y llora como cualquier criatura. Es rápida para responder y para correr, pero en los juegos no se muestra mejor que su hermana adoptiva Marga. Muchas veces le he dado la oportunidad de seguirme para convertirse en sacerdotisa y así guiar a tus hijas. Pero en lugar de ello ha escogido los bosques, la cacería y otras tonterías semejantes. ¿Cómo puede ser ésta la niña que buscamos?

“Oh, Gran Alta, sé que me has hablado en el sol que se eleva y en la luna que renace cada mes. Sé que tu voz resuena en las gotas de lluvia y de rocío. Así está escrito y en ello creo. Pero necesito una señal más clara antes de desplegar esta maravilla ante todas ellas. No bastan los comentarios rencorosos de mujeres celosas, ni las confidencias culpables y llorosas de un hombre desdichado. Ni siquiera mi propio tembloroso corazón. Una verdadera señal.

“La carga, Gran Madre, es difícil de llevar. Me siento tan sola. Estoy envejeciendo antes de tiempo con este secreto. Mira aquí. Y aquí. (Se abrió la túnica para mostrar lo fláccidos que se habían vuelto sus senos. Se tocó la piel floja bajo el mentón. Con los ojos llenos de lágrimas, se arrodilló frente al espejo y suspiró.)

Y una cosa más, Gran Alta, aunque tú ya lo sabes. De todos modos debo confesártelo en voz alta. Mi mayor temor. Si no soy tu sacerdotisa, no soy nada. Es toda mi vida. Necesito una promesa, Gran Madre, una promesa si ella... Annuanna, Jo-an-enna, Jenna... es aquélla sobre quien se ha escrito, la hermana luz nacida tres veces y dejada huérfana tres veces, la que será reina por encima de todo y cambiará lo que conocemos. Y la promesa que ruego es que si se trata de ella, me permitas servirte tal como lo he hecho hasta ahora. Que el sitio en la cabecera de la mesa siga siendo mío. Que todavía me siente en el trono bajo la luna y pronuncia tu nombre para que las hermanas lo escuchen y oren. Prométeme eso, Gran Alta, y la daré a conocer.

El rostro en el espejo se ruborizó repentinamente y la sacerdotisa se llevó la mano a la mejilla. Ésta ardió bajo sus dedos. Pero aparte del fuego en su rostro, no hubo ninguna otra señal.

La sacerdotisa se levantó con dificultad.

—Debo pensar más en esto. —Dio la vuelta y salió por la otra puerta, la entrada oculta detrás del pesado tapiz donde se veía a las hermanas luz y sombra jugando a las varillas.

LA HISTORIA:

No existe, por supuesto, ninguna copia del Libro de Luz, el gran texto perteneciente al culto, centrado en la luna, de la Madre Diosa. Sin embargo, se presume que cada comunidad de Altitas poseía una copia manuscrita e ilustrada del Libro. Tales volúmenes desaparecieron durante las Guerras del Género. Si los registros de Sigel y Salmon son exactos, fueron ocultados en cámaras subterráneas especialmente construidas contra tales eventualidades, pero si uno prefiere confiar en la reconstrucción hecha por Vargo sobre los códigos de las sacerdotisas, fueron quemados en fuegos rituales.

De todos modos, el meollo de la historia del Libro y sus enseñanzas gnómicas pueden extraerse del folclore de las aldeas que aún florecen cercanas a los antiguos emplazamientos de las Congregaciones. El monumental trabajo de Buss y Bee, “Así habla el pueblo”, brinda un fuerte apoyo a la idea de que las Congregaciones Alta eran en realidad simples extensiones de las aldeas y ciudades que limitaban con sus tierras, verdaderos satélites suburbanos, al menos en lo que se refiere a sus dialectos y sus tradiciones populares.

Por supuesto que la historia del culto de Alta sólo es comprensible a la luz de la historia garuniana. Los G’runs, una antigua y relacionada familia noble del continente, había llegado a las islas con las invasiones del siglo IX. Adoradores de una trinidad divina —Hargo, dios del fuego; Vendre, dios del agua, y Lord Cres, el brutal dios de la muerte— se asentaron a lo largo de la costa marítima. Lentamente, se fueron infiltrando en los concejos superiores de las civilizaciones semimatriarcales que encontraron allí. En un principio trataron de socavarlas, pero después de las devastadoras Guerras del Género, que destruyeron las antiguas Congregaciones y el famoso palacio G’run, terminaron por transigir y aceptaron la sucesión por línea materna.

La religión que los garunianos trataban de suplantar era execrable para los primeros invasores por su énfasis en una diosa de cabellos blancos que se fecundaba a sí misma sin la ayuda de un consorte masculino. En parte, era una religión que había prosperado a causa del exceso de mujeres producido por las cruentas guerras de sucesión que habían tenido lugar unos cuatrocientos años antes. Después de las luchas civiles, el desequilibrio entre los sexos había provocado la costumbre de abandonar en las colinas a los bebés excedentes. Sin embargo, a fines del siglo VII, una mujer de gran altura y con una larga cabellera blanca, llamada Alta (una albina o quizás una anciana), recorrió la campiña criticando la brutal costumbre y recogiendo a todas las niñas vivas que podía encontrar. Fabricó carretas unidas entre sí para transportar detrás de sí a las criaturas que rescataba. Lentamente, esta Alta fue seguida por mujeres de mentalidad afín que, o bien estaban solteras (había muchas solteronas llamadas “tesoros no reclamados” a causa de la escasez de hombres), eran viudas o una de las esposas de un matrimonio polígamo. (Especialmente en los Valles Inferiores se toleraba esta clase de parejas, aunque los únicos herederos eran los hijos del primer matrimonio.) De este modo se formó la primera de las diecisiete Congregaciones, como asilo para niñas desechadas y mujeres sobrantes. Esta reconstrucción, expuesta primero por el difunto profesor Davis Temple de la Universidad Hofbreeder, en su ya clásico “Nativas de Alta”, está tan aceptada que no necesito extenderme en detalles.

Al necesitar cierto apuntalamiento religioso, las comunidades de madres adoptivas desarrollaron el culto de una Diosa Blanca llamada Gran Alta. De este modo se recompensaba el espíritu y la verdadera virtud de la Alta original. A lo largo de los años, ésta y una subsecuente predicadora itinerante, llamada de diversas maneras, tales como Gennra, Hendra, Hanna, Anna y La Sombra, se han fundido en la figura de una diosa cuyo cabello es a la vez claro y oscuro, un extraño ser hermafrodita que engendra criaturas sin recurrir a un consorte masculino. La religión adoptó muchos aspectos de las tribus patriarcales circundantes y, más adelante, incluso se apropió de ciertos aspectos del culto garuniano. (Por ejemplo, la costumbre de utilizar cavernas para sepultar a los muertos. Los G’run provenían de un pequeño valle entre montañas horadadas por cuevas, donde la tierra para el cultivo era demasiado importante para ser entregada a los muertos. Anteriormente, las devotas de Alta realizaban los entierros en grandes montículos de tierra.)

Al igual que Alta con sus blancos cabellos había sido una salvadora para muchas niñas abandonadas en las colinas, comenzaron a correr rumores de una segunda salvadora. Los rumores se convirtieron en creencia y, si nuevamente hemos de dar crédito a Vargo, fueron puestos por escrito en el Libro de Luz. Esta salvadora sería la hija de una madre muerta. La sencilla sustitución psicológica —hija muerta por madre muerta— es el más básico de los subterfugios populares. En realidad no se trataba de una madre muerta sino de tres, el número mágico. Ésta es una creencia que aún encierran algunas de las canciones tradicionales y dichos de los Valles Superiores.

LA CANCIÓN:

La canción de Alta

Soy una niña, una niña única,

Fuego, agua y todo lo demás.

En el seno de mi madre creada,

Gran Alta se lleve mi alma.

Pero de esa madre arrancada fui,

Fuego, agua y todo lo demás,

Y a la ladera me condujeron,

Gran Alta se lleve mi alma.

Y en esa ladera me abandonaron,

Fuego, agua y todo lo demás,

Donde me recogió una doncella,

Gran Alta se lleve mi alma.

Y una y dos y tres caminamos,

Fuego, agua y todo lo demás,

Hasta que otras tomaron la pesada carga,

Gran Alta se lleve mi alma.

Que me escuchen todas las buenas mujeres,

Fuego, agua y todo lo demás,

Ya que la hermandad las hará libres,

Gran Alta se lleve mi alma.

EL RELATO:

—¿Qué te dijo? ¿Qué le dijiste tú? —preguntó Pynt con agitación retorciendo sus rizos oscuros. Se hallaba sentada en el suelo, junto a la ventana de la habitación que compartían. Como todos los cuartos de la Congregación, éste era bastante oscuro, por lo que, en invierno y verano, las niñas jugaban cerca de las estrechas ventanas—. ¿Te pegó?

Jenna pensó en lo que iba a decir. Casi deseaba que Madre Alta la hubiese golpeado. Amalda tenía la mano ligera y recientemente ambas niñas habían sido azotadas con una vara de sauce, Pynt por responder de mal modo y Jenna por apoyarla. Pero no eran tundas largas ni fuertes y, además, aquellos castigos siempre eran seguidos de abrazos, lágrimas y besos. Si la sacerdotisa hubiese actuado de esa manera, quizá Jenna no hubiera permanecido detrás de la puerta, quieta como un ratón del bosque, escuchando. ¿Era ella la criatura que, sin saberlo, había matado a su madre no una sino tres veces? La idea la había asustado tanto que, sin permanecer allí para escuchar más, había corrido a esconderse en la bodega donde se guardaban los grandes toneles de vino tinto. Allí, al principio, había respirado muy agitada, sintiendo que los sollozos le desgarraban el pecho, porque si ella era esa niña, entonces todas las esperanzas de que A-ma fuese su madre, todas las ilusiones eran tan sólo eso: un juego. Y luego había calmado su respiración obligándose a permanecer con los ojos secos. Buscaría a Pynt y le preguntaría.

Sólo ahora, cuando se hallaba frente a Pynt, comprendía que esta carga era demasiado pesada para compartirla.

—Me preguntó quién me había dicho semejante cosa y le respondí que no recordaba quién me lo había contado por primera vez. —Se dejó caer en el suelo junto a Pynt.

—A-ma fue la primera —dijo Pynt—. Yo lo recuerdo. Era como un cuento. Ambas dormíamos en la cama grande, era una invitación especial, estábamos entre A-ma y Sammor y...

—Tal vez no —dijo Jenna aliviada de haber superado la parte más difícil—. Tal vez lo escuché primero de Catrona. O de Donya. Ella habla demasiado. Probablemente...

—... Lo contó tres veces seguidas. —Pynt se echó a reír. Era una broma común en la Congregación, incluso entre las niñas.

—Oí que Domina decía algo al respecto. Y algo sobre mi segunda madre también. Eran amigas.

¿Estaría pisando terreno peligroso? Jenna sintió que su puño comenzaba a cerrarse, pero Pynt pareció no notarlo.

Pynt colocó los codos sobre las rodillas y apoyó el mentón en las manos.

—Aunque no ha sido de Kadreen. No puedes haberlo oído de ella.

Ambas asintieron con la cabeza. Kadreen no era afecta a los rumores ni a brindar demasiada información.

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