Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (94 page)

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unos chistes quel maestre de Roa, que por sólo el nombre que le pusieron maestre de Rodas y ser plático les fue a engañar así al presidente como a la señora doña María de Mendoza; y otros conquistadores, con cuanto sirvieron a Su Majestad, que nunca alcanzaron nada, y que valía más un poco de zarzaparrilla que llevó que cuantos servicios hecimos los verdaderos conquistadores a Su Majestad. Dejemos de contar vidas ajenas, que bien sé que ternán razón de decir que para qué me meto en estas cosas, que por contar una antigüedad y cosa de memoria acaescida dejo mi relación; volvamos a ella. Y es que desque se acabaron de hacer las fiestas mandó el marqués apercibir navíos y matalotajes para ir a Castilla para suplicar a Su Maje stad que le mandase pagar algunos pesos de oro de los muchos que había gastado en las armadas que envió a descubrir y porque tenía pleitos con Nuño de Guzmán, y en aquella sazón le envió al Nuño de Guzmán la Audiencia Real preso a España, y también tenía Cortés pleitos sobre el contar de los vasallos; y entonces Cortés me rogó a mi que fuese con él y que en la corte demandaría mejor mis pueblos ante los señores del Real Consejo de Indias que no en la Audiencia Real de Méjico; y luego me embarqué y fui a Castilla; y el marqués no fue de ahí a dos meses, porque dijo que no tenía allegado tanto oro como quisiera llevar y porquestaba malo del empeine del pie, del cañazo que le dieron, y esto fue en el año de quinientos y cuarenta, y porque el año pasado de quinientos y treinta y nueve se había muerto la serenísima emperatriz, nuestra señora, doña Isabel, de gloriosa memoria, la cual fallesció en Toledo en primero día de mayo, y fue llevada a sepultar su cuerpo a la ciudad de Granada, y por su muerte se hizo gran sentimiento en la Nueva España y se pusieron todos los más de los conquistadores grandes lutos, e yo, como regidor de la villa de Guazacualco e conquistador más antiguo, me puse grandes lutos, y con ellos fui a Castilla, y llegado a la corte me los torné a poner como era obligado por la muerte de nuestra reina y señora; y en aquel tiempo también llego a la corte Hernando Pizarro, que vino del Perú, y fue cargado de luto con más de cuarenta hombres que llevaba consigo que le acompañaban; y también en esta sazón llegó Cortés a la corte con luto él y sus criados. Y los señores del Real Consejo de Indias, desque supieron que Cortés llegaba cerca de Madrid, le mandaron salir a rescebir y le señalaron por posada las casas del comendador don Juan de Castilla, y cuando algunas veces iba al Real Consejo de Indias salía un oidor hasta una puerta donde hacían el acuerdo del Real Consejo y llevábalo a los estrados donde estaba el presidente, don fray García de Loaisa, cardenal de Sigüenza, y después fue arzobispo de Sevilla, y oidores licenciado Gutiérrez Velázquez, y el obispo de Lugo, y el dotor Juan Bernal Díaz de Luco, y el dotor Beltrán, y un poco junto de las sillas de aquellos caballeros le ponían a Cortés otra silla e le oían; y desde entonces nunca más volvió a la Nueva España, porque entonces le tomaron residencia y Su Majestad no le quiso dar licencia para que se volviese a la Nueva España, puesto que echó por intercesores al almirante de Castilla y al duque de Béjar y al comendador mayor de León, y aun también echó por intercesora a la señora doña María de Mendoza, y nunca le quiso dar licencia Su Majestad, antes mandó que le detuviesen hasta acabar de dar la residencia, y nunca la quisieron concluir y la respuesta que le daban en el Real Consejo de Indias, que hasta que viniese de Flandes de hacer el castigo de Gante que no podían dalle licencia. Y también en aquella sazón al Nuño de Guzmán le mandaron desterrar de su tierra, y que siempre anduviese en la corte, y le sentenciaron en cierta cantidad de pesos de oro, mas no le quitaron los indios de su encomienda de Jalisco; y también andaba él y sus criados cargados de luto. Y como en la corte nos vían ansí al marqués Cortés, como al Pizarro, al Nuño de Guzmán y todos los más que venimos de la Nueva España a negocios, y otras personas del Perú, tenían por chiste de llamarnos los indianos peruleros enlutados. Volvamos a nuestra relación. Que también en aquel tiempo a Hernando Pizarro le mandaron echar preso en la Mota de Medina; y entonces me vine yo a la Nueva España y supe que había pocos meses que se habían alzado en las provincias de Jalisco unos peñoles que se llaman Nochistlán, y quel virrey don Antonio de Mendoza los envió a pacificar a ciertos capitanes y a un Oñate, y los indios alzados daban grandes combates a los españoles y soldados que de Méjico enviaron; y viéndose cercados de los indios entraron a demandar socorro al adelantado don Pedro de Alvarado, que en aquella sazón estaba en unos navíos de una gran armada que hizo para la China en el puerto de la Purificación, y fue a favorescer a los españoles questaban sobre los peñoles por mí ya nombrados, y llevó gran copia de soldados; y dende allí a pocos días murió de un caballo que le tomó debajo y le machucó el cuerpo, como adelante diré. Y quiero dejar esta plática y traer a la memoria de dos armadas que salieron de la Nueva España; la una era la que hizo el virrey don Antonio de Mendoza, y la otra fue la que hizo don Pedro de Alvarado, según dicho tengo.

Capítulo CCII: Cómo el virrey don Antonio de Mendoza envió tres navíos a descobrir por la banda del sur en busca de Francisco Vázquez Coronado, y le envió bastimentos y soldados creyendo que estaba en la conquista de la Zibola

Ya he dicho en el capítulo pasado que dello habla quel virrey don Antonio de Mendoza y la Real Academia de Méjico enviaron a descubrir las Siete Ciudades, que por otro nombre se llama Zibola, y fue por capitán general un hidalgo de se decía Francisco Vázquez Coronado, natural de Salamanca, que en aquella sazón se había casado con una señora que, demás de ser muy virtuosa, era hermosa, hija del tesorero Alonso de Estrada, y en aquel tiempo estaba el Francisco Váquez por gobernador de Jalisco, porque a Nuño de Guzmán, que solía estar por gobernador, ya lo habían quitado. Pues partido por tierra con muchos soldados de caballo y escopeteros y ballesteros, y había dejado por su teniente en lo de Jalisco a un hidalgo que se decía Fulano de Oñate, y después desde ciertos meses que hobo llegado a las Siete Ciudades paresció ser que un fraile francisco que se dice fray Marcos de Niza había ido de antes a descubrir aquellas tierras, o fue en aquel viaje con el mesmo Francisco Vázquez Coronado, que esto no lo sé bien, y desque llegaron a las tierras de la Zibola vieron los campos tan llanos y llenos de vacas y toros disformes de los nuestros de Castilla, y los pueblos y casas con sobrados, y subían por escaleras, parescióle al fraile que sería bien volver a la Nueva España, como luego vino, para dar relación al virrey don Antonio de Mendoza que enviase navíos por la costa del Sur con herraje y tiros y pólvora y ballestas y armas de todas maneras, y vino y aceite y biscocho, porque le hizo relación que las tierras de Zibola, que está en la comarca de la costa del Sur, y que con los bastimentos y herraje serían ayudados el Francisco Vázquez y sus compañeros, y que ya quedaban en aquella tierra, y a esta causa envió los tres navíos que dicho tengo, y fue por capitán general un Hernando de Alarcón, maestresala que fue del mismo Virrey, y asimismo fue por capitán de otro navío un hidalgo que se dice
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Marcos Ruiz de Rojas, natural de Madrid. Otras personas dijeron que había ido por capitán del otro navío un Fulano Maldonado; y porque yo no fui en aquella armada, mas de por oídas lo digo desta manera. Pues dadas todas las instrucciones a los pilotos y capitanes de lo que hablan de hacer, y cómo se hablan de regir y navegar, se hicieron a la vela para su viaje
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Capítulo CCIII: De una armada que hizo el adelantado don Pedro de Alvarado desde un puerto que se llama Acajutla en la provincia de Guatimala

Razón es que se traiga a la memoria y no quede por olvido otra armada que hizo el adelantado don Pedro de Alvarado en el año de mill e quinientos y treinta y siete en la provincia de Guatimala, donde era gobernador, en un puerto que se dice Acajutla, en la banda de la mar del Sur, y fue para cumplir ciertas capitulaciones que con Su Majestad hizo la segunda vez que volvió a Castilla y vino casado con una señora que se decía doña Beatriz de la Cueva, hermana que fue de una doña Francisca de la Cueva, hermosa en extremo, primera mujer que fue del don Pedro de Alvarado, que fallesció en la Veracruz, de la Nueva España, y fue el concierto que se capituló con Su Majestad que el don Pedro de Alvarado pusiese ciertos navíos y pilotos y marineros y soldados y bastimentos y todo lo que se hobiese menester para aquella armada a su costa, y se profirió que había de enviar a descubrir por la banda del Poniente a la China y Malucos o otras cualesquier islas de la Especería; y para lo que descubriese Su Majestad le prometió que en las mesmas tierras le haría ciertas mercedes; y por que yo no he visto lo capitulado, me remito a ello, y por esta causa no lo declaro en esta relación. Y volviendo a esta mi relación, puso en la mar del Sur doce navíos de buen porte, bien bastecidos de pan y carne y pipas de agua y todas las cosas que en aquel tiempo pudieron haber, y bien artillados y con buenos pilotos y marineros, pues para ser tan pujante armada, y estando tan apartados del puerto de la Veracruz, que son más de ciento y cincuenta leguas hasta donde se labraron los navíos, porque en aquella sazón de la Veracruz se trujo el hierro para la clavazón, y anclas y pipas y lo demás necesario para aquella flota, porque en aquel tiempo aún no se trataba Puerto de Caballos, gastó en ellos muchos millares de pesos de oro, que en Sevilla se pudieran labrar más de ochenta navíos, que no le bastó la riqueza que trujo del Perú, ni el oro que le sacaban de las minas en la provincia de Guatimala ni los tributos de sus pueblos, ni lo que le prestaron sus deudos amigos y lo que tomó fiado de mercaderes; pues lo que gastó en caballos y capitanes y soldados y arcabuces y ballestas y todo género de armas fue gran suma de pesos de oro. Pues ya puesto a punto sus naos para navegar y en cada una sus estandartes reales, señalados pilotos y capitanes y las instrucciones de lo que habían de hacer ansí de noche como de día, y derrotas que habían de llevar, y las señas de los faroles para si de noche hobiese alguna tormenta, y después de oído misa del Espíritu Santo y bendecidas sus banderas de un obispo de aquella provincia, y el mismo adelantado por capitán general de la armada, dan velas en el año de mill y quinientos y treinta y siete o treinta y ocho años, que esto no se me acuerda bien, y fue navegando por su derrota hasta el puerto que llaman de la Purificación, ques en la provincia de Jalisco, y en aquel puerto había de tomar agua y bastimentos y más soldados, puesto que llevaba ya en los navíos sobre quinientos y cincuenta soldados. Pues como lo supo el virrey don Antonio de Mendoza desta tan pujante armada, que para en estas partes se puede decir muy grande, y de los muchos soldados y caballos que llevaba y artillería, túvolo por muy gran cosa, como es razón de tener, de cómo pudo juntar y armar trece navíos en la costa del Sur, y que se le pudiesen allegar tantos soldados estando tan apartado el puerto de la Veracruz y de Méjico, porque, como memorado tengo, no venían navíos de Castilla con mercadurías a Puerto de Caballos, como agora vienen, y es cosa de pensar en ello a las personas que tienen noticia destas tierras y saben los gastos que se hacen. Pues como el virrey don Antonio de Mendoza supo y se informó que era para descubrir la China, y alcanzó a saber de pilotos y cosmógrafos que se podía descubrir muy bien por el Poniente, se lo certificó un deudo suyo que se decía Villalobos, que sabía mucho de alturas y del arte de navegación, y también porque alcanzó a saber que había enviado tres navíos a descubrir las mesmas islas el valeroso don Hernando Cortés antes que fuese a Castilla ni fuese marqués, acordó de escribir de Méjico al don Pedro de Alvarado con ofertas y buenos prometimientos para que se diese orden en que en el armada hiciese compañía con él, y para lo efetuar fueron a hacer el concierto don Luis de Castilla y un mayordomo del virrey que se decía Agustín Guerrero; y desquel adelantado vio los recaudos que llevaban para ello, y bien platicado sobre el negocio, se concertó que se viesen el virrey y el adelantado en un pueblo que se dice Chiribitio, que es en la provincia de Mechuacán, que era de la encomienda de un Juan de Alvarado, deudo del mismo don Pedro de Alvarado, y en el mesmo pueblo se concluyó que fuesen entrambos a dos a ver el armada, y desque la hobieron visto, sobre enviar quién iría por capitán general della tuvieron diferencias, porquel don Pedro quería que fuese un su sobrino que se decía Joan de Alvarado, no lo digo por el de Chiribitio, sino por otro que tenía el mismo nombre, y el virrey don Antonio de Mendoza quería que fuese su deudo, que era gran cosmógrafo, que se decía Villalobos, y todavía se concertó que fuesen el Alvarado y Villalobos por capitanes. Y luego el don Pedro de Alvarado fue al puerto de la Navidad, que ansí se nombra, donde en aquella sazón estaban todos sus navíos y soldados, para que por su mano fuesen despachados. E ya questaban para se hacer a la vela le vino una carta que le envió un Cristóbal de Oñate, questaba por capitán de ciertos soldados en unos peñoles que llaman de Cochistlán, y lo que le envió a decir, que, pues es servicio de Su Majestad, que vaya a socorrer con su persona y soldados, porque está cercado en partes que si no son socorridos no se podrá defender de muchos escuadrones de indios guerreros y demasiadamente esforzados questán en muy grandes fuerzas y peñoles, y que le han muerto muchos españoles de los que estaban en su compañía, y se temía en gran manera no le acabasen de desbaratar, y le sinificó en la carta otras muchas lástimas, y que a salir los indios de aquellos peñoles vitoriosos, la Nueva España estaba en gran peligro. Y como el don Pedro de Alvarado vio la carta y las palabras por mi memoradas, y otros españoles le dijeron en el peligro que estaban, luego sin más dilación mandó apercebir ciertos soldados que llevó en su compañía, ansí de caballo como arcabuceros y ballesteros, y fue en posta a hacer aquel socorro; y cuando llegó al real estaban tan afligidos los cercados, que si no fuera por su ida estuvieran en mucho más, y con su llegada aflojaron algo los indios guerreros de dar combate, mas no para que se dejasen de dar muy bravosa guerra como de antes andaban. Y estando una capitanía de soldados sobre unos peñoles para que no les entrasen por allí los guerreros, defendiendo aquel paso, Parece ser que a uno de los soldados se le derriscó el caballo y vino rodando por el peñol abajo con tan gran furia e saltos por donde don Pedro de Alvarado estaba, que no se pudo ni tuvo tiempo de se apartar a cabo ninguno, sino que el caballo le encontró de arte que le trató mal y le maguelló el cuerpo porque le tomó debajo; y luego se sintió muy malo, y para guarecelle y curalle, creyendo no fuera tanto su mal, le llevaron en andas a curar a una villa, la más cercana del real, que se dice La Purificación; y en el camino se pasmó, y llegado a la villa luego se confesó y rescibió los Santos Sacramentos, mas no hizo testamento, y fallesció, y allí le enterraron con la mayor pompa que pudieron. Dejemos de hablar de su muerte; perdónele Dios, amén. Volvamos a decir que se vio en muy grande aprieto el Cristóbal de Oñate en aquellos peñoles, que estuvo en punto de ser desbaratado si de presto no enviara el virrey a el licenciado Maldonado, oidor de la cal Audiencia de Méjico, con muchos soldados. Dejemos de hablar desto, y digamos qué se hizo y en qué paró el armada. Y es que como vieron los del armada que su capitán era fallescido, cada uno tiró por su cabo, y desde a un año, el virrey don Antonio de Mendoza mandó que tomasen tres navíos de los mejores y más nuevos de los trece que enviaba el adelantado a descobrir, y envió por capitán dellos a un su deudo, ya por mi memorado, que se decía Fulano de Villalobos, y que llevase la mesma derrota que tenían concertado de enviar a descubrir. Y lo que pasó en este viaje yo no lo sé bien, mas de oír decir, y se tiene por cierto, que fue a ciertas islas adonde había capitanes del rey de Portugal que trataban en ellas, y que le prendieron y fue a Castilla, y ansimismo fue cuando el valeroso don Hernando Cortés envió por capitán de otros tres navíos a un capitán que se decía Álvaro de Sayavedra Serón, por manera que todo lo más que gastó el adelantado se perdió, que nunca cobraron nada sus herederos.

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