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Authors: Dalton Trumbo

Johnny cogió su fusil (11 page)

Cuando hubo corrido sin piernas hasta el agotamiento y cuando hubo gritado sin voz hasta desgarrarse la garganta volvió a caer en el útero volvió a la quietud volvió a la soledad y a la oscuridad y al terrible silencio.

8

Las manos de la enfermera se movían sobre su cuerpo. Podía sentir que le lavaba el cuerpo y manipulaba su carne y vendaba la herida de su costado. Utilizaba algo caliente y graso para disolver la sustancia de la costra que sostenía la máscara en ese punto de irritación próximo a su garganta. Se sintió como un niño que ha despertado llorando por una pesadilla para encontrarse a salvo y abrigado en los brazos de su madre. Aun cuando no pudiese verla ni oírla la enfermera era una compañía. Era alguien y era su amiga. Ya no estaba solo. Si ella estaba allí él no tenía necesidad de preocuparse no tenía necesidad de luchar ni de pensar. En ella recaía toda la responsabilidad y él no tenía nada que temer mientras ella estuviese cerca. En lugar de la rata que le roía el costado sintió los dedos fríos de la enfermera y la pulcritud de unas nuevas vendas y gasas frescas.

Ahora supo que la rata sólo había sido un sueño. Se sintió tan aliviado cuando lo descubrió que por unos minutos casi olvidó su miedo. Y después relajado con los cuidados de la enfermera se estremeció de pronto al comprender que el sueño de la rata podía repetirse. Recordó que todo el sueño había comenzado al pensar en la herida de su costado. A medida que se iba quedando dormido su conciencia de la herida hacía surgir el sueño de la rata que se alimentaba de ella. Casi con seguridad mientras la herida estuviese allí desencadenaría la misma serie de pensamientos acerca de la rata que volvería nuevamente en su sueño. Cada vez que se durmiera la rata volvería y el sueño en lugar de olvido sería tan espantoso como la vigilia. Un hombre despierto puede aguantar mucho. Pero cuando llega el sueño merece olvidarlo todo. El sueño debería ser algo como la muerte.

Sabía que la rata era un sueño. Estaba seguro de ello. Lo único que debía hacer era encontrar una forma de salir del sueño cuando apareciese la rata. De niño solía tener pesadillas. Lo curioso era que no resultaban particularmente desagradables. La peor era una en la que él era una hormiga que cruzaba una acera y la acera era tan ancha y él tan pequeño que a veces se despertaba gritando asustado. Esa era la forma de terminar con las pesadillas. Gritar tanto que se despertaba. Pero ahora no podía hacerlo. En primer lugar no podía gritar y en segundo lugar estaba sordo y no podía oír sus gritos. No servía. Tendría que encontrar otra solución. Recordó que a medida que se hacía mayor y aparecían diferentes pesadillas podía salir de ellas pensando. Precisamente cuando parecía que algo terrible que le perseguía iba a atraparle pensaba Joe esto no es más que un sueño. Sólo un sueño ¿comprendes Joe? Y en seguida abría los ojos escrutaba la oscuridad que le rodeaba y el sueño desaparecía. Podría adoptar ese sistema con la rata. La próxima vez que apareciese en lugar de salir huyendo y gritando pidiendo ayuda pensaría que era un sueño. Y entonces abriría…

Pero no era posible. No podía abrir los ojos. En su sueño en mitad del sueño de la rata podría sustraerse a él mediante el pensamiento pero ¿cómo podía demostrar que estaba despierto si no podía abrir los ojos y mirar la oscuridad en torno suyo?

Pensó ¡Dios! Joe tiene que haber alguna forma. Pensó el hecho de desear saber que uno está despierto no es demasiado pedir. Pensó vamos Joe es la única forma en que puedes vencer a la rata y tienes que hacerlo de modo que lo mejor será que busques rápidamente alguna manera de probar si estas despierto o dormido.

Quizá sería mejor comenzar por el principio. Ahora estaba despierto. De eso estaba seguro. Acababa de sentir las manos de la enfermera y las manos de la enfermera eran reales. Así que cuando las sentía era porque estaba despierto. Aunque ahora que la enfermera se había ido estaba despierto porque pensaba en el sueño de la rata. Si puedes pensar en un sueño es que estás despierto. Eso es evidente Joe. Estás despierto. Y estás intentando liberarte de un sueño que sobrevendrá cuando te duermas. No puedes salir del sueño gritando porque no puedes gritar No puedes salir pensando y comprobar que estás despierto abriendo los ojos porque no tienes ojos. Mejor empieza a pensar antes de que te duermas Joe ésa es la cuestión empieza ahora mismo.

En el momento en que sientas que te quedarás dormido intenta ponerte rígido y decirte no vas a soñar con ratas. Entonces a lo mejor estarás preparado para ello y la rata no vendrá. Porque una vez que aparezca te cogerá hasta que despiertes y no puedes tener la seguridad de que estás despierto hasta que sientas las manos de la enfermera. Hasta entonces no puedes estar seguro en absoluto. De modo que cuando sientas que te estás durmiendo concéntrate y piensa que no vas a soñar con la…

Un momento. ¿Cómo sabrás cuando empieces a adormecerte Joe? ¿Qué te indicará que estás a punto de dormirte? ¿Cómo se siente uno antes de quedarse dormido? Tal vez esté cansado de trabajar y se relaje en la cama y sin darse cuenta se quede dormido. Pero no es tu caso Joe porque tú nunca estás cansado y estás siempre en la cama. Eso no sirve. Pues también puede ocurrir que sienta un escozor en los ojos y bostece y se desperece y por fin se cierren sus párpados. Pero eso tampoco sirve. Nunca sientes escozor en los ojos y no puedes bostezar ni desperezarte ni tienes párpados. Nunca estás cansado Joe. No necesitas dormir porque duermes prácticamente todo el tiempo ¿cómo puedes tener sueño? Si no puedes tener sueño ¿cómo puedes advertirlo? Y si no lo adviertes no puedes ponerte rígido y prevenirte contra la rata.

Cristo qué embrollo. Si ni siquiera podía saber si estaba despierto o dormido era un embrollo terrible. Pero no se le ocurría ningún modo de saberlo. Cuando uno se va a dormir está cansado y se acuesta y cierra los ojos y el sonido se desvanece y entonces uno se duerme. A lo mejor un tío normal un tío que tiene ojos para cerrar y oídos para oír no puede saber el momento preciso en que se duerme. Tal vez nadie pueda. Hay un pequeño espacio entre estar despierto y estar dormido que no es ni una ni otra cosa. Las dos cosas se funden de modo que te quedas dormido sin darte cuenta. Después sin darte cuenta te estás despertando y de pronto estás despierto.

Esto era un infierno. Si ni siquiera un tío normal podía saberlo ¿cómo iba a saberlo él cuando todo lo que le rodeaba era como un sueño las veinticuatro horas del día? Sólo sabía que probablemente entraba y salía del sueño cada cinco minutos. Toda su vida se parecía tanto al sueño que no había forma de seguir su curso. Por supuesto era razonable suponer que una gran parte del tiempo estaba despierto. Pero el único momento en que podía estar seguro era cuando sentía las manos de la enfermera. Y ahora que sabía que la rata era un sueño y en la medida en que era el único sueño que podía identificar con certeza entonces eso quería decir que sólo podía estar seguro de que dormía cuando le roía la rata. Desde luego además del sueño de la rata podía tener otros de la misma manera que podía estar despierto muchas veces sin que le tocaran las manos de la enfermera. Pero ¿cómo diablos podía saberlo?

Por ejemplo cuando era pequeño solía soñar despierto. Se recostaba y pensaba en cosas que haría algún día. O pensaba en las cosas que había hecho la semana pasada. Pero estaba despierto y lo sabía. Sin embargo tendido allí en la penumbra y el silencio era diferente. Si pensaba en algo que había pasado hacía mucho tiempo aquello que parecía un sueño diurno podía convertirse en un sueño verdadero de modo que mientras pensaba en el pasado podía quedarse dormido y soñar con eso.

Tal vez no había solución. Tal vez por el resto de su vida tendría que adivinar si estaba despierto o dormido. ¿Cómo podría asegurar me dormiré o bien acabo de despertar? ¿Cómo lo sabría? Y uno tiene que saberlo. Es importante. Era lo más importante que quedaba. Lo único que tenía era una mente y quería sentir que pensaba con claridad. Pero ¿cómo lo haría si no tenía una enfermera cerca o una rata sobre su cuerpo?

Tenía que hacerlo y eso era todo. Se dice que los tíos que pierden partes de sí suelen desarrollar facultades adicionales. Tal vez si se concentraba en pensar sabría que estaba despierto precisamente como lo sabía ahora. Cuando no se concentrara se quedaría dormido. Eso significaba no soñar más con el pasado. Significaba no hacer nada más que pensar pensar pensar. Entonces se cansaría tanto de pensar que sentiría modorra y se quedaría dormido. Dios le había dejado la mente y eso era todo. Era lo único que podía usar así que tenía que usarla siempre que estuviese despierto. Debía pensar hasta que se sintiera cansado más cansado de lo que había estado nunca. Debía pensar todo el tiempo y después dormir.

Comprendió que era necesario hacerlo. Porque si era incapaz de distinguir la vigilia del sueño no podría considerarse siquiera una persona adulta. Ya era desdicha suficiente estar en el útero. Ya era desgracia suficiente pensar que durante años y años permanecería solo en el silencio y la oscuridad. Pero esto último esa incapacidad de distinguir los sueños de los pensamientos era el olvido. Le convertía en nada. En menos que nada. Le despojaba de lo único que distinguía a un hombre normal de un loco. Significaba que podía estar pensando con mucha solemnidad en algo que parecía importante mientras que en realidad estaba dormido y soñaba los sueños idiotas de un niño de dos años. Le despojaba de todo respeto por sus propios pensamientos y eso era lo peor que podía pasarle a cualquiera. Estaba tan confundido que no sabía si lo verdadero era la enfermera o la rata. Quizá ni una ni otra cosa. Quizás ambas fueran reales. Quizá nada era verdadero ni siquiera el mismo oh Dios ¿no seria maravilloso?

9

La fogata del campamento estaba instalada frente a una tienda y la tienda bajo un enorme pino. Cuando dormías dentro de la tienda siempre te parecía que afuera estaba lloviendo porque las hojas del pino caían y caían. Su padre estaba sentado frente a él contemplando el fuego. Todos los veranos venían a este sitio a nueve mil pies de altura cubierto de pinos y lagos. Pescaban en los lagos y por la noche cuando dormía el rugido del agua de los torrentes que unían los lagos sonaba en sus oídos.

Venían a ese sitio desde que él tenía siete años. Ahora tenía quince y mañana vendría Bill Harper. Se sentó frente al fuego miró a su padre a través de las llamas y se preguntó cómo se lo diría. Se trataba de algo muy serio. Mañana por primera vez en todos sus viajes juntos quería ir de pesca con alguien que no era su padre. Nunca se le había ocurrido esa idea en anteriores excursiones. Su padre siempre había preferido su compañía a la de otros hombres y él siempre había preferido la de su padre a la de otros muchachos. Pero mañana vendría Bill Harper y quería ir de pesca con él. Sabía que alguna vez ocurriría. Sin embargo también sabía que significaba el fin de algo. Era un fin y un comienzo y no sabía cómo decírselo a su padre.

De modo que lo mencionó como de paso. Dijo mañana viene Bill Harper y he pensado en que tal vez salga con él. Dijo Bill Harper no sabe mucho sobre pesca. Y yo sí de modo que pienso que si no te importa me levantaré temprano por la mañana para encontrarme con Harper e ir de pesca con él. Su padre no respondió. Luego dijo por supuesto Joe. Vete con él. Y más tarde su padre dijo ¿sabes si Bill Harper tiene una caña? El le contestó que Bill no tenía una caña. Pues bien dijo su padre entonces ¿por qué no llevas mi caña y que Bill use la tuya? De todos modos yo no pensaba ir de pesca mañana. Estoy cansado y creo que voy a descansar todo el día. Así que usa mi caña y que Bill use la tuya.

Fue así de sencillo y sin embargo él sabía que era una gran cosa. La caña de su padre era muy buena. Tal vez el único lujo que se había permitido su padre en toda su vida. Todas las primaveras su padre enviaba la caña a un experto de Colorado Springs. El hombre de Colorado Springs raspaba cuidadosamente el barniz de la caña arreglaba los desperfectos la volvía a barnizar y la devolvía resplandeciente. Todos los años. Era el único tesoro de su padre. Sintió un pequeño nudo en la garganta cuando pensó que en el preciso momento en que él abandonaba a su padre por Bill Harper su padre le ofrecía su caña.

Esa noche se acostaron sobre un lecho de hojas de pino. Habían ahuecado el lecho de hojas de pino a fin de hacer un pequeño vacío para las caderas. Se quedó largo rato despierto pensando en el día siguiente y en su padre que dormía a su lado. Después se durmió. A las seis de la mañana oyó un susurro. Era Bill Harper que le llamaba desde la entrada de la tienda. Se levantó le dio su caña a Bill y él llevó la de su padre. Se marcharon sin despertarle.

Anochecía cuando ocurrió la catástrofe. Iban en un bote a remo pescando con los dos sedales tendidos. El remaba y Bill Harper iba en popa frente a él con una caña a cada lado del bote. Todo muy calmo y el lago tan apacible como un espejo. Ambos estaban algo somnolientos porque el día había sido maravilloso. De pronto se oyó el agudo chirrido de un pez que tensaba la línea. La caña saltó de la mano de Bill Harper y desapareció en el agua. Los dos manotearon desesperadamente para asirla pero era demasiado tarde. Era la caña de su padre. Durante más de una hora intentaron pescarla ayudándose con la otra caña y los remos del bote con la esperanza de encontrarla pero sabían que era inútil. La maravillosa caña de su padre había desapareció y no la volverían a ver.

Encallaron el bote y limpiaron el pescado que habían cogido y luego fueron a la tienda a comprar una cerveza. Bebieron su cerveza y hablaron sobre la caña en voz baja. Después él se separó de Bill Harper.

En el camino de regreso a la tienda bajo los pinos sobre la suave alfombra de hojas y atento al sonido de los torrentes que descendían por la montaña y mirando las estrellas del cielo pensaba en su padre. Su padre y su madre nunca tuvieron mucho dinero pero parecían arreglarse bien. Tenían una casita en la parte posterior de un terreno largo y ancho en los alrededores del pueblo. Frente a la casa había un parque y entre el parque y la acera su padre contaba con un espacio bastante amplio donde había hecho un huerto. La gente de todo el pueblo venía a admirar el huerto de su padre. Su padre se levantaba a las cinco o cinco y media de la mañana para regar el huerto y por la tarde cuando volvía del trabajo estaba ansioso por regresar a él. De algún modo para su padre el huerto era una forma de escapar a las facturas y a las historias triunfantes y al trabajo en la tienda. Era su forma de crear algo. Era su forma de ser un artista.

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