Read Johnny cogió su fusil Online
Authors: Dalton Trumbo
El tiempo parecía suspendido en una inmovilidad total como si quisiese mortificarle. De repente le invadieron pequeños espasmos como consecuencia del pánico que le asaltaba cuando le parecía advertir casi con certeza que el cambio se había producido sin que él lo percibiese y cada espasmo se traducía en náuseas. Luego sobrevino un intervalo más sereno durante el cual con gran tranquilidad sentía su piel y se convencía de que no estaba loco que no se había dormido ni había divagado y que el cambio aún no se había producido. Entonces súbitamente comprendió que se acercaba el momento. Los músculos de la espalda y sus muslos y su estómago se pusieron rígidos porque lo presentían. Casi podía sentir el sudor que brotaba de su cuerpo mientras intentaba contener la respiración por miedo a no advertirlo. Los fragmentos de piel a cada lado del cuello y la mitad de la frente le escocían como si hubiesen estado paralizados y ahora recibieran una nueva inyección de sangre. Era como si los poros de su cuello se extendieran materialmente para atrapar el cambio para absorberlo.
Todo era tan lento tan paulatino que parecía imposible pensar que ocurría realmente. Ahora no había peligro de caer en divagaciones o quedarse dormido. Hubiese sido como quedarse dormido en medio del primer beso. Como quedarse dormido en la mitad de una carrera de cien yardas y ganarla. Lo único que podía hacer era esperar y sentir con la piel y apresar cada segundo del cambio cada lento movimiento del tiempo y de la temperatura que le ofrecían un regreso a la vida.
Le parecía que hacía horas que permanecía así rígido y expectante y agitado. Había momentos en que tenía la certeza de que los nervios del cuello no registraban que de golpe se habían entumecido y ya no podrían verificar el cambio. Y luego otros momentos en que sentía que habían aflorado hasta llegar casi a la superficie de su piel atravesados por un dolor agudo y penetrante a medida que se esforzaban por captar el cambio.
Y después todo empezó a ocurrir velozmente cada vez más velozmente y aunque sabía que estaba en una habitación de hospital protegida tan cubierto de posibles cambios de temperatura le pareció que se manifestaba en una llamarada de fuego. Como si su cuello se estuviera chamuscando quemando abrasando con el calor del sol naciente que había entrado en su habitación. Y él había recuperado el tiempo había ganado la batalla… Los músculos de su cuerpo se relajaron. En su mente en su corazón en todas las partes que quedaban de él cantaba cantaba cantaba.
Amanecía.
En el mundo entero o por lo menos en el país en que había nacido el sol asomaba por el este y la gente se levantaba de la cama y las colinas se volvían rosadas y cantaban los pájaros. Amanecía en toda Europa en toda América. ¿Qué diablos importaba no tener nariz siempre que pudiese oler el alba? Olió sin fosas nasales. Captó el aroma del rocío en el césped y se estremeció porque era maravilloso. Protegió sus ojos de los primeros rayos luminosos del sol matinal y a la distancia vio las altas montañas de Colorado en el este y el sol que las inundaba y vio los colores que resbalaban por sus laderas y más cerca divisó pardas y ondulantes colinas que adquirían tonalidades rosas o alhucemas como el interior de una caracola. Y más cerca aún en el campo donde se encontraba advirtió el césped verde que trepaba centelleante hasta sus tobillos y se echó a llorar. Agradeció a Dios el haber podido ver el amanecer.
Volvió sus espaldas al sol y miró hacia el pequeño pueblo en que había vivido en que había nacido. Todos los tejados se habían vuelto rosados con la luz del alba. Hasta las casas despintadas cuadradas y feas eran hermosas. Oyó el mugido de la vacas en los corrales esperando ser ordeñadas porque el pueblo donde había nacido era un pueblo muy sensato y allí cada cual tenía su vaca. Oyó el estrépito de las puertas de reja que se cerraban a medida que los soñolientos dueños de casa se dirigían al gallinero o al granero para ocuparse de los animales. También pudo ver el interior de las casas mientras los hombres abandonaban sus lechos bostezando saludablemente y rascándose el pecho y buscando sus pantuflas hasta que finalmente se levantaban e iban a la cocina donde sus mujeres les preparaban salchichas y pasteles calientes y café.
Vio unos niños retozando en sus cunas y frotándose los ojos con sus pequeños puños y tal vez sonriendo o llorando y quizá algo malolientes pero con un aspecto poderosamente saludable mientras recibían la luz del sol mientras recibían la mañana y el amanecer. Vio todas esas cosas todas esas bellas cosas hogareñas mientras contemplaba el pueblo y para ver el sol y las montañas sólo le bastaba darse la vuelta.
Oh Dios Dios gracias mi Dios pensó ya lo tengo y no me lo pueden quitar. Pensó he podido ver nuevamente el amanecer y desde ahora lo podré ver todas las mañanas. Pensó gracias Dios gracias gracias. Pensó aunque nunca pueda tener otra cosa siempre podré contar con el amanecer y la luz del sol por la mañana.
Fin de año. La nieve pulula en el aire húmedas nubes de nieve se ciernen sobre Shale City. Todo quietud y luces incandescentes en el interior de las casas tibias. Ni confites ni botellas de champagne ni gritos ni un solo ruido. El sosiego del año nuevo para gente común que trabajaba y era amable y sólo deseaba paz. Feliz año nuevo. Su padre besa a su madre diciéndole feliz año querida hemos tenido suerte los niños son sanos te quiero feliz año confío en que el nuevo transcurra tan bien como el que pasó.
Vísperas de año nuevo en la panadería los tíos exclaman ¡maldito sea! me alegro de que termine el que viene no podrá ser peor feliz año nuevo diablos salgamos a la niebla y cojamos una borrachera. Salir de la panadería en vísperas de año nuevo mientras los cubos quedan tirados por cualquier parte y los hornos vacíos y las cintas transportadoras detenidas y las empaquetadoras paralizadas y las cortadoras inmóviles y nada más que la cuadrilla que abandonaba un sitio extraño y silencioso en tanto sus voces repercutían huecas en la maquinaria muerta. Los tíos de la panadería salían a celebrar el año nuevo.
Los propietarios de los bares servían bebidas gratis por encima del mostrador exclamando feliz año nuevo tú muchacho has sido un buen cliente toma regalo de la casa que lo disfrutes feliz año y al diablo con los prohibicionistas aunque algún día esos cabrones nos darán un disgusto. Las muchachas de los bodegones y las muchachas de los hoteles y una multitud de tíos que salían de pequeños y sucios departamentos y música y baile y humo y alguien con un ukelele y venga otra copa y el sentimiento de soledad que todo el mundo lleva dentro la gente que te empuja y largo de aquí y una muchacha que se desmaya en el bar. y una pelea y feliz año nuevo.
Oh dios el feliz feliz año nuevo había contado trescientos sesenta y cinco días y ahora era año nuevo.
No parecía haber transcurrido un año. Se había esfumado como una vida. Como cuando miras hacia atrás y piensas en una época tan remota que no puedes recordar con claridad qué ocurría entonces y sin embargo el tiempo se ha ido tan velozmente que todo parece haber comenzado un minuto antes. Seis visitas diarias de la enfermera treinta días un mes y ahora trescientos sesenta y cinco días. Había pasado rápidamente porque estaba ocupado en algo. Había llevado la cuenta del tiempo. Como todo el mundo tenía conjuntos de cifras para recordar controlaba un pequeño mundo que le pertenecía que estaba rezagado respecto del mundo exterior pero que sin embargo ahora estaba más próximo. Tenía un calendario en el que no figuraban el sol y la luna y las estaciones un calendario de treinta días por mes y doce meses por año y cinco días más para compensar la diferencia con la próxima visita de la enfermera que significaría el amanecer del nuevo año.
Había estado muy ocupado y había aprendido mucho. Había aprendido cómo comparar cada dato con todos los demás de modo que no podía perder el dominio del tiempo que había logrado conquistar. Ya podía discernir el día de la noche sin esforzarse por advertir el alba. Sabía exactamente en qué visita la enfermera lo lavaría y le cambiaría la ropa. Cuando se alteraba el horario y la enfermera se saltaba una de las visitas se sentía molesto y defraudado y trataba de imaginar qué estaría haciendo aunque cuando por fin venía volvía a sentir la misma ansiedad.
Hasta podía diferenciar a las enfermeras. La enfermera del día era siempre la misma pero las de la noche cambiaban. La enfermera de día tenía manos suaves y diestras algo duras como las manos de alguien que ha trabajado mucho de modo que supuso que era una mujer madura y la imaginó con el cabello gris. Siempre se acercaba a la cama directamente desde la puerta con cuatro pasos firmes y de esta forma calculó que su cama se encontraba a unos diez pies de la puerta. Debía ser una mujer corpulenta porque sus pasos eran más pesados que los de las enfermeras nocturnas. Casi tan pesados como los del médico que entraba muy de tanto en tanto hurgaba un rato y después se largaba. La enfermera diurna hacía las cosas bruscamente… paf y estaba de costado crash y una sábana se deslizaba junto a su cuerpo flop y se encontraba de espaldas dale que te pego y ya estaba bañado. Esta vieja enfermera diurna conocía su oficio y a él le caía bien. Muy de tanto en tanto venía por la noche en reemplazo de la enfermera nocturna. El siempre se estremecía y se meneaba para comunicarle que se alegraba de verla y ella le daba pequeñas palmadas en el estómago y pasaba su mano por el fino cabello de su cráneo para decirle gracias ¿cómo está?
Las enfermeras nocturnas no eran regulares. A veces aparecían dos o tres en la misma semana. Casi todas daban más pasos desde la puerta a la cama que la enfermera diurna y esos pasos eran más livianos. Cerraban la puerta con mayor o menor energía y deambulaban más por la habitación. Generalmente tenían las manos muy suaves y algo húmedas de modo que se tropezaban en lugar de deslizarse suavemente por su cuerpo. Sabía que eran jóvenes. Cuando aparecía una nueva enfermera él adivinaba lo primero que haría. Quitaría las mantas y durante uno o dos minutos no haría movimiento alguno y él sabía que le estaba mirando y que seguramente empezaba a sentir náuseas. Una de ellas se volvió y huyó corriendo de la habitación. No regresó. Así fue como se quedó sin orinal y mojó la cama pero la perdonó. Otra lloró. Sintió sus lágrimas sobre el pecho a través de la camisa de dormir. El se emocionó porque de pronto sintió que ella estaba muy cerca y cuando se fue se quedó horas dolorido. La imaginó joven y hermosa.
Todas estas cosas eran interesantes eran importantes y le mantenían muy ocupado. Había construido un nuevo universo lo había organizado a su gusto y vivía en él. Y era la víspera de año nuevo aunque en el exterior bien podría ser el Cuatro de Julio. Designó los días de la semana de lunes a domingo y los meses para poder celebrar las fiestas. Los domingos por la tarde iba a dar un paseo por los bosques de los alrededores de París. Una vez cuando estaba con licencia en primavera había caminado por allí de modo que ahora todos los domingos eran primavera y él paseaba por los bosques de uniforme sacando pecho moviendo vigorosamente las piernas y agitando los brazos. En julio cuando picaban las truchas subió a Grand Mesa y conversó con su padre. Tenían mucho que hablar habían aprendido tanto desde que se habían visto por última vez. Es mucho mejor que preocuparse dijo su padre. Si te preocupas demasiado no gozas de la vida. La muerte es mejor lo único que quisiera saber es cómo está tu madre.
Todas las noches en verano y todas las semanas en invierno iba a dormir con Kareen y le susurraba dios te bendiga Kareen mi amor dios te bendiga. No sé qué haría si no estuvieses a mi lado todas las noches. Los demás se han ido y estoy solo si no fuese por ti Kareen. Dormían con el brazo de ella alrededor de él o el de él alrededor de ella y siempre se daban la vuelta juntos. Se abrazaban muy intensamente y él la besaba en sueños toda la noche.
Un año. Qué tiempo tan largo era un año. Cuando él le dijo adiós en la estación del ferrocarril hace sólo un minuto Kareen tenía diecinueve años. El estuvo cuatro meses en el campo de adiestramiento y once meses en Francia así que eran más de veinte. También todo ese tiempo perdido para siempre que probablemente sumarían un año más. Y ahora otro. Y después vendrían otros y otros. Kareen debía tener veintidós. Por lo menos. Tres años. Seguiría así mientras viviese. Dentro de diez años Kareen tendría arrugas. Más tarde su pelo se pondría gris y sería una vieja, una vieja vieja y la joven que estaba en la estación no habría existido nunca.
Sabía que no era cierto. Kareen no envejecería nunca. Aún tenía diecinueve años. Tendría diecinueve siempre. Su pelo seguiría siendo castaño y sus ojos claros y su piel fresca como la lluvia. El no permitiría que una sola arruga le marcara el rostro. Eso era algo que ningún otro podría hacer por ella. La conservaría a salvo a salvo del tiempo en el mundo que él había construido donde el tiempo se movía según disposiciones y cada domingo era primavera. Pero ¿dónde estaría ella —la verdadera Kareen— Kareen en el mundo exterior en el tiempo exterior? Mientras él dormía todas las noches con la Kareen de diecinueve años ¿acaso la verdadera Kareen estaba con otro era una mujer y también quizá madre de un niño? Kareen adulta y remota que le había olvidado…
Sintió deseos de estar cerca de ella. No porque pudiera verla no porque deseara que ella le viese. Pero le agradaría sentir que respiraba el mismo aire que ella respiraba que vivía en el mismo país en que ella vivía. Recordó la extraña emoción que le invadía cuando visitaba la casa del viejo Mike la casa de Kareen. El aire parecía endulzarse a medida que se acercaba. Solía decirse aunque sabía que no era cierto, que el aire que rodeaba la casa era diferente porque estaba cerca de ella.
Nunca le había preocupado especialmente saber dónde estaba dónde le habían llevado pero al pensar en Kareen echó de menos su casa. Su mente gemía dios espero estar en América deseo estar en casa. Era como si un norteamericano cualquier norteamericano fuese un amigo comparado con un inglés o un francés. Porque él era norteamericano América era su patria allí había nacido y todos los de fuera eran extranjeros. Luego se decía qué te importa nunca podrás ver o hablar o andar no puedes darte cuenta de la diferencia da lo mismo que estés en Turquía o en América. Pero no era cierto. Te gusta pensar que estás en tu casa. Aunque no pudiese hacer otra cosa que yacer en la oscuridad sería mejor que esa oscuridad fuese la de su casa y que la gente que se movía en la oscuridad fuese su gente su gente norteamericana.