Johnny cogió su fusil (22 page)

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Authors: Dalton Trumbo

En las colinas más allá de Belén un pastor de ovejas intentaba descansar. Las ovejas estaban echadas y la gente que había acudido a Belén de todas partes había provocado una agitación tan grande que con seguridad los lobos se habrían retirado asustados en dirección a las montañas de modo que podría dormir un rato sin peligro. Dormía cuando súbitamente se despertó por una luz que brillaba sobre su rostro. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Por un instante no pudo ver nada porque la luz de la estrella le había cegado. Cuando por fin pudo recuperarse vio una estrella suspendida a baja altura en el cielo de Belén. Una estrella tan cercana que casi se la podía alcanzar y tocar y tan brillante que iluminaba todo el pueblo. Los muros y los tejados de Belén se recortaban nítidos y claros y blancos y en el cerro en torno suyo pudo ver sus ovejas como terrones de plata sobre la tierra.

Luego oyó ruidos en el camino y miró a la izquierda. Al pie del cerro donde el camino se curvaba hacia Belén vio tres camellos con tres jinetes. Por sus ropas el pastor dedujo que eran forasteros. Los adornos de plata de sus sillas de montar reflejaban la luz de la estrella de Belén. Les observó un instante pensando que parecían muy ricos como para tener que pagar impuestos y entonces oyó la música. El aire se pobló de ángeles que cantaban a la luz de la estrella. Esta noche cantaban en el pueblo de Belén ha nacido un niño que será el salvador del mundo. Es el príncipe de la paz y el hijo de Dios y su nombre es Jesús. Paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres. Alegraos todos y cantad con los ángeles porque esta noche ha nacido el salvador. Paz paz paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres.

El pastor de ovejas no estaba habituado a que los ángeles cantaran en el cielo justamente en el sitio donde él trabajaba. Por lo tanto supo que se trataba de una especie de milagro y se arrodilló y bajó la cabeza en oración. Durante un largo rato no elevó los ojos aunque temía que todo ese ruido pudiera espantar a sus ovejas y se viera obligado a pasar la noche buscándolas.

Muy lejos en Roma un hombre en un palacio se revolvió en su sueño. Casi despertó y luego volvió a adormecerse preguntándose entre sueños por qué estaba inquieto. En el pesebre de Belén María escuchaba a los ángeles y no parecía sentirse tan feliz como cuando vio a su niño por primera vez. Miraba fijamente a los reyes magos que habían acudido con sus regalos. Abrazaba con fuerza a su pequeño. Sus ojos estaban llenos de dolor y miedo por el niño.

18

Cuando por fin se obligó sus pensamientos a apartar de la Navidad la feliz Navidad comenzó a cabecear nuevamente. Sólo que esta vez cabeceaba con firmeza con vigor lleno de esperanza y convicción porque se daba cuenta de que esta nueva enfermera esta maravillosa nueva enfermera se esforzaba en pensar tanto como él y en la misma cosa. Sabia claramente como si ella se lo hubiese dicho que estaba resuelta a quebrar el silencio que se interponía entre él como un hombre muerto y él como un hombre vivo. En la medida en que ya había pensado en una forma de hablarle sabía que prestaría atención cuando él intentara responder. Las otras demasiado ocupadas o exhaustas o bien no muy inteligentes no habían sido capaces de comprender su intención. Habían considerado su cabeceo como un tic nervioso como una enfermedad como el capricho de un niño o un síntoma de locura. Todo menos como un significado real todo menos como un grito desde la oscuridad una voz desde la muerte una súplica silenciosa de amistad y de alguien con quien hablar. Pero la nueva enfermera le entendería y le ayudaría.

Cabeceó con mucho cuidado muy lentamente para demostrarle que había un método en lo que hacía. Del mismo modo que ella había repetido el dibujo de la letra M sobre su pecho una y otra vez así comunicaba él ahora su señal de angustia mediante el cabeceo. Pero lenta… tan lentamente. Punto punto punto punto punto punto punto punto. SOS. Socorro. La repitió una y otra vez, De tanto en tanto se detenía al completar la señal. Ese era su signo de interrogación de mismo modo que las pausas habían sido un signo de interrogación para ella. Se detenía e intentaba conceder una expresión expectante a todo aquello que era visible de él su pelo y la mitad de la frente encima de la máscara. Luego al no recibir respuesta recomenzaba. Y mientras seguía cabeceando sabia que ella estaba cerca observando y pensando.

Después de un largo rato de esperar y observar y pensar ella comenzó a hacer cosas. Las hacía muy deliberadamente tan deliberadamente que hasta sus movimientos parecían pensativos. Primero deslizó el orinal bajo las mantas colocándolo junto a su cuerpo para que el pudiera reconocerlo. El sacudió la cabeza. Se llevo el orinal y trajo la bacinilla. El sacudió la cabeza. Ella retiró la bacinilla. Ahora no había vacilación en sus movimientos. Parecía tener pensado cada movimiento antes de completar el anterior. Trabajaba con habilidad e inteligencia para eliminar una por una todas las posibles causas de su cabeceo sin pausas intermedias. El comprendió que mientras estaba a su lado observando y pensando había elaborado un plan que ahora ponía en práctica de la manera más directa posible.

Le quitó la manta dejándole sólo con una sábana. Él sacudió la cabeza. Volvió a poner la manta y colocó otra encima para abrigarle mas. Él sacudió la cabeza. Había detenido el cabeceo esperando atentamente a que ella llevara a cabo su plan. Ella le descubrió totalmente y le modificó la posición del tubo en su garganta. Él sacudió la cabeza. Dio una palmada sobre la venda en su costado. Él sacudió la cabeza. Sacudió la cabeza y se asombró de conservar la sensatez que exigía hacerlo dado que estaba tan excitado que apenas podía pensar. Ella le levantó la camisa que le cubría y comenzó a trotarle el cuerpo lentamente. Él sacudió la cabeza. Volvió a cubrirle y se dirigió hacia la cabecera de la cama. Le frotó la frente apaciguadoramente. El sacudió la cabeza. Le alisó el pelo le rascó el cráneo y le masajeó los nudillos. Él sacudió la cabeza. Le aflojó la cuerda que sujetaba la máscara sobre su rostro. Él sacudió la cabeza. Levanto la máscara y le abanicó suavemente para que entrase aire y asegurarse de que no se pegaba. Él sacudió la cabeza. Dejó caer la máscara y no hizo nada más. Él sintió que estaba en pie junto a la cabecera de la cama mirándole atentamente tan alerta y ansiosa como él. Había hecho todo cuanto se le había ocurrido y ahora estaba en pie quieta como diciéndole ahora le toca a usted por favor haga todo lo posible por explicarme y yo haré todo lo posible por comprender.

Él empezó a cabecear nuevamente.

Le pareció que su respiración se detenía. Le pareció que su corazón se detenía y que la sangre de su cuerpo se congelaba. Le pareció que la única cosa viviente en el mundo era su cabeza mientras la golpeaba una y otra vez contra su almohada. Sabía que era ahora o nunca. No valía la pena engañarse. Todo debía decidirse en este instante en este mismo instante. Nunca más volvería a tener una enfermera como ésta. Dentro de cinco minutos podría dar la vuelta y marcharse de la habitación para no regresar nunca. Cuando se marchara se llevaría su vida con ella se llevaría la locura la soledad y todos sus gritos silenciosos dejados de la mano de Dios y no lo sabría nunca. Nunca escucharía esos gritos. Simplemente se marcharía y él quedaría olvidado. Ella era la soledad y la amistad era la vida y la muerte y ahora aguardaba inmóvil que él le dijese qué quería.

Mientras cabeceaba rezaba. Nunca había tenido muy en cuenta la oración pero ahora si. Se decía oh Dios por favor haz que comprenda lo que intento decirle. He estado tanto tiempo solo Dios he estado aquí años y años ahogándome asfixiándome muerto en vida como un hombre que ha sido enterrado en un ataúd bajo la tierra y se despierta y grita estoy vivo estoy vivo estoy vivo déjenme salir levanten la tapa quiten la tierra de encima por favor Cristo misericordioso ayúdame pero no hay nadie que lo pueda oír así que está muerto. Sé que estás muy ocupado Dios sé que hay millones de personas que rezan una plegaria por minuto por hora por algo que necesitan sé que hay mucha gente importante que te pide cosas grandes que se refieren a naciones y continentes enteros y tal vez a todo el mundo. Lo sé Dios y comprendo que no respondas inmediatamente nadie es perfecto pero lo que te pido es tan insignificante. Si te pidiese por ejemplo un millón de dólares o un yate particular o un rascacielos comprendería que no me lo otorgaras porque no hay tantos dólares ni tantos yates ni tantos rascacielos. Pero sólo quiero que cojas una pequeña idea que está en mi mente y la pongas en la mente de ella que está sólo a dos o tres pies de distancia. Es todo lo que quiero Dios. La idea es tan pequeña tan liviana que hasta un colibrí podría llevarla una mariposa nocturna una mosca el aliento de un niño. Se puede hacer en muy poco tiempo y no puedo expresar cuánto significa para mí. Sinceramente no te lo pediría Dios pero es una cosita tan insignificante. Tan insignificante…

Sintió el dedo de ella contra su frente.

Asintió.

Sintió que el dedo de ella golpeaba cuatro veces su frente. Esa es la letra H pensó pero ella no lo sabe no tiene idea golpea para comprobar si es eso lo que quiero.

Asintió.

Asintió con tanta fuerza que sintió dolor en el cuello y le pareció que la cabeza le daba vueltas. Asintió con tanta fuerza que toda la cama se estremeció.

Oh gracias Dios pensó. Ella entiende tú le has puesto la idea en la mente cuando te lo pedí gracias. Gracias gracias gracias.

Sintió que la mano de ella le oprimió la frente por un momento como tranquilizándole. Después advirtió la vibración de sus pasos que se alejaban rápidamente. Imaginó que salía de prisa de la habitación para decirlo a los demás. La puerta se cerró con estrépito. El sonido repercutió en los resortes del colchón metálico como un impacto eléctrico. Se había marchado.

Se quedó tendido asombrado al comprobar cuán exhausto estaba. Era como si hubiese trabajado tres noches consecutivas en la panadería durante el verano cuando no podía dormir de día. Se le había acabado el aliento le palpitaba la cabeza y tenía todos los músculos del cuerpo resentidos. Sin embargo por dentro todo era una fiesta con confetis banderas que ondeaban en lo alto bandas de música que marchaban a paso ligero en línea recta hacia el sol. Lo había logrado había tenido éxito la tarea estaba cumplida y aun cuando yaciera perfectamente inmóvil absolutamente agotado le parecía ver al mundo entero a sus pies. No había forma de decirlo de pensarlo de imaginarlo. Se sentía tan feliz.

Era como si todos los hombres del mundo los dos mil millones de seres humanos le hubiesen cerrado la tapa de su ataúd pisoteando la tierra hasta solidificarla sobre la tapa apilando grandes piedras sobre la tierra para mantenerle allí. Y sin embargo él había salido. Había levantado la tapa había excavado la tierra había lanzado al aire el granito como si fuese un bola de nieve y ahora se encontraba en la superficie de pie en el aire saltando y a cada paso se elevaba millas por encima del suelo. Era distinto a todos los que habían vivido. Había hecho tanto que era como un dios.

Los médicos que traían a sus amigos para que le viesen ya no podrían decir he aquí un hombre que ha vivido sin brazos piernas oídos ojos nariz boca ¿no es extraordinario? Dirían he aquí un hombre que piensa. He aquí un hombre que yace en su cama con un solo fragmento de carne que le mantiene vivo y sin embargo pensó en una forma de hablar. Escuchadle. Como veis su mente está intacta habla como tú y como yo es una persona tiene una identidad es parte del mundo. Y es parte del mundo únicamente porque por sí solo tal vez con la ayuda de una plegaria y un dios imaginó una forma de hablar. Miradle y luego permitidnos que os preguntemos si eso no es aún más maravilloso que todas las espléndidas operaciones que realizamos sobre su tronco mutilado.

Ahora supo que nunca en su vida había sido realmente feliz. Hubo veces en que pensó que era feliz pero ninguna se parecía a ésta. En una ocasión se pasó un año entero deseando un juego de piezas para edificar distintas casas y maquinarias y en Navidad se lo regalaron. Probablemente ése fue el momento más feliz de su infancia. También hubo un momento en que Kareen le dijo que le amaba y ése fue el instante más feliz que conoció hasta que explotó la granada y le apartó del mundo. Pero esta felicidad esta nueva salvaje frenética felicidad era más grande que cualquier otra que pudiera concebir. Era algo tan absoluto tan imponente tan fuera del mundo que le provocó los efectos de un delirio. Sus piernas destrozadas y mutiladas se irguieron y bailaron. Sus brazos pudriéndose durante esos cinco seis siete años se movían fantásticamente libres a su costado siguiendo el ritmo de la danza. Los ojos que le habían arrebatado miraron desde el montón de basura donde habían sido confinados y vieron todas las bellezas del mundo. Los oídos hechos pedazos y llenos de silencio de pronto captaron una música. La boca que le habían serruchado y ahora estaba llena de polvo volvió a cantar. Porque lo había logrado. Había alcanzado lo imposible. Les había hablado como Dios desde una nube desde una densa nube y ahora flotaba encima de la nube y era nuevamente un hombre.

Y la enfermera…

Podía imaginarla corriendo por los pasillos. Podía oírla alborotando como un fantasma ruidoso por los pasillos de la muerte. Podía sentirla corriendo de pabellón en pabellón desde el pabellón de los lisiados al de los sordos al de los ciegos al de los mudos reuniendo a todo el personal del hospital comunicándoles el milagro ocurrido. Podía oír su voz mientras les contaba que en una pequeña habitación apartada del resto del hospital se había levantado la tapa de un ataúd se había desplazado la piedra que sellaba una tumba y un hombre muerto cabeceaba y hablaba. Los muertos no habían hablado nunca. Nunca desde la muerte de Lázaro y Lázaro no había dicho nada. Ahora él les diría todo. Hablaría desde los muertos. Hablaría en nombre de los muertos. Les contaría todos los secretos de los muertos. Y mientras pensaba en lo que les diría la enfermera corría corría corría por los pabellones y los pasillos de piso en piso desde el sótano al desván por todo ese enorme sitio de donde habían salido tantos muertos. Al igual que el ángel Gabriel haría sonar su trompeta diciéndoles que se acercaran y escucharan la voz de los muertos.

Mientras esperaba que toda esa gente llegara hasta él podía sentir su presencia como un actor debe sentir la presencia de un millar de personas en el momento en que está a punto de levantarse el telón. Podía sentir las vibraciones de sus pasos decenas de pasos que se agolpaban en su habitación. Podía sentir que empujaban su cama de un lado a otro porque en su ansiedad se apretaban contra ella. Los resortes de su cama parecían emitir un constante zumbido a medida que sus visitantes cambiaban de posición para poder contemplar mejor al muerto que hablaba. La temperatura de la habitación se volvió más cálida tanto que pudo sentir el calor de sus cuerpos apiñados en la piel de su cuello y la mitad de su frente descubierta por encima de la máscara.

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