Johnny cogió su fusil (19 page)

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Authors: Dalton Trumbo

París era una ciudad extraña una ciudad extranjera una ciudad moribunda y vital. Tenía demasiada vida y demasiada muerte y demasiados fantasmas y soldados muertos detrás de los mostradores de los cafés. Bébase un trago. Oh París es una ciudad mujer con flores en el pelo. Sin duda París era una ciudad maravillosa una ciudad femenina pero también una ciudad de hombres. Diez mil soldados de la infantería norteamericana o soldados franceses de permiso diez mil cien mil. Unos días más muchachos unos días más antes de volver y cada vez que vuelves las posibilidades en contra son mayores que la última vez. Recuerda que hay una ley de probabilidades de modo que vamos queridita juega un poco con las manos cinco francos diez francos dos dólares que bien ¿esa es una voz norteamericana? A por ella. Que diablos una canción en la sala y un trago de coñac barato y vamos por que allá en el este en un sitio que llaman frente del oeste hay un viejecito que lleva un libro y saca probabilidades todo el día y toda la noche. Nunca se equivoca. Flor de lis Flor de lis. Dios salve al Rey. Ven queridito estás solo quieres probar algo nuevo
¿parlé vous francé?
Un galón de vino tinto como agua y pan agrio y tal vez oh dios mío encuentre una muchacha norteamericana que hable un idioma cristiano.
Jig-jig
maldita sea no es eso lo que quiero. Quiero algo bien fuerte porque hay una voz que quiero ahogar. Es una voz que no emite sonido alguno pero no puedo lograr alejarme de ella.

En alguna parte la están fabricando. En alguna parte profunda en el corazón de Alemania están preparando la granada. Una muchacha alemana la lustra y la limpia y le coloca la carga en este mismo momento. Brilla a la luz de la fábrica y tiene un número y es mi número. Tengo una cita con la granada. Pronto nos encontraremos.

Los camiones rugiendo por la calle recogiendo a los tíos a los rezagados diciendo vamos amigo ha llegado la hora vamos a la estación subamos al viejo vagón. Porque vuelves. Vuelves junto al viejecito que saca las cuentas todo el día y toda la noche y nunca se equivoca. Vivan las estrellas y las barras que vivan para siempre ta-da da-deum da-de-a. Pruébalo muchacho es bueno algunos dicen que tiene droga pero no les creas una palabra. Algunos dicen que te deja estéril. Lo llaman ajenjo déjale reposar en el vaso es estupendo.
Parlé vous parlé vous
sí señor no señor ¿te sientes solo queridito dónde está esa voz americana? dios quisiera encontrarla. Dónde esta Jack dónde está Bill donde está John se marcharon se marcharon todos. Se marcharon al oeste. Diez mil dólares para la familia diez mil dólares Cristo. Conozco una casa en la Rué Blondel. Blancas y negras de todas las naciones. ¿Americanas? Por supuesto lo que usted quiera oh dios no es eso lo que quiero lo que quiero está muy lejos pero voy a aceptarle lo que tenga.
It's a long way to Tipperar
y
. Apaguen las luces.

Más cerca más cerca. En este mismo instante un pesado camión alemán cubierto de lona avanza en dirección a Francia. Lleva granadas y entre las granadas hay una que tiene mi número. Avanza hacia el oeste a través del valle del Rhin siempre deseé verlo. A través de la Selva Negra siempre quise verla. A través de la honda honda noche la granada viene hacia Francia a encontrarse conmigo. Se acerca cada vez más nada puede detenerla ni siquiera la mano de Dios porque tengo un tiempo establecido y ella tiene un tiempo establecido y nos encontraremos cuando llegue el momento.

América confía en que cada hombre cumpla con su deber Francia confía en que cada hombre cumpla con su deber Inglaterra confía en que cada hombre cumpla con su deber. Cada
doughboy
[8]
cada
tommy
[9]
cada
poilu
[10]
y ¿cómo diablos llaman a los italianos? de todos modos de ellos también se espera que cumplan con su deber. Allí vamos Lafayette y en los campos de Flandes vuelan las amapolas de hilera en hilera cuenten las hileras para el viejecito del libro el viejecito que hace las cuentas todo el día y toda la noche y nunca se equivoca.
Oui oui parlé vous jig-jig
? Desde luego
jig-jig
qué diablos cinco francos diez francos ¿quién dice dos dólares dos sólidos viejos dólares norteamericanos y una copa de whisky y de maíz? Dios mío este coñac. Siempre creí que era extraordinario he oído hablar tanto de él. Es espantoso quiero whisky de maíz y ¿qué piensan los prohibicionistas? Cuatro millones de nosotros se han marchado cuatro millones de votos supongo que nosotros no contamos nos van a arruinar. Vamos salgamos a buscar el whisky de maíz el viejo whisky norteamericano. Querida mi amor dulce cansado solitario quiero quiero una amiga coja una mesa una silla una cama pero no tardes hay muchos esperando París está lleno así que de prisa.

Oculta debajo de una suave y ondulante colina que se parece a un pecho de mujer en la sólida carne de la tierra escondida bajo la colina en algún desconocido depósito de municiones está mi granada. Está lista. Apresúrate muchacho apresúrate soldado norteamericano no debes llegar tarde acaba con lo que estés haciendo no te queda mucho tiempo.

Cante una melodía popular
jig-jig
una melodía popular mam'selle cante un
hot
esta noche en la vieja ciudad. Cante un Juana de Arco y un flor de lis de mademoiselle de Armentieres. Cante un Lafayette
parlé vous francé
. Póngase en pie y salte muy ligero haga remolinos en el aire rompa las sillas rompa las ventanas eche la casa abajo mierda muévase muchacho muévase muchacha póngase coñac en las articulaciones y apague las luces y toque el tambor y abandone las trincheras en Navidad y vea París de noche y mueva las manos por cinco dólares y
oui oui parlé vous hunky-dory whisky
en el estómago y un viejecito con un libro que saca cuentas todo el día y toda la noche y calcula más rápidamente y más y más rápidamente y más empecinadamente y más fuerte y más rápido más rápido más rápido.

Vendrá con un zumbido y un estruendo. Vendrá silbando y riendo y chirriando y gimiendo. Vendrá tan velozmente que no podrás hacer nada y extenderás los brazos para abrazarla. La sentirás antes de que llegue y te pondrás tenso para la aceptación y la tierra que es tu lecho eterno temblará en el momento de la unión.

Silencio.

¿Qué es esto qué es esto oh Dios mío? ¿Acaso es posible que un hombre caiga tan bajo? ¿Es posible que un hombre sea menos que esto?

Cansancio y jadeo agotamiento convulsivo. Toda la vida muerta toda la vida convirtiéndose en nada en menos que nada apenas el germen de nada. Una especie de enfermedad que surge de la vergüenza. Una debilidad que se parece a la agonía. Debilidad y desfallecimiento y una plegaria. Dios permíteme descansar llévame ocúltame déjame morir oh Dios qué cansancio ya estoy muerto desaparecido y desapareciendo oh Dios ocúltame y dame paz.

15

Siguió haciendo señales con la cabeza.

Ahora por otro motivo aparte del simple deseo de hablar que le había impulsado en un principio. Seguía haciendo señales porque no se atrevía a pensar. No tenía el valor de formularse siquiera un interrogante tan simple como ¿cuánto tiempo pasará antes de que la enfermera comprenda mi intención? Porque sabía que podían pasar meses años el resto de su vida. Seguir golpeando con la cabeza el resto de su vida cuando el más leve susurro —una palabra con las sílabas apenas insinuadas entre dos labios— era todo cuanto necesitaba para decir qué quería.

Por momentos pensaba que estaba total y deliberadamente loco aunque desde fuera debía dar la misma impresión de siempre. Nadie podía sospechar que debajo de la máscara y la mucosidad imperaba el más puro cruel y desesperado desvarío. Ahora comprendía la locura ahora sabía todo sobre ella. Comprendió el irresistible impulso de matar sin tener motivos para hacerlo el deseo de destrozar cráneos vivientes hasta convertirlos en pulpa la pasión de estrangular el anhelo de asesinar que era más hermoso más gratificante e imperativo que cualquier otro anhelo conocido hasta entonces. Pero no podía hacerlo no podía matar sólo podía hacer señales con la cabeza.

Dentro de su cráneo había un hombre normal con brazos y piernas y todo lo demás. Era él Joe Bonham atrapado en la oscuridad de su propio cráneo precipitándose frenéticamente de un oído al otro sobre cualquier agujero cualquier apertura de su cráneo. Al igual que un animal salvaje, intentaba abrirse camino a zarpazos hacia el mundo exterior. Estaba atrapado en su propio cerebro confundido en los tejidos y la masa encefálica pateando y excavando y aullando para salir. Y la única persona en el mundo que podía ayudarle no tenía la menor idea de lo que él estaba haciendo.

Llegó a pensar esta enfermera me tiene prisionero. Me tiene prisionero con más severidad que cualquier carcelero que cualquier cadena que cualquier muro de piedra que pudieran construir a mí alrededor. Empezó a pensar en todos los prisioneros sobre los que había oído o leído acerca de todos los pobres diablos desde el comienzo de las cosas que fueron atrapados y aprisionados y murieron sin recuperar nunca la libertad. Pensó en los esclavos en los pobres diablos como él capturados en la guerra que se habían pasado el resto de su vida encadenados como animales a los remos que impulsaban el barco de algún personaje del mar Mediterráneo. Pensó en ellos allá en las profundidades del barco sin saber nunca adonde se dirigían sin poder respirar el aire de fuera sin sentir nada a excepción del remo en sus manos y los grillos en sus piernas y el látigo que les azotaba la espalda cuando se cansaban. Pensó en todos aquellos pastores y granjeros y empleados y pequeños comerciantes que habían sido arrancados bruscamente de su forma de vida que habían sido arrojados a los barcos y allí se habían quedado lejos de su casa y su familia hasta que finalmente se desmoronaban sobre los remos y morían y eran lanzados al mar para sentir por primera vez el aire fresco y el agua limpia. Pensó en ellos y pensó que eran más afortunados que él porque podían moverse podían verse estaban más próximos a la vida que él y no estaban encarcelados con tanto rigor.

Pensó en los esclavos en los subterráneos de Cartago antes de que llegaran los romanos y destruyesen la ciudad. Recordó que hacía mucho tiempo había leído sobre los esclavos cartagineses sobre lo que hacían y qué trato recibían. Cómo los grandes señores cartaginenses necesitaban de alguien que custodiara sus tesoros y encontraban a un joven vigoroso le arrancaban los ojos con filosas varillas para que no pudiera ver dónde le llevaban y no supiera dónde se hallaban sus caudales. Después conducían al pobre joven ciego hacia los túneles bajo el nivel de la calle hasta la puerta de la casa del tesoro. Allí le encadenaban un brazo y una pierna a la puerta y un brazo y una pierna a la pared de modo que el que quisiese entrar debía romper el precinto y el precinto era el cuerpo vivo y palpitante de un hombre. Pensó en los esclavos cartaginenses en los sótanos oscuros ciegos y encadenados y pensó que eran afortunados. Morían muy pronto porque nadie se ocupaba de ellos nadie se preocupaba de asegurar que ese soplo de vida permaneciese en sus cuerpos el mayor tiempo posible. Agonizaban pero morían en seguida y hasta en su agonía podían apoyarse en dos piernas podían tirar de sus cadenas. Podían oír y cuando alguien hablaba algún noble que descendía hasta la casa del tesoro podían oír el sonido bendito de una voz humana.

Pensó en los esclavos que edificaron las pirámides miles decenas de miles gastando la vida entera para erigir un monumento muerto para un rey muerto. Pensó en los esclavos que luchaban entre ellos en el Coliseo de Roma para entretener a los señores sentados en sus palcos que alzaban o bajaban el pulgar para sellar la vida o la muerte de los esclavos. Pensó en los esclavos que desobedecían orejas cercenadas manos mutiladas con hachas lenguas aullantes contraídas en gritos de súplica mientras eran arrancadas de raíz para que no traicionaran secreto alguno. Infelices en todo el mundo fusilados ahogados apuñalados crucificados hervidos en aceite azotados hasta morir quemados en la hoguera todas estas cosas configuraban el destino de los esclavos el destino de los pobres diablos el destino de hombres como él. Pero los esclavos podían morir y él no podía y estaba mucho más mutilado que cualquier esclavo que hubiera existido nunca. Sin embargo era uno de ellos era parte de ellos. El también era un esclavo. A él también le habían arrancado de su casa. También a él le habían puesto al servicio de otro sin su consentimiento. También a él le habían obligado a luchar contra otros esclavos iguales a él en un sitio extraño. También a él le habían mutilado y marcado para siempre. También él era por último un prisionero en la celda más estrecha de todas las celdas la de su propio cuerpo atroz que sólo aguardaba el alivio de la muerte.

Ayúdanos dios pensó ayúdanos a todos los esclavos. Centenares y millares de años hemos estado haciendo señales llamando desde las profundidades de nuestras cárceles. Todos nosotros los infelices todos los esclavos desde el comienzo de los tiempos haciendo señales llamando llamando…

Un hombre había entrado en la habitación. Un hombre de pasos pesados. El hombre se acercó a la cama y levantó las mantas y empezó a tocarle el cuerpo. Era el médico. Podía imaginar a la enfermera diciéndole al médico esa cosa allá en esa habitación esa cosa está siempre golpeando con la cabeza. Me pone nerviosa creo que necesita algo. Venga a ver venga y trate de apaciguarle. Así que el doctor había venido y ahora le tocaba. Cuando terminó el toqueteo el médico le quitó el tubo de la garganta y él sintió un pequeño espasmo de estremecimiento. Siempre le sucedía cuando le quitaban el tubo para limpiarlo. El médico volvió a colocar el tubo en el agujero y se quedó quieto sin hacer nada.

Mientras tanto él seguía haciendo señales con la cabeza y ahora que el doctor se había quedado quieto lo hacía con mucha más fuerza. Era posible que el médico comprendiera cuál era su intención. Sintió la vibración de los pasos del médico que se dirigían hacia la cómoda y luego volvían. Sintió algo húmedo y frío contra el muñón de su brazo izquierdo. Luego sintió un pequeño pinchazo un dolor agudo como el de una aguja y se dio cuenta de que el médico le inyectaba algo en el brazo.

Antes de empezar a sentir sus efectos adivinó que se trataba de alguna droga. Trataban de acallarle. Lo habían intentado desde el principio sabiendo perfectamente lo que él estaba haciendo. Nadie con una pizca de cerebro podía imaginarlo. Y también sabia qué le estaban haciendo. Conspiraban contra él ahí fuera en la oscuridad. Habían intentado lo posible para obligarle a estar quieto pero él les había derrotado. Había seguido llamando. De modo que ahora le anestesiaban. Le obligaban a callar. No querían escucharle. Lo único que querían era olvidarle. Sacudió frenéticamente la cabeza para tratar de decirles que no quería que le doparan. Entonces retiraron la aguja y comprendió que ya no importaba si él quería o no.

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