Una maciza ola de oscuridad lo envolvió. Antes de perder el conocimiento, se dijo: «
Tengo que ver a Tommaso. Hay cosas que debemos hacer todavía
».
Cuando volvió a abrir los ojos, Tommaso estaba sentado en el borde del lecho. Pasó un brazo por la espalda del enfermo y lo enderezó suavemente.
—¡Tommaso! —susurró Miguel Ángel.
***