Que el trabajo del Hombre, y toda su pompa, sea mutilado. ¡Qué sus construcciones se conviertan en cuevas de las bestias del campo! ¡Confunde su entendimiento con oscuridad! ¿Por qué? Me arrepiento de haber hecho al Hombre. Que su naturaleza sea conocida a veces, y que otras veces permanezca oculta; porque ella es el lecho de una ramera, y la morada de Lucifer el Rey.
¡Abre de par en par las puertas del Infierno! ¡Qué te sirvan los cielos inferiores! ¡Gobierna a quienes gobiernan! ¡Arrójalos a medida que no te sirvan más.
¡Atrae todo lo que te fortalezca, y destruye lo podrido! que ningún lugar permanezca en su sitio. Añade y disminuye hasta que cuentes las estrellas. Levántate. ¡Muévete! y aparece ante el convenio de Su boca, con la que Él nos ha prometido Su justicia. ¡Abrid los misterios de vuestra creación y hacednos partícipes de la SABIDURÍA PURA!
GLOSARIO DE TÉRMINOS
Unos cuantos años después de la desintegración de la G.'.D.'. como organización operante, Aleister Crowley publicó la versión que hizo Mathers de las Llaves en su revista mágica,
The Equinox
. En 1900 y 1909 Crowley utilizó la Decimonovena Clave para obtener una serie de experiencias conocidas como
La
Visión y la Voz
, uno de sus escritos consideradas por muchos como de los más bellos y vigorosos que hubiera publicado.
Por más bellas que fueran las Claves, nunca atrajeron mucha atención o interés por fuera de los círculos ocultistas o tradicionales, hasta que Anton Szandor laVey decidiera añadirlas a La Biblia Satánica. Tomando las Claves publicadas en Equinox, las alteró aún más reemplazando las referencias Celestiales con otras un poco más diabólicas, dando como resultado un conjunto de Claves que eran casi la «Misa Negra» de la versión de la G.'.D.'. Si bien algo bastardizadas, las Claves de LaVey radiaban una atmósfera de poder brutal que jamás consiguieron las versiones anteriores. Y las traducciones compuestas de terminología Satánica parecían, de alguna manera, mucho más apropiadas.
Posteriormente dicho texto reapareció como parte de los Libros Sexto y Séptimo de Moisés, de cuya mera posesión se decía que era motivo suficiente para condenarse al Infierno. Fue en este libro donde LaVey se topó con este término y decidió apropiarse del mismo como «palabra de poder» para su ritualismo Satánico.
La Mano Izquierda es una postura esotérica, que probablemente constituye la más remota forma de relación del hombre con lo numinoso, el modo de contacto o vivencia mágico-religiosa de mayor antigüedad, una especie de creencia primordial. [El concepto
numinoso
deriva de la palabra latina
numen
, y define toda creencia religiosa previa a cualquier monoteísmo o politeísmo, basados en un dios o unos dioses personalizados; designa, pues, lo suprahumano y el vigor místico de la Naturaleza].
En concreto, la Mano Izquierda preconiza la búsqueda de lo divino y lo sagrado a través de la satisfacción de los placeres inmediatos, de forma que propone toda una metafísica de la sensualidad, que enlaza lo mundano con lo suprahumano. Sus primeras manifestaciones afloran en culturas muy anteriores del Cristianismo, como son el
shivaísmo hindú
y su variante occidental, el
dionisismo
.
Tanto en el hinduismo como en las religiones mesoamericanas, la divinidad encierra una naturaleza ambivalente; no es positiva ni negativa. La cuestión del origen del mal no tiene sentido, porque se considera que el mal es parte integrante de Dios, brota de él. Por ende, el principio divino es a un mismo tiempo amoroso y cruel: da y quita.
No es casualidad que en la Cábala (tradición esotérica judía de cariz místico y surgida hacia el siglo XII) volvamos a topar con la distinción entre la Mano Derecha (
hesed
) y la Mano Izquierda (
phad
).
El Amor y la Clemencia simbolizados por la primera, y el Castigo y el Rigor, representados por la segunda; resolviendo la antítesis entre el Bien y el Mal, mediante un principio de complementariedad y necesidad mutuas, a diferencia de las perspectivs Cristiana y Musulmana, y de acuerdo con las sabidurías primigenias.
La una se resume en el punto de vista de Montague Summers, un cristiano ortodoxo que no dudó en refrendar punto por punto las convicciones y doctrinas de los inquisidores; desde su perspectiva, la brujería era una realidad temible, toda una amenaza para el orden social y el bienestar físico y espiritual de las poblaciones, ya que los practicantes rendían pleitesía al mismísimo Diablo, perpetrando en sus ceremonias toda clase de aberraciones contra natura (infanticidios, bestialismo, canibalismo, etc.). La otra tesis contrastada procede de la egiptóloga británica Margaret Murray, que sostiene que la brujería fue, por el contrario, un culto mágico de tipo naturista al cual debe rebautizarse dianismo, como homenaje a su inspiración en Diana, la diosa griega de la caza y de los bosques. Según esta autora, la brujería «fue una religión definida, con creencias, rituales y una organización tan altamente desarrollada como la de cualquier otro culto al mundo». Esta segunda perspectiva considera, pues, que la brujería prolonga remotas y oscuras creencias precristianas con un espíritu desafiante, tal como lo confirman dos hechos fundamentales; los principales actividades rituales se llevaban a cabo en fechas con significación pagana, y segundo, que tenía como ceremonia principal el
Sabbat
, o aquelarre, celebrado los viernes por la noche generalmente en una encrucijada (las viejas encrucijadas en honor de la diosa Hécate, señora de las Artes Negras y versión oscura de la propia Diana, encerraban un profundo sentido mágico).
INTRODUCCIÓN A LA BIBLIA SATÁNICA
Burton H Wolf
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En una noche de invierno de 1967, me dirigí a la ciudad de San Francisco para escuchar hablar a Anton Szandor LaVey en una reunión de la Liga para la Libertad Sexual. Fui atraído por los artículos de periódicos describiéndolo como «El Papa Negro» de una iglesia Satánica en la que los bautizos, las bodas y los funerales estaban dedicados al Diablo. En aquel entonces era un reportero independiente que escribía para varias revistas, e intuí que podría encontrar una historia sobre LaVey y sus paganos contemporáneos; porque, como dicen en las editoriales, el Diablo siempre ha hecho «buena copia».
Lo que consideraba mi historia no constituía la práctica misma de las artes negras, porque no hay nada nuevo bajo el sol. Ya existían sectas adoradoras del Diablo y cultos de Vudú mucho antes de que existiesen Cristianos. En la Inglaterra del siglo XVIII había un Club del Fuego Infernal, (
Hellfire Club
) que tenía conexiones con las colonias del Nuevo Mundo a través de Benjamín Franklin, quien gozaba de cierto renombre. Durante la primera mitad del siglo XX, la prensa mundial promocionó a Aleister Crowley como «el hombre más perverso del mundo». Y durante las décadas de 1920 y 1930 hubo ciertos rumores en Alemania de una «Orden Negra».
LaVey y su organización de Faustianos contemporáneos ofrecieron dos nuevos y asombrosos capítulos a lo que parecía ser una vieja historia.
Primero, en lugar del acostumbrado coventículo de la tradición Satánica y brujeril, de manera blasfema se denominaban así mismos como «iglesia», un término confinado exclusivamente hasta entonces a las diversas ramas del Cristianismo. Segundo, en vez de ocultarse, practicaban abiertamente su magia negra.
En lugar de concertar una entrevista preliminar con LaVey para discutir sus heréticas innovaciones, que solía ser el primer paso en mi labor investigativa, decidí observarlo y escucharlo como un miembro más del auditorio. Algunos periódicos le describían como un bromista y antiguo domador de leones circense que se auto-proclamaba el representante del Diablo en la Tierra, y primero quería determinar si era o no un Satanista, un charlatán, o un fraude. Ya había conocido con anterioridad a personas destacadas de lo oculto; de hecho, Jean Dixon fue mi casera por un tiempo y tuve la oportunidad de escribir sobre ella antes de que lo hiciera Ruth Montgomery. Pero había considerado a todos los ocultistas como farsantes, hipócritas, o charlatanes, y nunca desperdiciaría cinco minutos escribiendo sobre sus diversas formas de engaños.
Todos los ocultistas que había conocido o escuchado eran "
white-lighters
«
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supuestos videntes, profetisas y brujas que envolvían sus supuestos poderes místicos alrededor de su supuesta comunicación espiritual con Dios. LaVey, quien parecía reírse de ellos y dispuesto a escupirles con desprecio, emergía de las líneas de las historias de periódicos como un mago negro que basaba su trabajo en el lado oscuro de la naturaleza y el lado carnal de la humanidad. No parecía haber nada espiritual en su «iglesia».