La Odisea (31 page)

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Authors: Homero

Tags: #Poema épico

440
—Silencio ahora, y ninguno de vuestros compañeros me hable si me encuentra en la calle o en la fuente: no sea que vayan a decírselo al viejo, allá en su morada; y éste, poniéndose receloso, me ate con duras cadenas y maquine cómo exterminaros a vosotros. Guardad en vuestra mente lo convenido y apresurad la compra de las provisiones para el viaje. Y así que el bajel esté lleno de vituallas, penetre alguien en el palacio para anunciármelo; y traeré cuanto oro me venga a las manos. Encima de esto quisiera daros otra recompensa por mi pasaje: en la casa cuídome de un hijo de ese noble señor, y es tan despierto que ya corre conmigo fuera del palacio; lo traeré a vuestra nave y os granjeará una suma inmensa dondequiera que en el país de otras gentes lo vendiereis.

454
Cuando así hubo dicho, fuese al hermoso palacio. Quedáronse los fenicios un año entero con nosotros y compraron muchas vituallas para la cóncava nave; mas, así que estuvo cargada y en disposición de partir, enviaron un propio para decírselo a la mujer.

459
Presentóse en casa de mi padre un hombre muy sagaz, que traía un collar de ámbar engastado en oro; y, mientras las esclavas de mi veneranda madre lo tomaban en las manos, lo contemplaban con sus ojos y ofrecían precio, aquél hizo a la mujer silenciosa señal y se volvió acto continuo a la cóncava nave.

466
La fenicia, tomándome por la mano, me sacó del palacio, y, como hallara en el vestíbulo las copas y las mesas de los convidados que frecuentaban la casa de mi padre y que entonces habían ido a sentarse en la reunión y junta del pueblo, llevóse tres copas que escondió en su seno; y yo la fui siguiendo simplemente.

471
Poníase el sol y las tinieblas ocupaban todos los caminos, en el momento en que nosotros, andando a buen paso, llegamos al famoso puerto donde se hallaba la veloz embarcación de los fenicios.

474
Nos hicieron subir, embarcáronse todos, empezó la navegación por la líquida llanura y Zeus nos envió próspero viento. Navegamos seguidamente por espacio de seis días con sus noches; mas, cuando Zeus Cronión nos trajo el séptimo día, Artemis, que se complace en tirar flechas, hirió a la mujer, y ésta cayó con estrépito en la sentina, cual si fuese una gaviota. Echáronla al mar, para pasto de focas y de peces; y yo me quedé con el corazón afligido. El viento y las olas los trajeron a Ítaca, y acá Laertes me compró con sus bienes. Así fue como mis ojos vieron esta tierra.

485
Odiseo, del linaje de Zeus, respondióle con estas palabras:

486
—¡Eumeo! Has conmovido hondamente mi corazón al contarme por menudo los males que padeciste. Mas Zeus te ha puesto cerca del mal un bien, ya que, aunque a costa de muchos trabajos, llegaste a la morada de un hombre benévolo que te da solícitamente de comer y de beber, y disfrutas de buena vida; mientras que yo tan sólo he podido llegar aquí después de peregrinar por gran número de ciudades.

493
Así éstos conversaban. Echáronse después a dormir, mas no fue por mucho tiempo, que en seguida llegó la Aurora de hermoso trono.

495
Los compañeros de Telémaco, cuando ya la nave se acercó a la tierra, amainaron las velas, abatieron rápidamente el mástil, y llevaron el buque, a fuerza de remos, al fondeadero. Echaron anclas y ataron las amarras, saltaron a la playa y aparejaron la comida, mezclando el negro vino.

501
Y así que hubieron satisfecho el apetito de beber y de comer, el prudente Telémaco empezó a decirles:

503
—Llevad ahora al negro bajel a la ciudad: pues yo me iré hacia el camino y los pastores; y al caer de la tarde, cuando haya visto mis tierras, bajaré a la población. Y mañana os daré, por premio de este viaje, un buen convite de carnes y dulce vino.

508
Díjole entonces Teoclímeno, semejante a un dios:

509
—¿Y yo, hijo amado, adónde iré? ¿A qué casa de los varones que imperan en la áspera Ítaca? ¿Habré de encaminarme acaso donde está tu madre, a tu morada?

512
Respondióle el prudente Telémaco:

513
—En otras circunstancias te mandaría a mi casa, donde no faltan arbitrios para hospedar al forastero: mas ahora fuera lo peor para ti, porque yo no estaré y mi madre tampoco te ha de ver; que en el palacio no se muestra a menudo a los pretendientes, antes vive muy apartada en la estancia superior, labrando una tela. Voy a indicarte un varón a cuya casa puedes ir: Eurímaco, preclaro hijo del prudente Pólibo, a quien los ítacenses miran ahora como a un numen, pues es, con mucho, el mejor de todos y anhela casarse con mi madre y alcanzar la dignidad real que tuvo Odiseo. Mas Zeus Olímpico, que vive en el éter, sabe si antes de las bodas hará que luzca para los pretendientes un infausto día.

525
No hubo acabado de hablar, cuando voló en lo alto, hacia la derecha, un gavilán, el rápido mensajero de Apolo; el cual desplumaba una paloma que tenía entre sus garras, dejando caer las plumas a tierra entre la nave y el mismo Telémaco. Entonces Teoclímeno llamó a éste, separadamente de los compañeros, le tomó la mano y así le dijo:

531
—¡Telémaco! No sin ordenarlo un dios voló el ave a tu derecha; pues mirándola de frente, entendí que es agorera. No hay en la población de Ítaca un linaje más real que el vuestro y mandaréis allá perpetuamente.

535
Respondióle el prudente Telémaco:

536
—Ojalá se cumpliese lo que dices, oh forastero, que bien pronto conocerías mi amistad, pues te haría tantos presentes que te considerara dichoso quien contigo se encontrase.

539
Dijo; y habló así a Pireo, su fiel amigo:

540
—¡Pireo Clítida! Tú, que en las restantes cosas eres el más obediente de los compañeros que me han seguido a Pilos, llévate ahora mi huésped a tu casa, trátale con solícita amistad y hónrale hasta que yo llegue.

544
Respondióle Pireo, señalado por su lanza:

545
—¡Telémaco! Aunque fuere mucho el tiempo que aquí te detengas, yo me cuidaré de él y no echaré de menos los dones de la hospitalidad.

547
Cuando así hubo hablado, subió a la nave y ordenó a los compañeros que se embarcaran y desataran las amarras. Estos se embarcaron en seguida, sentándose por orden en los bancos.

550
Telémaco se calzó las hermosas sandalias y tomó del tablado del bajel la lanza fuerte y de broncínea punta, mientras los marineros soltaban las amarras. Hiciéronse a la vela y navegaron con rumbo a la población, como se lo había mandado Telémaco, hijo amado del divinal Odiseo. Y él se fue a buen paso hacia la majada donde tenía innumerables puercos, junto a los cuales pasaba la noche el porquerizo, que tan afecto era a sus señores.

Canto XVI: Telémaco reconoce a Odiseo.

1
No bien rayó la luz de la aurora, Odiseo y el divinal porquerizo encendieron fuego en la cabaña y prepararon el desayuno, después de despedir a los pastores que se fueron con los cerdos repartidos en piaras. Cuando Telémaco llegó a la majada, los perros ladradores le halagaron, sin que ninguno ladrase. Advirtió Odiseo que los perros meneaban la cola, percibió el ruido de las pisadas, y en seguida dijo a Eumeo estas aladas palabras:

8
—¡Eumeo! Sin duda viene algún compañero tuyo u otro conocido, porque los perros, en vez de ladrar, mueven la cola y oigo ruido de pasos.

11
Aún no había terminado de proferir estas palabras, cuando su caro hijo se detuvo en el umbral. Levantóse atónito el porquerizo, se le cayeron las tazas con que se ocupaba en mezclar el negro vino, fuese al encuentro de su señor y le besó la cabeza, los bellos ojos y ambas manos, vertiendo abundantes lágrimas.

17
De la suerte que el padre amoroso abraza al hijo unigénito que le nació en la senectud y por quien ha pasado muchas fatigas, cuando éste torna de lejanos países después de una ausencia de diez años; así el divinal porquerizo estrechaba al deiforme Telémaco y le besaba, como si el joven se hubiera librado de la muerte.

22
Y sollozando, estas aladas palabras le decía:

23
—¡Has vuelto, Telémaco mi dulce luz! No pensaba verte más desde que te fuiste en la nave a Pilos. Mas ea, entra, hijo querido, para que se huelgue mi ánimo en contemplarte ya que estás en mi cabaña recién llegado de otras tierras. Pues no vienes a menudo a ver el campo y los pastores sino que te quedas en la ciudad: ¿tanto te place fijar la vista en la multitud de los funestos pretendientes?

30
Respondió el prudente Telémaco:

31
—Se hará como deseas, abuelo, que por ti vine, por verte con mis ojos y saber si mi madre permanece todavía en el palacio o ya alguno de aquellos varones se casó con ella, y el lecho de Odiseo, no habiendo quien yazga en él, está por las telarañas ocupado.

36
Le dijo entonces el porquerizo, mayoral de pastores:

37
—Ella permanece en tu palacio, con el ánimo afligido, y consume tristemente los días y las noches, llorando sin cesar.

40
Cuando así hubo hablado tomóle la broncínea lanza; y Telémaco entró por el umbral de piedra. Su padre Odiseo quiso ceder el asiento al que llegaba, pero Telémaco prohibióselo con estas palabras:

44
—Siéntate, huésped, que ya hallaremos asiento en otra parte de nuestra majada, y está muy próximo el varón que ha de prepararlo.

46
Así le dijo: y el héroe tornó a sentarse. Para Telémaco, el porquerizo esparció por tierra ramas vedes y cubriólas con una pelleja, en la cual se acomodó el caro hijo de Odiseo. Luego sirvióles el porquerizo platos de carne asada que había sobrado de la comida de la víspera, amontonó diligentemente el pan en los canastillos, vertió en una copa de hiedra vino dulce como la miel, y sentóse enfrente al divinal Odiseo. Todos metieron mano en las viandas que tenían delante.

55
Y ya satisfecho el apetito de beber y de comer, Telémaco habló de este modo al divinal porquerizo:

57
—¡Abuelo! ¿De dónde te ha llegado ese huésped? ¿Cómo los marineros lo trajeron a Ítaca? ¿Quiénes se precian de ser? Pues no me figuro que haya venido andando.

60
Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo:

61
—¡Oh, hijo! De todo voy a decirte la verdad. Se precia de tener su linaje en la espaciosa Creta, y dice que ha andado vagabundo por muchas de las poblaciones de los mortales porque un numen así lo dispuso. Ahora llegó a mi establo, huyendo del bajel de unos tesprotos, y a ti te lo entrego: haz por él lo que quieras, pues a honra tiene el ser tu suplicante.

68
Contestóle el prudente Telémaco:

69
—¡Eumeo! En verdad que me causa gran pena lo que has dicho. ¿Cómo acogeré en mi casa al forastero? Yo soy joven y no tengo confianza en mis manos para rechazar a quien lo injurie; y mi madre trae en su pecho el ánimo indeciso entre quedarse a mi lado y cuidar de la casa, por respeto al lecho conyugal y temor del dicho de la gente, o irse con quien sea el mejor de los aqueos, que la pretenden en el palacio y le haga más donaciones.

78
Pero, ya que ese huésped llegó a tu morada, le entregaré un manto y una túnica, vestidos muy hermosos le daré una espada de doble filo y sandalias para los pies y le enviaré adonde su corazón y su ánimo prefieran. Y si quieres, cuídate de él teniéndolo en la majada; que yo te enviaré vestidos y manjares de toda especie para que coma y no os sea gravoso ni a ti ni a tus compañeros. Mas, no he de permitir que vaya allá, a juntarse con los pretendientes, cuya malvada insolencia es tan grande, para evitar que lo zahieran y me causen un grave disgusto, pues un hombre, por fuerte que sea, nada consigue revolviéndose contra tantos, que al fin son mucho más poderosos.

90
Díjole entonces el paciente divinal Odiseo:

91
—¡Oh amigo! Puesto que es justo que te responda, se me desgarra el corazón cuando te oigo hablar de las iniquidades que, según decís, maquinan los pretendientes en el palacio, contra tu voluntad y siendo cual eres.

95
Dime si te sometes voluntariamente, o te odia quizá la gente del pueblo a causa de lo revelado por una deidad, o si por acaso te quejas de tus hermanos pues, con la ayuda de éstos, cualquier hombre pelea confiadamente aunque sea grande la lucha que se levante. Ojalá que, con el ánimo que tengo, gozara de tu juventud y fuera hijo del eximio Odiseo o éste en persona que, vagando, volviese a su patria —pues aún hay esperanza de que así suceda—; cortárame la cabeza un varón enemigo, si no me convertía entonces en una calamidad para todos aquéllos, encaminándome al palacio de Odiseo Laertíada. Y si, con estar yo solo, hubiera de sucumbir ante la multitud de los mismos, más querría recibir la muerte en mi palacio que presenciar continuamente esas acciones inicuas: huéspedes maltratados, siervas forzadas indignamente en las hermosas estancias, el vino exhausto; y los pretendientes comiendo de temerario modo, sin cesar, y por una empresa que no ha de llevarse a cumplimiento.

112
Respondióle el prudente Telémaco:

113
—¡Oh, forastero! Voy a informarte con gran sinceridad. No me hice odioso para que se airara conmigo todo el pueblo; ni tampoco he de quejarme de los hermanos, con cuya ayuda cualquier hombre pelea confiadamente aunque sea grande la lucha que se levante, pues el Cronión hizo que fueran siempre unigénitos los de mi linaje. Arcesio engendró a Laertes, su hijo único; éste no engendró mas que a mi padre Odiseo; y Odiseo, después de haberme engendrado a mi tan solamente, dejóme en el palacio y no disfrutó de mi compañía. Por esto hay en nuestra mansión innumerables enemigos. Cuantos próceres mandan en las islas, en Duliquio, en Same y en la selvosa Zacinto, y cuantos imperan en la áspera Ítaca, todos pretenden a mi madre y arruinan nuestra casa. Mi madre ni rechaza las odiosas nupcias, ni sabe poner fin a tales cosas, y ellos comen y agotan mi hacienda, y pronto acabarán conmigo mismo.

129
Mas el asunto esta en manos de los dioses. Y ahora tú, abuelo, ve aprisa y dile a la discreta Penelopea que estoy en salvo y que he llegado de Pilos. Yo me quedare aquí y tú vuelve inmediatamente que se lo hayas participado, pero a ella sola y sin que ninguno de los demás aqueos se entere; pues son muchos los que maquinan en mi daño cosas malas.

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