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Authors: Elaine Cunningham

Tags: #fantasía

La Venganza Elfa (24 page)

Mientras salía al patio, Arilyn trató de no envidiar a Loene, pero se preguntó cómo sería tener un amigo tan leal como Elliot Graves. Ella siempre había vivido sola y no estaba segura de poder adaptarse a otra cosa. Ciertamente, el tratamiento que había dado a Danilo no había sido de los que inspiran lealtad.

Resueltamente, Arilyn relegó a un lado tales pensamientos. Durante muchos días había deseado verse libre de Danilo Thann y ahora lo había logrado. Debía concentrar todos sus esfuerzos en encontrar al asesino de Arpistas.

La semielfa dio la vuelta a la casa. Allí trepó ágilmente la verja que separaba la propiedad de Loene de la calle de la Gema, un callejón estrecho y poco transitado. Nunca se le ocurriría tratar de trepar por la verja por la parte de delante, pues estaba protegida mágicamente de los intrusos.

Tras aterrizar suavemente de pie, Arilyn se aseguró de que estaba sola y de que nadie la observaba. Una vez tranquila, se metió las manos en los bolsillos y echó a andar sin ninguna prisa por la calle de la Gema con zancadas largas y cadenciosas, como un muchacho humano que hiciera algún recado para la familia.

Cuando Danilo llegó a casa de Loene, la avenida de Aguas Profundas ya bullía con el ajetreo del comercio matutino. Puesto que no lo ocultaba ni la oscuridad ni la invisibilidad dio sigilosamente la vuelta a la casa, metiéndose en la calle de la Gema, y desmontó sin hacer ruido. Entonces se escupió en las manos y se preparó para escalar la verja.

En el mismo momento que tocó el hierro recibió una descarga de corriente mágica. El humano se apartó de la verja de un salto al tiempo que lanzaba un juramento. Tenía que hallar otro modo de entrar. Desconcertado, se rasco la cabeza mientras observaba la ventana de la habitación de invitados con ojos entrecerrados. La cuerda por la que había escapado ya no pendía de ella.

—La cuerda no está —dijo con un suave gruñido.

Así pues, se habían apercibido de su desaparición. Seguramente había sido ese Graves con su pinta de mayordomo planchado y almidonado. Danilo dudaba que pudiera comprar su silencio, por lo que tendría que hablar rápidamente para explicar a Arilyn por qué había escapado por la ventana. O mejor aún, quizá podría entrar de nuevo en la casa y arreglar las cosas con Arilyn antes de que Graves informara a las mujeres de su huida.

En la parte trasera del patio crecía un gran olmo, pero sus ramas estaban muy altas. Por suerte, Danilo había trepado a un montón de árboles en su juventud. Improvisó un hechizo, un sencillo sortilegio para mover objetos fijos. En respuesta, una de las grandes ramas del olmo se inclinó hasta el otro lado de la verja y extendió sus frondosas manos hacia el joven mago. Danilo saltó y mientras se agarraba a la rama anuló el hechizo. Inmediatamente la rama regresó a su posición original, lanzando al aristócrata hacia arriba, contra el árbol.

Danilo se dio un buen encontronazo y fue atravesando capas y más capas de follaje buscando frenéticamente dónde asirse, hasta que sus manos se cerraron en torno a una rama. Entonces se izó hasta una rama mayor y se sentó a horcajadas sobre ella. En el rostro tenía una docena de arañazos que le dolían, y cuando se apartó un mechón de cabello vio la mano manchada de sangre. El noble sacudió la cabeza, incrédulo.

—Tal vez los que me toman por idiota no andan tan desencaminados —masculló.

Tras recuperar el equilibrio fue fácil seguir subiendo. Danilo trepó por el frondoso olmo y entró por la ventana de la habitación de invitados sin problema.

Del piso de abajo le llegó el ruido de platos. Tenía que darse prisa. Tras verter un poco de agua fría que había en una jarra de la mejor porcelana de Shou en una jofaina del mismo material, Danilo se limpió su arañada cara y trató de alisar su alborotado pelo con las manos. Entonces inspiró profundamente para calmarse, esbozó su sonrisa más encantadora y boba y se la pegó en la boca. Luego siguió el sonido hasta el comedor de abajo.

Para su sorpresa, encontró a Loene sentada sola a una larga mesa de madera pulida, con la mirada fija en un vaso de jerez.

—Buenos días —saludó Danilo alegremente—. Ya veo que me he adelantado a Arilyn. ¿Aún duerme?

Loene dejó el vaso encima de la mesa y midió al noble con la mirada un largo instante.

—¿Una noche movidita? —le preguntó.

Danilo sonrió tímidamente y contestó:

—Me he cortado al afeitarme.

—¿De veras? ¿Y con qué te afeitas? ¿Con las garras de un azor?

—La cuchilla está roma. —Danilo escogió una pera del cuenco colocado sobre la mesa y le hincó el diente—. Ibas a decirme dónde está Arilyn.

—¿Ah sí?

Mantener la fachada y controlar el genio se hacía más difícil por momentos. Danilo dio otro mordisco a la pera y masticó lentamente. Mientras él trataba de serenarse, su anfitriona dijo:

—Siéntate, por favor. Me cogerá tortícolis si sigues ahí de pie.

Obedientemente, el aristócrata tomó asiento. Loene alargó una mano y le quitó una hoja del pelo.

—Por cierto —dijo con voz inocente—, ¿te apetece un poco más de licor de albaricoque?

Danilo la miró sin comprender.

—¿El antídoto? —preguntó al fin.

—Muy bien.

—Ya me pareció que tenía un sabor familiar. —Con un suspiro de resignación Danilo levantó las manos, dándose por vencido—. Tú ganas. Y ahora, por favor, ¿podemos hablar de Arilyn?

La sonrisa de Loene le recordaba a un gatito que se hubiera hartado de nata.

—Por descontado.

—¿Se ha marchado, por casualidad?

—Por casualidad, sí.

—Maldita sea. No debería haberla dejado sola ni un instante. Soy un idiota rematado —se reprochó Danilo.

—Quizá sí o quizá no —replicó la mujer, atravesándolo con la mirada.

—¿Tienes alguna idea de adónde ha ido? Cualquier pista.

—Es posible que sepa adónde ha ido Arilyn Hojaluna. —Loene sonrió y se estiró como un gato—. E incluso es posible que te lo diga.

Como buen hijo de un mercader de Aguas Profundas a Danilo no se le escapó el brillo que apareció en los ojos de la aventurera. Con un suspiro de resignación, cruzó los brazos sobre la mesa y lanzó a la mujer una mirada iracunda.

—¿Cuál es tu precio? —preguntó.

Antes de contestar su anfitriona se sirvió otro vaso de jerez y lo empujó en dirección a Danilo.

—Arilyn me contó su versión de la historia —ronroneó—. ¿Por qué no me cuentas tú la tuya?

11

Ya era de mañana en la avenida de Aguas Profundas. Del tejado de un alto edificio desde el que se divisaba la mansión de la aventurera Loene se elevaba una voluta de humo del fuego del desayuno. A la sombra de la chimenea había una solitaria figura agazapada.

Desde esa posición privilegiada en el tejado, Bran Skorlsun veía perfectamente todos los ángulos de la pequeña fortaleza blanca situada allí abajo. El hombre se arrebujó en su capa y cambió el peso de pierna para que la sangre le circulara por el pie que se le había quedado dormido. La mañana era fría, y él se sentía agotado. El viaje desde el valle del fuerte Tenebroso había sido muy largo, y la misión de seguir a Arilyn Hojaluna y decidir si ella era la culpable de la muerte de sus compañeros Arpistas estaba resultando mucho más difícil de lo que creyó en un principio.

Bajo la atenta mirada del Arpista, la puerta de la casa de Loene se abrió de golpe y el compañero humano de la semielfa salió hecho un furia, maldiciendo por lo bajo. Bran se levantó con la intención de seguir al joven por los tejados de las casas pegadas unas a otras.

—Caramba, pero si es «el Cuervo». ¿Cómo estás, Bran?

Sobresaltado, el Arpista giró sobre sus talones y se encontró cara a cara con una hermosa mujer a la que conocía muy bien. Era Loene, apoyada con toda tranquilidad en la chimenea y con los brazos cruzados sobre una túnica de pálida seda dorada. El hombre no sabía si sentir placer por ver a su vieja amiga o disgusto por haberse dejado sorprender con tanta facilidad.

Los ojos color avellana de la aventurera sonreían, y alzó la mano derecha para mostrarle un sencillo anillo de plata.

—Antes de que preguntes: he venido volando. Es muy práctico tener un anillo acumulador de hechizos —comentó despreocupadamente—. Fue un regalo de Báculo Oscuro, por supuesto. Supongo que ya habrás visto a nuestro viejo amigo.

—No.

—Bueno, pues ¿por qué no te pasas por su torre? Estará encantado de recibir tu visita.

—Lo dudo.

Loene soltó una risita.

—¡Lo que daría por saber por qué reñisteis hace tantos años!

—Otro día, Loene, ahora me tengo que ir.

—Quédate —ronroneó la aventurera, arrimándose a él y cogiéndolo del brazo—. No te preocupes por perder el rastro de Danilo Thann. Yo puedo decirte adónde se dirige. Por los dioses, Bran —añadió sinceramente—, qué alegría verte después de tantos años. Es casi como en los viejos tiempos. Me han llegado relatos de algunas de tus aventuras, pero ya había perdido la esperanza de volverte a ver en Aguas Profundas. Supongo que tu repentina reaparición se debe a ese asesino de Arpistas.

—Sí, me han encomendado la misión de encontrar al asesino —replicó el hombre, mirándola con dureza—. ¿Qué puedes decirme?

—Muchas cosas —contestó Loene, dándose importancia y sonriendo coqueta—. ¿Intercambiamos historias? —Bajo la firme mirada del hombre, la sonrisa de la aventurera desapareció.

—¿Adónde iba ese joven? —preguntó Bran severamente.

Loene suspiró.

—Se dirige al distrito de los Muelles, a una taberna situada en la calle de la Víbora. Dime una cosa —le pidió, agarrándole del brazo para impedir que se marchara—, ¿cómo has averiguado que Arilyn es el verdadero objetivo del asesino?

—¿Objetivo?

Loene soltó el brazo del hombre y retrocedió.

—¿Y qué si no? —De pronto comprendió—. ¿No me digas que crees que Arilyn es la asesina? —La mujer sacudió la cabeza, incrédula—. Se nota que no la conoces.

—No, no la conozco —convino Bran, y una expresión de dolor cruzó por su rostro.

—Es evidente. ¿Quién te ha enviado tras ella?

—Los Arpistas —respondió Bran tras un momento de vacilación.

Loene se rió irónicamente.

—Los Arpistas deberíais hablar entre vosotros más a menudo. ¿Sabías que Danilo Thann es sobrino de Báculo Oscuro? Su querido tío Khelben le ha encargado que ayude a Arilyn a encontrar al asesino.

—¿Ese joven estúpido?

—En realidad no lo es, ¿sabes? El mes pasado Báculo Oscuro me confesó que hace años que entrena en secreto a un joven mago. Pero nuestro querido archimago no quiere seguir manteniendo el secreto; su vanidad lo impulsa a presentar a su protegido al mundo con bombo y platillos. Según Báculo Oscuro, es su estudiante más prometedor y posee el potencial para convertirse en un verdadero mago. —Loene se inspeccionó las uñas decoradas con alheña y añadió—: Por lo que he averiguado esta mañana, apostaría un arcón lleno de zafiros a que Báculo Oscuro estaba hablando del joven lord Thann.

—Tenía entendido que ya no jugabas, Loene.

—No hay ningún riesgo. —Los ojos color avellana de la mujer se veían muy serios—. «Normalmente» Arilyn juzga correctamente a las personas, y creo que tiene cariño a ese joven.

—Si Thann es como crees que es, ¿por qué dices «normalmente» de ese modo?

—No pensaba en Danilo —repuso Loene tristemente—. Será mejor que lo sepas: Arilyn ha ido a hablar con Elaith Craulnober.

Cuando Arilyn dobló la esquina de la calle de la Víbora, el lugar bullía de actividad. El distrito de los Muelles era el barrio más Concurrido y poblado de Aguas Profundas, en el que se cerraban tratos —tanto legales como ilegales— a todas horas. La semielfa recorrió la calle de arriba abajo dos veces sin encontrar ni rastro del establecimiento que Loene había mencionado.

Finalmente, detuvo a un transeúnte y le preguntó por El Hipocampo Encabritado. El hombre la miró como si la semielfa acabara de golpearlo.

»Estaba justo allí —dijo señalando un gran edificio de madera. Arilyn miró en esa dirección.

—Ah, aquí estáis —dijo el hombre en tono desanimado, dirigiéndose a dos sirvientes que transportaban un letrero de madera. En él Arilyn vio escrito el nombre de la posada que buscaba, así como el tosco dibujo de un hipocampo grabado. El hombre suspiró, lanzó una última mirada nostálgica al edificio y se alejó. Sus sirvientes lo siguieron acarreando el extraño cartel.

Desconcertada, Arilyn se encaminó al edificio y echó un vistazo dentro a través de la puerta abierta. Las sillas estaban colocadas encima de las mesas, y un pequeño ejército de trabajadores se afanaba fregando y puliendo la taberna del suelo al techo. Los comerciantes entraban y salían con alimentos y bebidas. Y en medio del barullo, dirigiéndolo todo con discretas órdenes, estaba Elaith Craulnober.

—La calle de la Víbora. Nuestro buen elfo no podría haber elegido una dirección más apropiada, ¿no te parece?

Arilyn dio un brinco y se volvió hacia la fuente de esa voz familiar que hablaba afectadamente. Al ver a Danilo Thann se quedó atónita.

—Hola —la saludó el noble con toda tranquilidad como si nunca se hubieran separado. Entonces examinó atentamente el disfraz de la semielfa, apenas ocultando su desagrado—. Debo decir que prefería, con mucho, el disfraz de cortesana sembiana. Sin embargo, resultas convincente. Por un momento te confundí con mi mozo de cuadras. Él tiene una gorra como la tuya, aunque creo que la suya es marrón.

Arilyn cerró la boca y lo fulminó con la mirada.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Humm... Visitando a unos amigos.

—¿Pero tú tienes amigos?

—Vaya, vaya. —Danilo enarcó las cejas en un gesto de displicente sorpresa—. ¿Así es como me recibes después de lo mucho que me ha costado encontrarte?

—¿Por qué te has molestado? —inquirió Arilyn, desdeñosa.

—Yo también me lo empiezo a preguntar —murmuró el noble—. No pareces muy contenta de verme.

De hecho, Arilyn hubiera querido no alegrarse tanto de volver a ver al dandi.

—¿Cómo me has encontrado? —inquirió, recelosa—. Debes de ser más bueno como rastreador que como mago o bardo.

—Vamos, vamos, querida, deberías reservarte la opinión hasta escuchar mi última canción. Es de verdad...

—¡Ya basta! —explotó Arilyn—. Por una vez ten la bondad de contestarme directamente. ¿Cómo me has encontrado? ¿Loene?

—Bueno...

—Loene —confirmó Arilyn sombríamente—. Ésta me la paga. Dime, ¿por qué me has seguido? ¡La verdad!

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