La vida instrucciones de uso (72 page)

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Authors: Georges Perec

Tags: #Otros

Capítulo XCII
Louvet, 3

La cocina de los Louvet. En el suelo un linóleo verdoso jaspeado, en las paredes un papel con flores plastificado. En toda la pared de la izquierda están instalados aparatos «ganar espacio» separados por superficies de trabajo: fregadero-trituradora, placas de cocción, horno de asar, nevera-congelador, lavadora, lavavajillas. Baterías de cazos, estantes y armarios completan esta instalación modelo. En medio de la estancia, una mesita oval, rústica, de estilo español, adornada con herrajes, está rodeada de cuatro sillas de paja. Encima de la mesa, un salvamantel de cerámica decorada con una representación del velero de tres palos
Henriette
, capitán Louis Guion, entrando en el puerto de Marsella (según una acuarela original de Antoine Roux padre, 1818), y dos fotografías en un marco doble de piel: una muestra a un viejo obispo dándole a besar su anillo a una señora muy guapa vestida como una aldeana de Greuze y arrodillada a sus pies; la otra, un pequeño clisé sepia, representa a un joven capitán con uniforme de la guerra hispano-americana de ojos serios y cándidos y boca sensible de labios llenos bajo el sedoso bigote negro.

Hace unos años los Louvet dieron en su casa una gran fiesta y armaron tanta jarana que, hacia las tres de la madrugada, la señora Trévins, la señora Altamont, la señora de Beaumont y hasta la señora Marcia, a quien suele dejar indiferente este tipo de cosas, después de llamar en vano a la puerta de los jaraneros, acabaron telefoneando a la policía. Enviaron dos agentes al lugar del suceso, a los que se sumó en seguida un cerrajero jurado, que los hizo pasar.

Fue en la cocina donde descubrieron al grueso de los invitados, unos doce más o menos, que estaban improvisando un concierto de música contemporánea bajo la dirección del dueño de la casa. Este, vestido con un albornoz a rayas grises y verdes, los pies metidos en babuchas de piel, y con una pantalla cónica a modo de sombrero, estaba encaramado en una silla de paja y marcaba el compás, levantado el brazo izquierdo, erguido el índice derecho cerca de los labios y repitiendo sin poder aguantarse la risa aproximadamente cada segundo y medio: «Qui va piano va sano, qui va sano va piano, qui va piano va sano, qui va sano va piano, etc».

Tumbados en un diván que no tenía por qué estar en la cocina o revolcándose sobre cojines, los intérpretes seguían la mímica del director de orquesta, ya aporreando diversos cacharros de cocina con tenedores, cucharones y cuchillos, ya produciendo con sus bocas gritos más o menos modulados. Los ruidos más exasperantes los emitía la señora Louvet, que, sentada en medio de un verdadero charco, golpeaba una con otra dos botellas de sidra taponadas hasta que uno u otro de los tapones saltaba solo. Dos invitados, visiblemente indiferentes a las directivas de Louvet, participaban a su modo en el concierto; uno hacía funcionar continuamente uno de esos juguetes llamados caja de sorpresa, una cabeza de títere montada sobre un potente muelle que se hace saltar del cubo de madera en el que está comprimida; el otro chupaba tan ruidosamente como podía un plato sopero lleno de ese queso fresco que se llama
cervelle de canut
86
.

El resto del piso estaba prácticamente vacío. No había nadie en la sala de estar, donde un disco de Françoise Hardy (
C’est à l’amour auquel je pense
) seguía girando en el plato del tocadiscos. En el recibidor, arrebujado en un montón de abrigos y de impermeables, dormía profundamente un chiquillo de unos diez años, sosteniendo todavía entre las manos el voluminoso ensayo de Contat y Rybalka dedicado a los
Escritos de Sartre
, abierto por la página 88, que trata del estreno de
Las moscas
en el Théâtre Sarah-Bernhardt, llamado entonces Théâtre de la Cité, el 3 de junio de 1943. En el cuarto de baño, dos hombres se entregaban silenciosamente a ese juego que los escolares llaman el
morpion
87
y los japoneses el go-moku; jugaban sin papel ni lápiz, directamente sobre las baldosas, colocando, cuando les tocaba, uno colillas de cigarrillos húngaros sacadas de un cenicero lleno a rebosar, el otro pétalos mustios arrancados de un ramo de tulipanes rojos.

Aparte de aquel escándalo nocturno, los Louvet han dado poco que hablar. El trabaja en un negocio de bauxita o de wolframio, y muy a menudo están fuera.

F
IN

DE LA QUINTA PARTE

Sexta parte
Capítulo XCIII
Tercero derecha, 3

La tercera habitación de este piso fantasma está vacía. Las paredes, el techo, el suelo, los zócalos y las puertas están pintados con esmalte negro. No hay ningún mueble.

En la pared del fondo están colgados veintiún grabados sobre acero, de formato idéntico, uniformemente enmarcados con varillas metálicas de un negro mate. Están ordenados en tres hileras superpuestas de siete grabados cada una; el primero, arriba y a la izquierda, representa unas hormigas transportando una gruesa miga de bizcocho; el último, abajo y a la derecha, muestra una joven agachada en una playa de guijarros, examinando una piedra que lleva una huella fósil; los diecinueve grabados intermedios representan respectivamente:

una niña ensartando tapones de corcho para hacer una cortina;

un instalador de moquetas, arrodillado y tomando medidas con un metro plegable;

un compositor famélico escribiendo febrilmente en una buhardilla una ópera cuyo título,
La ola blanca
, se puede leer;

una mujer de la vida con ricitos rubio platino frente a un burgués con macferlán;

tres indios peruanos masticando coca, en cuclillas, el cuerpo casi totalmente cubierto por sus ponchos de lana gris y la cabeza tocada con sombreros de fieltro raídos que les tapan los ojos;

un hombre con un gorro de dormir, que parece arrancado de
El sombrero de paja de Italia
, tomando un baño de pies de harina de mostaza mientras hojea las cuentas de explotación de la Compañía ferroviaria del Alto Dogón para el año 1969;

tres mujeres en un tribunal, en el banco de los testigos; la primera lleva un vestido escotado ópalo, guantes marfil de doce botones, pelliza acolchada recamada de marta cibelina, peineta de brillantes y copete de plumas en los cabellos; la segunda: toca y abrigo de conejo-nutria, cuello subido hasta la barbilla, mirada escrutadora a través de un impertinente de carey; la tercera: traje de amazona, sombrero de tres picos, botas de espuelas, chaleco, guantes mosquetero de piel de Suecia con costuras bordadas, cola larga recogida en el brazo y látigo de caza;

un retrato de Etienne Cabet, fundador del diario
Le Populaire
y autor de
Viaje a Icaria
, que intentó sin éxito establecer una colonia comunista en Iowa antes de morir en 1856;

dos hombres de frac, sentados ante una frágil mesa y jugando a los naipes; un examen atento mostraría que en aquellos naipes vienen reproducidas las mismas escenas que figuran en los grabados;

una especie de diablo de largo rabo izando en lo alto de una escalera de mano una gran bandeja redonda cubierta de mortero;

un bandido albanés a los pies de una vampiresa enfundada en un kimono blanco con lunares negros;

un obrero encaramado en un andamio, limpiando una gran araña de cristal;

un astrólogo tocado con gorro de cucurucho, que lleva una larga vestidura cuajada de estrellas de papel de plata, haciendo como que mira al aire a través de un cilindro manifiestamente hueco;

un cuerpo de ballet haciendo una reverencia ante un soberano con uniforme de coronel de húsares, dormán blanco bordado de hilos de oro y portapliegos de pelo de jabalí;

el fisiólogo Claude Bernard recibiendo de sus alumnos un reloj de oro con motivo de su cuarenta y siete cumpleaños;

un mozo de cordel, con blusa, correas y placa reglamentarias, cargado con dos grandes baúles;

una señora anciana, vestida a la moda de 1880, con cofia de puntilla, mitones en las manos, ofreciendo unas magníficas manzanas grises en una canasta de mimbres oval;

un acuarelista que ha instalado su caballete en un puentecito sobre un estrecho canal bordeado de chozas de mariscadores;

un mendigo mutilado ofreciendo al único consumidor de la terraza de un café un horóscopo de pacotilla: un impreso que lleva por título «La lila» y va encabezado por una rama de lilas que sirve de fondo a dos círculos, uno de los cuales circunscribe un carnero y el otro una media luna con los cuernos envueltos a la derecha.

Capítulo XCIV
Escaleras, 12

Tentativa de inventario de algunas de las cosas que se han encontrado en la escalera con el paso de los años

(continuación y final)

Un juego de «Fichas técnicas» relativas a la industria láctea en la región Poitou-Charentes,

un impermeable que lleva la marca «Caliban», fabricado en Londres por la Casa Hemminge & Condell,

seis cuadritos montados a la inglesa mostrando lugares destacados parisienses: el palacio del Eliseo, la Cámara de los Diputados, el Senado, Notre-Dame, el Palacio de Justicia y el Hospital de los Inválidos,

un collar de vértebras de sábalo,

el retrato, por un profesional mediocre, de un bebé en cueros, boca abajo sobre un cojín de nailon azul celeste con borlas,

una cartulina del formato aproximado de una tarjeta de visita, que lleva impreso por una cara:
Did you ever see the devil with a night-cap on
? y por la otra:
No! I never saw the devil with a night-cap on
!

un programa de cine
Caméra
, calle de la Assomption, 70, París 16, para el mes de febrero de 1960:

del 3 al 9:
La vida criminal de Archibaldo de la Cruz
,
de Luis Buñuel,

del 10 al 16: Festival Jacques Demy:
El bello indiferente
, según la novela de Jacques Cocteau, y
Lola
, con Anouk Aimée,

del 17 al 23:
Agárrate a la barra, Jerry
, de Gordon Douglas, con Jerry Lewis,

del 24 al 1 de marzo: Presencia del cine húngaro: una película distinta cada día, con, el 26, el estreno mundial y en presencia del autor de:
Nem szükséges, hogy kilépj a házból
, de
Gabor Pelos
,

un paquete de imperdibles,

un ejemplar muy estropeado de
¡Si eres alegre, anda, ríete
!, colección de tres mil retruécanos de Jean-Paul Grousset, abierto por el capítulo «En una imprenta»:

Salut les protes!

Un compartiment de première casse

Un cassier chargé

La corvée de lettrines

Visitez l’Italique

Un disciple de Morasse
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un pez colorado en una bolsita de plástico medio llena de agua colgada del picaporte del piso de la señora Beaumont,

una tarjeta de abono semanal válida para línea de «pequeña circunvalación» (P.C.)

una polverita pequeña, de baquelita negra con lunares blancos; con su espejo intacto, pero sin polvos ni borla,

una postal instructiva de la serie «
Los grandes escritores norteamericanos», N.º 57
, Mark Twain

Mark Twain, por su verdadero nombre Samuel Langhorne Clemens, nació en Florida, Missouri, en 1835. Perdió a su padre a los doce años. Estando de aprendiz en una imprenta, se hizo piloto en el Mississipi, quedándole el sobrenombre de Mark Twain (expresión que significa literalmente «Marca dos veces» y que invita al marino a medir el calado con una sondaleza). Fue sucesivamente soldado, minero en Nevada, buscador de oro y periodista. Viajó por Polinesia, Europa y el Mediterráneo; visitó Tierra Santa y, disfrazado de afgano, fue en peregrinación a las ciudades santas de Arabia. Murió en Redding (Connecticut) y a su muerte coincidió con la reaparición del cometa Halley, que había marcado su nacimiento. Unos años antes había leído en un periódico la noticia de su muerte e inmediatamente había enviado a su director el telegrama siguiente:
¡LA NOTICIA DE MI MUERTE ES MUY EXAGERADA!
No obstante, sus problemas financieros; la muerte de su esposa y de una de sus hijas, y la locura de su otra hija ensombrecieron los últimos años de la vida de aquel humorista y dieron a sus últimas obras un clima de gravedad desacostumbrada. Principales obras:
La famosa rana saltarina de Calaveras (1867), Los inocentes en el extranjero (1869), A la brega (1872), La edad dorada (1873), Las aventuras de Tom Sawyer (1875), El príncipe y el pobre (1882), Por el Mississippi (1883), Las aventuras de Huckleberry Finn (1885), Un yanqui en la corte del rey Arturo (1889), Juana de Arco (1896), Lo que es hombre (1906), El misterioso extranjero (1916).

siete fichas de mármol, cuatro negras y tres blancas, dispuestas en el rellano del tercer piso de forma que figurasen la posición que en el go se llama Ko o Eternidad.

una caja cilíndrica, envuelta en un papel procedente de la tienda
Los Alegres Mosqueteros
, juegos y juguetes, avenida de Friedland, 95 bis, París; el envoltorio representaba, como era de rigor, a Aramís, d’Artagnan, Athos y Porthos cruzando sus espadas blandidas («¡Uno para todos, todos para uno!»). Ninguna indicación de destinatario había en el paquete, que encontró la señora Nochère en el felpudo del piso, vacío entonces, que ocupa ahora Geneviève Foulerot. Tras comprobar que el paquete misterioso no emitía ningún tictac sospechoso, lo abrió la portera, encontrando en él varios centenares de trocitos de madera dorada y plástico imitación concha, que, convenientemente juntados, debían dar una reproducción fiel, del tercio de su tamaño natural, de la clepsidra regalada a Carlomagno por Harun al Rachid. Ningún vecino de la escalera reclamó el objeto. La señora Nochère fue a devolverlo a la tienda. Las dependientas se acordaron de haber vendido aquel modelo reducido raro y caro a un niño de diez años; incluso les había extrañado mucho ver que pagaba con billetes de cien francos. La investigación no siguió adelante y el enigma quedó sin aclarar.

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