Los hijos de Húrin (2 page)

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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantasía

Pero al estar encarnado, Morgoth tenía miedo. Mi padre escribió de él: «Mientras crecía en malicia y daba al mal que él mismo concebía forma de engaños y criaturas malignas, su poder pasaba a ellas, y se dispersaba, y él estaba cada vez más encadenado a la tierra, y ya no deseaba abandonar las fortalezas oscuras». Por eso, cuando Fingolfin, rey supremo de los Elfos Noldorin, cabalgó solo a Angband para desafiar a Morgoth a un combate, gritó a la puerta: «¡Sal, rey miedoso, para luchar con tus propias manos! ¡Morador de cavernas, señor de esclavos, mentiroso y falso, enemigo de Dioses y Elfos, sal! Porque quiero ver tu cara de cobarde». Entonces (se cuenta) «salió Morgoth, pues no podía negarse a aceptar el desafío delante de sus capitanes». Luchó con el gran martillo Grond, que a cada golpe abría un gran hoyo, y derribó a Fingolfin; pero mientras moría, Fingolfin clavó el gran pie de Morgoth a la tierra, «y la sangre manó negra y humeante y llenó los boquetes abiertos por Grond. En adelante Morgoth cojeó siempre». Del mismo modo, cuando Beren y Lúthien, adoptando la forma de un lobo y un murciélago, se abrieron camino hasta la más recóndita estancia de Angband, donde se encontraba Morgoth, Lúthien le arrojó un hechizo: y de pronto Morgoth cayó, como un monte que se derrumba, y lanzado como un rayo fuera del trono quedó postrado boca abajo sobre los suelos del infierno. La corona se le salió de la cabeza y rodó con gran estrépito».

La maldición de este ser, que puede afirmar que «la sombra de mi propósito se extiende sobre Arda [la Tierra], y todo lo que hay en ella cede lenta e inexorablemente ante mi voluntad», es distinta de las maldiciones o imprecaciones de los seres mucho menos poderosos. Morgoth no está «invocando» el mal o la calamidad sobre Húrin y sus hijos, no está «clamando» a un poder superior como agente, sino que él, «Amo de los destinos de Arda», como se llama a sí mismo ante Húrin, pretende provocar la ruina de su enemigo mediante la fuerza de su gigantesca voluntad. De este modo, «diseña» el futuro de aquellos a quienes odia, y así le dice a Húrin: «Pero sobre todos los que tú ames mi pensamiento pesará como una nube fatídica, envolviéndolos en oscuridad y desesperanza».

El tormento que concibió para Húrin fue «ver con los ojos de Morgoth». Mi padre explicó lo que eso significaba: si alguien era obligado a mirar con los ojos de Morgoth «vería» (o recibiría en su mente desde la mente de Morgoth) una imagen completamente creíble de los acontecimientos, pero distorsionada por la malicia infinita de Morgoth; y si había alguien capaz de rechazar el mandato de Morgoth, desde luego no era Húrin. Esto se debía en parte, según contó mi padre, a que el amor y la angustia que sentía respecto a los suyos le hacían desear saber cuanto pudiera de ellos, independientemente de la fuente de la que proviniera esa información; y en parte al orgullo, al creer que había vencido a Morgoth, y que podía no ver con los ojos de Morgoth o, cuando menos, conservar su razón crítica y distinguir entre la realidad objetiva y la malicia.

Durante toda la vida de Túrin desde que partió de Dor-lómin, y durante toda la vida de su hermana Niënor, que nunca vio a su padre, este fue el destino de Húrin, permanecer sentado inmóvil en un lugar elevado de Thangorodrim con una amargura creciente inspirada por su torturador.

En la historia de Túrin, que se dio a sí mismo el nombre de Turambar «Amo del Destino», la maldición de Morgoth parece verse como un poder desatado, destinado a producir el mal, y en busca de víctimas; de este modo, se dice que el propio Vala caído temía que Túrin «creciera hasta adquirir tal poder, que la maldición que había arrojado sobre él se volviera hueca, y escapara del destino dispuesto para él». Y después, en Nargothrond, Túrin ocultó su verdadero nombre, y se enfadó cuando Gwindor lo reveló: «Me has perjudicado, amigo, por haber mencionado mi verdadero nombre, y atrayendo así sobre mí el destino del que quería ocultarme». Había sido el propio Gwindor quien le había hablado a Túrin del rumor que corría en Angband, donde había estado prisionero, de que Morgoth había arrojado una maldición sobre Húrin y todo su linaje. Pero ahora ante la ira de Túrin replicó: «el destino está en ti mismo, no en tu nombre».

Tan esencial es este complejo concepto dentro de la historia que mi padre propuso incluso un título alternativo:
Narn e-'Rach Morgoth
, «La historia de la maldición de Morgoth». Y su opinión al respecto se refleja en estas palabras: «Así concluyó la historia de Túrin el desdichado; la peor de las obras de Morgoth entre los Hombres en el mundo antiguo».

Cuando Bárbol camina por el bosque de Fangorn llevando a Merry y Pippin uno en cada brazo, les canta sobre lugares que ha conocido en tiempos remotos, y de los árboles que allí crecían:

En los sauzales de Tasarinan yo me paseaba en primavera.

¡Ah, los cobres y el aroma de la primavera en Nan-tasarion!

Y yo dije que aquello era bueno.

Recorrí en el verano los olmedos de Ossiriand.

¡Ah, la luz y la música en el verano junto a los Siete Ríos de Ossir!

Y yo pensé que aquello era mejor.

A los hayales de Neldoreth vine en otoño.

¡Ah, el oro y el rojo y el susurro de las hojas en el otoño de Taur-na-Neldor!

Yo no había deseado tanto.

A los pinares de la meseta de Dorthonion subí en invierno.

¡Ah, el viento y la blancura y las ramas negras del invierno en Orod-na-Thôn!

Mi voz subió y cantó en el cielo.

Y todas aquellas tierras yacen ahora bajo las olas,

Y caminé por Ambarona, y Tauremorna, y Aldalómë,

Y por mis propias ¡tierras, el país de Fangorn,

donde las raíces son largas,

Y los años se amontonan más que las hojas en Tauremornalómë.

La memoria de Bárbol, «Ent nacido de la tierra, viejo como las montañas» era verdaderamente antigua. Estaba recordando viejos bosques del gran país de Beleriand, que fue destruido en los tumultos de la Gran Batalla al final de los Días Antiguos. El Gran Mar se vertió sobre él y anegó todas las tierras al oeste de las Montañas Azules, denominadas Ered Luin y Ered Lindon, por este motivo, el mapa que acompaña
El Silmarillion
termina al este con esa cordillera, mientras que el que acompaña
El Señor de los Anillos
termina al oeste con la misma cordillera; y las tierras costeras más allá de las montañas que en ese mapa se denominan Forlindon y Harlindon (Lindon del Norte y Lindon del Sur) eran lo único que quedaba en la Tercera Edad del país llamado Ossiriand, Tierra de los Siete Ríos, y también Lindon, por cuyos olmedos paseara antaño Bárbol.

También caminó entre los grandes pinos de las tierras altas de Dorthonion («Tierra bajo los Pinos»), que posteriormente se llamó Taur-nu-Fuin, «el Bosque bajo la Noche», cuando Morgoth lo convirtió en «una región de terror y encantamientos oscuros, de vagabundeo y desesperación»; y llegó a Neldoreth, el bosque septentrional de Doriath, reino de Thingol.

Fue en Beleriand y las tierras al norte de la misma donde se cumplió el terrible destino de Túrin; y en efecto, tanto Dorthonion como Doriath, por donde caminó Bárbol, fueron cruciales en su vida. Nació en un mundo en guerra, aunque era todavía un niño cuando se libró la última y mayor de las batallas de las guerras de Beleriand. Un breve esbozo de cómo sucedió responderá las preguntas que surjan y explicará las referencias que aparecen en el curso de la narración.

Los limites septentrionales de Beleriand estaban formados al parecer por las Ered Wethrin, las Montañas de la Sombra, detrás de las cuales se extendía el país de Húrin, Dor-lómin, que formaba parte de Hithlum, mientras por el este, Beleriand se extendía hasta los pies de las Montañas Azules. Las tierras que quedan más al este rara vez aparecen en la historia de los Días Antiguos, sin embargo, los pueblos que aparecen en esta historia llegaron precisamente del este por los pasos de las Montañas Azules.

Los Elfos aparecieron en la Tierra en el lejano oriente, junto a un lago denominado Cuiviénen, Agua del Despertar; desde allí, fueron convocados por los Valar a abandonar la Tierra Media y, atravesando el Gran Mar, llegar al «Reino Bienaventurado» de Aman, en el extremo occidental del mundo, la tierra de los Dioses. Quienes aceptaron el llamamiento fueron guiados en una gran marcha a través de la Tierra Media desde Cuiviénen por el Vala Oromë, el Cazador, y son conocidos como Eldar, los Elfos del Gran Viaje, los Altos Elfos: son distintos de quienes, desoyendo la convocatoria, escogieron la Tierra Media como lugar de destino. Se trata de los Elfos menores», llamados Avari, los Renuentes.

Pero no todos los Eldar, aunque cruzaron las Montañas Azules, atravesaron luego el Gran Mar; y los que se quedaron en Beleriand se denominan Sindar, los Elfos Grises. Su rey era Thingol (que significa «Capagrís»). Quien gobernaba desde Menegroth, las Mil Cavernas de Doriath. Por otra parte, no todos los Eldar que atravesaron el Gran Mar se quedaron en la tierra de los Valar, porque uno de sus grandes linajes, los Noldor (los «Sabios»), regresó a la Tierra Media, y se los llama los Exiliados. El primer impulsor de la rebelión contra los Valar fué Fëanor, «Espíritu de Fuego»: era el hijo mayor de Finwë, que había conducido a la hueste de los Noldor desde Cuiviénen, pero ahora estaba muerto. Mi padre explicó así este acontecimiento fundamental en la historia de los Elfos en el Apéndice A de
El Señor de los Anillos
:

Fëanor fue el más grande de los Eldar en el ejercicio de las artes y de las ciencias, pero también el más orgulloso y el que menos se dejó regir por otra voluntad que la suya. Fabricó las Tres Joyas, los Silmarils e incluyó en ellas el fulgor de los Dos Árboles, Telperion y Laurelin, que iluminaban la tierra de los Valar. Morgoth el Enemigo codiciaba las Joyas, y las robó después de destruir los Arboles, las llevó consigo a la Tierra Media y las ocultó en su gran fortaleza de Thangorodrim [las montañas sobre Angband]. En contra de la voluntad de los Valar, Fëanor abandonó el Reino Bienaventurado y se exilió a la Tierra Media, arrastrando consigo a gran parte de su pueblo; porque, en su orgullo, se propuso arrebatar las Joyas a Morgoth por la fuerza. Después de eso, tuvo lugar la desdichada guerra de los Eldar y los Edain contra Thangorodrim, en la que fueron por fin totalmente derrotados.

Fëanor murió en combate, poco después del regreso de los Noldor a la Tierra Media, y sus siete hijos conservaron grandes extensiones de tierra al este de Beleriand, entre Dorthonion (Taurrui-Fuin) y las Montañas Azules; pero su poder fue destruido en la terrible Batalla de las Lágrimas Innumerables, que se describe en «Los hijos de Húrin, y, desde entonces, dos hijos de Fëanor erraban como hojas en el viento».

El segundo hijo de Finwë fue Fingolfin (el hermanastro de Fëanor), quien era considerado señor supremo de todos los Noldor. Él y su hijo Fingon gobernaban Hithlum, que se encontraba al norte y el oeste de la gran cordillera de Ered Wethrin, las Montañas de la Sombra. Fingolfin residía en Mithrim, junto al gran lago de ese nombre, mientras que Fingon permanecía en Dor-lómin, al sur de Hithlum. Su fortaleza principal era Barad Eithel (la Torre de la Fuente) en Eithel Sirion (Fuente del Sirion), donde nacía el río Sirion, en la cara oriental de las Montañas de la Sombra. Sador, el viejo sirviente tullido de Húrin y Morwen, sirvió como soldado allí durante muchos años, tal como le contó Húrin. Después de la muerte de Fingolfin en combate singular contra Morgoth, Fingon se convirtió en supremo rey de los Noldor en su lugar. Túrin lo vio una vez, cuando él «y muchos de sus señores habían cabalgado por Dor-lómin y habían cruzado el puente de Nen Lalaith, resplandecientes de blanco y plata».

El segundo hijo de Fingolfin era Turgon. Al principio, después del regreso de los Noldor, vivió en la casa llamada Vinyamar, junto al mar, en la región de Nevrast, al oeste de Dor-lómin; pero construyó en secreto la ciudad escondida de Gondolin, que se alzaba en una colina en medio de la llanura denominada Tumladen. Completamente rodeada por las Montañas Circundantes, al este del río Sirion. Cuando Gondolin estuvo construida, al cabo de muchos años de trabajos, Turgon abandonó Vinyamar y moró con su pueblo, compuesto tanto de Noldor como de Sindar, en Gondolin, durante siglos, este hermosísimo reducto chico permaneció en el mayor secreto, con su única entrada oculta y muy vigilada, para que ningún forastero pudiera entrar allí jamás; y Morgoth fue incapaz de descubrir dónde se encontraba. Hasta que se libró la Batalla de las Lágrimas Innumerables, cuando ya habían pasado más de trescientos cincuenta años desde que dejara Vinyamar. Turgon no salió con su gran ejército de Gondolin.

El tercer hijo de Finwë, hermano de Fingolfin y hermanastro de Fëanor, era Finarün. Él no regresó a la Tierra Media, pero sus hijos y su hija se unieron a las huestes de Fingolfin y sus hijos. El primogénito de Finarfin era Finrod, que, inspirado por la magnificencia y la belleza de Menegroth en Doriath, fundó la ciudad fortaleza subterránea de Nargothrond, por lo que se lo llamó Felagund, que en la lengua de los Enanos significa «Señor de las Cavernas» o «Cavador de Cavernas». Las puertas de Nargothrond se abrían a la garganta del río Narog, en Beleriand Occidental, donde ese río discurría entre las altas colinas llamadas Taur-en-Faroth, o el Aleo Faroth: pero el reino de Finrod se extendía a lo ancho y lo largo, por el este hasta el río Sirion, y por el oeste hasta el río Nenning, que desembocaba en el mar a través del puerto de Eglarest. Sin embargo, Finrod murió en las mazmorras de Sauron, principal sirviente de Morgoth, y Orodreth, el segundo hijo de Finarfin, accedió al trono de Nargothrond: esto tuvo lugar el año siguiente al nacimiento de Túrin en Dor-lómin.

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