Marciano, vete a casa (14 page)

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Authors: Fredric Brown

Tags: #Cicncia Ficción, Humor

Margie Deveraux sonrió.

—Creo que a mí también me asusta el pensar en eso. El mejor año que Luke ha tenido hasta ahora, el segundo de nuestro matrimonio, ganó doce mil dólares. Pero hay algo que no comprendo, doctor.

—¿Qué es?

—Por qué me ha hecho venir. Quiero ver a Luke, desde luego. Pero usted me dijo que sería mejor que no le viera, que eso podría perturbarle y quizá detener su obra creadora. No es que yo desee esperar ni un día más de lo imprescindible, pero si a la velocidad que está escribiendo puede terminar la novela dentro de tres semanas, ¿no le parece más prudente que esperemos hasta entonces? Para asegurarnos de que si cambia de nuevo, al menos tendrá ese libro terminado.

El doctor Snyder sonrió con tristeza.

—Me temo que no tenía otra alternativa, señora Deveraux. Luke se declaró en huelga.

—¿En huelga?

—Sí, esta mañana me dijo que no escribiría otra palabra de su novela hasta que yo la telefoneara y le pidiera que viniera a verle. Y estaba decidido a cumplir su palabra.

—¿Entonces ha perdido un día de trabajo?

—Oh, no. Sólo media hora, el tiempo necesario para que yo la llamara por teléfono. Se puso de nuevo ante la máquina de escribir cuando le dije que usted había prometido venir esta tarde. Creyó en mi palabra de honor.

—Me parece muy bien. Y ahora, antes de que vaya a verle, ¿tiene que darme algunas instrucciones, doctor?

—Trate de no discutir con él, en especial sobre su delirio. Si un marciano les interrumpe, recuerde que él no puede verles ni oírles. Y eso es completamente cierto; no finge en lo más mínimo.

—Y, desde luego, yo también debo tratar de ignorar la presencia de los marcianos... Pero ya sabe, doctor, que eso no siempre es posible. Si, por ejemplo, un marciano nos grita de repente al oído, cuando menos se espera...

—Luke sabe que hay otras personas que aún ven a los marcianos. No se extrañará de que usted parezca sobresaltada en algún momento. O si usted le pide que repita algo que acaba de decir, sabrá que es debido a que hay algún marciano que está gritando más fuerte de lo que él habla, es decir que usted piensa que hay un marciano que grita.

—Pero si un marciano hace un gran ruido mientras yo le hablo, doctor, ¿cómo es posible que Luke pueda oírme con gran claridad a pesar de ello, aunque su subconsciente no le deje percibir el ruido producido por el marciano? ¿O no podrá oírme?

—La oirá perfectamente. Ya he comprobado ese punto. Su subconsciente se limita a eliminar al marciano, separando los dos niveles sonoros por el tono, de modo que pueda oírla con claridad aunque usted esté susurrando y el marciano grite con toda la fuerza de sus pulmones. Es algo similar a lo que ocurre con los obreros que trabajan en fábricas y otros lugares muy ruidosos. También pueden mantener una conversación en tono normal por encima, o quizá diríamos mejor por debajo, del nivel sonoro del ambiente. Sólo que, en su caso, se debe a la larga práctica en vez de a la sordera histérica.

—Ya comprendo. Sí, veo claro cómo le es posible oír a pesar de la interferencia de los marcianos. ¡Pero tiene que verlos!. Quiero decir que un marciano es completamente opaco. No comprendo cómo es posible ver a través de ellos, aunque no se crea en su existencia. Supongamos que un marciano se coloca entre él y yo cuando estamos hablando y él me mira. Puedo comprender que no vea al marciano, salvo quizá como una mancha de color, pero no es posible que pueda ver a través de él, y entonces tendrá que admitir que hay algo entre él y yo.

—Él aparta la vista. Es un mecanismo de defensa común en los casos de ceguera histérica especializada. Y desde luego, el suyo es muy especializado, ya que sólo es ciego para los marcianos. Tiene que comprender que existe una dicotomía entre su mente consciente y su mente subconsciente, y su subconsciente constantemente engaña a su conciencia, haciendo que dé media vuelta, o que aparte la vista e incluso llegue a cerrar los ojos, antes que permitir que él se dé cuenta de que hay algo delante de sus ojos a través de lo cual se puede ver.

—¿Y por qué cree él que aparta los ojos o los cierra?

—Su subconsciente siempre se justifica de alguna manera. Obsérvelo en cualquier momento en que haya marcianos junto a él y verá cómo funciona ese mecanismo subconsciente.

Snyder suspiró.

—Hice un estudio cuidadoso de ese detalle en los primeros días de su estancia aquí. Pasé muchos ratos en su habitación, hablando con él o leyendo mientras él trabajaba. Varias veces un marciano se interpuso entre él y el teclado de la máquina. En cada una de esas ocasiones, se llevó las manos a la nuca y se inclinó hacia atrás mirando el techo...

—Siempre hace eso cuando está escribiendo y se detiene para pensar.

—Desde luego. Pero en esas ocasiones fue su subconsciente quien tuvo sus ideas y le obligó a hacerlo, porque de otro modo estaría mirando a la máquina sin poder ver nada. Y si él y yo estuviéramos hablando, encontraría una excusa para levantarse y cambiar de sitio si un marciano se interpusiera entre los dos. En una ocasión, un marciano se sentó encima de su cabeza y bloqueó su visión por completo, dejando que sus piernas colgaran delante del rostro de Luke; éste se limitó a cerrar los ojos, o por lo menos pienso que lo hizo, porque yo tampoco podía ver a través de las piernas del marciano, diciendo que tenía los ojos muy cansados y excusándose por cerrarlos delante de mí. Su subconsciente se negaba a reconocer el hecho de que había algo delante de él que no le dejaba ver.

—Empiezo a comprender, doctor. Y supongo que si alguien utilizara una de esas ocasiones para tratar de demostrarle que existen marcianos, es decir que había uno de ellos con las piernas colgando delante de sus ojos, y le desafiara a que los abriera y le dijera cuántos dedos tenía extendidos delante de él, o algo por el estilo, rehusaría abrir los ojos y trataría de dar una explicación racional para ello.

—Sí. Ya veo que ha tenido experiencia en el trato con paranoicos. ¿Cuánto tiempo lleva como enfermera en el Hospital General Mental, si me permite preguntarlo?

—Casi seis años, en total. Algo más de diez meses esta vez, desde que Luke y yo nos separamos, y unos cinco años antes de casarme.

—¿Le importaría decirme, como médico de Luke, qué fue lo que produjo la ruptura entre Luke y usted?

—Desde luego que no, doctor; pero preferiría contárselo en otra ocasión. Fueron muchas pequeñas cosas, y nos llevaría mucho tiempo en especial si trato de ser justa con los dos.

—Naturalmente. —El doctor Snyder miró su reloj—. Dios santo, no tenía idea del tiempo que llevamos charlando. Luke se estará mordiendo las uñas. Pero antes de que vaya usted a verle, ¿puedo hacerle una pregunta muy personal?

—Por supuesto.

—Tenemos una gran necesidad de enfermeras competentes en este sanatorio. ¿Habría algún medio de que dejase su actual empleo para venir a trabajar con nosotros?

Margie se echó a reír.

—¿Y qué hay de personal en eso?

—Lo que pensaba ofrecerle para que deje su empleo allí. Luke ha descubierto que la quiere, y ahora sabe que se equivocó gravemente al permitir que usted se apartara de él. Yo... creo, por el interés que usted demuestra, que siente lo mismo por él.

—Pues..., no estoy segura, doctor. Siento preocupación, sí, y afecto. Y he llegado a comprender que por lo menos parte de lo ocurrido entre los dos fue culpa mía. Yo soy tan..., tan normal que no puedo comprender lo suficiente los problemas psíquicos del escritor. Pero en cuanto a decir si aún puedo volver a amarle..., quiero esperar hasta volver a verle.

—Entonces mi oferta sólo es válida en el caso de que decida que aún le quiere. Si decide venir a trabajar y vivir aquí, hay una puerta que une la habitación de Luke y la contigua. Generalmente cerrada, desde luego, pero...

Margie volvió a sonreír.

—Ya le haré saber lo que he decidido antes de marcharme, doctor. Y creo que le gustará saber que, si decido quedarme no estaría tolerando nada ilegal. Legalmente aún estamos casados. Y puedo anular la petición de divorcio en cualquier momento antes de que sea definitivo, dentro de tres meses.

—Bien. Lo encontrará en la habitación seis del segundo piso. La puerta se abre desde fuera, pero no es posible hacerlo desde el interior. Cuando quiera marcharse, apriete el botón de servicio y alguien vendrá a abrirle la puerta.

—Gracias, doctor.

Margie se puso de pie.

—Y... vuelva aquí, por favor, si quiere hablar conmigo antes de marcharse. Sólo que espero que...

—¿Qué no estará levantado a esas horas?

Margie le dirigió una brillante sonrisa, que se extinguió poco a poco.

—Sinceramente, doctor, no lo sé... Ha pasado tanto tiempo desde que vi a Luke por última vez...

Margie salió de la oficina y subió por la escalera cubierta de gruesas alfombras; luego avanzó por el pasillo hasta la puerta que ostentaba el número seis. Detrás de ella se escuchaba el rápido teclear de una máquina de escribir.

Llamó con suavidad para avisarle y luego abrió la puerta.

Luke, con el cabello revuelto y los ojos llenos de salud y alegría, saltó de la silla para cogerla entre sus brazos mientras la puerta se cerraba a espaldas de Margie.

Él dijo:

—¡Querida! ¡Oh, Margie querida!

Y luego la besó. Ella no tuvo tiempo de ver si había algún marciano dentro de la habitación. Ni tampoco le importaba, decidió unos minutos más tarde. Después de todo, los marcianos no eran humanos. Y ella sí.

12

Por entonces, mucha gente había decidido que los marcianos no eran humanos, al darse cuenta de que su presencia, o la posibilidad de la misma, inhibía el acto de la procreación.

Durante las primeras semanas tras la llegada de los marcianos, se empezó a temer que si éstos se quedaban mucho tiempo la raza humana, al no poder multiplicarse, podía extinguirse en el plazo de una generación.

Cuando se supo. Y se supo muy pronto, que los marcianos no sólo veían en la oscuridad sino que además eran capaces de ver a través de las ropas de cama e incluso de las paredes, nadie dudó que, durante un tiempo, la vida sexual de los seres humanos se resentiría enormemente.

Salvo los degenerados y depravados, los seres humanos estaban acostumbrados a satisfacer sus lícitos y sanos deseos carnales en la intimidad. No podían habituarse a la idea de ser observados por los marcianos, siendo de todo punto inútiles las precauciones que pudiesen tomar. Y aún venía a agravar la cuestión el saber que a los marcianos les interesaba, divertía y repugnaba nuestro método de procreación.

El alcance de la influencia de los marcianos se refleja, al menos en lo que concierne a las relaciones sexuales conyugales, en la tasa de natalidad de los primeros meses de 1965.

En enero de 1965, nueve meses y una semana después de la Noche de la Llegada, la tasa de natalidad de Estados Unidos se redujo a sólo un tres por ciento respecto a la normal, y probablemente muchos de los nacimientos se debían a concepciones acaecidas antes de la noche del 26 de marzo de 1964. El mismo fenómeno se produjo en otros países; en Inglaterra, la caída de la tasa de natalidad fue superior; incluso en Francia bajó a un dieciocho por ciento.

En febrero, diez meses y una semana después de la llegada, la tasa de natalidad empezó a ascender de nuevo. Subió a un treinta por ciento en Estados Unidos, a un veintidós por ciento en Inglaterra y a un cuarenta y nueve por ciento en Francia.

Hacia marzo, se había llegado ya a un ochenta por ciento. Excepto en Francia, dónde alcanzó un ciento treinta y siete por ciento; obviamente los franceses comenzaban a recuperar el tiempo perdido, mientras que en los demás países aún existía cierto grado de inhibición.

Los seres humanos se comportaban como tales, pese a los marcianos.

En abril se llevaron a cabo varios estudios tipo Kinsey sobre el comportamiento sexual, los cuales demostraron que casi todos los matrimonios volvían a tener relacione sexuales. Y dado que los marcianos estuvieron presentes en muchas de las entrevistas en las que se basaron los estudios, la veracidad de cuyos datos podían confirmar, cabe pensar que dichos estudios fueron mucho más exactos que los realizados por Kinsey dos décadas atrás.

En general, el acto sexual sólo se practicaba en la oscuridad. Las sesiones matinales y vespertinas, incluso entre los recién casados, formaban parte del pasado. El uso de tapones para los oídos se generalizó; incluso los salvajes empleaban tapones hechos con barro. Así, las parejas podían ignorar la presencia de los marcianos, al no oír sus continuas burlas.

De todos modos, las relaciones sexuales extramatrimoniales y prematrimoniales casi desaparecieron; sólo los más atrevidos se arriesgaban a que sus relaciones fueran divulgadas. Incluso las relaciones sexuales conyugales eran menos frecuentes y placenteras, debido a que aún quedaban restos de inhibición, por no mencionar la futilidad de susurrar palabras cariñosas en un oído tapado.

No, el sexo ya no era como antes, como en los buenos tiempos, pero al menos subsistía en grado suficiente para que la raza humana sobreviviera.

13

La puerta del despacho del doctor Snyder estaba abierta, pero Margie se detuvo en el umbral hasta que el doctor levantó los ojos y le dijo que entrase. Luego Snyder se dio cuenta de que ella llevaba en las manos dos gruesas carpetas, y sus ojos se pusieron brillantes.

—¿Ha terminado? —preguntó.

Margie asintió.

—¿Y el último capítulo? ¿Es tan bueno como todo lo demás?

—Creo que sí, doctor. ¿Tiene tiempo para leerlo ahora?

—Claro. Me tomaré todo el tiempo necesario. No hacía más que tomar notas para mi próxima conferencia.

—De acuerdo. Si tiene por aquí papel y bramante, yo prepararé el paquete para el correo mientras usted lee la copia.

—Magnífico. Encontrará todo lo necesario en el archivador.

Los dos se aplicaron a sus distintas tareas. Margie terminó antes y esperó hasta que el doctor finalizó la lectura y levantó los ojos para mirarla.

—Es excelente —dijo—. Y no sólo tiene valor literario, sino también comercial.. Se venderá bien. Y..., veamos, ¿usted ya lleva aquí un mes?

—Mañana hará el mes.

—Entonces ha tardado cinco semanas en total. El que usted se encontrara aquí no le ha retrasado mucho.

Margie sonrió.

—He tenido mucho cuidado en mantenerme separada de él durante sus horas de trabajo. Lo cual no ha sido muy difícil, teniendo en cuenta que también son mis horas de trabajo. Bien, llevaré esto a correos tan pronto como quede libre.

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