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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (38 page)

—Once preparado y en posición.

Chispas
silbó y comenzó a mostrarle datos tácticos en el monitor principal. En un abrir y cerrar de ojos tenía delante una docena de objetivos yuuzhan vong.

El monitor le mostró un enorme crucero yuuzhan vong, más grande que cualquier cosa que hubiera visto antes. Relucía con sus enormes espinas de coral yorik, aunque el núcleo del transporte parecía haber sido inicialmente un asteroide al que posteriormente se le fueron añadiendo piezas.

Tres cruceros más pequeños, del tamaño de la nave contra la que lucharon en Dantooine, rodeaban al más grande, y ocho naves más habían tomado posiciones de apoyo. De todas ellas salían enjambres de coralitas, for mando nubes de objetivos. En medio de todo aquello,
Chispas
consiguió escoger una serie de naves de tamaño medio que a Jaina le parecieron transportes de tropas.

El comandante de la flota descargó inmediatamente nombres tácticos para las naves yuuzhan vong. La más grande fue denominada gran crucero, las más pequeñas se convirtieron en cruceros de asalto y las menores en cruceros ligeros. Las abreviaturas
grande, asalto
y
ligero
fueron adjuntadas a los archivos, pero Jaina supuso que los pilotos acabarían sacando sus propios apodos sólo por contradecir los planes tácticos.

Los transportes de tropas recibieron el nombre
de jaulas.
Jaina sabía que debían ir llenas hasta los topes de guerreros yuuzhan vong. Los soldados estarían indefensos hasta que llegaran a la atmósfera y tomaran tierra, y un ataque sobre esos transportes no hacía necesaria la destrucción total, sólo una pequeña abertura para que saliera la atmósfera y entrara el frío.

La voz de Gavin resonó en el intercomunicador.

—Pícaros, tenemos a
los jaulas.
Láseres si podéis, torpedos si no podéis. Es mejor que les matemos aquí arriba a dejar que lleguen a tierra.

Capítulo 31

Es enorme, almirante. Tiene la misma masa que un destructor estelar clase Súper.

Pellaeon se alejó lentamente de la pantalla de visualización del puente del
Quimera,
sabiendo que ganar aquella batalla dependía tanto de la actitud que mostrara ante su tripulación, como del uso del armamento o de la táctica.

—Entonces, comandante, supongo que tendremos que quitarle algo de masa, ¿no cree?

El
Quimera
estaba en el centro de la formación de defensa, en el núcleo del cono. Lo rodeaban otros cuatro destructores estelares clase Imperial, dos de la Nueva República y dos del Remanente. Además de nueve destructores estelares clase Victoria, tres cruceros de asalto bothan y un crucero estelar calamariano en la parte exterior del cono. Después había un grupo de naves más pequeñas, desde fragatas a un par de cargueros cuya tripulación tenía más agallas que armamento.

—Soluciones armamentísticas para el
grande,
por favor. Fuego a discreción —el almirante imperial se dio la vuelta y contempló cómo las baterías de turbo láser de los laterales de la nave llenaban el espacio de rayos de energía roja.

Algunas de las armas emitían una corriente casi constante de dardos pequeños que salían por tandas hacia el objetivo. Los vacíos que los yuuzhan vong empleaban para escudar sus naves absorbían casi todos, aunque unos pocos consiguieron abrirse paso, y las demás armas soltaron una ráfaga concentrada de fuego.

Esos rayos más potentes hicieron blanco en el enemigo. Pellaeon esperaba que al hacer contacto con la nave derritieran el casco rocoso del
grande,
pero los vacíos también se los tragaron. El almirante entrecerró los ojos, analizando la capacidad de la enorme nave para absorber el castigo que le estaban imponiendo sus armas.

—Esto no es bueno, señor —el oficial de control armamentístico dejó que la frustración llenara sus palabras—. Estas tácticas de cazas de combate pueden funcionar contra los coralitas, pero no con las naves grandes. Tienen escudos de sobra para rechazarnos.

—Sí, es posible, muy posible —Pellaeon frunció el ceño y se pasó la mano por la barbilla—. ¿O es que han aprendido cómo luchamos?

Jaina dejó caer una ráfaga sobre un coralita y soltó una carga cuádruple en su popa. El coral se convirtió en una cola de corneta congelada. La pequeña nave yuuzhan vong comenzó a caer en barrena en una trayectoria que la conducía derecha a arder en la atmósfera de Ithor.

—Palillos,
a estribor.

Sin pensarlo, Jaina reaccionó a la advertencia de Anni. Echó los mandos a la derecha y graduó los cohetes de ajuste para que el Ala-X iniciara un bucle a estribor. Un rayo de plasma procedente de un coralita le pasó rozando, y después llegaron trozos derretidos de coralita. El caza de Anni pasó como una exhalación, con los escudos aún echando chispas. Jaina se puso en su popa, virando ligeramente a babor.

Hubo intercambio de fuego con un par de coralitas, hasta que traspasaron la protección yuuzhan vong para llegar hasta
los jaulas.
En comparación con los veloces coralitas, los
jaulas
eran como flotadores desinflados, que invitaban a un vuelo rasante y a soltar un par de torpedos de protones. Todos los transportes de tropas lucían una especie de proyecciones, como cuernos, que escupían rayos de plasma a los cazas que se aproximaban, pero era obvio que estaban creados para atacar personas, no cazas. Esquivar aquellas ráfagas era fácil, y una ráfaga disparada al azar llegó a impactar en la cubierta.

—Chispas,
vigila nuestra cola, vamos a hacer un vuelo rasante —Jaina llevó su Ala-X de nuevo a la posición delantera y bajó hacia uno de los
jaulas.
La nave le envió un chorro de plasma, pero ella volcó su Ala-X sobre el alerón-s de babor y se dirigió a por otra. Soltó dos ráfagas de dardos en proa y en popa, y después una carga cuádruple en el centro de la nave con forma de caja. El coral pasó, en milésimas de segundo, de ser negro como el carbón a ser de un blanco ardiente. Luego se evaporó.

¡Le di!
Jaina pulsó el intercomunicador.

—Acábalo tú, Doce.

—A tus órdenes,
Palillos.

De repente,
Chispas
comenzó a gritar. El monitor secundario de Jaina le mostró un par de coralitas que aparecieron a su cola, justo detrás de Anni.

—Doce, abandonamos la incursión.

— ¡Babas de sith! —la voz de Anni estaba llena de pánico—. ¡Me han dado!

Jaina viró el timón a estribor y lo echó hacia atrás para remontar, pero era demasiado tarde. Dos de los motores de cola del Ala-X de Anni estaban en llamas. El caza se lanzó en una cerrada espiral e impactó de lleno en el
jaula
al que Jaina había disparado. Jaina sintió un dolor intenso procedente de su compañera y después nada.

¡Anni!

—¡Jaina!

Abajo, en Ithor, oculto con el escuadrón Jedi a la espera de los yuuzhan vong, Jacen se encogió cuando sintió una punzada de dolor en su interior.

Se esforzó por respirar, sintiendo como si le hubieran atravesado con una vibrocuchilla. El dolor físico de su abdomen se redujo lentamente, pero no el dolor emocional que le inundaba.

Corran se acercó a él rápidamente y le puso la mano en la espalda.

—¿Qué pasa?

Jacen tosió un par de veces y contuvo el aliento.

—Mi hermana, está… Ha pasado algo… ahí arriba.

—¿Cómo de malo?

Jacen parpadeó y se adentró en la Fuerza, elevando la mirada hacia el firmamento. Seguía sintiendo a su hermana ahí arriba, entre las explosiones de láser y los restos dorados que poblaban el cielo.

—Está bien, pero alguien cercano a ella ha muerto. Eso lo percibo claramente.

Corran asintió, y Ganner y él le dieron palmaditas en la espalda.

—Tienes que pensar que ella está bien.

—¿Por qué?

—Porque, Jacen —le dijo Ganner—, no hay nada que puedas hacer por ella desde aquí. Sólo podemos asegurarnos de que lo que llegue aquí no vuelva a subir a por ella.

El joven Jedi asintió.

—¿Creéis que morderán el anzuelo?

—¿Los glitbiters chupan jengibre? —Corran miró a Jacen con una sonrisa de confianza—. Los vong han conseguido sorprendernos en varias ocasiones. Es hora de que sean ellos los que se sorprendan, y además para mal.

Con el casco de cognición rodeándole la cabeza, Deign Lian supervisaba la batalla. Había optado por colorear de rojo el transporte en el que iba Shedao Shai, y contemplaba a los cazas enemigos abriéndose paso entre los coralitas para lanzar el ataque sobre los transportes. Sus armas soltaban ráfagas sobre la nave de Shedao Shai, pero ninguna daba en el blanco. La cubierta exterior de los transportes estaba cada vez más deteriorada, pero casi todos llegaban a la atmósfera y comenzaban a descender a la oscuridad nocturna del planeta.

Lian desvió entonces su atención a la batalla de la flota, designó una de las pequeñas naves infieles como objetivo. Los cañones del
Legado del Suplicio
la enfocaron, y lanzaron una salva de media docena de cañonazos de plasma. El primer disparo de plasma que dio en el blanco se desparramó por el escudo protector como un huevo roto. Los siguientes disparos, dorados e hirvientes, lo atravesaron como si fueran de ácido. El último atravesó fácilmente el amasijo que había sido una estructura metálica en la que se apiñaban los soldados.

Más infieles para alimentar a los dioses.

Con sólo pensarlo, Deign Lian cambió la imagen que veía de la batalla. En lugar de verla como aparecía a simple vista, los neuromotores analíticos del
Suplicio
mostraron colores sobre las imágenes, para que él pudiera calcular los daños infligidos a la flota. Los coralitas se convertían en chispas doradas y rojas que saltaban por el vacío, oscureciéndose hasta que dejaban de existir. Las grandes naves eran doradas al principio, pero luego adquirían rayas o puntos rojos. Le complacía ver tantas de sus naves en rojo.

Pero ese placer se esfumó pronto, cuando se dio cuenta de que Shedao Shai era el motivo del éxito. Su superior había analizado las tácticas de los cazas de menor tamaño y se anticipaba a las naves grandes empleando una versión de las mismas. Su contratáctica de crear una pantalla de dovin basal lo bastante potente para absorber los disparos más débiles, conseguía preservar la energía para los intensos campos de protección necesarios para absorber los disparos más fuertes.

No importa. Puede que él gane hoy, pero su victoria le cegará ante lo que hay que hacer en el futuro.
Deign Lian sonrió. Y,
si pierde, se llevará toda la culpa, y sobre mí recaerá la gloria de haber sacado el máximo partido de su defectuoso plan.

El coronel Gavin Darklighter viró a estribor y se lanzó en un descenso en espiral hacia
los jaulas
que escapaban.

—¿Deuce, estás conmigo?

Kral Nevil hizo doble clic en el intercomunicador para responder afirmativamente. Gavin comprobó los monitores y vio a otros seis Pícaros acercándose rápidamente.
¿Sólo quedamos ocho?
Le recorrió un escalofrío. Por un lado, le alegraba que quedaran tantos Pícaros operativos, pero las pérdidas seguían dejándole un vacío en el estómago.
Anni se ha ido, junto a otros a los que ya nunca podré conocer.

Gruñó con rabia y sintió que su mente se enfriaba y se despejaba, que su furia se hacía ártica, llenándole el cuerpo y la mente. De repente no se sintió como un piloto en una máquina, sino como si su caza y él se hubieran hecho uno.
Tan estrechamente unidos como un piloto vong con su máquina.
Cogió con suavidad la palanca, apenas rozándola, a pesar de las sacudidas provocadas por su entrada en la atmósfera, y se fue a por uno de los
jaulas.

Gavin se acercó por su cola y soltó una ráfaga de dardos. El
jaula
proyectó un vacío que absorbió los dardos rojos, y su armamento de popa comenzó a escupir plasma. El piloto de la Nueva República descendió tanto con su nave que los propios escudos
del jaula
acabaron protegiéndole a él, y disparó a discreción contra el vientre del transporte. El vacío volvió a ubicarse para recoger esos disparos, y dejó de soltar plasma.

Gavin sonrió y tiró de la palanca. El morro de su caza subió lo justo como para disparar una cuádruple ráfaga a la popa
del jaula.
Los láseres dieron en el blanco, y uno de ellos dejó una cicatriz negra en la cubierta de la nave. Los otros tres abrieron agujeros en la parte trasera. Gavin prosiguió con más ráfagas de dardos, no por causar más daños
al jaula,
sino para atravesar los agujeros ya creados y provocar una masacre dentro de la nave.

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