Marea oscura II: Desastre (34 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Todo el tiempo que necesites, Mara, todo el que desees.

Ella sonrió.

—Ambos sabemos que ese tiempo no existe en el universo. Ahora me tomaré el que pueda. Nos completamos el uno al otro, completamos nuestra conexión con la naturaleza. Y, desde ahí, confiamos en la Fuerza para guiarnos y hacer lo correcto.

Corran entregó el último contenedor de plastiduro al hombre calvo y corpulento que ayudaba a cargar el
Haz de Púlsar.

—Parece que eso es todo.

El hombre asintió.

—Aseguraré la escotilla y me ocuparé de los pasajeros. Gracias por la ayuda.

—De nada —Corran se dio la vuelta mientras la escotilla se cerraba, y se acercó hacia donde Mirax comprobaba al último de los pasajeros en la lista de su datapad. El hangar de carga de las ciudades-nave ithorianas rebosaba actividad por todas partes. Incontables naves, grandes y pequeñas, cargaban refugiados y equipo lo más rápido que podían. Cuando despejaban un hangar, éste se volvía a llenar de otras naves que ocupaban el lugar de las que salían. En toda la ciudad, y en todas las demás ciudades-nave, se llevaban a cabo evacuaciones similares.

El Jedi susurró a su mujer.

—¿Están todos?

—Sí —ella cerró con un chasquido el pequeño dispositivo y se lo metió en un bolsillo lateral de sus pantalones—. El depósito está lleno, y nosotros listos para partir.

Corran le acarició la mejilla con el dorso de la mano.

—Sabes que no quiero que te vayas.

Sí, pero también sé que no me quieres aquí —Mirax sonrió y señaló con el pulgar al carguero que tenía detrás—. Voy a llevar este equipo a Borleias. El clima no es muy bueno para las plantas ithorianas, pero ellos creen poder cambiar eso.

—Seguro que pueden —pasó un brazo por los hombros a su mujer—. ¿Seguro que estarás bien con el tal Chalco como tripulante?

Por lo que he visto hasta ahora, creo que es digno de confianza. Nosotros descargaremos, y le dejaré de vuelta en Coruscant —apoyó la cabeza en el hombro de Corran—. Y luego volveré aquí.

—Mirax, no.

Ella se giró para ponerse frente a él, apoyando las manos en su pecho.

—Escúchame, Corran. La última vez que te fuiste a pelear contra los yuuzhan vong escapaste por los pelos, y la vez anterior estabas más muerto que vivo cuando te trajeron de vuelta.

—Mirax, el hecho de que estés aquí no garantizará mi seguridad. —Puede que no, pero yo sí que mataría a cualquiera que fuera a por ti. Corran le puso las manos en los hombros.

—Lo primero, morir no entra en mis planes.

—Ni en los de casi nadie.

—Así es —él suspiró—. Mirax, no quiero que estés aquí. Va a ser una batalla terrible. Y lo que haces ahora, sacar de aquí a los ithorianos y a sus reservas botánicas, es más importante que nada de lo que yo vaya a conseguir aquí. Tú vas a hacer lo que sabes hacer, y yo igual.

Ella entrecerró sus ojos castaños.

—Las posibilidades de que me maten son bastante escasas.

—Lo sé, y eso me gusta —saludó con la cabeza a Anakin Solo, que subía por la rampa del
Haz,
y apoyó su frente en la de su mujer—. Mi abuelo murió cuando mi padre era joven, y tú también perdiste pronto a tu madre. No quiero que eso les pase a nuestros hijos, pero la única cosa peor que eso sería que nos perdieran a los dos.

—Si ambos morimos, Booster se hará cargo de los niños.

—Ah, qué consuelo.

Ella le levantó la barbilla con la mano.

—Tómatelo como una motivación para permanecer con vida, Corran. Él agachó la cabeza para besarle la mano, y luego alzó la mirada, con una sonrisa brillándole en el rostro.

—Ya tengo motivación suficiente, amor, y mira las cosas que han pasado. La primera vez casi me matan. La segunda escapé de una pieza. Por el carrerón que llevo, diría que son los vong los que deberían preocuparse.

Mirax sonrió a medias.

—Sabes que esa arrogancia tuya molesta muchísimo a mi padre.

—Pero a ti te encanta.

—Bueno, cuando eras piloto tenía su atractivo —se encogió de hombros—. Pero viniendo de un Jedi..

—¿Sí?

—Pues que los yuuzhan vong deberían tomárselo como una auténtica amenaza —Mirax le besó, primero suavemente y luego con más fuerza. Corran deslizó las manos por la espalda de ella y la abrazó fuertemente. En el beso y en el cuerpo de su mujer, él sintió una urgencia y una intensidad que se movían más por amor que por cualquier sentimiento de pérdida o miedo—. Te voy a echar mucho de menos, Corran.

—Y yo a ti, Mirax —él se agarró con fuerza a ella. Por su mente pasaron imágenes de su vida en común: La primera vez que la vio, su rostro cuando se quedaba plácidamente dormida tras los momentos de pasión, las lágrimas y las sonrisas tras el nacimiento de cada uno de sus hijos, e incluso la chispa de dolor oculta tras una máscara impasible cuando veía a sus hijos fracasar en algún intento, sabiendo que no podía enmendar ese fracaso—. Te quiero, Mirax.

Siempre te querré.

—Lo sé —ella le besó de nuevo y sonrió—. ¿Sabes qué? Me encantaría poder pasarme las próximas doce horas despidiéndome de ti en condiciones, pero creo que necesitan la plaza.

—Los burócratas no saben lo que es el romance —Corran la besó de nuevo—. Pero sea lo que sea lo que se te ocurrió para la despedida lo haremos al reencontrarnos, y durante una semana.

Es una cita —ella le besó los dedos y se los apretó contra los labios—. Ten cuidado, Corran. Sé que serás valiente.

Anakin encontró a Chalco ajustando los cinturones de unos ithorianos a bordo del
Haz.

—¿No ibas a despedirte de mí?

Chalco dio una palmadita en el hombro a uno de los ithorianos y se volvió para mirar a Anakin.

—Has estado muy ocupado con tus cosas de Jedi. No quería interrum-pirte. Mirax necesitaba algo de ayuda, y una cosa llevó a la otra, ¿sabes? —Eso explica lo que haces aquí, pero no el que no te despidieras. El hombre frunció el ceño.

—Siempre dije que eras un chaval inteligente. Pues así son las cosas, Anakin—Chalco se echó hacia delante, apoyando las manos en los hombros del chico—. Cuando fuimos a por Daeshara'cor quise ser algo parecido a un héroe, y ya viste cómo salió al final. Fui a rescatarte y al final me rescataste tú a mí. Creo que me he dado cuenta de que, bueno, no tengo madera de héroe.

Anakin frunció el ceño.

—Oye, tú me rescataste. Como muy bien dijiste, si no hubieras traído la carabina láser yo no habría podido con Daeshara'cor. Y ya sabes, lo que estás haciendo aquí, ayudar a esta gente, es heroico.

—Sí, claro, pero no es el tipo de heroísmo que vais a necesitar —Chalco le dio una palmadita en la mejilla—. No te equivoques. Me alegro de haberte conocido. De hecho, estoy orgulloso de conocer a un Jedi como tú. Quiero decir, tú y yo somos amigos, ¿no? Me gustaría tener un amigo Jedi. Y lo que es más importante, me gustaría que tú fueras mi amigo.

—Somos amigos, Chalco.

—Vale. Entonces, escucha, amigo mío, la razón por la que me largo de aquí es para que haya una persona menos a la que rescatar, ¿entendido? —sonrió
y
se enderezó—. Y estaba pensando en llamarte por el intercomunicador y dejarte un mensaje, para no ponernos tristes y todo eso.

—Te creo —Anakin sonrió y miró a la derecha al ver un intercomunicador que comenzaba a pitar en una estantería—. ¿Lo cojo?

Chalco asintió.

—Es de Corran.

Anakin lo cogió y respondió.

—Aquí Anakin Solo.

—Anakin, ¿dónde está Corran? —la voz de Wedge Antilles era fácil de reconocer—. Creí que estaba llamando a su intercomunicador.

—Sí, así es. Está fuera con su mujer. ¿Quieres que vaya a buscarlo? —No, da igual. Dile que espere ahí. Voy camino de ese hangar.

Anakin frunció el ceño.

—¿Qué pasa?

—Ha aparecido un crucero yuuzhan vong en el límite del sistema y ha soltado un transbordador. Sus registros de identificación corresponden a los de la nave que utilizó Elegos A'Kla para ir al encuentro de los yuuzhan vong —Wedge bajó la voz—. Lo único que nos llega es un mensaje grabado que se repite una y otra vez. Es de Elegos, para Corran, le envía los saludos de un comandante yuuzhan vong.

Capítulo 28

Jaina Solo contempló el hangar de carga auxiliar del
Quimera
desde la sala de espera de los pilotos. Desde esa privilegiada posición podía contemplar el hangar y el transbordador clase Lambda situado entre los dos Ala-X. Anni Capstan y ella habían sido llamadas a hacer un reconocimiento de la nave, y un transbordador del Remanente la había remolcado luego hasta una zona donde los rayos tractores del
Quimera
se ocuparon de arrastrarla hasta el interior.

En su primer pase de reconocimiento, había identificado al transbordador por lo que era, pero sólo a duras penas. Tenía el tren de aterrizaje extendido y las alas bloqueadas. Dado que los transbordadores nunca volaban de esa forma, parecía fuera de lugar y a la deriva por el espacio.

Y esa impresión se vio reforzada por el hecho de que la nave estaba cubierta por todo tipo de implantes. Jaina realizó acercamientos para establecer contacto visual y comprobar si había algún piloto al mando. Los implantes le recordaron a algo parecido a algas y moluscos abundantemente extendidos por toda la cubierta del transbordador. Una gran concentración de ellos cubría la puerta de la rampa, y Jaina se preguntó cómo haría el equipo de rescate para abrirla.

Cuando llevaron el transbordador al hangar de aterrizaje, los Ala-X recibieron la orden de aterrizar. Y entonces los técnicos con trajes especiales se llevaron a Anni y a ella del hangar. Ambas pasaron por el escáner para ver si portaban formas de vida alienígenas, se comprobó que no tenían nada y se les permitió esperar en la sala de espera o acceder a uno de los comedores para reponer fuerzas. Anni se fue corriendo; Jaina estaba segura de que no tardaría en encontrar una partida de sabacc en alguna parte. Dentro de nada estaría desplumando a los miembros de la tripulación de la moneda que emplearan los del Remanente.

Jaina decidió quedarse para ver lo que pasaba. Recordaba a Elegos de haber viajado con él, con su madre y con Danni antes de unirse al escuadrón. La calma absoluta que poseía le parecía increíble. No era que ignorase al resto del mundo, o que pudiera reprimir sus sentimientos usando la lógica, sino que contemplaba cualquier problema, veía el núcleo del mismo e intentaba solucionarlo en lugar de andarse con rodeos.

Al realizar el vuelo de reconocimiento sobre el transbordador estuvo escuchando una y otra vez la voz de Elegos. Sonaba normal, e incluso algo contento, pero había algo raro. Esperaba ver a Elegos a los mandos o poder percibirlo a bordo de la nave, pero nada. Por supuesto, antes de la aparición del transbordador, ella no sabía nada de la misión de Elegos con los yuuzhan vong, y estaba segura de que lo que perturbaba su percepción de la nave era el enterarse de ella.

—Lo que han hecho es bastante inusual.

Ella se dio la vuelta y Jag Fel entró en la sala de pilotos. Llevaba un uniforme negro de vuelo con rayas blancas en mangas y perneras. No iba tan formal como en la recepción, pero tampoco iba descuidado. Sólo viéndole, ella se hubiera negado a creer que era sobrino de Wedge, excepto por el parecido en la nariz y los ojos.

—Para mí casi todo lo relacionado con los yuuzhan vong es bastante inusual

—Jaina cruzó los brazos y volvió a mirar al hangar—. Llevan ya una hora escaneando esa cosa. No creo que puedan saber mucho más sin abrirla.

—No lo hay. Pero no están haciendo eso —Fel se acercó y se puso a su lado, su reflejo era claramente visible en el transpariacero del ventanal—. No tienen ni idea de lo que hay dentro, simplemente se están asegurando de que si es dañino, nadie les eche la culpa por haberlo liberado.

—Hablas como si tuviera algo de malo ser cauto.

Él negó con la cabeza.

—Saben que no pueden estar seguros de lo que hay dentro. Lo único que les queda es reducir esa inseguridad a un nivel estadísticamente insignificante. Lo que están haciendo es perder el tiempo. Estamos en guerra. No hay ausencia de riesgo. Hay veces en las que uno tiene que hacer lo que sea con tal de ganar.

Jaina se giró para mirarle.

—En teoría sólo eres dos años mayor que yo, pero hablas como si tuvieras la edad de mi padre.

Él asintió una vez.

—Perdona. Te estaba juzgando por tus logros y no por tu edad. Ella parpadeó y sintió la ira creciendo en su interior.

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