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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (29 page)

—Y el hecho de que el Remanente las introdujera en la Nueva República, por la razón que fuera, sería del todo intolerable —Kre'fey asintió—. La defensa de Ithor ya será difícil de por sí misma, sin superarmas de por medio.

—Es cierto, esto no va a ser fácil —Luke se pasó una mano por la boca—. Tenemos un par de problemas en Ithor. El primero es de índole científica.

Podemos obtener muestras de los árboles bafforr y del polen producido en Garqi, pero los árboles tardan años en madurar y producir el polen. Ni siquiera llevándonos muestras y plantándolas por toda la Nueva República podríamos producir todo el polen necesario en menos de unas décadas.

Corran frunció el ceño.

—Pero los ithorianos son conocidos por su capacidad para la clonación y la manipulación genética de vegetales. Mi abuelo mantiene una fluida correspondencia con ellos en relación a ese asunto. Es probable que puedan sintetizar el polen que necesitamos.

Una mueca se dibujó en el rostro del Maestro Jedi.

—Eso nos lleva al segundo y más difícil problema al que nos enfrentamos, además de si el polen sintético será tan efectivo como el auténtico. La sociedad ithoriana se basa en una religión que adora la jungla, el mundo y la vida. Si les pedimos que generen algo para usarlo como medicamento, algo que prolongue la vida, lo harán sin pensarlo. Pero les vamos a pedir que manipulen algo vivo para crear un arma. No aceptarán.

Kre'fey arqueó una ceja.

—¿Y no hay forma de apelar a esa decisión?

Luke se agitó intranquilo.

—He hablado con Relal Tawron, el sumo sacerdote que sustituyó a Momaw Nadon como líder de Ithor. El hecho de que los árboles de Garqi soltaran polen para el combate implica que nos permitirán recolectar el polen y crear nuevos cultivos. Ellos ven lo ocurrido en Garqi como que los árboles consintieron en oponerse a los yuuzhan vong. Pero, sin embargo, se muestra reacio a modificar o abandonar otros aspectos de sus creencias. Por ejemplo, aparentemente, los ithorianos no permiten que nadie ponga el pie en Ithor.

Pellaeon negó con la cabeza.

—Dudo que los yuuzhan vong respeten esa norma.

—Relal lo sabe, y está dispuesto a ser lo más práctico posible, pero eso requerirá que hagamos concesiones por nuestra parte. Nuestro personal en tierra tendrá que ser bendecido, tendrá que acatar ciertas restricciones.

El almirante bothan se apoyó en el respaldo.

—El sumo sacerdote ha de ser consciente de que, en el furor de la batalla, nadie se acordará de las restricciones.

Luke asintió.

—Él no lo admitirá, pero yo pude percibir que lo sabía. Está en una posición inestable. Los ithorianos son pacifistas. La invasión, e incluso la preparación para la misma, podría ser devastadora para la sociedad ithoriana.

Corran se echó hacia delante.

—Estamos todos de acuerdo en que la destrucción del Jardín Xenobotánico de Pesktda, en Garqi, sólo nos hizo ganar tiempo. Los vong atacarán Ithor. Y

dada la amenaza que eso supone, puedo verles entrando en el sistema y utilizando dovin basals para agujerear el planeta con asteroides. Un impacto sólido y todo morirá.

—Podemos proteger el planeta de eso —Pellaeon asintió—. Los asteroides tardarían tanto en llegar que nos darían tiempo a destruirlos.

—También creo, Corran, que probablemente los yuuzhan vong quieran aprender algo de Ithor, puesto que ven lo biológico del mismo modo en que nosotros vemos las máquinas —Luke cerró los ojos un instante y los volvió a abrir—. El informe de lo que viste en Garqi podría ser una muestra de lo que podrían hacer en Ithor.

—Eso es innegable, y no hemos tenido otro Sernpidal en esta segunda avanzadilla, por lo que la cúpula de los yuuzhan vong parece estar enfocando las cosas de una manera más lógica —el Jedi corelliano se encogió de hombros—. Entonces, ¿empleamos una defensa estándar? ¿Enfrentamiento espacial para dificultar la invasión terrestre, y después los combatimos a medida que vayan entrando en el planeta?

Kre'fey asintió.

—Yo preferiría detenerlos en el espacio, pero sería una idiotez no establecer una defensa planetaria. Tenemos tropas de élite, tanto de la Nueva República como del Espacio Imperial, que pueden tomar posiciones terrestres. Son suficientemente disciplinadas como para funcionar dentro de los parámetros ithorianos, al menos hasta que empiece la batalla.

El almirante de la Nueva República miró a su homólogo imperial. —Sin embargo, la decisión es suya, almirante.

Pellaeon pareció sorprenderse.

—¿Disculpe?

Kre'fey sonrió lentamente.

—Usted es el oficial de más edad aquí, tiene mucha más experiencia que nosotros. Yo me he enfrentado varias veces a los yuuzhan vong y nunca he obtenido una victoria limpia, así que tampoco cuenta. Me gustaría que estuviese al mando de la defensa de Ithor.

Corran arqueó una ceja.

—Creo que a los políticos no les va a gustar nada esto.

El bothan hizo relucir los colmillos un instante.

—Podemos venderles bien lo de la defensa conjunta y todo eso, pero cuando llegue la batalla quiero que sea usted quien esté al mando, almirante. Cuando llegue el momento ya será demasiado tarde para que puedan objetar al respecto.

El almirante humano asintió lentamente.

—Y usted sería el segundo en la cadena de mando, por supuesto.

—Así es.

Pellaeon sonrió.

—¿Y después de usted? ¿El Maestro Skywalker?

El bothan miró a Luke.

—Los Jedi han luchado en tierra en Dantooine y en Bimmiel. ¿Tendrán una función aquí?

Luke juntó las manos, y Corran percibió una impresión lejana de dolor emocional procedente de su Maestro. Los Jedi no eran una tropa de combate, pero su entrenamiento en la lucha podía resultar muy útil en Ithor. Y dado que Ithor era un planeta lleno de vida, con gran presencia en la Fuerza, los Jedi estaban llamados a defenderlo. Aun así, las cosas que se verían obligados a hacer estarían más allá de la acción estrictamente defensiva.

El Maestro Jedi miró a Corran.

—¿Tú qué opinas?

—Que indudablemente tenemos que colaborar con la defensa —suspiró Corran—. Resumiendo, todo el planeta será un rehén. No sé si podremos hacer algo, aparte de matar inocentes, lo cual sería propio del Lado Oscuro. Pero estoy seguro de que no habrá yuuzhan vong inocentes en todo el planeta.

—¿Y si hay yuuzhan vong que se rindan? —preguntó Pellaeon. Luke negó con la cabeza.

—Los esclavos que utilizan como tropas de aproximación no pueden rendirse, y los yuuzhan vong, bueno, digamos que me cuesta mucho imagi-narles rindiéndose a nosotros.

—Tampoco creo que yo fuera a fiarme de los que se rindieran —el corelliano frunció el ceño—. En Dantooine, ¿no fue Mara la que se enfrentó a unos cuantos que habían matado civiles, y luego emplearon enmascaradores ooglith para tomar su apariencia y así poder matar más civiles?

El bothan dio un golpecito con la mano en la mesa.

—Ésa es una buena pregunta. Tendremos que revisar las reglas normales de enfrentamiento e informar a los nuestros de que los que se rindan no han de ser respetados. No conocer a los yuuzhan vong, ni su cultura y sus tradiciones, dificulta en gran medida la tarea de luchar contra ellos. Podemos hacer suposiciones, conjeturas, pero lo cierto es que no tenemos ni idea.

Pellaeon sonrió.

—El gran almirante Thrawn sentó precedente con su costumbre de estudiar el arte de una cultura como clave para comprenderla. No sé qué habría sacado él de los yuuzhan vong, pero los pocos Chiss procedentes de las Regiones Desconocidas los combatieron con muchas ganas.

—Sí, los Chiss con sus
desgarradores
—Kre'fey se pasó una mano por la nuca—. Tenga por seguro de que en Coruscant no fue bien recibida la noticia de que había contingentes de Thrawn sueltos por aquí. Estoy seguro de que muchos piensan que usted empleará a los Chiss para construir un nuevo Imperio a partir de la Nueva República.

El almirante humano se encogió de hombros.

—Quizá lo hubiera hecho de saber que estaban aquí, pero yo no conocía todos los planes de Thrawn. Cuando llamamos a filas a todos los agentes
y
tropas imperiales, donde quiera que estuviesen, este contingente se presentó con saludos del barón Fel, el padre del jefe del escuadrón.

Corran negó con la cabeza.

—¿Quién lo hubiera dicho?

—Yo lo sabía —declaró Luke, en tono grave, tan bajo que Corran no estuvo seguro de haberlo oído bien—. Cuando la crisis bothan, cuando fui a buscar a Mara, encontramos al almirante Parck y al barón Fel. Estaban supervisando unas obras ordenadas por Thrawn, incluida una instalación para clonar un sustituto de Thrawn. Dijeron que había conflicto armado en las Regiones Desconocidas, que estaban rechazando a algo parecido a una amenaza para el Imperio. Para nosotros no representaban una amenaza, por lo que revelar la información sobre su existencia me parecía sólo útil para entorpecer el proceso de paz.

Kre'fey parpadeó con sus ojos violetas veteados de oro.

—Si algunos ministros supieran que retuviste esa información, lo tomarían como la prueba irrefutable de que intentas alzar una nueva hegemonía Jedi, y que pensaste que podrías utilizar a los Chiss para ello.

Corran frunció el ceño.

—Eso es una tontería.

—Ya, lo sé, sólo te estoy diciendo lo que pasaría si se supiera. Con respecto a nuestro propósito, lo cierto es que nos viene bien tener ese flanco cubierto. Eso está bien —el bothan miró a Pellaeon—. ¿Qué potencial militar calcula que podrá aportar?

Mi personal está trabajando en la planificación. Como mínimo, un grupo operativo. Cuatro destructores estelares imperiales, ocho destructores estelares dase Victoria y varias naves de apoyo. Podemos traerlas todas aquí o bien establecer una base en Yaga Minor como apoyo a Garqi, ya que suponemos que partirán de ahí.

Kre'fey asintió.

—Yo puedo reunir una fuerza similar, aunque algunas de las naves tendrán que establecer su sede en Agamar. Serán una amenaza para Garqi y, además, servirán de protección para quienes escapen de los yuuzhan vong. En caso necesario podríamos hacer uso del destacamento de Agamar, pero entonces el planeta caerá.

El corazón de Corran dio un vuelco al oír las palabras del bothan. Por mucho que él quisiera que las cosas fueran de otro modo, todo apuntaba a que Agamar sufriría un asalto yuuzhan vong y sería conquistado. Quizás esa conquista fuera incluso previa a la de Ithor, con lo que los yuuzhan vong se asegurarían un perímetro todavía más cercano. Pero la menor presión sobre Agamar podría acabar con las fuerzas de la Nueva República, por lo que no podrían proceder a la defensa de Ithor. Los yuuzhan vong tenían que atacar Ithor y rápido, antes de que la Nueva República pudiera reforzarlo lo suficiente como para que no pudiera ser tomado.

El auténtico problema que suponía la pérdida de Agamar era que eso aislaría completamente al Remanente de la Nueva República, creando una ruta hiperespacial clave entre ambos territorios. Y, aparte de Ithor, el planeta más cercano de la Nueva República sería Ord Mantell, pero ir de Yaga Minor a Ord Mantell no era fácil y requería muchos saltos pequeños, además de mucho tiempo. Corran no estaba seguro de la ayuda que podría brindar el Remanente a largo plazo en la lucha contra los yuuzhan vong, pero se sentía inclinado a desear su presencia a largo plazo en el conflicto, puesto que acababan de contribuir a salvarle la vida.

Pellaeon se encogió de hombros con rigidez.

—Es la típica situación difícil para un militar. Sabemos dónde ubicar nuestras fuerzas de forma que sean más efectivas. Ésa es una decisión racional basada en números y análisis. Ambos sabemos que Ithor es la clave. Los yuuzhan vong han venido en número suficiente como para tomarlo. Si quitamos las defensas en otro lugar, crearemos un objetivo alternativo tentador. Alguien sufrirá para que otros no sufran. Podemos dar la mejor respuesta según nuestros cerebros, pero no será la que nos dicte el corazón.

Abrió los brazos de par en par.

—Tenemos unas dos semanas antes de que sus líderes políticos lleguen aquí, y me imagino que los míos también vendrán. En ese tiempo habrá que elaborar un plan en el que les quede claro que estamos repartiéndonos responsabilidades y riesgos por el bien de todos. Esto significa que haremos concesiones que no queremos hacer por razones políticas, que es como ponernos grilletes en las manos para ir a la lucha. Es algo que me gusta todavía menos que a ustedes, pero la alternativa es que nuestros líderes, enfrentándose unos con otros, acaben imponiéndonos sus propios grilletes. Y yo prefiero los míos —los ojos del hombre relucieron—. Después de todo, si me ato es porque sé que podré desatarme. Y en la batalla que se acerca, si no somos capaces de eso, todo, tanto Ithor como la Nueva República como el Espacio Imperial, estará condenado a desaparecer.

Capítulo 24

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