—Mal, Runck del Dominio Das —Shedao Shai apoyó todo su peso en el cuello de su subordinado, y giró el pie, separando la cabeza del tronco—. Pudisteis ser más rápidos.
Echó una rápida mirada a Deign Lian. Su subordinado dudó un momento y empezó a tumbarse en el suelo.
—No seas idiota, Deign Lian —el líder yuuzhan vong dejó el cuerpo de Runck sufriendo sus últimos estertores y se situó junto a su subordinado—. ¿Qué has aprendido al ver escapar a tu presa?
Los ojos de Deign Lian estudiaron el suelo ennegrecido.
—Que los infieles son astutos. Nos tendieron una trampa. Si no hubiera insistido…
Shedao Shai le dio una patada en el pecho, haciéndole caer sobre el costado izquierdo, en medio de una nube negra de polvo.
—Si eso es lo que has aprendido, es que no eres más listo que Runck. —Pero, líder…
—Piensa, Lian, pero piensa de verdad —Shedao abrió lentamente sus enguantadas manos—. ¿Ves este desastre a tu alrededor y lo único que te sugiere es astucia? Analiza la batalla en la que participaste. La verdad es obvia.
—Lo he intentado, comandante.
—No lo suficiente, Lian —Shedao reprimió el escalofrío que le produjo la incompetencia de su subordinado—. Ellos llegan y se disponen a rescatar a los
jeedai.
Tú llegas y te dispones a impedírselo. Tu fuerza es superior. Entonces ellos traen refuerzos en dos tandas. El retraso de la segunda tanda no les proporciona ventaja táctica. Una de sus naves sufrió graves daños por el retraso. Y lo que es más, teniendo en cuenta por dónde apareció la segunda tanda en el sistema, hay pocos puntos desde los que pudieran llegar. Pocos de esos puntos permiten un acceso cómodo a la Nueva República, pero no así al Remanente Imperial.
El líder yuuzhan vong caminó lentamente, rodeando a su asistente.
Y, lo que todavía es más importante, ni siquiera la llegada de estas fuerzas fue suficiente para vencerte y alejarte del planeta. Se llevaron a los
jeedai y
se retiraron. Mi suposición es que la segunda tanda procedía del Remanente Imperial, que estaba aquí por razones propias y que decidió intervenir.
Lian asintió despacio.
—La sabiduría de mi señor no tiene límites.
Sí así fuera, te habría enviado con más naves. Habría estado aquí en persona.
El asistente alzó la mirada.
—¿Cómo supisteis que teníais que enviar naves conmigo?
Shedao Shai se detuvo un momento.
—La aparición de aquella nave de la Nueva República no tenía sentido. Si querían realizar una incursión de investigación en Garqi podían haberse quedado en el límite del sistema mientras los cazas se acercaban, recogían datos y se retiraban. Ése fue su patrón de actividades en Sernpidal. La única razón para que estuvieran aquí era que tenían que recuperar la nave que supuestamente había caído. El análisis del lugar de la colisión nos demostró lo que ya sabíamos.
—No alcanzo a entender…
—Ya lo sé —Shedao Shai soltó una risa burlona—. Ni tú, ni aquellos que investigaron los restos de la nave. Tenían tanto miedo de verse mancillados que pasaron por alto lo obvio. ¿Por qué íbamos a encontrar restos de la tripulación en una nave estrellada, cuando podían utilizar las cápsulas de escape?
—Pero no había rastro de cápsulas de escape…
—Así es, no los había —el líder yuuzhan vong se frotó las manos—. Ahora sabemos que la nave de escape estaba escondida dentro de la que cayó, y que los restos biológicos encontrados eran un cebo, una artimaña elaborada.
—¿Pero por qué?
—Lian, ¿cómo puedes ser tan imbécil? —Shedao Shai abrió los brazos—. Estamos justo en medio de la razón. Ahora vete y averigua cuál fue. Averigua por qué destruyeron este lugar. Los caídos en este sitio te lo exigen. No les falles a ellos, o a mí.
—A sus órdenes, señor.
Shedao Shai dio la espalda a Lian y esperó a que los pasos de su ayudante se alejaran, antes de darse la vuelta de nuevo para contemplar su sombra dorada y silenciosa.
—¿Y a ti qué te parece esta destrucción, Elegos?
El caamasiano se encogió de hombros con todo el cuerpo.
—Esto era un jardín. No tenía valor militar. Les siguieron hasta aquí, se produjo el enfrentamiento. Daños colaterales.
El yuuzhan vong soltó una risita profunda.
—¿De verdad crees que me puedes engañar de esa forma?
—¿De verdad crees que quiero engañarte? —Elegos abrió los ojos ino-centemente—. Si Deign Lian no puede saber por qué se quemó este sitio, a pesar del tiempo que lleva aquí, ¿cómo voy a averiguarlo yo en una hora de investigación?
Shedao Shai comenzó a recorrer lentamente la cicatriz carbonizada e indicó a Elegos con la mano que le acompañara. Cuando el alienígena le alcanzó, se le quedó mirando.
—¿Cómo es que toleras su compañía, Elegos? Eres reflexivo y pacífico. Ellos no. Lo veo aquí. Lo vi en el planeta Bimmiel. ¿Cómo aguantas estar al lado de unas criaturas sin honor?
Elegos frunció el ceño.
—¿Sin honor? La Nueva República arriesgó mucho para poder rescatar a los que había enviado aquí. Eso es una muestra de honor.
—Sí, puede que sí, pero palidece en comparación con otras cosas —Shedao Shai estiró las manos y las abrió—. Como tú has dicho, este lugar no tenía valor militar, pero lo destruyeron. ¿Por qué? Y esa misión de la que hablas. Cogieron cadáveres y los utilizaron para no tener que aterrizar una nave.
—Hasta tú crees que el cuerpo es una nave, comandante Shai; eso lo he aprendido de ti.
Shedao Shai se dio la vuelta y señaló a Elegos.
—Sí, pero es una nave sagrada. Debe honrarse y cuidarse. Nosotros tenemos modos, rituales, que muestran el respeto por todo lo que significa un ancestro caído. He compartido contigo los resultados de esos rituales. Aquí…
El líder yuuzhan vong sintió que las manos le temblaban de la ira. Pensó en ocultarlo por un momento, pero no lo hizo.
—Aquí, los cadáveres fueron calcinados en el mismo sitio donde cayeron. No se les enderezaron las articulaciones. No colocaron juntos a los camaradas. Se les trató como si fueran basura, y no sólo a los nuestros. Eso podría entenderlo de alguna forma, ¿pero los suyos?
—El tratamiento que recibieron los cadáveres yuuzhan vong puedes achacarlo a la ignorancia —Elegos se agachó junto a un esqueleto carboni-zado—. Y el que recibieron sus propios cadáveres, probablemente se deba a la urgencia. Nosotros también honramos a los muertos cuando es posible. Con vuestras fuerzas reuniéndose, era obvio que no era posible.
—Podría ser como tú apuntas. He aprendido mucho de ti, pero ahora necesito saber una cosa más.
Elegos alzó la mirada, con el sol brillando en su vello dorado.
—No creo que haya más que pueda contarle, comandante Shai.
—Oh, claro que sí —el yuuzhan vong juntó los puños—. Al oír mencionar al
jeedai
llamado Hoja de Plata temblaste de forma casi imperceptible. Cuando mencioné Bimmiel también pareciste reconocer algo. Debo suponer que conoces a
ese jeedai,
Hoja de Plata.
—Nunca he negado que conociera a los Jedi.
—Pero a Hoja de Plata le conoces muy bien.
El caamasiano asintió y se enderezó.
—Su nombre es Corran Horn.
—Koren Horn —Shedao Shai dejó que las palabras recorrieran su boca. Las asoció al sabor de la sangre
jeedai
de Bimmiel—. No me dijiste que fue él quien mató a los míos en Bimmiel.
—No me lo preguntaste.
—Si te pones así, Elegos, es porque no sólo le conoces, sino que te importa. ¿Intentas proteger a tu amigo de mi ira?
El caamasiano alzó la barbilla, exponiendo la garganta.
—Quizá, comandante Shai, sea a usted a quien protejo.
—Él te importa y temes por él —Shedao se dio unos golpecitos con el dedo en la barbilla de su máscara de guerra—. Tu lealtad es encomiable, pero ¿cómo puedes ser leal a alguien tan lamentable? No lo puedo comprender. Tú eres demasiado sabio para eso.
—Corran no es un idiota, ni es lamentable, a pesar de tus interpretaciones de lo que estás viendo aquí —Elegos se llevó las manos a la espalda—. Ningún Jedi es estúpido, ni la mayoría de los líderes de la Nueva República. Te basas demasiado en su ignorancia con respecto a los yuuzhan vong, y te dejas llevar por lo poco que entiendes de ellos.
—Pero, Elegos, tú me has enseñado bien. Entiendo muchas cosas de ellos.
El caamasiano se atrevió a esbozar una sonrisa.
—Y por el tiempo que he pasado contigo, algo he comprendido de vosotros.
Incluso he llegado a pensar que podríamos llegar a algún acuerdo. Esta guerra no tiene por qué durar siempre.
—No, yo no querría eso —Shedao Shai cruzó los brazos sobre el pecho—. Si iniciara el diálogo, necesitaría un enviado en el que pudiera confiar a ciegas. Y no lo tengo entre los míos.
Elegos entrecerró los ojos.
—Yo podría ser tu embajador.
—Lo cierto es que es una idea excelente —Shedao Shai asintió despacio, se dio la vuelta e indicó a Elegos que le siguiera—. Ven. Te prepararé para enviarles un mensaje a estos
jeedai.
Un mensaje que, sin duda alguna, entenderán.
Aunque la paz con el Remanente Imperial duraba ya seis años, Corran sintió que algo no iba bien al contemplar al almirante Gillad Pellaeon entrar en la sala de reuniones del
Ralroost.
El almirante Kre'fey le saludó amablemente, dándole la mano. El almirante imperial saludó al Maestro Skywalker con una inclinación de cabeza y se giró para sonreír a Corran.
—He podido analizar su informe inicial de Garqi. Buen trabajo. Corran parpadeó y asintió.
—Jacen Solo preparó el informe, yo sólo corregí algunas faltas. Pero se lo diré de su parte.
—Por favor, hágalo —Pellaeon tomó asiento frente a Corran en la mesa de reuniones con forma de rombo. Eso dejó al almirante Kre'fey presidiendo, con el Maestro Skywalker a su derecha y Corran a la derecha de éste—. En menuda situación nos encontramos.
Kre'fey se sentó.
—Así es, y a varios niveles. No tengo palabras para agradecerle su oportuna intervención. Los informadores que tienen en la Nueva República son muy eficaces.
No tan eficaces como usted piensa —el oficial imperial se apoyó sobre los codos, extendiendo las palmas de las manos sobre la superficie de la mesa negra—. Podemos hablar sin tapujos, y tendremos que hacerlo antes de que lleguen los políticos. Traje mis fuerzas hasta aquí cuando tuve noticias de su incursión abortada. Supuse que, o bien habían conseguido introducir un equipo en el planeta, o bien había fracasado un intento previo de evacuar al equipo.
Eso sugería que en Garqi había algo de valor que podría interesarme conocer, así que llevábamos dos días esperando allí cuando ustedes llegaron.
—Los datos que recogimos podrían haber sido suyos de inmediato, independientemente de la opinión de mis superiores —Kre'fey se llevó una mano al cuello—. Y sí, hemos de hablar sin tapujos porque los políticos van a complicarlo mucho todo.
Corran suspiró y se recostó en su asiento. El equipo de incursión había saltado hasta el borde del sistema de Garqi, donde se reunió con los imperiales, para luego trazar una ruta directa hacia Ithor. El almirante Kre'fey pidió refuerzos, equipos científicos y tanto apoyo, que la alarma había sonado en Coruscant. Además de garantizarles el envío de todo lo posible, les informaron de la inminente visita a Ithor de Borsk Fey'lya y varios senadores y ministros de importancia. Y, una vez allí, sin lugar a dudas, comenzarían a interferir en lo que realmente era una operación puramente militar.
—No albergo esperanzas, almirante Kre'fey. Los moff se opondrán a que les ayude a defender Ithor, y sus líderes no querrán tener fuerzas imperiales operando dentro de la Nueva República —Pellaeon entrecerró los ojos—. No van a entender esto como nosotros. La batalla por Ithor determinará el curso de la guerra contra los yuuzhan vong. Si ganamos aquí, recibirán un duro golpe y podremos hacerles retroceder. Si perdemos, no creo que la Nueva República sobreviva, y tampoco el Espacio Imperial.
—Son circunstancias difíciles, no cabe duda —el bothan le miró fijamente—. Debería saber, almirante, que no tenemos acceso a ninguna de las antiguas superarmas del Imperio. Los informes sobre su destrucción son auténticos, independientemente de lo que digan los rumores.
Pellaeon sonrió.
—Nosotros tampoco tenemos. Pero casi mejor, porque esas armas no eran buenas en el terreno defensivo.