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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (31 page)

Miró hacia la sala.

—Y es por eso por lo que les he ignorado. He venido a participar en una guerra y no en jueguecitos políticos. Mi misión es ayudar a mantener la libertad, no ayudarles a reunir más poder, o a quitárselo.

Leia Organa Solo dio un paso adelante, alzando una mano para evitar cualquier tipo de réplica por parte de líder bothan de la Nueva República.

—Y nosotros queremos esa ayuda. De ustedes, del Remanente, de todos los pueblos de la Nueva República. Sólo trabajando juntos podremos vencer a los yuuzhan vong y salvar Ithor.

La gente comenzó a aplaudir las palabras de su madre, y Jaina se unió al aplauso. Al ver el consenso general, los políticos se retiraron un poco, y hubiera sido fácil pensar que la situación estaba resuelta. Aun así, Jaina seguía pensando en lo que habían dicho Fey'lya y el resto. La vehemencia de sus palabras fue antaño dirigida hacia su madre, a la que también acusaron de querer quitar el poder a los no humanos. Y
esos rumores sobre que los ,Jedi tienen la culpa de la pérdida de Garqi y Dubrillion, que de alguna forma sugieren que fueron los Jedi los que echaron a los yuuzhan vong sobre la Nueva República. Me pregunto si no estaremos colocándonos en una posición que provocará que nos echen también a nosotros la culpa si Ithor cae.

Jag Fel se dio la vuelta y la miró, y Jaina se preguntó si, de alguna manera, le estaba leyendo la mente. Ella le aguantó firmemente la mirada.

—Salvaremos Ithor.

Él asintió.

—Ganaremos la batalla por Ithor. Lo de su salvación, bueno… —miró hacia los políticos de la Nueva República—. Su salvación está en manos de otros, y me temo que está más allá de nuestra capacidad de control.

Capítulo 25

Jacen Solo se llevó las manos a la espalda. Había acudido a la llamada de su tío que pedía que los Jedi se reunieran en una pequeña gruta en un nivel superior del
Bahía de Tafanda.
Aunque podía percibir la presencia de Jaina en la ciudad ithoriana flotante, le sorprendió un poco que no asistiera a la reunión.

Por lo que podía percibir de ella, supo que estaba de nuevo en el simulador, y por un momento se resintió por el hecho de que el escuadrón la separara de él y de los Jedi.

Allí, en pie entre Ganner y Anakin, Jacen se sorprendió a sí mismo pensando mal de su hermana, y revisó sus propios sentimientos. Sintió un atisbo de celos, porque estaba claro que a ella le encantaba volar con el Escuadrón Pícaro, y él estaba muy orgulloso de lo bien que ella lo estaba haciendo como piloto. Jacen sabía que Jaina no iba a dejar de lado su legado y su formación Jedi, sino que estaba encontrando otra forma de ponerlo en práctica.

Siguiendo la tradición de Corran Horn de servir al escuadrón.
Jacen miró entre la gente y vio a Corran. Jacen había decidido llegar a ser el tipo de Jedi que eran Corran y Luke. Sabía que había hecho un buen trabajo, un trabajo necesario, en Belkadan y en Garqi, pero seguía persiguiéndole esa sensación de insatisfacción.

Los recuerdos de la matanza de Dantooine le indicaban cuál podía ser el lado malo de esa tradición Jedi. Sabía que ninguno de ellos había tenido elección ante los yuuzhan vong. Tuvieron que matar soldados o habría muerto mucha más gente. Ellos jugaron un papel defensivo, por lo que no había ni rastro del Lado Oscuro en sus acciones. Y,
aun así, hubo muchas muertes.

Jacen se vio de nuevo pensando en la cuestión filosófica a la que no encontraba respuesta. Si la Fuerza era algo que abarcaba a todas las formas de vida, ¿podía justificarse, de alguna forma, el asesinato?
El Código Jedi afirma que la muerte no existe, sólo la Fuerza, pero la muerte de miles de millones de seres en Alderaan y Carida bastó para enviar una ola de devastación a través de la Fuerza.
Y, si eso era cierto, ¿no tendrían también algún efecto las muertes en menor escala?

Estaba tan seguro de que no tenía respuesta para eso como de que la respuesta estaba en alguna parte. Anakin le había sugerido que, en su búsqueda, estaba girando en círculo alrededor de la respuesta, y no podía ignorar el comentario de su hermano pequeño.
Pero si rodeo algo, al menos sé que hay algo.

Ahora sólo me queda encontrarlo.

Dos cosas fueron las que sacaron a Jacen de su ensimismamiento. La primera fue la llegada de Relal Tawron, el sumo sacerdote ithoriano, junto con Luke.

Hasta que llegó el ithoriano, Jacen no tenía ni idea de por qué les habían reunido allí, pero la solemnidad con la que se movían tanto el sumo sacerdote como el Maestro Jedi le hacía suponer que el motivo era muy grave.

La segunda fue la entrada de Daeshara'cor en la habitación, que llegó justo después de Luke y se colocó detrás de Octa Ramis, y que no hizo sino confirmar la gravedad de la situación. Desde que Luke llegó a Ithor, la Jedi twi'leko había permanecido recluida a petición propia. Jacen sabía que Luke había pasado tiempo con ella, pero el Maestro no dio explicaciones sobre la búsqueda de superarmamento por parte de la twi'leko.

Luke Skywalker se colocó frente a los más de veinte Jedi y los saludó con una inclinación de cabeza.

—Hermanos y hermanas, Relal Tawron está aquí para prepararnos para lo que será nuestra función en la inminente batalla. Escuchad lo que os va a decir.

Puede que estemos aquí para salvar Ithor, pero nuestra negligencia también podría destruirlo. Y eso no puede ocurrir.

El ithoriano asintió al oír las palabras de Luke, y contempló en silencio a los Jedi durante un momento. Entrelazó los dedos, posó las manos sobre el estómago y luego comenzó a hablar en un tono tan resonante como grave.

—Os damos la bienvenida, Jedi, y os agradecemos lo que vais a hacer por nosotros. Y no hablo sólo por mí, sino por la Madre Jungla sobre la que nos deslizamos y por el pueblo de Ithor. Nosotros somos uno y queremos comulgar con vosotros.

Volvió a contemplar a los Jedi reunidos. Cuando su mirada se posó sobre Jacen, el joven Jedi sintió que enrojecía. No tenía razones para sentirse aver-gonzado, y se dio cuenta de que lo que le incomodaba era la sensación de calma absoluta que procedía del ithoriano. Las dudas que Jacen albergaba sobre su futuro chocaron con la confianza que Tawron tenía en su vida y en sus decisiones.
Se siente consigo mismo como a mí me gustaría sentirme.

Relal Tawron abrió las manos y extendió los brazos.

—Ya habéis oído que nadie puede posar un pie en Ithor. Esta frase es formalmente correcta en su traducción al Básico, pero no es del todo cierta. Entre nosotros hay peregrinos que descienden al planeta para ocuparse de los bosques, para visitar los lugares sagrados que datan de antes de que la tecnología nos permitiera construir ciudades flotantes, y para evaluar los daños causados por las tormentas o los incendios. Antes de realizar esos viajes, tienen que prepararse espiritualmente. Vosotros viajareis a la superficie, en caso necesario. Por lo tanto, es nuestro deseo prepararon para que aceptéis al planeta como vuestra madre, y el planeta os acogerá como a sus hijos —el sumo sacerdote parpadeó lentamente—. Y con este propósito, tendréis que ser lo que no sois. Nadie puede ir a la superficie.

Sólo podrán ir aquellos que no sean ellos mismos.

Jacen frunció el ceño un instante, pero vio a Corran asintiendo para sí mismo, así que supuso que el misterio no era tan impenetrable. Recordó los inicios de su entrenamiento, en los que tuvo que abrirse a la Fuerza y liberarse de sí mismo para llenarse de ella.
Para llegar a ser uno con la Fuerza, tuve que llegar a ser más de lo que era antes, y eso implicó rechazar la imagen de lo que yo creía ser.

—Al viajar a la Madre Jungla, todos los peregrinos desean acercarse más a ella. Para facilitar el cambio y el crecimiento, el peregrino se conciencia de los aspectos limitadores de su ser que le impiden llegar a ser uno con el planeta. Y lo mismo pasará con vosotros. Tenéis que pensar en esa parte de vosotros que os limita, y ésa es la parte que tenéis que cambiar. Y compartiréis todo eso.

—¿En voz alta? —Wurth Skidder, junto a Kyp Durron, negó con la cabeza—. Eso es una pérdida de tiempo. Deberíamos estar preparándonos para luchar contra los vong.

Luke frunció el ceño.

—Esto es más importante que eso, Wurth.

El sumo sacerdote ithoriano juntó las manos.

—Si piensas que estás perdiendo el tiempo, será mejor que te marches.

—¿Qué?—Wurth se cruzó de brazos—. Hemos venido para salvar su planeta.

—Primero tendrás que salvarte a ti mismo, Jedi —el ithoriano hablaba lentamente—. Mientras no desees tu salvación, la Madre Jungla no podrá hacer nada por ti.

—No entien..

Kyp puso una mano sobre el brazo de Wurth.

—La confusión es nuestra. Lo entendemos, Relal Tawron, y respetaremos vuestras costumbres.

El ithoriano asintió y volvió a extender las manos.

—La declaración pública sirve para que todo el mundo ayude al peregrino a realizar la transición hacia la unidad con la jungla. Al compartir la carga, nosotros, una comunidad tan diversa como las plantas y las criaturas que componen a la Madre Jungla, funcionamos en conjunto en un complejo ecosistema. Y sólo en esa unidad podremos triunfar.

Luke Skywalker se volvió hacia el ithoriano.

—Si se me permite, me gustaría ser el primero.

—Será un honor, Maestro Skywalker.

—Renuncio a la responsabilidad —Luke entrecerró los ojos, y Jacen pudo sentir el asombro emanando de otros Jedi—. Durante mucho tiempo llevé la insoportable carga de ser el único heredero de la tradición Jedi. Os he engañado. Todos vosotros también sois herederos. Sé que aceptaréis cada uno una parte de la responsabilidad que ha recaído sobre mí. Confío en vosotros.

Jacen sintió un escalofrío. Jamás dudó de que su tío se fiaba de él, pero su relación iba más allá de la de un discípulo con su Maestro. Los lazos familiares multiplicaban la confianza. Por primera vez supo lo que habría significado ser Ganner, Corran o Daeshara'cor. La renuncia de Luke era un regalo para todos, que los unía entre sí y los vinculaba a la Jungla.

Otros Jedi comenzaron a realizar sus declaraciones. No lo hicieron en un orden concreto, cada uno alzó su voz cuando sintió que estaba preparado. Jacen les escuchó, prestando más atención a la sensación de paz que se despertaba en ellos que a las palabras en sí mismas. Buscó desesperadamente esa parte de sí mismo que le impedía gozar de esa paz, para poder sentirse como ellos.

Anakin le sorprendió dando un paso adelante bastante pronto. Su hermano pequeño se puso recto y habló con voz firme.

—Yo renuncio a la seguridad en mí mismo. Estoy tan obsesionado por tener razón, por hacer lo correcto, que no busco otras respuestas que quizá podrían ser mejores. Juzgarse a uno mismo con justicia es una meta. Yo sólo estoy en el camino.

Al final del todo, Daeshara'cor se pasó un lekku por los hombros.

—Yo renuncio al odio. Las descripciones de los yuuzhan vong tomando esclavos me hizo odiarles tanto como a aquellos que esclavizaron a mi madre.

Ese odio me llevó a hacer estupideces. Se acabó. Detendré a los yuuzhan vong porque hay que hacerlo, pero no les odiaré.

—Yo me deshago del miedo —Corran se pasó la mano por la boca—. Llevo toda la vida teniendo miedo al fracaso: ante mi padre, ante mi mujer, ante mis hijos, ante mis amigos, ante todos vosotros. Pero se acabó. El fracaso ya no está en el menú, así que no tiene sentido tenerle miedo, o temer cualquier otra cosa.

Ganner asintió una vez, con firmeza.

—Yo reniego del orgullo. Me ha cegado ante tantas cosas, y una de ellas es lo letales que pueden llegar a ser los yuuzhan vong. La Jungla no puede tener un defensor ciego.

Octa Ramis dio un paso junto a Daeshara'cor.

—El pesar por un amigo que los vong me arrebataron me ha cegado. Yo dejaré que descanse en paz.

Miedo. Orgullo. Odio. Incluso su hermano asumiendo que no sabía tanto como creía. Todas aquellas cosas le parecían a Jacen dignas de elogio.
Pero ninguna es para mí, o, al menos, no de momento.
Suspiró, sintiendo miles de preguntas bullendo en su mente.
¿Cuál es la mía?

De repente, Jacen se quedó boquiabierto, y se le puso la carne de gallina. Tal fue la sorpresa que sintió al encontrar la respuesta que casi se echó a reír, pero no lo hizo por no romper la solemnidad de la ceremonia. Era una respuesta tan sencilla que se sintió abrumado, y la paz que sintió al descubrirla le hizo sentirse hasta mareado.

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