Marea oscura II: Desastre (24 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

La trampilla se iluminó de un rojo incandescente, luego se puso blanca y acabó por evaporarse del centro hacia fuera. Un chorrito de plasma salió disparado, y Corran lo abatió sin dificultades. En el coralita, pequeñas líneas doradas se abrían paso por la negra cubierta de la nave, de proa a popa.

Parecían definir los puntos en los que se habían ensamblado las distintas piezas.

Después, una luz cegadora llenó la cabina e hizo saltar las ventanillas. El hirviente plasma saltó por los aires, y la nave permaneció ahí un instante antes de precipitarse de morro al suelo de ferrocemento.

La colisión fue lo suficientemente violenta como para abrir surcos en la superficie, derribando a Jacen. Las piezas de la nave saltaron y comenzaron a desperdigarse por toda la plaza. Jacen apenas había comenzado a darse cuenta de lo peligrosas que eran, cuando Corran se acercó corriendo, le cogió por los hombros y le sacó de allí. Un pedazo enorme de la cola del coralita cayó justo donde había estado Jacen.

Sonrió a Corran.

—Gracias por salvarme la vida.

—Muy bien, pero de ahora en adelante no desobedezcas ninguna orden. El joven Jedi parpadeó confundido.

—Pero si te he salvado la vida.

—Detalles, detalles —Corran tiró de él mientras corrían para alcanzar a Ganner y al resto de combatientes de la resistencia—. Yo estoy al mando de esta expedición, por tanto, yo decido los riesgos y quién los corre. Has estado a punto de morir.

Jacen frunció el ceño.

—Pero como te salvé la vida, tú pudiste salvar la mía.

Corran entrecerró los ojos, pero sonrió.

—Mira, si vas a seguir utilizando la lógica en mi contra, tendré que enviarte de vuelta a casa.

—Sí, señor.

Corran se agazapó en la sombra de uno de los cobertizos de Jardín Xenobotánico, con la respiración tan acelerada como hacía años que no la sentía.

La retirada de la plaza había sido más fácil de lo que esperaba. Los esclavos humanos fueron tras ellos, pero con poca organización. Corran prefería no tener que matar a los esclavos, pero los miembros de la resistencia pensaban que liberar a sus compatriotas garqianos de sus sufrimientos era como una misión sagrada. Corran ya se había dado cuenta en Bimmiel de que había que destruir a los que no tenían cura, pero se alegraba de no ser quien apretara el gatillo.

Observó el otro lado del camino, donde Jacen Solo se apoyaba sobre una rodilla. El chico le había impresionado.
¿Chico? Por los huesos negros del Emperador; ya es un hombre, y no para de crecer.
La utilización de aquella trampilla para cubrir el cañón había salvado la vida de Corran. El hecho de que el flujo de plasma hiciera saltar el cañón y llenara de plasma todo el interior de la nave había sido un beneficio añadido. Pero lo que más le había gustado de Jacen era cómo había seguido a Corran en su retirada.

Junto con otros miembros de la resistencia, ellos dos formaban la retaguardia del grupo. Ganner y cuatro noghris iban con el cuerpo central; y los otros dos noghris iban más adelante, con otros combatientes de la resistencia y los dos prisioneros. La acción a la que se enfrentaba la retaguardia no fue muy significativa hasta que descendió una gran nave yuuzhan vong. Fue en ese punto cuando los guerreros yuuzhan vong entraron en combate, y era obvio que éstos eran algo más que entrenadores de esclavos.

Corran se agachó cuando creció el zumbido, y una forma esbelta y oscura voló hacia él. El insectocortador le pasó rozando la cabeza y aterrizó en el polvo, a unos pocos metros tras él. Sacó las patas y, si hubiera podido, habría vuelto al guerrero que lo había lanzado.

El Jedi hizo girar la empuñadura de su sable láser. La hoja se puso de color púrpura y su tamaño se duplicó. La reluciente hoja rozó al animal, convirtiendo instantáneamente la humedad del mismo en vapor. La criatura chasqueó, y el lugar quedó salpicado de patas y trocitos de insecto.

—Odio esas cosas.

Jacen asintió y señaló hacia la derecha.

Corran volvió a poner la hoja en modo normal, y se asomó por la esquina del edificio. Alcanzó a ver la sombra de un guerrero yuuzhan vong que huía, pero nada más.
Estos guerreros son muy buenos. No vamos a verlos hasta dentro de un buen rato.

La voz de Ganner se abrió paso en el auricular del intercomunicador que llevaba en la oreja.

—Perímetro comprobado. La sección ithoriana es nuestra.

Corran dio dos golpecitos en el micrófono de su intercomunicador para que Ganner supiera que le había oído, miró a Jacen y señaló a los jardines y a un elevado bosquecillo de árboles bafforr. El chico asintió y corrió hasta allí en un zigzag aleatorio para evitar que pudieran apuntarle.
Bien hecho, Jacen.

El otro Jedi salió de su escondrijo y apretó los dientes al notar el dolor de las piernas. Se alejó de su refugio, buscando algún movimiento, luego giró y echó a correr. Al igual que Jacen, corrió de un lado a otro, e incluso dio un par de saltos.

Dos insectocortadores le pasaron rozando, y después, una cosa azul, más gorda, chocó contra el suelo y explotó a su derecha. Luego, Corran se metió por una galería y giró a la derecha. Entonces oyó algo que se movía sobre el ferrocemento. Estuvo a punto de detenerse, agazapado en la sombra de la galería, para tender una emboscada al siguiente yuuzhan vong que pasara, pero sabía que los que le seguían podrían con él.

No, es mejor que vayamos al bosque de bafforr. Ésa será nuestra baza.

El bosque de bafforr era una rareza propia de Ithor. Los elevados árboles, con sus hojas verde oscuro, eran semi-inteligentes, y una de las poderosas razones por las que los ithorianos adoraban a la Madre Selva. La decisión de los ithorianos de transplantar bafforr a Garqi subrayaba su creencia de que los garqianos tenían un lazo armónico y único con su entorno que tenían los ithorianos. Corran esperaba que los Jedi pudieran conectar mediante la Fuerza con los árboles y así saber dónde estaban sus perseguidores. No tenía ni idea de si el plan tendría éxito, pero, por el momento, era lo mejor que tenían.

Corran llegó al centro del bosque y se arrodilló junto a Ganner, Jacen y Rade.

Podía ver en sus rostros que ya se daban por muertos. Él también, pero cada segundo que pudieran ganar daba más tiempo al
Mejor Suerte
para cargar a sus pasajeros y salir de allí.

Miró a Jacen.

—Debería haberte hecho ir con la nave.

Jacen se encogió de hombros.

—Yo sólo soy el copiloto. Si salimos de este planeta, saldremos juntos.

—Trato hecho —Corran miró a Ganner—. ¿Has intentado leer a los árboles?

Ganner asintió sombrío.

—Hay algo, pero es muy vago y muy sutil.

Rade señaló el polen amarillo que manchaba el suelo.

—Es primavera. Los árboles dedican mucha energía al crecimiento y a la reproducción. Están floreciendo, después de todo.

—Ya lo veo —Corran suspiró—. Mi abuelo me dijo una vez que un baño de sangre es alimenticio para las plantas. De una forma y otra se van a poner las botas.

Jacen señaló hacia la galería.

—Ya vienen.

Bajo los arcos, se acercaban rápidamente algunos reptiloides y esclavos, tomando posiciones a cubierto. Los francotiradores de la resistencia dieron a algunos, pero no hubo bajas graves. Llegaron más esclavos y experimentos de los yuuzhan vong, pero se quedaron allí parados, esperando junto a la puerta.

Sus miradas ansiosas indicaban a Corran lo que estaban aguardando. Y, cuando llegó, no pudo evitar sentirse impresionado.

Uno a uno, siete guerreros yuuzhan vong desfilaron por la galería. Se movían rápidamente, pero sin prisas. Trataban de no ponerse al descubierto, pero lo cierto era que se ponían, y no buscaban protegerse. Unos cuantos disparos láser acertaron a darles, pero sus mortecinas armaduras rechazaron los rayos.

Rade alzó una mano.

—Esperad a que haya mejor distancia de tiro. A esta distancia, la armadura no cederá.

Es otro tipo de armadura, Rade. Esto va en serio —Corran permaneció arrodillado y contempló al último guerrero yuuzhan vong pasar por los arcos—. ¡Qué bien!, nos lo vamos a pasar en grande.

Jacen le miró.

Creo que nuestra definición de diversión es ligeramente distinta a la suya.

—No eres tú quien me preocupa, sino ellos —Corran pasó dos dedos por el polen amarillo de bafforr y se untó por debajo de los ojos—. No es tan impresionante como sus máscaras de batalla, pero algo es algo.

El guerrero que Corran supuso que era el líder yuuzhan vong dio un paso adelante en la formación. Rade empezó a dar la orden de derribarlo, pero Corran alzó una mano. En voz baja le dijo:

—Recuerda que estamos ganando tiempo.

El yuuzhan vong blandió el anfibastón y comenzó a gritar:

—Soy Krag del Dominio Val. Garqi es mío. Rendíos y viviréis. Corran se levantó, pero Ganner se puso delante de él.

—Soy Ganner Rhysode. Soy un Jedi. Antes de tocar a nuestro líder, tendrás que vértelas conmigo.

—No sabía que te importara, Ganner.

—Me das igual, Corran, pero la última vez que dejé que te enfrentaras a los yuuzhan vong tuve que elevarte hasta una nave y salvarte la vida. Más vale prevenir que curar.

Uno de los noghris se adelantó, colocándose entre los yuuzhan vong y Ganner.

—Yo soy Mushkil, del clan Baikh'vair. Para llegar a un Jedi hay que pasar por mí.

La tensión apelmazaba el aire. Para Corran era del todo palpable, e incluso los árboles bafforr parecían notarlo ya. Empezó a caer una fina lluvia de polen amarillo, como si el llamativo color pudiera neutralizar de algún modo la malevolencia que impregnaba el aire. Vio puntos amarillos posándose en los hombros del uniforme de combate de Ganner, y motear la carne del noghri, añadiendo una nota de color a lo que antes era totalmente siniestro.

Entonces, un único disparo láser acertó a dar a un reptiloide, que giró sobre sí mismo y se desplomó en el caminillo de grava. La tensión explotó como el trueno, y aunque Corran sabía que aquello era un suicidio, cargó junto a los otros hacia la formación yuuzhan vong. Los rayos láser, rojos y ardientes, inundaron el aire, derribando a reptiloides y esclavos y dejando a los Jedi y a los noghris igualados en número con los guerreros yuuzhan vong.

Pero no por mucho tiempo.

Lo cierto es que Mushkil llegó a Krag Val antes que Ganner o Corran. El noghri empuñó una daga al acercarse, pero el anfibastón giratorio del guerrero mandó el cuchillo a cierta distancia. Y entonces, incluso antes de que la daga llegara a posarse en el suelo, el yuuzhan vong se acercó, le cortó las piernas al noghri y le asestó una estocada, empalándolo con la cola del anfibastón. La sangre salió a borbotones, mientras Krag Val extraía su arma del cadáver y arremetía contra Ganner.

La hoja azufre del Jedi atacó las piernas del guerrero. Krag Val giró sobre el pie izquierdo, dejando atrás el derecho, consiguiendo así un corte en la armadura, a la altura de la espinillera izquierda. La inercia llevó a Ganner más allá del guerrero, y éste le atacó cuando giraba para hacer funcionar de nuevo su sable láser. Ganner cayó hacia atrás, sujetándose con la mano izquierda el rostro rasgado.

Corran fue a por Krag Val, pero Jacen llegó antes. El joven Jedi atacó por arriba para que el yuuzhan vong le bloqueara con el anfibastón. Jacen mantuvo la posición, apretando la hoja contra el bastón, y, con la pierna derecha, dio una patada al guerrero en la rodilla izquierda. La articulación se puso rígida y se bloqueó, y podría haberse partido, pero el guerrero saltó hacia atrás.

Jacen blandió la hoja verde de su sable, hundiéndola en la herida que Ganner le había hecho en la espinillera izquierda, y llegando hasta su muslo. Saltó por encima del anfibastón y asestó un golpe a Krag Val en el brazo derecho, a la altura del codo. El sable láser lo cortó, echando chispas y humo, separándole brazo y anfibastón del cuerpo.

Corran pasó de largo junto a Jacen y se agachó junto al malogrado Ganner.

Bloqueó un golpe destinado a decapitar al Jedi derribado e hizo girar la hoja de modo que acertó a un guerrero en la pechera. El yuuzhan vong cayó, bloqueando por un instante el paso a uno de los suyos. Esto proporcionó a Corran la oportunidad de pisar la empuñadura del sable láser de Ganner y elevarlo en el aire. Lo cogió con la mano izquierda y lo mantuvo con la hoja apuntando hacia atrás. Dejó que la punta de su hoja plateada vagara a la deriva, como si quisiera conectar los puntos de polen de la armadura del yuuzhan vong.

—Venga, vosotros dos. Vamos —Corran pateó el suelo con fuerza y retó a los guerreros que tenía delante—. No tengo todo el día.

Ellos se miraron, y uno dio un paso adelante, pero se detuvo. Corran supo que no era una finta. El paso había terminado de repente, y apoyó demasiado peso en el pie. En un momento, Corran alzó la hoja plateada y giró a la derecha, traspasando la rodilla del guerrero con la hoja de Ganner.

Al girar, bajó la hoja plateada y se lanzó en un ataque que esperaba detuviera la acometida del otro guerrero, pero la hoja no encontró resistencia. Estrechó el ángulo y dejó el sable apuntando directamente al segundo enemigo. Si se abalanzaba a por él, quedaría empalado.

Pero eso no va a ocurrir.
Corran se quedó mirando boquiabierto a los guerreros. El tejido suave y brillante que recubría las junturas de la armadura de cangrejos vonduun comenzó a hincharse, poniendo las articulaciones rígidas.

Un fluido oscuro emanaba de los agujeros de las axilas, llevándose por delante las manchas de polen. La hinchazón obligó a los guerreros primero a enderezarse, y después, rígidos, se desplomaban. Comenzó a fallarles la respiración, y Corran no tuvo duda de que la inflamación de la armadura les estaba ahogando.

A su alrededor, todos los guerreros yuuzhan vong habían caído al suelo, junto con dos noghris. Ganner intentó levantarse, con el guante izquierdo cubierto de sangre. Jacen se situó junto al cuerpo moribundo de otro guerrero, mientras el fuego de la resistencia dispersaba a los esclavos, que huyeron del jardín.

Jacen estaba alucinando.

—¿Qué ha pasado?

Corran pasó una mano por el aire.

—Si tuviera que decir algo, diría que su armadura viviente ha tenido una desagradable reacción alérgica a este polen. Las ha inflamado
y
las está matando —describió un círculo con su sable láser—. Tenemos que quemar todo esto. Todo.

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