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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (20 page)

Anakin restringió el acceso a los ordenadores del
Haz y
enfocó la búsqueda de una manera más sistemática. Descargó archivos sobre naves que habían partido de Vortex con los destinos declarados, y relacionó esos planetas de destino con un índice de los archivos imperiales que había disponibles. Un nombre apareció de inmediato en el primer puesto de la lista: Garos IV.

Garos IV era conocido sobre todo por la Universidad de Garos, ubicada en Ariana, la capital. Garos IV no se unió a la Nueva República hasta la derrota de Thrawn. Ysanne Isard había conseguido destruir bastantes archivos en los ordenadores de Coruscant cuando el planeta pasó a manos de la Rebelión, pero esa destrucción no tuvo lugar en Garos IV. Los académicos tomaron el planeta con la intención de utilizar los archivos imperiales secretos para completar los estudios sobre el Imperio. A Anakin le pareció bastante probable que Daeshara'cor accediera a esos archivos para continuar su búsqueda de un arma que pudiera emplear contra los yuuzhan vong.

Luke estuvo de acuerdo, por lo que Mirax planeó una ruta con parada breve en Garos IV. Lo cierto es que, al estar bordeando la Nebulosa de Nyarikan, era bastante difícil generar una ruta, pero entre
Silbador
y R2-D2 terminaron rápido y realizaron el trayecto en un tiempo récord. Eso aumentó sus esperanzas de llegar antes de que Daeshara'cor pudiera escapar. Anakin tenía la esperanza de que actuaría hombro con hombro con su tío, recorriendo el universo para atraparla.

Sus buenas vibraciones se esfumaron cuando Luke le dijo que le esperara en la nave. Los otros no estaban, así que Anakin frunció el ceño y sintió como si una enorme carga le clavara al asiento del copiloto.

—No es justo tener que quedarme aquí.

Chalco rió.

—Bueno, espero que no te quejes por la compañía, porque al pobre
Silbador
le dejarías hecho polvo si así fuera.

El joven Jedi se enderezó un poco en el asiento y miró a Chalco, que estaba de pie en la puerta de la cabina.

—Yo sólo quería poder hacer algo, ¿sabes?

—Lo sé, y ya lo estás haciendo.

—Sí, esperar.

—Esperar aquí nos da a ti y a mí más probabilidades de atraparla. Anakin se apoyó en el respaldo.

—¿Y cómo has llegado a esa conclusión?

El hombre se rió en voz alta.

—Vamos, listillo, fuiste tú el que supuso que ella vendría aquí. Deberías ser capaz de seguir hilando.

—Vale, ella viene aquí a por la información. Va a la universidad y vuelve aquí para poder salir del planeta —Anakin miró hacia arriba—. Tampoco es gran cosa.

—Vale, una pista. ¿Qué hago yo aquí?

—Ayudarnos a encontrarla.

—¿Por qué?

—Porque la viste en Coruscant.

—Yo y todo el Templo Jedi. Repito, ¿qué hago yo aquí?

Anakin se quedó boquiabierto.

—Porque tú conoces los espaciopuertos de la misma forma que Daeshara'cor.

Y ella los conoce porque pasa mucho tiempo en ellos. Y dado que casi toda su formación se desarrolló en la Academia Jedi, es probable que no se encuentre cómoda en el ambiente de una universidad abarrotada.

Chalco se rascó la barbilla.

—En la universidad hay demasiada gente a la que vigilar, muchos recuerdos que podrían verse removidos, si no quiere ser vista.

—Vale. Así que ella no ha ido personalmente a la universidad. Encontrará otro modo de llegar a los archivos.

Chalco sonrió.

Bien. Tu tío dijo que no nos alejáramos del espaciopuerto, pero creo que hay unas cuantas áreas cercanas donde ella encontrará al tipo de gente que busca. Si ampliamos la zona de búsqueda creo que podremos localizarla.

El joven Jedi entrecerró los ojos azules.

El Maestro Skywalker suele ser muy específico con sus órdenes. —¿Pero eso era una orden o una sugerencia? Quiero decir, si la viéramos aquí y ella se marchara, él esperaría que nosotros la persiguiéramos, ¿no?

Así es —Anakin miró a
Silbador
mientras el androide se lamentaba con un gemidito grave—. No vamos a alejarnos mucho,
Silbador,
y podemos estar conectados contigo a través de los intercomunicadores. Además, puedo llamar al Maestro Skywalker y pedirle permiso para explorar.

Chalco entrelazó los dedos, los ahuecó y comenzó a crujirse los nudillos.

—Podrías hacerlo, pero si nos equivocamos y ella se encuentra en la universidad, y tu tío decide regresar aquí, la perderá.

Anakin miró a Chalco de reojo.

—Es ese tipo de lógica circular la que te mete en tantos problemas, ¿lo sabías? Es lo que me ha traído hasta aquí, chaval, por lo que estoy en posición de ayudaros a recuperar a esa Jedi vuestra y llevarla por el buen camino —tenía el tipo de sonrisa desafiante que Anakin reconoció como la que normalmente solía exhibir su padre cuando estaba a punto de hacer algo arriesgado—. Vamos, chaval, levántate. Es hora de ir de caza.

Sabes que no deberías hacer esto.
Anakin oyó que le advertía la vocecita de su interior, pero el hecho de que le sonara más a la voz de Jacen que a la suya le apartó del camino de la sensatez. Jacen se había enfrentado por impulso a un guerrero yuuzhan vong. Pero Anakin sabía que esta misión no era en absoluto tan peligrosa.
Sólo voy a salir a encontrar a alguien a quien estamos buscando.

Se puso en pie, sacudiéndose aquel presentimiento que le rondaba por la cabeza.

—Vámonos.

El espaciopuerto de Ariana estaba en las afueras de la bonita ciudad. La batalla para liberar Garos IV había sido breve, por lo que no sufrió muchos daños. Las fluctuaciones económicas de la Nueva República no afectaban mucho al planeta, dado que era autosuficiente. De hecho, el creciente número de académicos no había hecho sino aumentar la reputación de la universidad. A medida que se ampliaba para recibir más estudiantes, también se expandieron las actividades que atendían sus necesidades y las del personal docente. Se produjo un consecuente y súbito auge económico que permitió una reconstrucción sin problemas y que dio como resultado que Garos IV estuviera entre los lugares donde mejor se vivía.

A pesar de que el planeta entraba en una edad dorada económica, el área que rodeaba el espaciopuerto tenía la típica mezcla de zonas industriales junto con una variedad de cantinas, casinos, hoteluchos baratos y otros sórdidos lugares de esparcimiento. Los deslumbrantes carteles holográficos, la mugre y el potente mal olor que emanaba de las callejuelas… Todas esas cosas asaltaban los sentidos de Anakin. Sabía muy bien que esos sitios existían, como sabía que su padre había pasado últimamente gran parte de su tiempo en ellos, pero era la primera vez que se acercaba tanto a esa realidad.

Chalco no hizo nada por aislar, en la medida de lo posible, al chico de aquel desagradable lugar, como habría hecho Lando Calrissian o su padre. O
Chewie.

El hombre le había dicho que no podía salir con sus vestiduras de Jedi, por lo que cogieron algo de ropa del
Haz
y Anakin se vistió más acorde con el entorno.

El joven supuso que la ropa pertenecía a Corran, y sólo le estaba un poco grande. Eso le beneficiaba, ya que tenía que ocultar su sable láser en la chaqueta de piel de nerf. Encontró un pequeño enganche en el forro que le permitía colgárselo bajo el brazo izquierdo.

Una vez vestido adecuadamente, y después de que Chalco le revolviera el pelo castaño, despeinándolo, Anakin siguió al hombre por las calles. Percibió el cambio en los andares de Chalco, que en cierto modo comenzó a cojear. El hombre se hinchó un poco, asintiendo, guiñando el ojo y señalando a la gente que pasaba mientras andaban. Era como si quisiera llamar la atención deliberadamente, y eso realmente parecía desarmar a algunos de los que se cruzaban con ellos. Anakin seguía percibiendo una sensación de rechazo por parte de la mayoría, o algo de curiosidad por parte de algunos.

Puso gran atención en concentrar la Fuerza a su alrededor. Sabía que era muy poderoso en lo referente a la Fuerza, pero seguía sin tener un gran control de ella. Supuso que Daeshara'cor estaría atenta a presencias en la Fuerza, y bajo ningún concepto quería que ella le detectara antes a él que él a ella. Peor que estar siguiendo a Chalco en una absurda incursión sería revelar su presencia a Daeshara'cor y provocar así su huida.

Mientras avanzaban, Anakin comenzó a notar que su admiración por Chalco crecía. El hombre se paró en un quiosco de información, en el que los viajeros conectaban sus datapad para descargar noticias procedentes de distintos planetas. Una vez allí realizó varias consultas, y, lentamente, comenzó a sonreír.

—¿Qué pasa?

—He encontrado un sitio nuevo donde mirar. Iré allí, encontraré otro sitio, y así hasta que la encontremos.

Anakin se puso de lado para esquivar a dos enormes ithorianos, y volvió a situarse a la altura de Chalco.

—¿Cómo lo haces?

—¿Hacer qué?

—Lo que estás haciendo. Te las arreglas para sobrevivir sin hacer nada realmente. Actúas como si conocieras a toda esta gente, pero apostaría a que no les habías visto en tu vida. Acabas de hablar con ese tipo y él te ha contado algo.

La barba incipiente de Chalco se erizó cuando sonrió.

—No conozco a esta gente en concreto, Anakin, pero conozco a los de su calaña. El tipo del quiosco de información oye muchos rumores. La gente espera de él que sepa cosas.

Realiza trueques con la información. Le pregunté por los archivos imperiales secretos de la universidad y me ha enviado a hablar con otro tipo.

—Pero no le has pagado.

Claro que sí —Chalco asintió—. Le dije que un buen operador en este planeta podría hacer mucho dinero a corto plazo comprando plazas de hotel al por mayor.

—¿Qué?

Chalco guió a Anakin por un callejón y se inclinó un poco para mirarle cara a cara. Al otro lado del callejón, un gotal harapiento se les quedó mirando, pero una sombría mueca de Chalco hizo que se alejara tambaleándose.

Lo que le he dicho tiene todo el sentido del mundo, Anakin. Este planeta es un buen sitio para vivir. Mucha gente querría vivir aquí. Bien, los refugiados procedentes de los planetas que han tomado los yuuzhan vong acabarán viniendo aquí. Necesitarán habitaciones y pagarán a alguien por ellas. Si esta gente compra edificios, o más bien, le pasa la información a alguien que pueda comprarlos, entonces llegará alguien que se los compre a su vez. En cosa de un año podría duplicar su dinero. Le di información a cambio de información.

—Yo jamás pensé que…

—No tuviste que hacerlo, chaval, pero sé que tu padre sí —Chalco se enderezó y revolvió el pelo a Anakin—. No te voy a negar que alguna vez haya robado, pero soy más un comerciante como tu padre o Talon Karrde. Y llevo mis existencias en la cabeza. Observo las cosas, calculo las posibilidades y obtengo resultados.

Anakin frunció el ceño mientras volvían a la calle principal.

—Vale, eso lo entiendo, pero ¿no te das cuenta de que lo que haces está mal?

—¿Que está mal? Venga ya.

—No, en serio, piénsalo. Digamos que alguien compra los edificios y el precio se eleva hasta el punto de perjudicar a los refugiados.

Chalco sonrió.

—El Gobierno les ayudará.

—Vale, pero ¿de dónde saca el Gobierno el dinero?

—De los contribuyentes —el hombre le guiñó un ojo—. Ya sé por dónde vas, chaval, pero no pensarás que yo pago impuestos.

—No, pero la gente a la que robas sí lo hace. Y si no tienen dinero, no tendrán las cosas que tú les quitas. Te va a costar algo, por mucho que quieras evadirte.

Chalco abrió la boca y volvió a cerrarla de repente.

—¿Qué pasa?, ¿quieres que me muera de hambre?

—No, quiero que tengas en cuenta las consecuencias de tus actos —Anakin suspiró—. Si das información que permita a los especuladores beneficiarse a costa de otros especuladores, los únicos que saldrán perjudicados serán quienes arriesguen su dinero. Los codiciosos serán quienes salgan mal parados, no aquellos cuyas vidas serán destrozadas.

—Lo entiendo. ¿Y eso qué margen me deja a mí? ¿Bienes y servicios? Eso podría funcionar —Chalco arqueó una ceja—. Oye, eso que dije antes de "listillo" no iba en serio.

—No, ya lo sé. Vámonos.

La segunda parada les llevó a una tienda de curiosidades. Anakin esperó en la calle mientras Chalco entraba en el establecimiento. Pudo percibir la sensación de placer que emanaba de él, antes incluso de que saliera.

—Te ha contado algo, ¿eh?

—Sí, me ha dicho adónde mandó a la otra persona que vino pidiendo la misma información —Chalco sonrió mientras obligaba a Anakin a apresu-rarse—. Me dijo que lo había olvidado, pero que su dinero en efectivo había disminuido considerablemente hacia el mediodía. Así que repasó las graba-ciones de las holocámaras de vigilancia y recuperó una conversación con una twi'leko. Ella debió de dejarle la memoria en blanco después, pero la holocámara seguía teniendo su imagen, y coincidía con la descripción que me hizo tu tío. Habló con el dependiente hará unas tres o cuatro horas.

—Eso es que estamos cerca.

—Mucho. El tipo a quien envió a Daeshara'cor tardará media hora en llegar.

Anakin esperó a que un deslizador azul doblara la esquina antes de cruzar la calle.

—¿Qué le has ofrecido a cambio de la información?

—Le dije que era agente de seguridad privada de incógnito y que la estaba siguiendo. Le prometí que le devolvería su dinero, además de la recompensa —Chalco se encogió de hombros—. Estoy seguro de que cuando descubrió la caja abierta sacó de ella todavía más créditos de los que la Jedi le había robado, así que ya ha recuperado lo suyo.

—Eso está bien.

El hombre asintió.

—Y, no sé, me produce una extraña sensación de satisfacción saber que, esto…, que he engañado a un timador. Qué raro, ¿eh?

—Para nada. Es lo más cercano a la justicia que podría darse en esta situación.

—Bueno, nadie sale herido, a menos que el jefe del tipo ése se dé cuenta de que el dependiente ha recuperado lo que le habían robado de la caja —Chalco acortó por un callejón—. Ven, es por aquí. El Viska Violeta.

Anakin palideció ante la entrada de la cantina. Una escultura de un viska formaba un arco sobre la entrada. Las relucientes alas de casi tres metros de largo se arqueaban hacia abajo, por lo que el cuerpo de dos metros de la criatura quedaba en lo alto de la estructura. Un par de brazos salían del centro de su torso y se elevaban como si estuvieran a punto de bajar para agarrar a una víctima. La cabeza de la criatura tenía una puntiaguda probóscide de unos cuarenta centímetros. Los viska, comúnmente conocidos como los grandes demonios chupasangres de Rordak, se alimentaban exclusivamente de sangre, y Anakin se preguntó qué clase de establecimiento escogería una criatura tan horrible como emblema.

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