Read Marea oscura II: Desastre Online

Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (19 page)

—No, señor, nosotros no lo permitiríamos.

Shedao Shai se dio la vuelta y recorrió en dos zancadas la distancia que les separaba. Agarró a su asistente por los hombros y lo estampó contra la pared, rompiendo el muro.

—¿Nosotros no lo permitiríamos? ¿Vosotros no lo permitiríais? De alguna manera supones que yo sí lo permitiría, ¿no es así? Que le dejaría escapar. Que dejaría que me convenciera para liberarle. ¿Es eso lo que piensas?

Volvió a golpear a Lian contra la pared, y luego lo soltó.

El subordinado yuuzhan vong cayó de rodillas y apoyó la cara contra el suelo.

—No, señor, es sólo que nos preocupa, que me preocupa, su unión con los dioses. Su contacto con el alienígena podría cambiarlo a él y a usted.

¿Es eso lo que piensas de verdad?

Es lo que me preocupa, señor, lo que me preocupa.

Entonces domina tus preocupaciones —Shedao Shai se giró sobre sus talones y dio un paso para alejarse, pero volvió a dar la vuelta rápidamente para coger a Lian según se levantaba. Shedao dio una rápida patada, acertándole a Lian en la barbilla. La patada hizo girar al subordinado, que chocó con la pared por tercera vez, cayó al suelo y quedó cubierto por la pintura y el polvo que cayó del muro.

Shedao Shai le señaló con un dedo tembloroso.

Tú no eres mi señor. Yo soy tu señor. Lo que yo haga para aprender sobre el enemigo es problema mío. Y no se te ocurra cuestionarme. Los cotilleos de mis inferiores no te incumben. Estás aquí para llevar a cabo las tareas menores que están por debajo de mi capacidad, para que yo pueda dedicarme a cosas de mayor relevancia. Y si no estás de acuerdo, puedo encontrarte trabajo en otro planeta.

— ¡No, señor, no! —Deign alzó las manos, aunque Shedao Shai no pudo averiguar si era para protegerse de otra posible patada o para pedir compasión—. No quería ofenderle, señor, sino comunicarle las murmuraciones de quienes podrían conspirar contra usted.

—Si hay conspiradores en mi contra, Lian, tu deber es eliminarlos —Shedao Shai cruzó los brazos sobre el pecho—. Ahora baja y tráeme a Elegos. Estaré en la cámara del tanque.

—Sí, señor —Deign se levantó despacio, apoyándose contra la pared—. Enseguida, señor.

Shedao Shai esperó hasta que Deign hubo avanzado a trompicones hacia la puerta.

—Una cosa más.

—¿Sí, señor?

—Quítate la máscara antes de hablar con él.

—¿Señor? —el terror en el rostro de su ayudante tenía algo de estimulante—.

Usted no puede…

—¿Que no puedo qué? —Shedao Shai se acercó lentamente a su tembloroso asistente—. Te quitarás la máscara, me enviarás a Elegos y te instalarás en el Abrazo del Dolor. Si sales de él antes de que amanezca, te mataré yo mismo.

—Sí, señor, como deseéis.

Tras quitarse su propia máscara, Shedao Shai contempló a uno de los grandes peces depredadores nadando despacio por el cilindro acuático. Había contemplado a ese pez bastantes veces, había mirado cómo él y su compañero rasgaban la carne que se les echaba, desgarrándola en grandes pedazos sangrientos. Cuando se alimentaban, pequeños trocitos de carne flotaban a la deriva y acababan en las fauces de otros peces. Los huesos caían hasta el fondo del tanque para ser limpiados por caracoles y otras criaturillas.
Nada se desperdicia. La cosecha del dolor trae recompensa para todos, como debe ser.

Había ordenado a los cuidadores del acuario que dejaran de alimentar a los peces con carne humana. A pesar de que el espectáculo era digno de ver, siempre era divertido ver a alguien negando la cualidad acaparadora del dolor, lo cierto es que Shedao había percibido un descenso en la nobleza de los depredadores. Al alimentarles con presas capturadas, estos grandes cazadores, que podían procurarse mejor alimento en libertad, se veían disminuidos.

Ofrecerles algo que no reconocían como presa era casi como burlarse de ellos.

Shedao Shai sonrió lo mejor que pudo. Los Cuidadores y los Sacerdotes, los Administradores y muchos Obreros, todas esas clases de yuuzhan vong habían caído en la desidia. Los Guerreros eran auténticos cazadores. Ellos eran los yuuzhan vong que estaban más cercanos a la verdad del universo. Y, aun así, estaba dispuesto a admitir que no todos eran fieles a ese concepto. Deign Lian se había apartado de él, y Shedao sospechaba que ni siquiera una noche entera en el Abrazo le procuraría un poco de placer.

Elegos se enderezó al entrar en la cámara. Se movía con fluidez, sin rendirse al dolor de todo su cuerpo. Shedao Shai se dio cuenta de que le dolía muchísimo. No podía mover del todo los brazos. Cojeaba ligeramente, como si se le desencajara la cadera a cada paso.
Pero no niega el dolor, sino que lo asimila.

Está aprendiendo bien.

Shedao Shai se alejó del pez y saludó a Elegos con la cabeza.

—Has trabajado intensamente hoy y no has conseguido nada. El caamasiano sonrió lentamente, como si le dolieran los músculos de la cara.

—Al contrario, ahora entiendo mejor vuestra creencia de que el dolor es la única constante. Mi mente racional quiere rechazar esa idea, pero sólo puedo hacerlo si me disocio de la realidad de mi yo físico.

—Y sabes que eso es absurdo. ¿Por qué?

El caamasiano se encogió de hombros.

—Los filósofos discuten sobre si somos criaturas de materia elemental, o si, de alguna manera, tenemos algo de etéreo, algo que sea más que nuestro cuerpo y que funcione. Es imposible encontrar pruebas de eso, así que no nos queda otra que aceptar que es probable que no seamos más que carne, huesos y sangre. Y, si es así, nacemos con dolor, morimos con dolor
y
experimentamos el dolor durante toda la vida. Negarlo es expresar una creencia en lo improbable, que es como mentirnos a nosotros mismos. Y vosotros no os permitís engañaros de esa forma.

Shedao Shai asintió solemnemente.

—Entiendes las cosas mejor que muchos de los míos. Y, aun así, sigues sin aceptar plenamente todo esto.

—Me has dicho que creéis en dioses. ¿Acaso ellos no son criaturas extra-corpóreas? ¿Su existencia no implica que en vuestro ser hay un componente espiritual?

—La habilidad de estos peces para respirar en el agua no implica que tú, de alguna manera, en algún lugar, puedas tener la misma capacidad —Shedao Shai se encogió de hombros—. Los dioses son los dioses. Son rasgos del dolor y del universo. Podemos unirnos a su compañía si somos sinceros con la realidad.

Elegos alzó la cabeza.

—¿Cuando todo lo que eres es dolor, acabas trascendiendo tu forma física?

—Sí.

—Entonces parece que todavía me queda mucho por aguantar, dado que todavía no he trascendido.

—Estás fatigado, y te dejaré ir a descansar pronto —el líder yuuzhan vong golpeó suavemente con los espolones el acuario de cristal—. Deign Lian me ha traído noticias de los acontecimientos en nuestros territorios tomados. Parece que tu conclusión de que la Nueva República retiraría las sondas en vista del fracaso de Garqi era incorrecta. La misma nave apareció en Sernpidal para averiguar qué estábamos haciendo allí.

—¿Y lo consiguió?

Shedao Shai reprimió una sonrisa.
Cómo te gusta nuestro jueguecito. No me preguntas lo que estamos haciendo en Sernpidal, sólo me preguntas si esa información ha trascendido.

—Podría ser. Nuestras fuerzas estaban mal organizadas y no conseguimos detenerlos. Investigaron el sistema y salieron de allí. Por supuesto, existe la posibilidad de que fracasaran a la hora de analizar correctamente los datos recogidos.

El caamasiano inclinó la cabeza a un lado.

—Tú no crees eso.

—No. El líder que puso aquella nave en aquel lugar es demasiado inteligente para cometer semejante error —el yuuzhan vong alzó la barbilla—. Fue la misma nave que ayudó en la evacuación de Dubrillion y que luchó contra nosotros en Dantooine. Creo recordar que me dijiste que su almirante al mando era un bothan.

—Creo que me pediste que te confirmara la información que obtuvisteis de los esclavos a los que habéis interrogado aquí —Elegos apretó los labios—. Creo que si la nave sigue siendo capitaneada por el almirante Kre'fey, volverá a aparecer donde menos lo esperéis.

—¿Así que pretendías engañarme con tus anteriores afirmaciones? El caamasiano negó con la cabeza.

—La aparición del almirante en Sernpidal me sorprendió tanto a mí como a ti. Yo sólo preveo, basándome en este hecho, que siempre serán impredecibles.

—Entiendo —Shedao Shai concedió una sonrisa a Elegos y recibió una solemne inclinación de cabeza a cambio—. Creo que no eres tan idiota como para creer que no estoy aprendiendo sobre tu gente con estos jueguecitos nuestros. He aprendido, por ejemplo, a abordar el argumento de nuestros jueguecitos, algo de lo que no hemos hablado antes, lo cual te sorprende. Soy capaz de sorprenderte, Elegos. Y también seré capaz de sorprender al almirante Kre'fey.

Shedao apoyó una mano en el transpariacero mientras pasaba un gran pez gris.

—El almirante es un bothan. ¿En qué se parece a ese almirante Chiss que mencionaste? ¿También estudia arte para aprender sobre sus enemigos? No tiene las costumbres de Thrawn, pero tiene una reputación impecable.

El yuuzhan vong entrecerró los ojos.

—Pero es un bothan, una especie que se conoce mucho y de la que hay mucha información. Un tanto falsos, esos bothanos. Muy pocos se fían de ellos, y muchos les rechazan. Masacraron a tu pueblo, ¿no es así?

—Algo hicieron, y muchos de ellos no son dignos de confianza, cierto —Elegos agitó los hombros incómodo—. Pero juzgar al almirante Kre'fey por lo que hicieron otros bothanos es un error que no deberías cometer.

—Bien jugado, Elegos —el yuuzhan vong juntó las manos—. Me has obligado a creer lo que me estás diciendo, o bien a suponer que estás mintiendo, por lo que tendría que creer lo contrario.

—Si estoy aquí para aprender de ti y para enseñarte, mentir sería una estupidez —el caamasiano se llevó las manos a la espalda—. Te advierto con la mayor imparcialidad.

—Hay algunos, Deign entre ellos, que piensan que podría asustarme con tus palabras, o caer bajo tu influencia y actuar en contra de nuestros intereses.

Según ellos, el tiempo que paso contigo me ha mancillado.

—Es probable.

—Y tú ¿estás mancillado? —Shedao Shai le miró de cerca—. ¿Has aprendido lo suficiente sobre el dolor como para compartirlo con otros?

—¿Infligirlo a otros? No —los ojos violetas de Elegos estaban abiertos de par en par—. La violencia es algo terrible para los míos.

—Pero tú has matado en el pasado.

—Sólo para ahorrar a otros el tener que hacerlo —el caamasiano negó con la cabeza—. Yo no infligiría dolor por voluntad propia.

—¿Ni siquiera si la víctima lo deseara?

—¿Como atarte al Abrazo? No. No lo haría.

—¿Y si yo te amenazara con matar a una persona por minuto mientras no lo hicieras?

La expresión de Elegos se endureció.

—Cualquier ser sujeto a una orden de muerte tan caprichosa está más allá de mi protección. Si no mueren entonces, morirán más tarde, según tú desees.

Jamás estarán a salvo mientras los retengas cautivos. Dejaría que los mataras, sabiendo que al hacerlo tan rápido les estarías privando de un dolor mayor.

El líder yuuzhan vong se alejó lentamente y pasó los espolones por la pared transparente que le separaba del agua.

Has aprendido mucho, Elegos, y me has enseñado mucho. Lo principal es lo siguiente: los tuyos, por muy blasfemos, herejes y malditos que sean, tienen una resistencia que podría ser un problema.

—Me alegro de que hayas aprendido eso.

—Ahora tengo que comprobarlo —Shedao Shai sonrió, disfrutando con la visión de su rostro desfigurado en el transpariacero—. Y lo comprobaré cuando la Nueva República vuelva a enviar sus fuerzas contra nosotros.

Capítulo 16

Anakin Solo se sentía bastante bien consigo mismo. Cuando Luke, Mara y Mirax regresaron al
Haz de Púlsar,
comenzó una discusión sobre los posibles sitios a los que Daeshara'cor podría haber huido desde Vortex. Estuvieron de acuerdo en que había pocas posibilidades de que ella averiguara que habían descubierto su tapadera, por lo que era seguro que se trasladaría al siguiente lugar donde pudiera obtener información sobre un gemelo del
Ojo de Palpatine.

La opción lógica, por tanto, era Belsavis, ya que allí fue donde viajó el primer
Ojo.
Dos razones hacían problemática esa idea. La primera, que Belsavis era un planeta habitado que sin duda habría dado la alarma en caso de haber avistado otro
Ojo;
la segunda, que mientras que la primera nave tenía una misión que la llevaba hasta allí, una hipotética segunda nave no tenía por qué recibir la misma misión.

Other books

My Life with Cleopatra by Walter Wanger
Primal Passion by Mari Carr
Darkest Hour by V.C. Andrews
Resist by Elana Johnson
Under the Surface by Katrina Penaflor
Just Listen by Sarah Dessen