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Authors: David Brin

Navegante solar (12 page)

Ahora, sentado en la caja de plástico en la Caverna de las Naves Solares, Jacob examinó el puñado de papeles que había traído consigo.

Los fragmentos dispersos de información le parecieron familiares.

... la raza kisa, recién liberada de su contrato con los soro, descubrió el planeta Pila poco después de la reciente migración de la cultura galáctica a este sector. Había señales de que el planeta había sido ocupado por otra especie viajera doscientos millones de años antes. Se verificó en los Archivos Galácticos que antaño Pila había sido residencia, durante seiscientos milenios, de la especie mellin (ver listado; Mellin extinta). El planeta Pila, tras haber sido abandonado durante un período mayor del requerido, fue estudiado y registrado rutinariamente como colonia kis, clase C (ocupación temporal, no más de tres millones de años, con un impacto mínimo sobre la biosfera contemporánea). En Pila, los kisa encontraron una especie presofonte cuyo nombre se toma del planeta de su origen...

Jacob trató de imaginar a la raza pil tal como había sido antes de la llegada de los kisa y el principio de su elevación. Cazadores recolectores primitivos, sin duda. ¿Serían lo mismo hoy, después de medio millón de años, si los kisa no hubieran llegado jamás? ¿O habrían evolucionado, como aún sostenían algunos antropólogos de la Tierra, hasta una especie diferente de cultura inteligente, sin la influencia de sus tutores?

La críptica referencia a la extinta especie «mellin» le permitió advertir la escala temporal cubierta por la antigua civilización de los galácticos y su increíble Biblioteca. ¡Doscientos millones de años! En esa época remota el planeta Pila había sido dominado por una especie viajera, que había vivido allí durante seis mil siglos mientras los antepasados de Bubbacub no eran más que insignificantes animales en sus madrigueras.

Presumiblemente, los mellin cumplieron con su misión y tenían una Sucursal de la biblioteca propia. Ofrecieron sus respetos (tal vez más de palabra que de hecho) a la raza tutora que los había elevado mucho antes de que colonizaran Pila, y tal vez ellos, a cambio, elevaron a alguna especie prominente que encontraron al llegar... primos biológicos de la especie de Bubbacub, que ahora también podían estar extinguidos.

De repente, cobraron sentido para Jacob las extrañas Leyes Galácticas de Residencia y Migración. Obligaban a las especies a considerar sus planetas como hogares temporales, a que los dominaran en favor de las razas futuras cuya forma actual pudiera ser pequeña y estúpida. No era extraño que muchos de los galácticos fruncieran el ceño ante el récord de la humanidad en la Tierra. Sólo la influencia de los timbrimi y otras razas amistosas habían permitido a la humanidad conservar sus tres colonias en Cygnus contra el fanático e inamovible Instituto de Migración. Y había sido una suerte que la Vesarius regresara con suficientes advertencias a los seres humanos para que enterraran las pruebas de algunos de sus crímenes. Jacob era uno de los escasos cien mil seres humanos que sabía lo que era un manatí, o un perezoso, o un orangután.

Esas víctimas del hombre tal vez se habrían convertido algún día en especies pensantes que él, más que nadie, estaba en disposición de apreciar, y lamentar. Jacob pensó en Makakai, en las ballenas, y en lo cerca que habían estado de no poder ser salvadas.

Cogió los papeles y siguió leyendo. Reconoció otro fragmento.

Estaba referido a la especie de Culla.

...colonizada por una expedición de Pila. (Los pila, tras haber amenazado a sus tutores kisa con una apelación de jihad a los soro, habían sido liberados de su contrato.) Después de recibir su licencia para el planeta Pring, los pila se encargaron de su ocupación cumpliendo a rajatabla las condiciones de impacto mínimo de su contrato. Desde la llegada de los pila a Pring, los inspectores del Instituto de Migración han observado que los pila han llevado a cabo más que las salvaguardas normales para proteger a las especies indígenas cuyo potencial preinteligente parecía realista. Entre las especies en peligro de extinción bajo el establecimiento de la colonia estaban los antepasados genéticos de la raza pring, cuyo nombre de especie es también el del planeta de su origen...

Jacob tomó nota mentalmente para ampliar sus conocimientos de las jihads de los pila, una raza agresiva y conservadora en la política galáctica. Cabe suponer que jihads o «guerras santas» eran el último recurso usado para reforzar la tradición entre las razas de la galaxia.

Los Institutos servían a la tradición, pero dejaban su cumplimiento a la opinión de la mayoría, o del más fuerte.

Jacob estaba seguro de que las referencias de la Biblioteca estarían llenas de guerras santas justificadas, con unos cuantos casos «lamentables» de especies que usaban la tradición como excusa para librar guerras por poder o por odio.

La historia la escriben normalmente los vencedores.

Jacob se preguntó bajo qué penalidades habían conseguido los pila su libertad del contrato con los kisa. Se preguntó también qué aspecto tendría un kisa.

Jacob se sobresaltó cuando sonó un fuerte timbre que retumbó por toda la Caverna. El sonido se repitió tres veces más, rebotando en las paredes de piedra, obligándole a ponerse en pie.

Todos los obreros soltaron sus herramientas y se volvieron para contemplar las ciclópeas piedras que conducían, a través de compuertas y túneles, a la superficie del planeta.

Las puertas se abrieron lentamente, con un suave ruido. Al principio sólo pudo verse negrura en la rendija. Entonces algo grande y brillante apareció en el otro lado, forzando la separación como un cachorrillo que empuja impaciente con la nariz para apresurar la abertura y entrar en la casa.

Era otra brillante burbuja de espejos, como la que acababan de visitar, sólo que más grande. Flotaba sobre el suelo del túnel como si careciera de sustancia. La nave gravitaba levemente en el aire y, cuando el camino quedó libre, entró en el hangar como impulsada por una brisa exterior. Reflejos de las paredes, la maquinaria y las personas nadaron sobre sus brillantes costados.

Mientras la nave se aproximaba, emitía un leve zumbido y un sonido chascante. Los trabajadores se congregaron en la cercana plataforma colgante.

Culla y Jeffrey pasaron junto a Jacob. El chimpancé le dirigió una sonrisa y le hizo señas para que los acompañase. Jacob se dispuso a hacerlo, tras doblar los papeles y guardárselos en el bolsillo. Buscó a Kepler. El jefe del Navegante Solar debía de encontrarse a bordo de la nave de Jeffrey, terminando la inspección, porque no estaba a la vista.

La nave chascó y siseó mientras maniobraba sobre su nido, y luego empezó a descender lentamente. Resultaba difícil creer que no brillaba con luz propia, porque su superficie de espejos resplandecía. Jacob se colocó al lado de Fagin, al borde de la multitud. Juntos contemplaron cómo la nave se detenía.

—Pareces sumido en tus pensamientos —trinó Fagin—. Por favor, perdona la intrusión, pero considero que es lógico inquirir informalmente sobre su naturaleza.

Jacob estaba lo bastante cerca de Fagin para detectar un leve olor, algo parecido al orégano. El follaje del alienígena se agitó suavemente.

—Supongo que pensaba dónde acaba de estar esta nave —respondió—. Intentaba imaginar cómo debe ser allá abajo. Yo... no puedo.

—No te sientas frustrado, Jacob. Siento un asombro similar, y soy incapaz de comprender lo que los terrestres habéis conseguido aquí.

Espero mi primer descenso con humilde expectación.

Y así me avergüenzas otra vez, bastardo verde, pensó Jacob.

Todavía estoy intentando buscar un medio para no tener que ir a una de esas locas inmersiones. ¡Y tú alardeas de estar ansioso por hacerlo!

—No quiero llamarte mentiroso, Fagin, pero creo que te estás mostrando demasiado diplomático al decir que te impresiona este proyecto. La tecnología, para los niveles galácticos, es pura edad de piedra. ¡Y no puedes decirme que nadie se ha zambullido en una estrella antes! Ha habido sofontes desperdigados por toda la galaxia durante casi mil millones de años. ¡Todo lo que merece la pena hacerse ha sido hecho al menos un trillón de veces!

Había una vaga amargura en su voz. Le sorprendió la fuerza de sus propios sentimientos.

—Sin duda eso es bastante cierto, Amigo-Jacob. No pretendo que el proyecto Navegante Solar sea único. Sólo es único en mi experiencia.

Las razas inteligentes con las que he contactado antes se han contentado con estudiar sus soles desde lejos y con comparar los resultados con los datos de la Biblioteca. Para mí, esto es una aventura en su forma más pura.

Un trozo rectangular de la Nave Solar empezó a deslizarse hacia abajo, para formar una rampa hasta el borde de la plataforma colgante.

Jacob frunció el ceño.

— ¡Pero antes han tenido que haber inmersiones tripuladas!

Es lógico intentarlo en un momento u otro si se demuestra que es posible. No puedo creer que nosotros seamos los primeros.

—No cabe duda, desde luego —dijo Fagin lentamente—. Si no lo ha hecho nadie más, sin duda lo hicieron los Progenitores, porque se dice que ellos lo hicieron todo antes de marcharse. Pero se han hecho tantas cosas, por tantos pueblos, que es difícil saberlo con certeza.

Jacob meditó sobre esto en silencio.

Mientras la sección de la Nave Solar se acercaba a la rampa, Kepler se aproximó sonriente a Jacob y Fagin.

—¡Ah! Están aquí. Excitante, ¿verdad? ¡Todo el mundo está aquí!

Siempre pasa lo mismo cuando alguien vuelve del sol, aunque sea una corta inmersión de exploración como ésta.

—Sí —dijo Jacob—. Es muy excitante. Si tiene un momento, hay algo que me gustaría preguntarle, doctor Kepler. Me gustaría saber si ha pedido a la Sucursal de la Biblioteca en La Paz alguna referencia sobre sus Espectros Solares. Seguramente alguien más habrá encontrado un fenómeno similar, y estoy convencido de que sería de gran ayuda tener...

Su voz se apagó al ver cómo se desvanecía la sonrisa de Kepler.

—Ésa fue la razón por la que nos asignaron a Culla en primer lugar, señor Demwa. Esto iba a ser un proyecto prototipo para ver hasta qué punto podíamos mezclar la investigación independiente con la ayuda limitada de la Biblioteca. El plan funcionó bien durante la construcción de las naves. Tengo que confesar que la tecnología galáctica es sorprendente. Pero desde entonces la Biblioteca no nos ha servido de mucha ayuda. Es muy complicado. Esperaba tocar el tema mañana, después de darle información completa, pero verá...

Un fuerte aplauso sonó cuando la multitud se abalanzó hacia adelante. Kepler sonrió, resignado.

—¡Más tarde! —gritó.

En lo alto de la plataforma, tres hombres y dos mujeres saludaban a la multitud. Una de las mujeres, alta y esbelta, con el pelo rubio cortado al cepillo, sonrió al ver a Kepler. Empezó a bajar, seguida por el resto de la tripulación.

Al parecer era la comandante de la Base Kermes, de quien Jacob había oído hablar de vez en cuando durante los dos últimos días. Uno de los médicos de la fiesta del día anterior por la noche había dicho que era la mejor comandante que había tenido jamás la avanzadilla de la Confederación en Mercurio. Una mujer más joven interrumpió al veterano comentando que también era una zorra. Jacob supuso que la med-tec se refería a la habilidad mental de la comandante.

Sin embargo, mientras contemplaba cómo la mujer bajaba la rampa (no parecía más que una muchacha), advirtió que la observación podía tener además otro significado complementario.

La multitud le dejó paso y la mujer se acercó al jefe de Navegante Solar, con la mano extendida.

— ¡Allí están, en efecto! —dijo—. Bajamos a tau punto dos, en la primera región activa, y allí estaban. ¡Estuvimos a ochocientos metros de uno! Jeff no tendrá ningún problema. ¡Era el rebaño más grande de magnetóvoros que he visto en mi vida!

Jacob descubrió que su voz era grave y melodiosa. Confiada. Sin embargo, su acento resultaba difícil de identificar. Su pronunciación parecía extraña, anticuada.

—¡Maravilloso, maravilloso! —asintió Kepler—. Donde hay ovejas, tiene que haber pastores.

La cogió por el brazo y la hizo volverse para presentarle a Fagin y Jacob.

—Sofontes, ésta es Helene deSilva, comandante de la Confederación en Mercurio, y mi mano derecha. No podría hacer nada sin ella. Helene, te presento al señor Jacob Álvarez Demwa, el caballero del que te hablé por máser. Ya conociste al kantén Fagin hace unos meses en la Tierra. Tengo entendido que habéis intercambiado unos cuantos masergramas desde entonces.

Kepler tocó el brazo de la joven.

—Helene, ahora me urge ocuparme de unos mensajes de la Tierra. Ya los he retrasado demasiado para estar aquí para tu llegada, así que me voy a tener que marchar. ¿Estás segura de que todo ha salido bien y de que la tripulación está descansada?

—Seguro, doctor Kepler, todo ha ido bien. Dormimos en el viaje de regreso. Me reuniré aquí con usted cuando sea la hora de despedir a Jeff.

El jefe del proyecto se despidió de Jacob y Fagin y asintió cortante a LaRoque, que estaba lo bastante cerca para oír pero no lo suficiente para ser educado. Kepler se marchó en dirección a los ascensores.

Helene deSilva tenía una respetuosa forma de inclinarse ante Fagin que era más cálida de lo que mucha gente podía soportar.

Rebosaba de alegría al ver de nuevo al E.T., y lo expresó en voz alta también.

—Y éste es el señor Demwa —dijo, mientras estrechaba la mano de Jacob—. Kant Fagin me ha hablado de usted. Es usted el intrépido joven que se zambulló en la Aguja de Ecuador para salvarla. Es una historia que me gustaría oír de labios del propio héroe.

Jacob se alarmaba siempre que mencionaban la Aguja. Ocultó el sobresalto con una risa.

—¡Créame, ese salto no fue hecho a propósito! ¡Preferiría subir a uno de sus cohetes solares antes que volver a hacerlo!

La mujer se echó a reír, pero al mismo tiempo le miró con extrañeza, con una expresión apreciativa que agradó a Jacob, aunque le confundía. Sintió que le faltaban las palabras.

—Bueno, de todas formas es un poco extraño que me llame "intrépido joven" alguien tan joven como usted. Debe ser muy competente para que le hayan ofrecido el puesto de comandante antes de que le salgan las arrugas típicas de la preocupación.

DeSilva volvió a reírse.

—¡Qué galante! Muy amable por su parte, señor, pero la verdad es que tengo el equivalente a sesenta y cinco años de arrugas de preocupación invisibles. Fui oficial auxiliar a bordo de la Calypso. Tal vez recuerde que volvimos al sistema hace un par de años. ¡Tengo más de noventa años!

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