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Authors: David Brin

Navegante solar (19 page)

—¿Sabe, Jacob? Anoche se acostó demasiado temprano. Pil Bubbacub nos estuvo contando algunas historias increíbles. ¡Eran sorprendentes, de verdad!

Jacob se inclinó levemente ante Bubbacub.

—Pido disculpas, Pil Bubbacub. Estaba muy cansado, pues de lo contrario me habría encantado oír más cosas sobre los grandes galácticos, en especial sobre los gloriosos pila. Estoy seguro de que las historias son inagotables.

Martine se envaró al oírle, pero Bubbacub se hinchó de satisfacción. Jacob sabía que sería peligroso insultar al pequeño alienígena. Pero ya había supuesto que el embajador no consideraría un insulto ninguna acusación de arrogancia. Jacob no pudo resistir la broma inofensiva.

Martine insistió en que comiera con ellos, pues los asientos ya habían sido colocados para la cena. Dos de los cuatro tripulantes de la comandante deSilva comían cerca.

—¿Ha visto alguien a Fagin? —preguntó Jacob.

La doctora Martine sacudió la cabeza.

—No, me temo que lleva más de doce horas en la parte invertida.

No sé por qué no viene.

No era propio de Fagin mostrarse reticente. Cuando Jacob fue al hemisferio de los instrumentos para usar el telescopio y encontró allí al kantén, Fagin apenas dijo una palabra. Ahora la comandante había puesto el otro lado de la nave fuera de los límites de todo el mundo menos del E.T., quien lo ocupaba solo.

Si no tengo noticias de Fagin para la hora de la comida, voy a pedir una explicación, pensó Jacob.

Martine y Bubbacub conversaban. De vez en cuando Culla decía una o dos palabras, siempre con el respeto más untuoso. El pring parecía tener siempre un liquitubo entre sus gigantescos labios. Sorbía lentamente, y consumió con firmeza el contenido de varios tubos mientras Jacob comía.

Bubbacub se puso a contar una historia de un Antepasado suyo, un miembro de la raza soro que, aproximadamente un millón de años antes, había tomado parte en uno de los contactos pacíficos entre la laxa civilización de respiradores de oxígeno y la misteriosa cultura paralela de las razas respiradoras de hidrógeno que coexistían en la galaxia.

Durante eones hubo poca o ninguna comprensión entre hidrógeno y oxígeno. Cada vez que se producía un conflicto entre ambos, moría un planeta. A veces más. Era una suerte que casi no tuvieran nada en común, así que los conflictos eran raros.

La historia era larga y complicada, pero Jacob tuvo que admitir que Bubbacub era un narrador soberbio. Podía resultar encantador y gracioso, siempre que controlara el centro de atención.

Jacob permitió que su imaginación divagara mientras el pil describía vívidamente aquellas cosas que sólo un puñado de hombres habían probado: la infinita belleza de las estrellas, y la variedad de cosas que habitaban en multitud de planetas. Empezó a envidiar a Helene deSilva.

Bubbacub sentía intensamente la causa de la Biblioteca. Era el vehículo de conocimiento y de una tradición que unificaba a todos los que respiraban oxígeno. Proporcionaba continuidad y aún más, pues sin la Biblioteca no podía haber puentes entre las especies. Las guerras no se librarían con restricciones, sino hasta la aniquilación. Los planetas quedarían arruinados por ser usados en exceso.

La Biblioteca, y los otros Institutos desperdigados, ayudaban a impedir el genocidio entre sus miembros.

La historia de Bubbacub llegó a su clímax y el pil concedió a su asombrada audiencia unos instantes de silencio. Por fin preguntó a Jacob si le importaría honrarlos con un relato propio.

Jacob se quedó sorprendido. Según los niveles humanos, tal vez hubiera llevado una vida interesante, pero desde luego no era sobresaliente. ¿Qué podría hablar sobre historia? Al parecer, las reglas decían que tenía que tratarse de una experiencia personal, o de una aventura de un antepasado.

Sudando, Jacob pensó en contar un relato de alguna figura histórica; tal vez Marco Polo o Mark Twain. Pero a Martine probablemente no le interesaría.

Y estaba la participación que su abuelo Álvarez había tenido en el Vuelco. Pero esa historia estaba cargada de tintes políticos y Bubbacub consideraría que la moraleja era subversiva. Su mejor historia era su propia aventura en la Aguja Finnilia, pero eso era demasiado personal, demasiado cargado de dolorosos recuerdos para compartirlos aquí y ahora. Además, se la había prometido a Helene deSilva.

Lástima que LaRoque no estuviera aquí. El relamido hombrecito habría podido hablar seguramente hasta que los fuegos del sol se apagaran.

Una idea traviesa asaltó a Jacob. Había un personaje histórico que era antepasado directo suyo y cuya historia podría ser suficientemente relevante. Lo divertido era que la historia podía ser interpretada a dos niveles. Se preguntó hasta qué punto podía ser obvio sin que algunos oyentes se molestaran.

—Bueno, hay un hombre de la historia de la Tierra del que me gustaría hablar —empezó a decir lentamente—. Es interesante porque estuvo implicado en un contacto entre una cultura y tecnología «primitivas» y otra que podía aniquilarla en casi todos los aspectos.

Naturalmente, todos conocen la situación. Desde el Contacto, los historiadores no han hablado de otra cosa.

»El destino del indio americano es la moralidad de esta época. Las viejas películas del siglo XX donde se glorifica al «noble piel roja» hoy sólo se ven para reírse. Como Millie nos recordó allá en Mercurio, y como todo el mundo sabe en casa, el piel roja hizo el trabajo más pobre de cualquiera de las culturas impactadas para adaptarse a la llegada de los europeos. Su orgullo le impidió estudiar los poderosos medios del hombre blanco hasta que fue demasiado tarde, exactamente lo contrario a la exitosa «cooperación» hecha por Japón a finales del siglo XIX... el ejemplo de la facción «adáptate y sobrevive» sigue señalando a todos los que quieran escuchar hoy en día.

Los tenía. Los humanos le observaban en silencio. Los ojos de Culla brillaban. Incluso Bubbacub, que rara vez prestaba atención, no le quitaba los ojillos de encima. Martine dio un respingo cuando mencionó la facción «A & S». Un dato.

Si LaRoque estuviera aquí, no le importaría lo que voy a decir, pensó Jacob. ¡Pero la desazón de LaRoque no sería nada comparada con la de sus parientes Álvarez si le oyeran hablar de esta forma!

—Por supuesto, el fallo de los amerindios para adaptarse no fue por completo culpa suya —continuó Jacob—. Muchos estudiosos piensan que las culturas del hemisferio occidental se hallaban en un bache histórico que coincidió, desgraciadamente, con la llegada de los europeos. De hecho, los pobres mayas acababan de terminar una guerra civil en la que se habían trasladado al campo abandonando sus ciudades, y a sus príncipes y sacerdotes, para que se pudrieran. Cuando llegó Colón, los templos estaban casi desiertos. Naturalmente, la población se había duplicado y la prosperidad y el comercio se habían cuadruplicado durante la «Edad Dorada de los Mayas», pero eso apenas es una medida válida de las culturas.

Con cuidado, chico. No te pases de irónico.

Jacob advirtió que uno de los tripulantes, un tipo llamado Dubrowsky, se separaba de los demás. Sólo Jacob pudo ver la mueca sardónica en su rostro. Todos los demás parecían escuchar con tranquilo interés, aunque era difícil decirlo en el caso de Culla y Bubbacub.

—Este antepasado mío era amerindio. Se llamaba Se-quo-yi, y era miembro de la nación cherokee.

»Los cherokee vivieron casi siempre en el estado de Georgia. Ya que éste se encuentra en la Costa Este de América, los cherokee tuvieron aún menos tiempo que los otros indios para prepararse a tratar con el hombre blanco. Con todo, lo intentaron a su modo. Su intento no fue tan grandioso ni tan completo como el de los japoneses, pero no obstante lo intentaron.

»Se adaptaron rápidamente a la tecnología de sus vecinos. Las cabañas de troncos reemplazaron a las chozas y las herramientas de hierro y las forjas se convirtieron en parte de la vida cherokee. Pronto aprendieron el uso de la pólvora, y los métodos europeos para sembrar.

Aunque a muchos no les gustó la idea, la tribu llegó a dedicarse al comercio de esclavos.

»Eso fue después de que fueran masacrados en dos guerras.

Cometieron el error de apoyar a los franceses en 1765, y luego apoyaron a la corona inglesa durante la primera Revolución Americana.

Incluso así, tuvieron una pequeña república en la primera mitad del siglo XIX, en parte porque varios jóvenes cherokee habían aprendido lo suficiente del conocimiento del hombre blanco para convertirse en abogados. Junto con sus primos iroqueses del norte, se adaptaron bastante bien.

»Durante una temporada.

»Llega mi antepasado. Se-quo-yi era un hombre al que no le gustaban ninguna de las opciones que se ofrecían a su pueblo: continuar siendo nobles salvajes y ser aniquilados, o adaptarse por completo al modo de vida de los colonos y desaparecer como pueblo. En concreto, vio el poder de la palabra escrita, pero pensó que los indios estarían siempre en desventaja si tenían que aprender inglés para ser cultos.

Jacob se preguntó si alguien haría la conexión, comparando la situación a la que se enfrentaron Se-quo-yi y los cherokee con el momento actual de la humanidad,
vis-á-vis
con la Biblioteca.

Juzgando por la expresión del rostro de Martine, al menos una persona se sorprendió al oír una narración histórica tan larga de boca de Jacob Demwa, normalmente tan silencioso. No había forma de que pudiera conocer las largas lecciones de historia y oratoria, después del colegio, que había soportado junto con los otros niños Álvarez. Aunque era la oveja negra de la familia y se había mantenido apartado de la política, todavía conservaba algunas de las habilidades.

—Bien, Se-quo-yi resolvió el problema para su propia satisfacción inventando una forma escrita del lenguaje cherokee. Fue una tarea hercúlea, conseguida a costa de episodios de tortura y exilio, pues muchos en su tribu se resistieron a sus esfuerzos. Pero cuando terminó, toda la literatura y la tecnología quedó disponible, no sólo para el intelectual que pudiera estudiar inglés durante años sino también para el cherokee de inteligencia media.

»Pronto incluso los asimilacionistas aceptaron el trabajo del genio de Se-quo-yi. Su victoria estableció el tono para las siguientes generaciones de cherokee. Este pueblo, el único amerindio cuyo principal héroe fue un intelectual y no un guerrero, decidió ser selectivo.

»Y ese fue su gran error. Si hubieran dejado que los misioneros locales los convirtieran en una imitación de los colonos, probablemente habrían podido mezclarse con la burguesía y los europeos los habrían considerado como un tipo levemente inferior de hombre blanco.

»En cambio pensaron que podrían convertirse en indios modernos, conservando los elementos esenciales de su antigua cultura...

Obviamente, había una contradicción en los términos.

»Con todo, algunos estudiosos piensan que podrían haberlo conseguido. Las cosas iban bien hasta que un grupo de hombres blancos descubrió oro en tierras cherokee. Eso excitó mucho a los colonos.

Promulgaron una ley para declarar que la tierra era suya.

»Entonces los cherokee hicieron algo extraño, algo que no se explicó adecuadamente hasta cien años después. ¡La nación india llevó a la legislatura de Georgia a los tribunales por apropiarse de sus tierras!

Recibieron ayuda de algunos blancos que simpatizaban con ellos y consiguieron llevar el caso al Tribunal Supremo de Estados Unidos.

»El Tribunal declaró que la expropiación era ilegal. Los cherokee pudieron conservar sus tierras.

»Pero es aquí donde lo incompleto de su adaptación les falló. Como no habían hecho ningún intento importante por encajar en la estructura básica de una sociedad superior, los cherokee no tenían ningún poder político para apoyar lo justo de su causa. Confiaron y usaron con inteligencia las altas y honorables leyes de la nueva nación, pero no advirtieron que la opinión pública tiene tanta fuerza como la ley.

»Para la mayoría de sus vecinos blancos no eran más que otra tribu de indios. Cuando Andy Jackson mandó al infierno al Tribunal y envió al Ejército a expulsar a los cherokee, no les quedó nadie a quien volverse.

»Así, el pueblo de Se-quo-yi tuvo que hacer las maletas y recorrer el trágico Sendero de las Lágrimas hacia un nuevo «territorio indio», en unas tierras que ninguno de ellos había visto jamás.

»La historia del Sendero de las Lágrimas es una epopeya de valor y capacidad de aguante. Los sufrimientos de los cherokee durante esa larga marcha fueron profundos y tristes. De ellos surgieron historias muy conmovedoras, así como una tradición de fuerza en medio de las privaciones que ha afectado al espíritu de ese pueblo desde entonces hasta nuestros días.

»Esa expulsión no fue el último trauma que cayó sobre los cherokee.

»Cuando Estados Unidos libraron su Guerra Civil, los cherokee hicieron lo mismo. Los hermanos se mataron entre sí cuando los Voluntarios Indios Confederados se enfrentaron a la Brigada India de la Unión. Lucharon tan apasionadamente como las tropas blancas, incluso con más disciplina. Y en el conflicto sus nuevos hogares fueron arrasados.

»Más tarde hubo problemas con bandas de ladrones, enfermedades, y más expropiaciones de tierras. En su estoicismo, llegaron a ser conocidos como los "judíos americanos". Mientras algunas de las otras tribus se disolvían llenas de desesperación y apatía, ante los crímenes cometidos contra ellos, los cherokee mantuvieron su tradición de confianza en sí mismos.

»Se-quo-yi fue recordado. Tal vez por simbolismo con el orgullo de los cherokee, dieron su nombre a un cierto tipo de árbol que crece en los neblinosos bosques de California. El árbol más alto del mundo.

»Pero todo esto nos aparta de la estupidez de los cherokee. Pues aunque su orgullo les ayudó a sobrevivir a los estragos del siglo XIX y el desprecio del XX, les impidió participar en la Consolidación India del XXI. Rehusaron las "reparaciones culturales" ofrecidas por los gobiernos americanos justo antes del principio de la Burocracia, riquezas amontonadas sobre los restos de la Nación India para salvar las delicadas conciencias del público culto y educado en una era que hoy, irónicamente, es conocida como "verano indio" de América.

»Se negaron a establecer Centros Culturales para ejecutar antiguas danzas y rituales. Mientras otros revitalistas amerindios resucitaron artes precolombinas «para recuperar el contacto con su herencia», los cherokee preguntaron por qué tendrían que estar rescatando Modelos T cuando podrían estar construyendo su propia versión especial de la cultura americana del siglo XXI.

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