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Authors: David Brin

Navegante solar (20 page)

»Junto con los mohawks y grupos dispersos de otras tribus, cambiaron su "Consolidación" y la mitad de sus riquezas tribales para participar en la Liga de Potencias Satélites. El orgullo de sus jóvenes se destinó a ayudar a construir ciudades en el espacio, igual que sus abuelos habían ayudado a construir las grandes ciudades de América.

Los cherokee rehusaron una oportunidad de ser ricos a cambio de una parte del cielo.

»Y una vez más pagaron terriblemente su orgullo. Cuando la Burocracia inició su supresión, la Liga se rebeló. Aquellos brillantes jóvenes, el tesoro de su nación, murieron a millares junto con sus hermanos en el espacio, descendientes de Andy Jackson y los esclavos de Andy Jackson. Las ciudades de la Liga fueron diezmadas. Se permitió que los supervivientes vivieran en el espacio sólo porque tenía que haber algunos para mostrar cómo vivir a los reemplazos que la Burocracia había escogido cuidadosamente.

»También los cherokee sufrieron en la Tierra. Muchos tomaron parte en la Revuelta Constitucionalista. Fueron la única nación india castigada por los vencedores como grupo, junto con los vietams, y los minnesotanos. El Segundo Sendero de las Lágrimas fue tan triste como el primero. Esta vez, sin embargo, tuvieron compañía.

»Naturalmente, pasó la primera generación de implacables líderes de la Burocracia, y llegó la era de los auténticos burócratas. La Hegemonía se preocupó más por la productividad que por la venganza.

La Liga se reconstruyó bajo supervisión y una rica cultura nueva se desarrolló en las Colonias O'Niel, influida por los supervivientes de los constructores originales.

»En la Tierra, los cherokee todavía resisten, mucho después de que muchas tribus hayan sido absorbidas por la cultura cosmopolita o se hayan convertido en bichos raros. Todavía no han aprendido la lección.

Tengo entendido que su último plan demencial es un proyecto conjunto con los vietams e Israel-Apu para intentar terraformar Venus. Ridículo, por supuesto.

»Pero todo esto nos desvía del tema. Si mi antepasado Se-quo-yi y los suyos se hubieran adaptado completamente a los modos del hombre blanco, podrían haber ganado un pequeño lugar en su cultura y habrían sido absorbidos en paz, sin sufrimiento. Si hubieran resistido con indiscriminada testarudez, igual que muchos de sus vecinos amerindios, habrían seguido sufriendo, pero por fin habrían conseguido un lugar, gracias a la «amabilidad» de una generación posterior de hombres blancos.

»En cambio, intentaron hallar una síntesis entre los aspectos buenos y poderosos de la civilización occidental y su propia herencia.

Experimentaron y fueron picajosos. Incordiaron y protestaron por la comida durante seiscientos años, y por esa causa sufrieron más que ninguna otra tribu.

»La moraleja de esta historia debería ser obvia. Los humanos nos enfrentamos a una opción similar a la de los amerindios, la de ser picajosos o aceptar plenamente la cultura de millones de años que se nos ofrece a través de la Biblioteca. Que todos aquellos que insisten en lo primero recuerden la historia de los cherokee. Su camino ha sido largo, y aún no ha acabado.

Cuando Jacob hubo terminado su relato se produjo un largo silencio. Bubbacub siguió contemplándolo con sus ojillos negros. Culla se le quedó mirando fijamente. La doctora Martine miró al suelo, con el ceño fruncido.

El tripulante Dubrowsky, se quedó atrás. Estaba cruzado de brazos y se tapaba la boca con la mano. Había arrugas en torno a sus ojos: ¿traicionaba aquello una risa silenciosa?

Debe de ser miembro de la Liga, pensó Jacob. El espacio está infectado de ellos. Espero que mantenga la boca cerrada. Ya he corrido suficiente riesgo.

Sentía la garganta reseca. Dio un largo sorbo al liquitubo de zumo de naranja que había guardado del desayuno.

Bubbacub colocó finalmente las manos detrás del cuello y se enderezó. Miró a Jacob durante un instante.

—Buena his-toria —chascó—. Le pediré que me la gra-be, cuando vol-vamos. Tiene una buena lec-ción para la gente de la Tierra.

»Pero hay al-gunas preguntas que qui-siera hacer. Ahora o más tar-de. Algunas cosas que no com-prendo.

—Como desee, Pil Bubbacub. —Jacob inclinó la cabeza, intentando ocultar su sonrisa. ¡Tenía que cambiar rápidamente de tema, antes de que Bubbacub empezara a preguntar detalles! Pero, ¿cómo?

—Yo también he disfrutado con la historia de mi amigo Jacob —trinó una voz sibilante tras ellos—. Me acerqué tan silenciosamente como pude. Me alegra que mi presencia no perturbara el relato.

Jacob se puso en pie, aliviado.

— ¡Fagin!

Todo el mundo se puso en pie mientras el kantén se deslizaba hacia ellos. Bajo la luz de rubí, parecía completamente negro. Sus movimientos eran negros.

—¡Quisiera ofrecer mis disculpas! Mi ausencia era inevitable. La Comandante permitió graciosamente que entrara más radiación por las pantallas, para que pudiera nutrirme. Pero lógicamente era necesario que lo hiciera sólo en la sección invertida y sin ocupar de la nave.

—Es verdad —rió Martine—. ¡No queremos quemarnos aquí dentro!

—Cierto. Sin embargo, me sentí solo allí. Me alegro de volver a tener compañía.

Los bípedos se sentaron y Fagin se colocó en la cubierta. Jacob aprovechó la oportunidad para salir del lío.

—Fagin, hemos estado contando algunas historias mientras esperamos. ¿Por qué no nos cuentas algo sobre el Instituto del Progreso?

El kantén agitó su follaje. Hubo una pausa.

—Ay, Amigo-Jacob. Contrariamente al de la Biblioteca, el Instituto del Progreso no es una sociedad importante. El mismo nombre es una pobre traducción. No hay ninguna palabra en vuestro idioma para representarlo adecuadamente.

»Nuestra pequeña orden fue fundada para cumplir una de las menores misiones que los Progenitores impusieron sobre las razas más antiguas cuando abandonaron la galaxia. Dicho con crudeza, se nos impuso el deber de respetar la "novedad".

»Puede ser difícil para una especie tan joven como la vuestra, huérfanos como si dijéramos, que no ha sentido hasta hace poco los lazos agridulces de relación y obligación tutor-pupilo, comprender el conservadurismo inherente a nuestra cultura galáctica. Este conservadurismo no es malo porque entre tanta diversidad creer en la Tradición y en la herencia común es una buena influencia. Las razas jóvenes oyen las palabras de las más viejas, que han aprendido sabiduría y paciencia con los años.

»Podríamos decir, usando una expresión terrestre, que sentimos un profundo aprecio por nuestras raíces.

Sólo Jacob advirtió que Fagin se agitó levemente en este punto. El kantén cruzaba y descruzaba los nudosos tentáculos que le servían de pies. Jacob intentó no ahogarse con el zumo de naranja que se le había atragantado.

—Pero también existe la necesidad de afrontar el futuro —continuó Fagin—. Y en su sabiduría, los Progenitores advirtieron a los más antiguos para que no despreciaran a lo que es nuevo bajo el sol.

La silueta de Fagin se recortaba contra el gigantesco orbe rojo, su destino. Jacob sacudió la cabeza, impotente.

—Así que cuando se corrió la voz de que alguien había encontrado a un puñado de salvajes chupando de la teta de una loba, vinisteis corriendo, ¿no?

El follaje de Fagin volvió a agitarse.

—Muy gráfico, Amigo-Jacob. Pero tu resumen es esencialmente correcto. La Biblioteca tiene la importante misión de enseñar a las razas de la Tierra lo que necesitan conocer para sobrevivir. Mi Instituto tiene la misión más humilde de apreciar vuestra novedad.

—Kant Fagin —intervino la doctora Martine—, ¿ha sucedido esto antes, que usted sepa? Me refiero a si ha habido alguna vez un caso de una especie que no tenga recuerdos de una Creación Ancestral y haya salido a la galaxia por su propia cuenta, como hicimos nosotros.

—Sí, respetada doctora Martine. Ha sucedido varias veces. El espacio es inimaginablemente grande. Las migraciones periódicas de las civilizaciones de oxígeno e hidrógeno cubren grandes distancias, y rara vez se explora por completo un área colonizada. A menudo, en estos grandes movimientos, un fragmento diminuto de una raza, apenas surgida del bestialismo, ha sido abandonado por sus tutores para que encuentre su camino a solas. Esos abandonos son normalmente vengados por los pueblos civilizados...

El kantén vaciló. De repente, Jacob advirtió con sorpresa por qué, mientras Fagin se apresuraba a continuar.

—Pero puesto que normalmente estos raros casos se producen en épocas de migración, existe un problema añadido. La raza expósita puede desarrollar burdos rudimentos espaciales a partir de fragmentos de la tecnología de sus tutores, pero para cuando entre en el espacio interestelar, su parte de la galaxia puede estar bajo Interdicto. Sin saberlo puede caer presa de los respiradores de hidrógeno a quienes puede tocarles el turno de ocupar ese brazo en espiral o ese conjunto de estrellas.

»Sin embargo, esas especies se encuentran ocasionalmente. A menudo los huérfanos conservan vividos recuerdos de sus tutores. En algunos casos, mitos y leyendas han ocupado el lugar de los hechos.

Pero la Biblioteca es casi siempre capaz de localizar la verdad, pues en ella están almacenadas nuestras verdades.

Fagin agitó varias ramas en dirección de Bubbacub. El Pil lo reconoció con una inclinación amistosa.

—Por eso esperamos con gran expectación el descubrimiento del motivo de que no haya ninguna mención a la Tierra en este gran archivo —continuó Fagin—. No hay ninguna lista, ningún archivo de ocupaciones previas, a pesar de las cinco migraciones completas que han atravesado esta región desde la marcha de los Progenitores.

Bubbacub se quedó inmóvil. Los ojillos negros observaron al kantén con ferocidad, pero Fagin pareció no advertirlo, pues siguió hablando.

—Que yo sepa, la humanidad es el primer caso donde existe la intrigante posibilidad de una inteligencia evolucionada. Tengo la seguridad de que ya saben que esta idea viola varios principios bien establecidos de nuestra ciencia biológica. Sin embargo, algunos de los argumentos de sus antropólogos poseen una sorprendente autoconsistencia.

—Es una idea extraña —despreció Bubbacub—. Como el movimiento per-petuo, esas re-clamaciones que hacen aquellos a quienes llaman «pieles». Las teorías sobre el crecimiento «natural» de la in-teligencia son fuente de muchos chistes, huma-no-Jacob-Demwa.

Pero pronto la Bi-blioteca dará a su preocu-pa-da raza lo que necesita:

¡El consuelo de saber de dónde proceden!

El bajo zumbido de los motores de la nave se hizo más fuerte, y por un segundo Jacob sintió una leve desorientación.

—Atención todo el mundo. —La voz amplificada de la comandante deSilva resonó por toda la nave—. Acabamos de cruzar el primer arrecife. A partir de ahora habrá sacudidas momentáneas como ésa.

Les informaré cuando nos acerquemos a nuestro objetivo. Eso es todo.

El horizonte del sol era ahora casi plano. Alrededor de toda la nave un amasijo rojo y negro de formas se extendía hasta el infinito. Más y más filamentos se igualaban con la nave para convertirse en prominencias contra lo que quedaba de la negrura del espacio y desaparecer luego en la bruma rojiza que crecía sobre sus cabezas.

El grupo se dirigió, por mutuo acuerdo, al borde de la cubierta, para así poder mirar directamente la cromosfera inferior.

Permanecieron en silencio durante un rato, observando, mientras la cubierta se sacudía de vez en cuando.

—Doctora Martine —dijo Jacob—. ¿Están preparados Pil Bubbacub y usted para llevar a cabo sus experimentos?

Ella señaló un par de cofres espaciales en la cubierta, cerca del puesto de Bubbacub y el suyo propio.

—Lo tenemos todo aquí. He traído el equipo psi que utilicé en anteriores inmersiones, pero principalmente ayudaré a Pil Bubbacub en lo que pueda. Mis amplificadores de ondas cerebrales y aparatos-Q parecen huesecillos y hojas de té en comparación con lo que él trae.

Pero intentaré servir de ayuda.

—Su ayuda será re-cibida con a-grado —dijo Bubbacub. Pero cuando Jacob pidió ver los aparatos de pruebas-psi del pil, éste alzó su mano de cuatro dedos—. Más tarde, cuando estemos preparados.

Jacob volvió a sentir el antiguo picor en las manos. ¿Qué tiene Bubbacub en esos cofres? La Sucursal de la Biblioteca no contiene nada sobre fenómenos psi. Algo de fenomenología, pero muy poco de metodología.

¿Qué sabe una cultura galáctica de mil millones de años sobre los profundos niveles fundamentales que todas las especies inteligentes parecen tener en común? Al parecer no lo saben todo, pues los galácticos todavía operan en este plano de la realidad. Y sé con certeza que algunos de ellos no son más telépatas que yo.

Había rumores de que las especies más antiguas desaparecían periódicamente de la galaxia. A veces por agotamiento, guerra o indiferencia, pero también simplemente «marchándose», desapareciendo en intereses y conductas que no tenían ningún significado para sus pupilos o vecinos.

¿Por qué no tiene nuestra Sucursal de la Biblioteca nada sobre esos temas, ni de los aspectos prácticos de los fenómenos psi?

Jacob frunció el ceño y cruzó las manos. No, decidió. ¡Voy a dejar tranquilo el cofre de Bubbacub!

La voz de Helene deSilva volvió a sonar por el intercomunicador.

—Nos acercaremos al objetivo en treinta minutos. Los que lo deseen pueden acercarse ahora a la Cámara del Piloto para obtener una buena visión de nuestro destino.

El resto del sol pareció oscurecerse levemente mientras sus ojos se adaptaban al brillo de la zona. Las fáculas eran puntos brillantes, destellando intermitentemente en las profundidades. A alguna distancia indeterminada se extendía un gran grupo de manchas solares. El punto más cercano parecía la boca abierta de una mina, un hueco hundido en la «superficie» granulosa de la fotosfera. La oscura sombra estaba muy quieta, pero las regiones en penumbra alrededor del borde de la mancha solar se agitaban incesantemente hacia afuera, como las ondas provocadas por una piedra en un lago. La frontera era vaga, como una cuerda de piano vibrando.

Arriba y en derredor gravitaba la enorme forma de una maraña de filamentos. Tenía que ser una de las cosas más grandes que Jacob había visto en su vida. Nubes gigantescas rebullían y fluían, siguiendo las líneas de campos magnéticos que se mezclaban, se retorcían, y se enroscaban unas en otras, para desaparecer luego convertidas «en aire».

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