Nunca olvides que te quiero (3 page)

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Authors: Delphine Bertholon

Tags: #Drama, romántico

Mierda.

(No hay escondrijo.)

Uf, R. se ha marchado. Solo quería decirme que vendría su madre, así he sabido que era domingo. Ahora que te tengo a ti, lo próximo que voy a pedir será una radio despertador digital con cifras luminosas y un botón especial para ver la fecha. Esto ya será más difícil de obtener, pero de todos modos me gustaría saber qué edad tengo EXACTAMENTE. No puedes imaginarte hasta qué punto es horrible no saber qué edad se tiene exactamente.

Cada semana, la madre de R. viene a visitarle y cada semana él me avisa, como si eso fuera a cambiar algo para mí. Puede que lo haga para hacerse el simpático, no sé. Cuando comprendí que era algo que se repetía todos los domingos, empecé a hacer unas marcas en la pared (una cada semana) con el mango del cepillo de dientes: las hago de cuatro en cuatro, con forma de almohadilla como en las teclas del teléfono, estilo prisionero durante la guerra. Las grabo debajo de la cama para que él no pueda verlas, aunque eso me obligue a hacer de espeleóloga, pues la cama es increíblemente baja. Pero teniendo en cuenta que no sé cuándo hice la primera, solo consigo un indicio. De momento hay once. Quizá fuera ya han empezado las clases, y yo no estoy con Sabrina ante el tablón de anuncios para saber si iremos a la misma clase.

En fin…

Leo de nuevo lo que he anotado y en lo concerniente a mis pechos debo precisar.

Sería mejor decir: excrecencias.

Al escribir EXCRECENCIAS me dan ganas de empezar a girar sobre mí misma hasta que no me tenga en pie. En casa de Papy, durante las vacaciones de primavera, vi un reportaje en Discovery Channel en el que un agricultor sujetaba una gallina por las patas y la hacía girar por encima de su cabeza a una velocidad demencial, como si fuera un nunchaku. Luego le colocaba la cabeza bajo el ala y zas: la gallina se dormía. Parecía un número de magia. De pronto, cuando realmente tengo demasiadas ganas de pegar golpes contra las paredes, giro sobre mí misma con los brazos extendidos como hélices y luego meto la cabeza bajo el brazo. Lo que pasa es que nunca me duermo, al contrario, me duele mucho la cabeza, seguramente porque soy una niña y no una gallina. En fin, resumiendo.

ME LLAMO MADISON ETCHART

ME LLAMO MADISON ETCHART

ME LLAMO MADISON ETCHART

Realmente es una maravilla escribir mi nombre. Me gustaría tener bolis de muchos colores distintos para hacer las A rosa, las D verde, las S naranja, las R azul, las M morado, como hacía antes en mis cuadernos de poesía con el estuche de rotuladores. Pero incluso todo en negro queda bien.

LEONORE ETCHART

AMÉLIE CAPDEVIELLE

FRANCIS CAPDEVIELLE

También bien.

SAMUEL ETCHART

SABRINA FORET

JULIEN CAPDEVIELLE (= el que era sombrerero en Ruán. Es mi antepasado favorito de nuestro árbol genealógico, porque me encantan los sombreros. Cuando sea mayor, diseñaré sombreros, además ya he empezado mi carrera aunque aún no sea internacional. También haré bolsos, cinturones y tal vez joyas, pero esto ya es menos seguro.)

NATHAN JASO

STANISLAS UHALDE

Mejor aún.

RAPHAËL ETCHART

El Día del Volvo Negro, antes de comprender que el gato no estaba enfermo y que en realidad no necesitaba que le enseñara el camino para ir hasta la casa del padre de Stanislas, que es veterinario, R. me había preguntado cómo me llamaba. Luego dijo «Raphaël» ofreciéndome la mano por encima del volante, y se la estreché. Menos mal (lo tenía en la punta de la lengua) que no dije: «¡Ah! ¡Qué guay como mi padre!». No sé explicar muy bien por qué, pero no me gustaría nada que lo supiera.

Por eso le llamo R.

Un día te explicaré el Día del Volvo Negro, pero ahora mismo me entrarían ganas de morderme los puños y, como estoy tan contenta de escribir en tu interior, otra vez será.

Pregunto a menudo por el gato. R. dice que se llama Catherine, un nombre nada creíble para un gato (el mío se llama Larry), que está muy bien y que fuera tiene un jardín magnífico en el que se pasa el día pegando brincos persiguiendo insectos y sobre todo mariposas.

Evidentemente: TONTERÍAS.

A veces intento al menos soñar, imaginar el jardín allí arriba, en alguna parte. Procuro convencerme de que noto la hierba bajo los pies y también el sol, que veo el cielo y que es increíblemente azul (aunque sea gris, aunque llueva, da igual). Sueño que hay algo alrededor de mi cuarto, por encima, por debajo, al lado, que está lleno de flores de todos los colores, como el jardín de casa, lo único que, por culpa de las paredes, no puedo verlas. Sueño que un día mi cuarto será transparente y que podré ver a través de él como en los submarinos de la Costa Azul, en los que tienes la impresión de caminar por el fondo del mar. Parece que me encuentre en medio de un bosque muy frondoso con cantidad de ardillas (me gustan mucho las ardillas), marmotas, gnomos y elefantes. Allí habrá una cascada siempre a la temperatura ideal, es decir a 22°, unos columpios que llegarán hasta la luna, plantas carnívoras simpáticas y pájaros con un trinar extraordinariamente melodioso. Habrá uno que incluso sabrá silbar
La
javanaise, que es la canción predilecta de mamá, y si es posible tendrá la cabeza azul (si es posible).

Papá dice que la gente no siempre es tan amable como parece.

Lo dice por la señora Jaso, que es nuestra vecina y la especialista intergaláctica en lagartonería. Hace cosas como llamar a los gendarmes el día que Amélie organizó una barbacoa por su treinta cumpleaños (es verdad que estaba pedo y que se pasó horas berreando una antigua canción de un grupo que se llama
Nirvana,
pero aun así…). O bien afirma que Larry se afila las uñas en las tuyas de su jardín, lo cual es una tontería, pues Larry es demasiado pequeño para saltar la pared. Y una vez nos vino a contar que el señor Salazar (nuestro vecino del otro lado) engañaba a su mujer con la chica de la panadería, otra tontería aún más grande, pues el señor Salazar tiene como mínimo quinientos años y la chica de la panadería todavía va a la universidad. En broma, mamá dice siempre: «A la señora Jaso le encanta que le hagan caso».Y con lo de hacer caso quiere decir contar un montón de historias (verdaderas o falsas pero sobre todo falsas) a gente que ni le va ni le viene. De todas formas, cada mañana nos saluda con frasecitas como «¡Un día espléndido!» o «¡Con este vestido nuevo, Léonore, parece usted Julia Roberts!».A veces nos trae tomates del huerto, y cuando me ve en la ventana de mi habitación me saluda con los dedos completamente pegados, estilo reina de Inglaterra. En fin, dejémoslo. Todo esto para explicar que R. es todo lo contrario: no es tan malo como parece y ya no me da tanto canguelo, seguramente a causa de aquel día que lloró. No creo que alguien que tiene lágrimas dentro pueda ser realmente malo (aunque Papy me contó que había visto al oficial nazi llorar a escondidas de los demás oficiales nazis después de haber golpeado a su chica, Esther Krakowski, en plena calle, cuando Esther Krakowski solo tenía seis años y los dientes separados, todo por culpa de la estrella que llevaba cosida en el vestido, pero procuro no pensar demasiado en ello). Podría explicarte por qué R. lloró, pero antes tendría que contarte lo del día en que dejé de aparentar que soy sordomuda, y antes de eso debería explicarte el Día del Volvo Negro, porque si no, como historia, no valdrá un pimiento.

ME LLAMO MADISON ETCHART

He dado vueltas y más vueltas y más vueltas y ahora me siento como en diagonal.

EM LALOM EMAPISN DHCATOT

Lista de las cosas que tenía en casa y que aquí echo especialmente de menos:

a) Mi reloj sumergible de plástico verde que tiene cronómetro, despertador, pone la fecha y el coeficiente de las mareas (y también la hora).

b) El espejo de bolsillo Helio Kitty que está en mi estuche de no maquillaje.

c) El pastel de carne de mamá (y todos los sabrosos platos de mamá).

d) Larry.

e) El lector de DVD para ver todas las películas de terror que existen (aunque en realidad ya no me dejan, desde aquella vez en que no quise subir a nuestro coche porque tenía miedo de que nos machacara a todos como Christine).

f)
e = mc
2
mon Amour
de Patrick Cauvin (que es un seudónimo), mi libro favorito (aunque salga una inútil que se llama como mamá) y también mis
Harry Potter.

g) Los paseos con Stanislas en su scooter azul eléctrico.

h) Mi cuaderno de poesías: «Poesías para S. U.».

Me gustaría mucho hacer como la señora Jaso. Sé que no está bien, pero no soporto a Alice. Pensar mal de Alice me ayuda un poco a no morderme los puños y dar vueltas sobre mí misma hasta que no me tengo en pie. A eso de que un chico extraordinariamente inteligente como Stanislas encuentre algo en una chica que no sabe hacer nada más que llevar las uñas pintadas de rojo se le llama INCOMPRENSIBLE.

i) Mi bodyboard.

j) El olor de mamá cuando se ha puesto su crema de lavanda.

k) Mi Harrap's inglés-francés/francés-inglés para contar más cosas a Hikari («Hikari» quiere decir «Luz» en japonés), la chica de Tokio con la que me carteo, que me escribe con papel Helio Kitty y me ha mandado el espejo citado en b).

1) La barba de papá contra mi mejilla los sábados por la mañana cuando no se afeita.

m) Las Converse arco iris en las que he marcado S.U. con rotulador indeleble.

n) El guijarro agujereado que Sabrina recogió en la playa de Lafiténia y me dio como amuleto, pero que olvidé meterme en el bolsillo el Día del Volvo Negro.

o) Unos Mister Freeze (pido a R. que compre, pero dice que no tiene congelador, así que me pregunto en qué planeta estamos).

R. me prometió que un día me enseñaría la casa.

—¿De verdad hay una casa? —pregunté.

—¡Claro!

—Usted dice que hay un jardín, pero en realidad no hay ningún jardín. O sea que a lo mejor tampoco hay casa.

—Y según tú, ¿dónde viviría yo? ¿En una cueva? ¿En una nave espacial? ¿En Júpiter? Si no hay casa, ¿dónde vivo yo?, vamos a ver, ¿puedes decírmelo? Y hay un jardín. Exactamente como te dije. Lleno de mariposas y de hierbas altas. Incluso hay una cabaña en lo alto de un árbol centenario. ¿Por qué no quieres creerme? ¿Soy un mentiroso? ¿Tengo pinta de mentiroso?

Levanté los hombros al estilo de «por una oreja me entra y por la otra me sale». Parecía ofendido.

—¿Me traerá una radio despertador digital con los números azules y la fecha?

R. se levantó de la cama, donde se había sentado como cada vez que me contaba trolas. Abrió la puerta y salió. El pestillo hizo el curioso ruido de un pestillo que se cierra. Luego pegué la oreja al hierro, pero como siempre no oí nada.

p)
Larry
Un tubo de corrector blanco.

q) La cama de papá y mamá, que es la mejor cama para jugar a pelearnos con Nathan porque rebota como una cama elástica.

r) Nathan (que es el hijo de la señora Jaso pero no es intergalácticamente lagartón y además es el primer chico que me besó aunque yo no estuviera del todo de acuerdo).

s) Google, para poder teclear «Guía de nombres de pila» y saber cuántos se llaman Raphaël en Francia (así me enteré de que desde 1946 hubo 1.960 Madison y 7.431 Stanislas. También busqué «Sabrina» y «Nathan», pero ya he olvidado los resultados pues los números y yo no hacemos muy buenas migas).

t) Oír «Twist» en lugar de mi nombre y saber que acaba de llegar Papy.

u) Todos los botellines de Gini, de Orangina y de Coca-Cola que están alineados en la bodega de casa, como las muñecas rusas en la cómoda de Amélie (que guarda porque se las regaló su antiguo amor, un oceanólogo llamado Vadim que le rompió el corazón, hasta tal punto que aún no tiene marido a pesar de que sus ojos parecen dos esmeraldas).

v) La arena en la parte de abajo de mi bañador plateado cuando volvemos de la playa.

w) El collar secreto en forma de corazón en el que hay una foto de Mounie y que es de oro auténtico.

x) El sol que entra con tanta fuerza en el salón que se diría que un cohete está a punto de aterrizar en el sofá.

y) La guitarra que me presta tío Samuel para tocar «Yesterday» (cuando se lo suplico).

z) Mi cama de hierro forjado que pinté de azul eléctrico con papá aunque mamá no estaba DE NINGÚN MODO de acuerdo y en la que me entreno para convertirme en una gran gimnasta aunque no sea ni rusa ni japonesa.

Y querría muchas cosas más pero el alfabeto no es suficientemente largo.

Guéthary, 21 de diciembre,

viento intenso, 2, bajamar

Cariño:

Estoy vacía. Un montón de huesos… vacío.

Me atiborran de medicamentos y los psicólogos hacen como si escucharan mi silencio, pero cada una de sus preguntas se atasca en mí como una moneda en una fuente seca. Sus deseos no se cumplen; los míos tampoco. El precipicio es tan profundo que la caída de los cuerpos en él no provoca sonido, ni salpicadura.

Tu padre escogería una Vanitas para decir lo que soy.

Léonore, la pluma y el tintero.

Paso la mayor parte del tiempo en casa, ni siquiera me interesan ya las nubes.

La semana pasada, la galería me sustituyó definitivamente por una rubita quince años más joven que yo, soltera y sin niña. Al principio pensé que podría volver. La gente viene para ver las pinturas y usted no es más que un icono entre otros iconos, una figura paralizada en medio de retratos: usted cree que siendo invisible será más fácil esquivar su mirada.

Pero determinadas miradas son inevitables… además de que en Biarritz nos conoce todo el mundo.

Sueño con espacios abiertos, desierto, ciudades superpobladas. Sueño con poder ser anónima, olvidada, engullida en la multitud que aquí ya no aguanto. Quisiera desaparecer en una megalópolis donde la gente dejara de mirarme así, con su lástima, su compasión, sus pensamientos innombrables… ¡Quisiera que dejaran de mirarme como si tú estuvieras muerta!

Te siento latir en mí, Madi.

Nadie quiere creerme, pero si estuvieras muerta, cariño, yo lo sabría. Mi corazón se ha detenido, pero el tuyo resuena en mi vientre, muy fuerte, como un tambor. Estás en alguna parte. No sé dónde ni con quién, pero estás en alguna parte, con los pies en el suelo y la cabeza alta.

No es que lo crea, Madi. Lo sé.

Dentro de unos días llegará la primera Navidad sin ti después de once años. Raphaël ni siquiera quería comprar el árbol, no quería hacer nada de nada. Amélie nos ha invitado el día 24 y Papy el 25, aunque según él, ¿para qué? Pero yo no estoy de acuerdo. Tus zapatos estarán junto al abeto, cariño. Créeme, ahí estarán, entre guirnaldas brillantes y bolas iluminadas.

Si estuvieras de viaje, celebraríamos la Navidad, ¿verdad que sí? Pues estás de viaje, aunque ignoremos el destino.

No es más que eso: un viaje.

Tu padre te ha buscado tanto en estos seis últimos meses… ni te lo imaginas. Por supuesto no me ha dicho ni una palabra de los días sin sueldo que ha pedido a la editorial, ni una palabra de los largos y negros días que ha pasado recorriendo carreteras, creyendo reconocerte en cada encrucijada. Intenta ahorrármelo; es su forma de hacer las cosas, es así. Pero he visto el cuentakilómetros del coche. Y he visto su mirada estas noches. He visto la botella de vino que se vaciaba demasiado deprisa y sus brazos alrededor de mi cuerpo intentando agarrarse pero sin encontrar dónde hacerlo puesto que ya no soy nada.

Tu padre y yo, cariño: un combate de fantasmas.

Quisiera ser más fuerte, pero no lo consigo.

Nunca olvides que te quiero.

MAMÁ

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