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Authors: Mario Vargas Llosa

Tags: #Erótico, Humor, Relato

Pantaleón y las visitadoras (28 page)

Inmediatamente después, el ataúd fue de nuevo levantado en hombros por los mismos que lo habían ingresado al camposanto, en tanto que otras personas, la mayoría visitadoras y «lavanderas», se turnaban en el cogido de las cintas. El cortejo recorrió así el cementerio hasta el extremo sur, donde, en el Pabellón de Santo Tomás, cuartel 17, nicho superior, reposaran los restos de la desaparecida. La colocación del ataúd e instalación de la lápida (en la que sencillamente se lee, en letras doradas: Olga Arellano Rosaura, llamada Brasileña (1936—1959): sus desconsolados compañeros), dio motivo a nuevas efusiones de sentimiento y dolor por su cruenta partida, habiendo prorrumpido muchas mujeres en inconsolable llanto. Luego de un padrenuestro y un avemaría que fueron entonados, a sugerencia de Leonor Curinchila, (a) Chuchupe, por la salud eterna de la fallecida loretana, el cortejo se deshizo. Comenzaban a dispersarse los asistentes hacia sus respectivos domicilios, cuando sobrevino una súbita lluvia, como si el cielo hubiera querido de pronto asociarse al duelo. Eran las doce del día.

*

Elegía fúnebre del Capitán Pantaleón Pantoja en el entierro de la hermosa Olga Arellano, la visitadora clavada en el Nauta.

Reproducimos a continuación, por considerarla del interés de nuestros lectores y por su desgarrada sinceridad y asombrosas revelaciones, la perorata fúnebre que pronunció en el sepelio de la victimada Olga Arellano Rosaura, (a) Brasileña, quien fuera su amigo y jefe, el tan mentado don Pantaleón Pantoja, y quien ha resultado desde ayer, ante la sorpresa general, capitán de Intendencia del Ejército Peruano.

L
LORADA
Olga Arellano Rosaura, recordada y muy querida Brasileña, como te llamábamos cariñosamente todos los que te conocíamos o frecuentábamos en el diario quehacer:

Hemos vestido nuestro glorioso uniforme de oficial del Ejército del Perú, para venir a acompañarte a éste que será tu último domicilio terrestre, porque era nuestra obligación proclamar ante los ojos del mundo, con la frente alta y pleno sentido de nuestra responsabilidad, que habías caído como un valeroso soldado al servicio de tu Patria, nuestro amado Perú. Hemos venido hasta aquí, para mostrar sin vergüenza y con orgullo, que éramos tus amigos y superiores, que nos sentíamos muy honrados de compartir contigo la tarea que el destino nos había deparado, cual era la de servir, de manera nada fácil y más bien erizada de dificultades y sacrificios (como tú, respetada amiga, has experimentado en carne propia), a nuestros compatriotas y a nuestro país. Eres una desdichada mártir del cumplimiento del deber, una víctima de la soecidad y villanía de ciertos hombres. Los cobardes que, aguijoneados por el demonio del alcohol, los bajos instintos de la lascivia o el fanatismo más satánico, se apostaron en la Quebrada del Cacique Cocama, en las afueras de Nauta, para, mediante el rastrero engaño y la vil mentira, abordar piratescamente nuestro transporte fluvial
Eva
y luego aplacar con bestial brutalidad sus inclementes deseos, no sabían que esa belleza tuya, que a ellos los acicateaba delictuosamente, la habías consagrado con exclusividad generosa, a los esforzados soldados del Perú.

L
LORADA
Olga Arellano Rosaura, recordada Brasileña: Estos soldados, tus soldados, no te olvidan. Ahora mismo, en los rincones más indómitos de nuestra Amazonía, en las quebradas donde es monarca y señorea el anófeles palúdico, en los claros más apartados del bosque, allí donde el Ejército Peruano se ha hecho presente para manifestar y defender nuestra soberanía, y allí donde tú no vacilabas en llegar, sin importarte los insectos, las enfermedades, la incomodidad, llevando el regalo de tu belleza y de tu alegría franca y contagiosa a los centinelas del Perú, hay hombres que te recuerdan con lágrimas en los ojos, y el pecho henchido de cólera hacia tus sádicos asesinos. Ellos no olvidarán nunca tu simpatía, tu graciosa malicia, y ese modo tan tuyo de compartir con ellos las servidumbres de la vida castrense, que, gracias a ti, se les hacían siempre a nuestros clases y soldados más gratas y llevaderas.

L
LORADA
Olga Arellano Rosaura, recordada Brasileña, como te apodaban, por haber vivido en el país hermano al que te llevaron tus jóvenes inquietudes, aunque —debemos decirlo— no hubiera en ti ni una sola gota de sangre ni un solo cabello que no fueran peruanos:

Debes saber que, junto con los soldados melancólicos, disgregados a lo ancho y a lo largo de la Amazonía, también te lloran y evocan tus compañeras y tus compañeros de trabajo del Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines, en cuyo centro logístico del río Itaya fuiste en todo momento una lujosa flor que lo enriquecía y perfumaba, y quienes siempre te admiramos, respetamos y quisimos por tu sentido del deber, tu infatigable buen humor, tu gran espíritu de camaradería y colaboración y tantas otras virtudes que te adornaban. En nombre de todos ellos quiero decirte, refrenando el llanto, que tu sacrificio no habrá sido vano: tu sangre todavía joven, salvajemente derramada, será el vínculo sagrado que nos una desde ahora con más fuerza y el ejemplo que nos guíe y estimule a diario para cumplir nuestro deber con la perfección y el desinterés con que tú lo hacías. Y, finalmente, en nombre propio, déjame darte las gracias más profundas, poniendo el corazón en la mano, por tantas pruebas de afecto y comprensión, por tantas enseñanzas íntimas que nunca olvidaré.

L
LORADA
Olga Arellano Rosaura, recordada Brasileña:

¡DESCANSA EN PAZ!

*

Crónica del asalto de Nauta

El crimen de la Quebrada del Cacique Cocama, minuto a minuto: su cortejo de sangre, pasión, sadismo necrofílico e instintos desbocados

N. de la R.:
El Oriente
quiere hacer público su más efusivo agradecimiento al coronel de la Guardia Civil Juan Amézaga Riofrío, jefe de la V Región de Policía y al Inspector Superior de Loreto de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), Federico Chumpitaz Fernández, quienes tienen bajo su responsabilidad la investigación de los trágicos sucesos de Nauta, por habernos facilitado con la mayor amabilidad, sacrificándonos muchos minutos de su precioso tiempo toda la información disponible hasta el momento sobre dicho suceso. Queremos destacar la actitud de cooperación hacia la prensa libre y democrática de estos distinguidos jefes de Policía, a quienes otras autoridades del Departamento deberían tomar como ejemplo.

La conspiración de Requena

A medida que progresa la investigación de los sucesos de Nauta, se descubren elementos que rectifican las primeras versiones difundidas por la prensa escrita y radial sobre lo acaecido. Así, a cada instante se debilita la tesis según la cual el asalto de Nauta y la muerte y crucifixión de Olga Arellano Rosaura, (a) Brasileña, fueron un rito de «sacrificio y purificación por la sangre», ordenado por la Hermandad del Arca, secta de la cual los siete sujetos habrían sido meros instrumentos. De este modo, la fogosa campaña de nuestro colega, Germán Láudano Rosales, en su programa La Voz del Siachi, defendiendo a la Hermandad del Arca y rechazando como falsa la confesión de los delincuentes de haber obedecido órdenes del Hermano Francisco, está cobrando visos de verdad. La conjetura del Sinchi de que dicha confesión es una estratagema de los encarcelados para amortiguar su culpa, parece respaldada por los hechos. Asimismo, los primeros interrogatorios a que han sido sometidos en Iquitos los implicados —llegaron ayer a esta ciudad, por vía fluvial, procedentes de Nauta, donde habían permanecido detenidos desde el 2 de enero—, también han permitido a las autoridades de la Guardia Civil y de la
PIP
descartar la otra especie que circulaba, según la cual el asalto de Nauta fue producto de la inspiración del momento, hijo de los malos consejos del alcohol, y comprobar, sin lugar a dudas, que estuvo planeado con mucha antelación en sus más mínimos y macabros detalles.

Todo comenzó, al parecer, unos quince días antes de la fecha fatídica, en una reunión social —y no religiosa, como se dijo— celebrada con caracteres de la mayor inocencia, entre un grupo de amigos del pujante pueblo de Requena. La fiesta habría tenido lugar el día 14 de diciembre pasado, en casa del ex alcalde del lugar, Teófilo Morey, con motivo de cumplir éste su cincuentaicuatro aniversario. En el curso del ágape, al que asistieron todos los inculpados (es decir: Artidoro Soma, 23 años; Nepomuceno Quilca, 31 años; Caifas Sancho, 28 años; Fabio Tapayuri, 26 años; Fabriciano Pizango, 32 años y Renán Márquez Curichimba, 22 años), se libaron muchas copas de licor, habiendo alcanzado todos los nombrados el estado de embriaguez. Fue en el transcurrir de dicha fiesta que el propio ex alcalde Teófilo Morey, individuo muy conocido en Requena por sus instintos sensuales, su afición a la buena mesa y a las bebidas espirituosas, así como a cosas parecidas, lanzó —según declaración de algunos de sus coacusados— la idea de emboscar a un convoy de visitadoras, cuando éste se hallara de viaje hacia algún campamento militar, para disfrutar a la fuerza de los encantos de las descarriadas. (Como recordarán nuestros lectores, en un primer momento los asaltantes afirmaron que la idea del asalto había surgido durante una misa nocturna del arca de Requena, en la cual se sorteó a siete hermanos para ejecutar la misión decidida por todos los asistentes a la ceremonia, más de un centenar, según dijeron). La idea fue recibida con muestras de aprobación y entusiasmo por los otros inculpados. Todos estos han reconocido que el tema de las visitadoras era frecuente en sus vidas y reuniones, habiendo enviado varias veces protestas escritas a los altos mandos del Ejército, pidiéndoles autorizar a dichas mujeres de malvivir a recibir clientela civil en los pueblos amazónicos que recorrían, y habiéndose dirigido incluso, una vez, en comisión con otros jóvenes de Requena, donde el jefe de la base naval de Santa Isabel, vecina de ese pueblo, para dejar sentada su protesta por el monopolio, a su juicio abusivo, de las Fuerzas Armadas sobre esas expediciones de polillas. Con estos antecedentes se comprende que la sugerencia del ex alcalde Morey, brindándoles la oportunidad de volcar sus contenidas ansias, fuera recibida con júbilo y verdadero frenesí por los detenidos. No se ha podido determinar todavía si los siete conjurados eran seguidores del Hermano Francisco y asistían con frecuencia a los ritos clandestinos del arca de Requena, como han dicho, o si esto es totalmente falso, como han afirmado varios apóstoles de la secta, por medio de comunicados enviados a la prensa desde sus escondites, y lo ha refrendado incluso el propio Hermano Francisco (véase página 3, columnas 3 y 4). En esa misma fiesta, se dice, los siete amigos llegaron a trazar los primeros planes y acordaron perpetrar su torcido designio lejos de Requena, para no comprometer el buen nombre del pueblo y para despistar a las autoridades si había una investigación. Asimismo, decidieron averiguar de manera disimulada las fechas de arribo de los próximos convoyes de visitadoras a Nauta o Bagazán, cuyas inmediaciones consideraron ya, desde esa vez, las más propicias para asestar el golpe. El propio ex alcalde Morey se ofreció a conseguir los datos pertinentes, gracias a la estrecha relación que, debido a su cargo edilicio, había mantenido con los oficiales de la base de Santa Isabel.

Y, sin más, poniéndose manos a la obra, los acusados perfeccionaron su plan en el curso de dos o tres reuniones posteriores. Teófilo Morey consiguió, efectivamente, sonsacar mediante mañas al teniente primero de la Armada, Germán Urioste, que un convoy fluvial de seis visitadoras, procedente de Iquitos, recorrería en los primeros días de enero los puestos de Nauta, Bagazán y Requena, estando fijada la llegada al primero de los puntos nombrados el día 2 a eso del mediodía. Reunidos nuevamente en casa del ex alcalde, los siete individuos ultimaron su criminal proyecto, decidiendo emboscar al convoy en las afueras de Nauta, para hacer pensar a las víctimas y a la policía, que los autores del latrocinio sexual eran vecinos de aquella histórica localidad. Al parecer, en este momento habrían concebido la idea de dejar como pista falsa en las cercanías del lugar de la emboscada, una cruz con un animal clavado, para hacer suponer que la operación era obra de los hermanos del arca de Nauta.

A este fin, se equiparon de los correspondientes clavos y martillos, sin sospechar —así lo afirman ellos— que el azar iba a favorecer terriblemente sus planes, ofreciéndoles no un animal para clavar sino el cuerpo de una joven y bella polilla. Los siete sujetos decidieron dividirse en dos grupos y dar cada cual una explicación distinta a los familiares y conocidos para ausentarse de Requena. Es así como un grupo, integrado por Teófilo Morey, Artidoro Soma, Nepomuceno Quilca y Renán Márquez Curichimba, abandonó el lugar el día 29 de diciembre, en una lancha con motor fuera de borda, propiedad del primero de los nombrados, haciendo creer a todo el mundo que se dirigían hacia el lago de Carahuite, donde pensaban pasar las fiestas de fin de año consagrados al sano deporte de la pesca del sábalo y la gamitana. El otro grupo —Caifás Sancho, Fabio Tapayuri y Fabriciano Pizango— partió sólo el 1 de enero al amanecer, en un deslizador perteneciente a este último, asegurando a los conocidos que iban de cacería en la dirección de Bagazán, donde recientemente se había descubierto, merodeando no lejos del pueblo, una manada de jaguares.

Tal como lo habían programado, los dos grupos se dirigieron río abajo, hacia Nauta, pasando sin detenerse ante este pueblo, igual que lo habían hecho ante Bagazán, pues su objetivo era alcanzar, sin ser vistos, un punto situado unos tres kilómetros aguas abajo del nacimiento del Amazonas, nuestro gran río-mar, es decir la Quebrada del Cacique Cocama, denominada así por la leyenda según la cual en ese lugar, los días de mucha lluvia, se divisa flotando cerca de la orilla el fantasma del célebre cacique cocama don Manuel Pacaya, quien, un 30 de abril de 1840, fundara pioneramente, en la confluencia de los ríos Marañón y Ucayali, el progresista pueblo de Nauta. Los siete inculpados habían elegido este lugar, pese al temor que inspiraba a algunos de ellos la superstición mencionada, porque la abundante vegetación que cubre parte del cauce era muy conveniente para su propósito de pasar desapercibidos. Los dos grupos se encontraron en la Quebrada del Cacique Cocama al atardecer del 1 de enero, acampando allí en un bajío y divirtiéndose esa noche en improvisada fiesta. Pues, muy sabidos, habían viajado provistos no sólo de revólveres, carabinas, clavos y mantas para dormir, sino también de sendas botellas de anisado y cerveza, lo que les permitió embriagarse, mientras, sin duda muy excitados y lenguaraces, se extasiaban pensando en el nuevo día que vería convertirse en realidad sus enfermizas maquinaciones y anhelos.

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